May 01, 2024 Last Updated 11:15 PM, Apr 30, 2024

Editorial

Tanto al gobierno como a la oposición peronista solo les preocupan sus armados electorales en vistas a las presidenciales de octubre. Centran los debates en cuánto podría sacar Macri en la primera vuelta, si se presenta o no Cristina, si el PJ va unido o quién ganaría el balotaje. A tal punto es la especulación que la unificación de las elecciones de Capital y provincia de Buenos Aires con las nacionales fue seguida por estos políticos patronales como si fuera un mundial. Quieren instalar que hay solo “dos opciones”, Macri o el peronismo, vía Cristina o Alternativa Federal con los Massa, Pichetto, Schiaretti, Urtubey y compañía. Contra esa falsa polarización está batallando el Frente de Izquierda.

Mientras tanto, las encuestas revelan la ruptura de grandes sectores de trabajadores y de importantes franjas de clase media con Macri. Cada vez son más los que dicen que esto no va más. Macri busca apoyo para seguir con el ajuste perpetuo. Pero está llevando a un cóctel explosivo con recesión, inflación y endeudamiento que quiere tapar con que “el dólar está calmo”.

La crisis económica y social se profundiza día a día. Hay 2,5 millones de nuevos pobres en el último año y 100.000 nuevos indigentes en la Ciudad de Buenos Aires de Larreta. Los salarios y las jubilaciones vienen perdiendo con la brutal inflación y los tarifazos permanentes. Ni qué hablar de los jubilados: el FMI dice que hay que bajar la mínima y subir la edad jubilatoria mientras recomienda más flexibilización laboral, como quieren hacer con los textiles y los metalúrgicos. A esto se suma el barril sin fondo de la deuda externa (se tienen que pagar 150.000 millones de dólares en los próximos cuatro años) y la fuga de capitales, que fue de 27.000 millones de dólares el año pasado. Esto nos lleva a una primera conclusión: lo urgente hoy es derrotar el ajuste de Macri y el FMI.

Pero si el ajuste macrista sigue adelante es por la complicidad de la CGT y los gobernadores y políticos patronales peronistas que le vienen votando todas las leyes a este gobierno. Es el caso de Massa, Pichetto, Schiaretti, Urtubey y compañía. Cristina Kirchner, por su parte, pidió el voto “contra el ajuste” pero sigue recluida en el Sur. Dentro de un mes va a estar sentada en el banquillo de los acusados junto a Lázaro Báez y otros corruptos por el negocio de la obra pública en el gobierno anterior y otros delitos de guante blanco. Por eso no puede ser ninguna opción “progre” contra la derecha de Macri. El peronismo kirchnerista sigue con la cantinela de que las causas judiciales son una maniobra de la derecha para “que no vuelva un gobierno nacional y popular”. Pero lo que no pueden explicar es por qué, si dicen eso, Alicia Kirchner es la niña mimada de Macri en aplicar el ajuste y el congelamiento salarial (ver página 4). Además, distintos dirigentes kirchneristas, como el propio Axel Kicillof, ya abren el paraguas diciendo que, en caso de ser gobierno, la “herencia” de Macri no les va a dejar margen para revertir la pérdida salarial o jubilatoria. Y que van a renegociar el pacto con el FMI (en ningún caso a desconocerlo) y estirar los próximos vencimientos de la deuda (en vez de suspender los pagos).

El peronismo kirchnerista, además, propone un “frente patriótico” contra Macri. Agustín Rossi habla de un frente amplio “cuyo único límite” sea el propio presidente. Con ese argumento propone la unidad con el resto del peronismo, esencialmente con Massa (socio de Pichetto y Urtubey), como si el hecho de sumar a las distintas vertientes del PJ pudiera ser salida para el pueblo trabajador. Nos preguntamos: si el kirchnerismo ya ha dicho que en caso de ser gobierno va a reconocer el pacto con el FMI y a pagar la deuda externa, se quiere unir al resto del PJ que viene acompañando a Macri, y es la propia Cristina la que habla de unir los pañuelos verdes y celestes… ¿no son argumentos suficientes para probar que Cristina y su famosa “unidad” no son alternativa?

