Apr 29, 2024 Last Updated 9:03 PM, Apr 29, 2024

Escribe José Castillo

La crisis del Covid-19 todavía no llegó a su pico. Los riesgos de que tanto la infraestructura existente como el propio personal de salud se vean desbordados son un peligro real. Al mismo tiempo, vemos cómo la miseria, el hambre y la desocupación siguen creciendo día a día. 

¿Qué hacer? La respuesta es simple. Hay que reforzar una auténtica cuarentena que todo el pueblo trabajador pueda cumplir, sin hambre, sin tener que salir a romperla para “changuear y conseguir un peso”. Hay que poner más plata en recursos para salud. Para todo esto hace falta una sola cosa, poner en juego más dinero. Con lo volcado actualmente por el gobierno claramente no alcanza. 

No cabe ninguna duda, esos recursos tienen que salir de los que los tienen, y en abundancia. Para eso hay que imponer de una vez por todas el impuesto a las grandes riquezas.

Miremos a nuestro alrededor. En los últimos tres meses, ya en plena pandemia, Mercado Libre pasó a valer tres veces más, aumentando su valor en 18.000 millones de dólares. ¡Creció más que Amazon! No llama entonces la atención que su dueño, Marcos Galperín, figure como uno de los grandes multimillonarios argentinos.

Observemos a los bancos, los grandes ganadores de los dos últimos años, mientras la economía argentina se hundía, caían los salarios y crecía el desempleo. ¡Hasta siguieron ganando en estos meses de cuarentena! Los cuatro que cotizan en la Bolsa de Buenos Aires, y por lo tanto tienen que “mostrar” sus balances (Galicia, Macro, Supervielle y Patagonia) registraron ganancias en 2019 que más que duplicaron las del año anterior. Los bancos extranjeros que actúan en nuestro país –HSBC, ICBC, Santander y Citi– también tuvieron superganancias y encima se dieron el lujo de “fugarlas” legalmente, repatriándolas hacia sus casas matrices.

Miremos a las grandes empresas de otros sectores, ahí tenemos al Grupo Techint. Acá no hay excusa, Tenaris, la firma insignia del conglomerado, junto con Ternium, son dos de las que más facturan en nuestro país. La fortuna personal de su dueño, Paolo Rocca, figura al tope de los multimillonarios argentinos registrados por la revista Forbes

Pasemos ahora a uno de los empresarios y gran amigo del peronismo, Marcelo Mindlin, el dueño de Pampa Energía, que la semana pasada recibió todos los elogios de parte del presidente Alberto Fernández. Además de estar seriamente sospechado en un montón de causas de corrupción que vienen de la anterior época kirchnerista, Mindlin siempre siguió facturando, acumulando propiedades y obteniendo superganancias con todos los gobiernos. Es el dueño de Central Puerto, la empresa que tuvo más ganancias de todas las que cotizan en la Bolsa porteña, pero también de Edenor, una de las que históricamente más estafa a los usuarios de electricidad, por citar solo dos firmas.

Sigamos repasando la lista de las que más facturaron y ganaron en 2019: Telecom, vinculada al Grupo Clarín; Toyota, la transnacional japonesa que, junto con la alemana Volkswagen, son las dos automotrices que más venden en nuestro país; Panamerican Energy, propiedad de otro de los multimillonarios locales, Alberto Bulgheroni; Shell, que hasta hace poco se dio el lujo de colocar a su ex Ceo Juan José Aranguren como ministro de Energía y que recibió todo tipo de beneficios durante la gestión macrista; Arcor, el gran grupo alimentario local.

Y, por supuesto, a los grandes monopolios del complejo agroexportador: las yanquis ADM, Bunge, Cargill, la europea Dreyfuss, la china Cofco y las locales Molinos (de Perez Companc, otro que figura en la lista de multimillonarios) y Aceitera General Deheza. 

A esta lista le podemos agregar laboratorios, también con millonarios locales a la cabeza, como Roemmers y Bagó. O las cadenas de hipermercados, con Coto, Walmart o Carrefour a la cabeza. 

Este grupo concentrado de grandes empresas (y de multimillonarios) es al que hay que obligar para que ponga una porción de sus ganancias y riquezas para atender la pandemia. De esto se trata, imponer un impuesto a las grandes riquezas. 

Hace más de tres meses Alberto Fernández, en un alarde más de su doble discurso, habló de un impuesto que, si bien no iba a fondo contra todos estos sectores, planteaba algún tipo de imposición a la gran riqueza. Desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad insistimos en que hacía falta un tributo mucho más completo y con alícuotas mucho más altas. Pero  sostuvimos, sin embargo, que lo importante era que el proyecto se pusiera en marcha y exigimos que el gobierno lo presentara de una vez por todas. 

Vergonzosamente, el Frente de Todos le empezó a dar vueltas al tema sumando excusa tras excusa. Primero que no podía salir por DNU y que requería que se reuniera el Congreso (cuando aún no se había acordado el funcionamiento virtual), luego que se estaba “consensuando” entre diferentes proyectos redactados por varios diputados del oficialismo. Lo concreto es que pasaron las semanas, los meses, y el proyecto nunca apareció. El único presentado es el del Frente de Izquierda Unidad, que plantea la posibilidad de recaudar rápidamente 20.000 millones de dólares. Pasó algo peor aún, en una sesión en Diputados, cuando planteamos que se tratara el tema, votaron en contra conjuntamente el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Cada vez empieza a quedar más claro que el planteo del presidente Fernández fue solo un “amague” y que en realidad no piensa presentar proyecto alguno. 

Mientras tanto, la crisis del coronavirus arrecia y sume en la desesperación y el miedo al contagio a cada vez más sectores del pueblo trabajador. 

¡No podemos seguir esperando! El dinero para resolver las necesidades de la pandemia existe. Hay que implementar ya mismo el impuesto a las grandes riquezas. De esa manera, juntamente con la suspensión inmediata de los pagos de deuda externa, tendremos los recursos necesarios para conformar un fondo de emergencia que atienda las necesidades sanitarias más urgentes en términos de salud, comida para los barrios populares y soluciones para una crisis social que se sigue profundizando día a día. 

Escribe Diego Martínez

El viernes pasado Alberto Fernández hizo un nuevo anuncio de extensión de la cuarentena. De forma solapada, anunció allí una nueva medida que profundiza aún más el ajuste que estamos sufriendo los trabajadores, el recorte de 50.000 millones de pesos en el Ingreso Familiar de Emergencia (lapoliticaonline, 26/6/2020). A partir de ahora solo van a recibir este subsidio quienes venían cobrándolo en CABA, Gran Buenos Aires, ciudad de Córdoba y Chaco. Los cinco millones de beneficiarios restantes quedarán afuera. Ya cuando empezó el IFE a cuatro millones de personas que lo solicitaron no se les otorgó. Fernández se llena la boca diciendo que su prioridad es proteger a los más vulnerables, pero deja nueve millones de personas con graves problemas económicos a la deriva.

La excusa para el recorte del IFE es que en aquellas provincias donde se flexibiliza la cuarentena la economía “está en marcha” y no haría falta. Esto es una completa mentira. La economía del país está en una profunda recesión en su conjunto y está recesión no se termina mágicamente con el levantamiento de la cuarentena. El propio Fernández negó de hecho esta idea cuando declaró que “el problema de la economía no es la cuarentena sino la pandemia” (Página/12, 26/5/2020). Muchos cuentapropistas que realizan trabajos relacionados con la construcción como albañilería, plomería, electricidad, entre otros, aunque estén habilitados, en algunos lugares del país no tienen trabajo porque está parada la actividad económica. Otro tanto sucede con el 43% de los trabajadores informales (en negro) que hay en el país,   quienes cobran su sueldo de forma irregular, si es que aún conservan el empleo. Entre ellos se encuentran millones que cobraron el IFE y ahora lo van a perder.