Ante este panorama, los trabajadores siguen peleando. Los docentes de Capital, junto a los estudiantes, con un plan de lucha con paros y movilizaciones a fin de año (y ante un Larreta repudiado en pleno enero en varios lugares públicos) evitaron el cierre de las escuelas nocturnas. Un triunfo total, donde el sindicalismo combativo encabezado por los docentes de Ademys y Jorge Adaro jugaron un rol decisivo. Esto prueba que se pueden derrotar las medidas antiobreras de Macri como decimos desde la izquierda. Lo que contrasta con el rol traidor de la CGT y del conjunto de la burocracia sindical ligada al peronismo, incluso al kirchnerismo. Hugo Yasky, de la CTA kirchnerista, dijo que “no es conveniente hacer paros este año”, Pablo Moyano habló de la posibilidad de un paro... para dentro de un par de meses. Ante este vacío capitulador, el próximo 14 de febrero el sindicalismo combativo y la izquierda marcharán de Congreso a Plaza de Mayo contra el ajuste de Macri, el FMI y los gobernadores reclamando un paro y plan de lucha nacional a la CGT y las CTA.

Esta pelea sindical debe ir unida a la batalla política. No es cierto que las opciones son Macri, Cristina o el peronismo de Alternativa Federal. En las elecciones que se adelantaron, como en Neuquén, Río Negro y próximamente Santa Fe o Córdoba, el Frente de Izquierda ya está dando pelea contra todos los candidatos de esos sectores y sus cómplices levantando una salida de fondo para que la crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores.

Hay una gran franja decepcionada con quienes ya nos vienen gobernando, por eso el Frente de Izquierda viene creciendo políticamente al calor de las luchas y sus propuestas de fondo, tanto en el terreno sindical, juvenil, como en el movimiento de mujeres. El FIT señala que es posible tener salarios igual a la canasta familiar y jubilaciones dignas. Que no es cierto que estemos condenados a la recesión y la inflación. Que la plata está. Que se trata de sacársela a los que amasan superganancias y dársela al pueblo trabajador. Que hay que suspender en forma inmediata los pagos de la deuda externa y nacionalizar la banca y el comercio exterior para usar ese dinero en reactivar la economía con un plan de obras públicas (que este gobierno frenó por orden del FMI). Que hay que recuperar el patrimonio nacional reestatizando las privatizadas para evitar más tarifazos y así tener el control de la electricidad, el gas, el petróleo y el transporte para ponerlo a funcionar bajo un plan económico obrero y popular. Esta propuesta (luchar sindical y políticamente contra este gobierno y sus cómplices) es la que postulamos desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda, y a la que llamamos a apoyar y a sumarse.

El actor Enrique Pinti hizo una descarnada pintura del actual ajuste macrista: “Antes me asustaba de la situación social de la gente que estaba desposeída. Esta es la primera vez, quizás porque me va peor, que me asusta no solo cuando me llegan las boletas de luz y gas. De la prepaga me llegaron 39.000 pesos, más la insulina importada que uso, que me sale 36.000 pesos por mes”.

Pinti, que evidentemente ha tenido a lo largo de su carrera ingresos superiores a la mayoría de los trabajadores, explica por qué la crisis le ha llegado también a él: “Hay funciones en que casi no hay público. La gente no tiene plata para ir al teatro, y yo vivo de eso”. Periodistas alcahuetes del gobierno de Macri, como Eduardo Feinmann, o impresentables como Alfredo Casero, salieron a atacarlo: “Pinti politiza una situación individual”, dijo el periodista reaccionario de A24. Algunos ya no saben qué inventar para esconder el feroz ajuste que está pulverizando la calidad de vida de millones. Más allá de las diferencias que podamos tener con sus opiniones, nos solidarizamos con Enrique Pinti, que siempre ha sido crítico frente a los distintos gobiernos, a diferencia de las voces que salen a atacarlo.