El problema de la pobreza y el empleo precario no empezó con la pandemia, la propia Fernanda Raverta, titular de la Anses, quien ejecutó el recorte sobre el IFE, lo reconoce cuando declaró: “Vivimos en una Argentina muy desigual, profundizada por un gobierno con un modelo económico que generó que los niveles de indigencia y pobreza sean enormes y que generó que una enorme cantidad de argentinos y argentinas no tengan un ingreso formal, entonces hay que buscar una respuesta”. Si Raverta realmente quiere encontrar una respuesta a los problemas que enuncia, el gobierno debe dar marcha atrás con el recorte, mantener el IFE en todo el país y otorgar una suma de 30.000 pesos en lugar de los miserables 10.000 pesos que se dan hasta el momento, de forma que los beneficiarios pueden realmente subsistir, y dar el subsidio a todo el que lo necesite.

Otro sector que viene siendo perjudicado por la política del gobierno es el de los pequeños comerciantes. Desde que empezó la cuarentena solo en la ciudad de Buenos Aires el 20% de los comercios cerró sus puertas (Infobae, 16/6/2020). El gobierno y sectores de la oposición patronal hablan de distintos proyectos para favorecer a las pymes, pero detrás de este discurso se esconde una trampa. El término “pyme” incluye a empresas denominadas “medianas” que cuentan con cientos de empleados y tienen espaldas para bancar la crisis. Muchas de ellas están vinculadas con grandes firmas, además de cobrar el ATP que las beneficia con el pago del 50% de los sueldos de sus empleados. Los que están verdaderamente perjudicados son los pequeños comerciantes, dueños de talleres mecánicos, kioscos, librerías, negocios de indumentaria, entre otros. Mientras beneficia rápidamente a los grandes grupos económicos, el gobierno no tiene ninguna respuesta para este sector, dice ofrecerles créditos con garantía estatal pero ponen tantas trabas burocráticas que terminan resultando inaccesibles. Exigimos que se otorguen créditos a tasa cero a los que se pueda acceder rápidamente para que estos pequeños comerciantes no se vayan a la ruina y que también se atienda la situación de sus trabajadores, los primeros perjudicados por esta situación. La mayoría trabaja en negro, por lo que ni siquiera cobra el 50% del sueldo que paga el gobierno. Para ellos también es necesario un IFE de 30.000 pesos y no la burla que cobran hasta el momento.

Lo venimos señalando con claridad, el gobierno debe garantizar las condiciones para que el pueblo trabajador pueda hacer realmente la cuarentena sin hambre, despidos ni rebaja salarial y sin exponerse al contagio. Esa necesidad es más imperiosa que nunca ahora que estamos llegando al pico de la pandemia. Para que los trabajadores y sectores populares puedan hacer la cuarentena sin pasar penurias ni arriesgarse a salir a la calle para conseguir de forma desesperada algún ingreso, el gobierno tiene que aplicar un impuesto a los grandes grupos económicos, bancos y multinacionales que siguen amasando fortunas multimillonarias aun durante la pandemia, para tomar con ese dinero las medidas sociales necesarias para solucionar los graves problemas del pueblo trabajador y los sectores populares.

Escribe Adolfo Santos

Nada va quedando del grandilocuente anuncio de Alberto Fernández acerca de la intervención y expropiación de Vicentin. Tras reducir primero todo al término “rescate”, finalmente no quedó en pie ni siquiera la intervención. Vicentin va quedando cada vez más como otro ejemplo del doble discurso del gobierno, “archivado” como el impuesto a la riqueza.

Al comienzo se iba a intervenir y expropiar. Luego se pasó a “dialogar” para “rescatarla”. Y ahora desaparece cualquier mención a la expropiación y se activa la propuesta del gobernador Perotti, de intervención vía la Inspección de Justicia de Santa Fe. Finalmente, y tal como era de esperar, se dejó todo en manos del juez de la causa de Reconquista, virtual peón de la familia Vicentin, que simplemente le “restituyó” el control y el gerenciamiento a sus antiguos dueños. No quedó en pie nada, ni siquiera la intervención, degradada meramente a la presencia de “veedores”, que no inciden absolutamente en nada. Y, por si faltara algo, el juez estiró la convocatoria de acreedores hasta agosto. ¿Qué dijo el gobierno de Alberto Fernández? Absolutamente nada. 