Escribe Juan Carlos Giordano

Macri y los gobernadores volvieron a aumentar la luz. Lo hacen a pesar del repudio popular. Cambiemos gobierna para las privatizadas y el lucro capitalista. El kirchnerismo critica el tarifazo pero no plantea ninguna salida de fondo. El Frente de Izquierda llama a anular los tarifazos, echar a Edenor y Edesur y pelea por la reestatización de las privatizadas.

La luz va a aumentar un 55% en promedio este año. La suba tarifaria promedio de Edenor y Edesur (Capital y conurbano) entre enero de 2016 y febrero de este año alcanzó el 4.300 por ciento (Deuco, Página12, 2/02). También aumentarán el gas, 35%, y el agua.

El gobierno justifica los tarifazos diciendo que se pagaba poco por los servicios esenciales en el gobierno anterior (el valor de un café o una pizza) y que las privatizadas vienen trabajando “a pérdida”. Con ese discurso las ganancias empresariales dolarizadas vienen subiendo una barbaridad. ¿En qué país del mundo las tarifas aumentaron en algunos casos un 5.000%? En la Argentina de Macri, donde beneficia directamente a empresarios amigos. Algunos venían haciendo grandes negocios con el kirchnerismo, como Marcelo Mindlin, titular de Edenor, y otro es amigo directo de Macri, Nicolás Caputo, de Edesur (ver recuadro).

Si en Capital y en el conurbano el gobierno anterior mantuvo bajas las tarifas fue por miedo a subirlas a poco de ocurrir el Argentinazo. Eso no quiere decir que las empresas “perdieran plata”, ya que recibían subsidios millonarios. Recordemos la masacre de Once, con 52 muertos, culpa de la ex patronal TBA de los ferrocarriles, que mientras se llevaba los subsidios del kirchnerismo a las islas Caimán, no invertía un peso en el ferrocarril.
Ahora, con Macri, estos empresarios se quedan no solo con los tarifazos que paga el pueblo sino también con los altos subsidios. ¿Qué hacen con esos fondos millonarios? Engordan sus bolsillos.

La segunda mentira macrista dice que si se aumentaban las tarifas se iban a evitar los cortes de luz. Pero los cortes subieron un 40% comparando diciembre de 2018 con el mismo mes del año anterior a pesar de que el consumo fue menor.

¡Basta de privatizadas!

Desde el Frente de Izquierda apoyamos todas las acciones tendientes a anular los tarifazos, como la quema de boletas que hicimos junto al resto de la izquierda y el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia el pasado jueves en Congreso. La burocracia sindical debería tomar esta bandera en los sindicatos porque cada tarifazo es un robo al salario. Pero esta consigna (¡abajo el tarifazo!) debe ir acompañada de un programa que exija la nulidad de todas las concesiones (privatizaciones por 95 años) de la luz y demás servicios esenciales, sin indemnización, ya que son las empresas las que deben reparar el perjuicio que le vienen provocando al pueblo trabajador. Hay que terminar con la privatización de 1992, en plena década de entrega por parte del peronismo menemista, que destruyó Segba, Hidronor y Agua y Energía Eléctrica, las tres empresas estatales que proveían electricidad, provocándose una desintegración total, dividiéndose en varias empresas generadoras, transportadoras y distribuidoras.

Luchamos para echar a Edenor y Edesur procediendo inmediatamente a la inmediata reestatización de esas empresas. Es decir, que el Estado se haga cargo del servicio bajo estricto control, gestión y administración de sus trabajadores y organizaciones de usuarios.