Todo es un escándalo. Más aún cuando cada día se conoce más la historia mafiosa de la empresa. Durante el gobierno de Onganía recibió extensas parcelas de tierra en la provincia de Santa Fe donde desarrolló sus actividades agrícolas sin pagar un peso; después, el tristemente recordado Martínez de Hoz le facilitó las condiciones para instalar el puerto que posee en Rosario, a cambio de lo cual fueron cómplices de la dictadura, veintidós trabajadores, catorce de ellos delegados sindicales, desaparecieron. Con Domingo Cavallo consiguieron la estatización de su deuda. Existen múltiples denuncias de comercio de triangulación, vía Paraguay, de contrabando de granos al exterior, pagos en negro y evasión de impuestos. En complicidad con altos funcionarios del Banco Nación, durante el gobierno de Macri, Vicentin obtuvo créditos que exceden sus garantías, dinero que habría ido a parar a paraísos fiscales, aunque la deuda con el Nación asciende a 18.000 millones de pesos. Con todo, amenaza con una quiebra fraudulenta que dejaría a miles de trabajadores en la calle, una gran cantidad de pequeños productores rurales sin cobrar sus cosechas y una deuda inmensa con el Estado. 

A pesar de todo esto el gobierno nacional hace silencio, da marcha atrás con la expropiación, no cuestiona que no exista ya la intervención ni a un juez que, a ojos vista, es parte de la maniobra de Vicentin. 

El 17 de junio se publicó una solicitada con el título “El movimiento sindical y Vicentin”, que expresa “el respaldo a la decisión adoptada por el presidente Alberto Fernández de proceder a la intervención del grupo Vicentin…”. Con la firma de Héctor Daer, Hugo Yasky, Ricardo Peidró, Pablo Micheli, Hugo Moyano, Sergio Palazzo, Sonia Alesso y decenas de dirigentes, tanto la CGT como las CTA se alinearon incondicionalmente con el gobierno. No hay ninguna crítica, ni siquiera una exigencia de que la expropiación se concrete efectivamente, que alcance a la totalidad del grupo y que no sea meramente un “rescate” donde los capitalistas se salvan a costa de un Estado que se hace cargo de todas las deudas. 

A esto se le sumó una campaña de firmas de referentes del “progresismo”, motorizada por el actual director del Banco Nación, Claudio Lozano, y que incluyó, entre otros, a Julio Gambina, Alejandro Bercovich y otros, titulada “Urge multiplicar el apoyo a Vicentin”. Planteada como campaña “contra la derecha”, ni siquiera le exigen al gobierno que avance con la expropiación. Apenas si terminan haciendo un tibio planteo para que Vicentin termine siendo “pública, no estatal, con control social”.

Tanto la solicitada de la burocracia sindical, como el llamamiento del “progresismo” terminaron demostrándose absolutamente inservibles. Es que ambos llamaron a confiar en el gobierno, a “fortalecerlo” en su decisión contra una “derecha” que se oponía. Todo este planteo quedó absolutamente en el aire cuando el gobierno terminó retrocediendo, haciendo desaparecer todo atisbo de expropiación y, finalmente, aceptando que ni siquiera hay una intervención a la empresa, sino apenas una desteñida figura de “veedor”.

Desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad fuimos clarísimos desde el primer momento. Nunca depositamos confianza alguna en los dichos del gobierno. Por eso presentamos nuestro propio proyecto de expropiación en el Congreso. Al igual que lo que terminó sucediendo con el impuesto a las grandes riquezas, el doble discurso del gobierno quedó al descubierto. Ese proyecto es, al día de hoy, el único. El del oficialismo nunca existió. Siempre dijimos que había que expropiar Vicentin al ciento por ciento sin indemnización y bajo control de sus trabajadores y los pequeños productores. Ese, sin doble discurso ni medias tintas, será el primer paso para terminar con los negociados de los pulpos exportadores, que solo se completará con la nacionalización del comercio exterior.

Escribe Juan Carlos Giordano, diputado electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

 

Esta frase fue dicha la semana pasada por un delegado aeronáutico en el acto que se realizó al finalizar la ruidosa caravana contra el cierre de Austral frente al Aeroparque. “Yo voté a este gobierno pero no para que me quite el convenio colectivo ni desguace la empresa”, señaló. Se refería a la política del titular de Aerolíneas, Pablo Ceriani, puesto por el actual gobierno, que quiere fusionar Austral con Aerolíneas para quitarle conquistas a los trabajadores diciendo que necesita ahorrar, todo con el aval de Mariano Recalde, de La Cámpora, que apoya el ajuste para acabar con las “improductividades”, según dice, amenazando a los sindicatos aeronáuticos.

Otra queja parecida hacia el gobierno se da entre los trabajadores del frigorífico Penta, ya que el patrón que los despidió y no les paga los salarios es el empresario peronista kirchnerista Ricardo Bruzzese, y la policía bonaerense que los reprimió está al mando de Berni-Kicillof. Ahora exigen que se “expropie Penta”, pero el gobierno ya retrocedió con Vicentin mostrando que no quiere avanzar contra estos empresarios inescrupulosos.

Otros trabajadores que votaron a Fernández también empiezan a tener cierta decepción con el gobierno, como por ejemplo los profesionales y trabajadores de la salud, donde sigue cayendo muy mal que el gobierno anuncie “sus logros en salud”, o diga que “los hospitales están preparados” cuando la realidad muestra lo contrario. Lo mismo ocurre entre los que no van a cobrar el IFE de 10.000 pesos cada dos meses, al mismo tiempo que recuerdan la campaña del peronismo cuando prometía que iba a salvar “a los más vulnerables”. O los jubilados, a quienes les redujeron la mínima. O los centenares de mujeres que luchan por el aborto legal y escuchan al presidente diciendo que no va a presentar el proyecto porque “tiene otras prioridades”.

La gran mayoría de los trabajadores votó a Alberto Fernández y al Frente de Todos para sacarse de encima al ajustador Macri, pero empieza a haber sectores que lo cuestionan y se sienten decepcionados al ver que se niega a avanzar con medidas de fondo para que la crisis no la paguen los trabajadores.

Muchos se interrogan con razón cómo puede ser que el gobierno habló durante meses sobre la necesidad de imponer un impuesto a la riqueza y ahora archivó el tema. ¿Cómo puede ser que anunció la expropiación de Vicentin y después retrocedió? ¿Cómo puede ser que en medio de la pandemia el gobierno sigue mejorando la oferta a los bonistas en 12.000 millones de dólares mientras millones sufren la desocupación, la rebaja salarial y la pobreza?

A todos ellos les decimos que la razón de esto hay que buscarla en que estamos ante un gobierno que enarbola un discurso “progre” o “nacional”, pero aplica otra política, como se empieza a decir, “amaga con la izquierda y pega con la derecha”. Es decir, un doble discurso que hay que desenmascarar. Lo mismo pasó con el gobierno peronista kirchnerista en los doce años donde se beneficiaron la Barrick, Repsol, los bancos y se pagó puntualmente la deuda externa dejando 30% de pobres y 40% de trabajadores en negro bajo el discurso mentiroso de entonces, de que se estaba “redistribuyendo la riqueza”.

Una amplia franja obrera, popular, juvenil y del movimiento de mujeres no ve las soluciones prometidas por el gobierno. Es que para ello hay que imponer medidas de fondo que el Frente de Todos no va a tomar. Alberto Fernández lo justifica diciendo “soy peronista, no socialista”, o que está por un “capitalismo más productivo”. Con eso está señalando que su gobierno va a seguir manteniendo la estructura semicolonial y dependiente del país al servicio de las ganancias de las multinacionales, los bancos, los grandes empresarios y el FMI. Por eso hace buena letra con ellos mientras no solo no da respuestas al pueblo trabajador, sino que rebaja salarios y jubilaciones y paga el aguinaldo en cuotas.