Un servicio público esencial como la luz (vale esto también para el gas, el petróleo o el transporte, como los ferrocarriles) no debe estar en manos privadas y el lucro capitalista. Es un verso que los capitales privados nos van a salvar. Tampoco va la política de que “deben ser privados porque hay que controlarlos bien”. Miremos lo que hace el ENRE (ver recuadro).

La salida de fondo por la reestatización la hacemos valer tanto ahora contra Macri, como lo hicimos bajo el gobierno peronista anterior. El kirchnerismo no dice que hay que reestatizar las privatizadas. Kicillof dijo “no somos “antiempresa”. Y Mariano Recalde (ex titular de Aerolíneas) señaló que el kirchnerismo “quiere que las empresas ganen pero no tanto”. Es decir, en caso de ganar las elecciones, van a mantener la privatización como un gran negocio capitalista privado. Por eso es que en las luchas y en las elecciones el Frente de Izquierda levanta esta medida de fondo contra Macri y la falsa opción del kirchnerismo.

Escribe Mariano Barba

En 2017, cuando el precio internacional del gas era de 3,80 dólares por millón de BTU (la unidad de medida que se toma en la industria del gas), el entonces ministro de Energía Juan José Aranguren decidió entregar subsidios que consistían en pagarle 7 dólares por millón de BTU a las empresas que concretaran inversiones con el sistema de fracking. Se buscaba así garantizar las ganancias de las grandes empresas gasíferas. Tecpetrol, el brazo petrolero del Grupo Techint, y Compañía General de Combustibles, de Eduardo Eurnekian, son algunas de las firmas que más se beneficiaron con este programa.

¿Qué pasó desde entonces? Tecpetrol recibió ese subsidio acordado para una inversión determinada y para una producción de 8 millones de metros cúbicos por día de gas, pero en realidad extrajo 17 millones por día del yacimiento Fortín de Piedra con la misma inversión; es decir, está cobrando más del doble, teniendo así garantizado por el subsidio una ganancia superextraordinaria. El conflicto con el gobierno se da porque ante el déficit fiscal, Macri y el secretario de Energía que reemplazó a Aranguren, Gustavo Lopetegui, recortan ese subsidio, y quieren restringir su pago para las liquidaciones del gas producido desde septiembre de 2018 en adelante, no extendiéndolas ante las nuevas producciones. El gobierno y las petroleras tironean por la plata: Macri para pasársela a los acreedores de deuda, tal como se acordó en el ajuste con el Fondo, Techint y los otros pulpos petroleros para seguir ganando a costa de un subsidio que pagamos todos. Ninguna de las dos cosas le sirven al pueblo trabajador: hay que terminar con esos subsidios, reestatizar todo el negocio petrolero y gasífero y parar la contaminación que se genera con el fracking. Pero ese dinero debe ser reconducido a resolver las urgentes necesidades de trabajo, salario, educación, salud y vivienda, no a pagar la deuda externa.

Los dueños de Edesur son Nicolás Caputo, el “amigo de la infancia” de Macri, y ENEL (empresa italiana con mayoría accionaria); Marcelo Mindlin de Edenor, y Rogelio Pagano de Edelap. Mindlin, por su parte, es dueño de Pampa Energía y también está en el negocio del gas y el petróleo, compró hace años los activos de Petrobras.

Comparando 2015 con 2018, Edenor registró un incremento en sus ingresos por servicios (ventas) del orden de 1.118%, y Edesur obtuvo una mejora de 821% en el mismo período. A su vez, el incremento de sus resultados operativos (ganancias por ventas menos costos de producción) fue de 223% para Edenor y 215% para Edesur.

Transener (concesionaria de transmisión eléctrica de alta tensión) obtuvo un aumento en sus ingresos de 290% y en sus resultados operativos del orden de 1.250%. Por su parte, Pampa Energía tuvo un incremento en sus ingresos de 554% (CEPIS, Página12, 4/2). ENEL, además, aspira ganar 4.000 millones de euros hasta 2019 en Latinoamérica y 17.300 millones de euros en el mundo.

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