A esas compañeras y compañeros que están haciendo la experiencia política con el actual gobierno peronista les decimos que desde Izquierda Socialista en el FIT Unidad vamos a seguir acompañándolos en los reclamos cotidianos postulando en el plano sindical al sindicalismo combativo contra la burocracia sindical de la CGT y las CTA, cómplices de las medidas antiobreras y antipopulares que se están aplicando. Y que para combatir el hambre, la pobreza y la desigualdad social hay que tocar a los de arriba. Ahora en la emergencia, imponiendo un fuerte impuesto a las grandes riquezas para volcar lo recaudado a salud y a las urgencias sociales, entre otras medidas que solo la izquierda postula. Y que para todo ello hay que fortalecer una alternativa política de los trabajadores y la unidad de la izquierda, como lo estamos haciendo con el FIT Unidad, para lo cual los convocamos, para luchar para que la crisis la paguen los capitalistas, no el pueblo trabajador. Algo que el peronismo del Frente de Todos no va a hacer, como ya lo está demostrando, ante la evidencia de importantes sectores de luchadores que están sacando esa conclusión.   

Escribe Daniel Báez

La pandemia de Covid-19 agravó la situación que padecen los jóvenes, los trabajadores y los vecinos de los barrios populares y pueblos del interior de nuestra provincia desde hace muchos años. Hoy con la cuarentena las fuerzas de seguridad gozan de más poder y de más impunidad. 

La policía de la trata y el narcotráfico tiene impunidad para matar. En Tucumán hay una larga lista de víctimas de gatillo fácil. Solo para recordar las últimas: Facundo Ferreira (12 años), Miguel Reyes Pérez (26), Víctor Robles (17), Ángel Alexis Noguera (23), Luis Espinoza (31). Ahora se suma Walter Nadal (43).

El miércoles 24 al mediodía, dos bicipolicías persiguieron a Walter Ceferino Nadal, de 43 años, sospechoso de un supuesto robo. El policía Jacinto Colodrero, que patrullaba el centro de la ciudad capital, y su compañera, Jéssica Gómez, solicitaron refuerzos. Cuando llegaron a Las Heras, los policías Josué Molina y Melanie Mariel Caliva ya tenían reducido a Nadal, usando la misma técnica de Derek Chauvin y los policías de Minneapolis con la que asesinaron a George Floyd, poniendo la rodilla sobre el cuello de Nadal. “Me falta el aire”, repetía Nadal, el policía le gritaba “no seas cagón”. El resto de los agentes que acudieron a la escena echaban a los peatones y los amenazaban para que no filmaran. Sin embargo, Ricardo, un testigo presencial, vio todo y contó el hecho. Nadal se quedó callado, no reaccionaba. Fue trasladado al hospital Padilla y murió a los pocos minutos. En el reporte oficial consta “paro cardíaco”, pero la autopsia reveló que habría fallecido por “asfixia”. 

Todo esto a dos cuadras de la casa de gobierno. El ministro de (in)Seguridad provincial, Claudio Maley, habló en los medios detallando el “prontuario” de Nadal, sus ocho años de cárcel (obviando que hacía ya cuatro años que no registraba ingresos) y mostrándolo como el peor delincuente y adicto. Olvidó comentar las denuncias de la familia por apremios ilegales en la Comisaría 1ra y el hostigamiento permanente de los efectivos de esta seccional sobre Nadal, los mismos que terminaron matándolo.

No es un hecho aislado, es una metodología avalada por el Estado. Los gobiernos de la Nación y la provincia les otorgaron un poder excepcional a las fuerzas represivas en el marco de la pandemia. Esto se ratifica con el caso del joven Ignacio Seijas, de 17 años, cuya casa en Lomas de Zamora fue allanada "por error", violentaron a su familia y le dispararon a la cara, lo que le produjo la pérdida de un ojo. Luego intentaron armarle una causa falsa con elementos robados que recolectaron de otras viviendas.

El lunes 29, el Frente de Izquierda Unidad se movilizó a la casa de gobierno provincial para exigir la renuncia del ministro Maley y el juzgamiento de todos los responsables materiales y políticos del asesinato de Walter C. Nadal. Tenemos que seguir haciendo visibles todas estas denuncias y difundir por todos los medios estos hechos de barbarie para reclamar el fin de estos atropellos de las fuerzas de seguridad.

 















 

 

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