Escribe Francisco Moreira
El 5 de febrero de 1975, la presidenta María Estela Martínez de Perón, “Isabel”, firmó el decreto Nº 261/75, que establecía la ejecución de “las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán”1. La medida represiva supuso la movilización de la Quinta Brigada de Infantería del Ejército, bajo el mando del general Acdel Vilas (y desde diciembre del ‘75 del general Antonio Bussi) a las autoridades constitucionales y la policía provincial. El decreto fue presentado con la excusa de terminar con el accionar de la guerrilla en Tucumán. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista, denunció que implicaba “un avance de las Fuerzas Armadas que, abandonando su papel pasivo en la retaguardia, comienzan a asumir un papel” directo en la represión del activismo obrero, juvenil y popular. 2
El “Operativo Independencia” marcó el inicio del plan sistemático de desaparición de personas y fue el primero de los llamados “decretos de aniquilamiento” que constituyeron un antecedente del golpe de Estado de marzo de 1976, en cuya legalidad se ampararon los militares para justificar sus crímenes y el terrorismo de Estado.
El peronismo no logró frenar el ascenso
El “Cordobazo”, la semi insurrección de mayo de 1969, había herido de muerte a la dictadura de Juan Carlos Onganía, dando inicio a una nueva etapa en el país, marcada por el ascenso revolucionario obrero y popular. Los militares, el radical Ricardo Balbín y el propio Juan Domingo Perón, exiliado desde el golpe de 1955, intentaron canalizar y frenar el ascenso forjando el “Gran Acuerdo Nacional” (GAN) con el que acordaron convocar a elecciones y el fin de la proscripción al Partido Justicialista. Sin embargo, no lograron encauzar la situación. Ni siquiera el retorno de Perón, el 20 de junio de 1973, y el inicio de su tercera presidencia, en octubre de ese año, pudieron hacerlo.
Los nueve meses de gobierno de Perón estuvieron marcados por grandes turbulencias y un giro reaccionario (contrario a las expectativas de la base peronista que esperaba la “liberación nacional”), que tenía el real objetivo de sostener el “Pacto Social”, el plan de ajuste contra las y los trabajadores.
A comienzos de 1974 comenzaron a actuar las bandas de ultraderecha contra el activismo peronista y de izquierda, entre ellas la Triple A, organizada por el siniestro ministro de Bienestar Social, “el brujo” José López Rega. El PST, que era parte de la vanguardia, sufrió los asesinatos de Inocencio Fernández y la “Masacre de Pacheco”.3 En el acto del 1º de mayo, Perón echó a la JP/Montoneros de la plaza, los calificó de “estúpidos” e “imberbes” y pidió “rendir homenaje” a los burócratas sindicales, agradeciéndoles sostener el Pacto Social.
La muerte de Perón, el 1° de julio de 1974, y la asunción de su vicepresidenta Isabel, dejó al gobierno aún más debilitado y bajo la conducción efectiva de López Rega. El nuevo gobierno peronista se fue enfrentando al deterioro creciente de la situación económica, producto de la crisis mundial del petróleo del ‘74, pero continuó con la orientación reaccionaria iniciada por Perón.4 Con la excusa de prevenir la acción de la guerrilla, Isabel ordenó el “Operativo Independencia” por el que se desplegaron las fuerzas represivas al mando del coronel Mario Benjamín Menéndez en la ruta 38 en Tucumán y se utilizó “la escuelita” Diego Rojas de Famaillá como el primer centro clandestino de detención y tortura del país, por el que pasarían 3.000 activistas obreros, juveniles y populares, un antecedente directo del terrorismo de Estado y el genocidio de la dictadura.
Sin embargo, a pesar del creciente despliegue de las fuerzas represivas y del accionar de las bandas de ultraderecha, el gobierno seguía sin controlar la situación. En junio, el ministro de Economía Celestino Rodrigo anunció un plan de ajuste, que consistía en una devaluación superior al 100%, aumento de los servicios públicos y liberación de precios. Además, limitaba el incremento de los salarios a un máximo de 40%, a pesar de que muchos gremios ya habían negociado números superiores. Eso despertó la furia de los trabajadores. La propia burocracia sindical se vio obligada a reclamar “paritarias libres” y llamar a una huelga general de 48 horas para julio. Pero el 27 de junio se precipitaron los acontecimientos. El “Rodrigazo”, la primera huelga general contra un gobierno peronista, desestabilizó al gobierno. La presidenta se vio obligada a homologar todos los acuerdos salariales que se habían negociado, López Rega huyó del país y dos días después renunció Rodrigo.
El golpe se puso en marcha
El “Rodrigazo” marcó el comienzo del fin del gobierno peronista. En los meses subsiguientes el escenario continuó dominado por la acción de las bandas fascistas y el intento de aplicar nuevas medidas de ajuste. El PST sufrió nuevos golpes como la “Masacre de La Plata” y debió tomar medidas de semi-clandestinidad. 5
En ese contexto se dio el avance de un grupo de militares golpistas, que habían comenzado a actuar desde sus puestos dentro del aparato de gobierno. El peronismo y la burocracia sindical, al contrario de lo que planteaba el PST de organizar un nuevo “Rodrigazo” para derrotar el ajuste y defender las libertades democráticas 6, comenzaron a tender puentes con los sectores golpistas. Prueba de ello fueron los “decretos de aniquilamiento” firmados el 6 de octubre, entre otros, por los ministros Carlos Ruckauf, Antonio Cafiero, y el presidente del Senado, Ítalo Luder, ampliando a todo el país la represión militar. 7 A esto se sumó el radicalismo, que por boca de Balbín insistía en que lo principal era “aniquilar a la guerrilla fabril”, eufemismo con el que llamaba a liquidar a la nueva vanguardia obrera. Finalmente, el 24 de marzo de 1976 los militares dieron el golpe de Estado.
Se comenzaba a escribir una de las páginas más trágicas de nuestra historia, que dejaría un saldo de 30.000 detenidos-desaparecidos, millares de exiliados y una economía destruida al servicio de los intereses de las multinacionales y el imperialismo.
Tras la caída de la dictadura y gracias a la histórica lucha del movimiento por los derechos humanos, se logró llevar a juicio en la “Megacausa Operativo Independencia” a militares genocidas, logrando algunas condenas a prisión perpetua y otras condenas menores. El proceso legal continúa.Sin embargo, la mayoría de los responsables políticos y militares del “Operativo Independencia” continúan impunes. Tal es el caso de la propia Isabel Perón, del ex jefe del Ejército bajo el gobierno de Cristina Kirchner César Milani, y del padre de la actual vicepresidenta, Eduardo Villarruel. La lucha por justicia continúa.
1. Decreto Nº 261/75. Disponible en www.argentina.gob.ar
2. Avanzada Socialista Nº 136, 20/02/1975.
3. El Socialista Nº 268, 21/05/2014 Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
4. Ricardo de Titto. “Historia del PST”. Tomo 2. CEHuS, Buenos Aires, 2018.
5. Idem.
6. Avanzada Socialista Nº 177, 30/12/1975.
7. Decretos 2770, 2771 y 2772/75. Disponibles en www.argentina.gob.ar
El pasado 4 de febrero se cumplieron 43 años de la desaparición forzada y posterior asesinato de Ana María Martínez, abnegada militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), corriente orientada por Nahuel Moreno, antecesora de Izquierda Socialista. Ana María, que al momento del brutal crimen tenía 32 años y estaba embarazada de tres meses, era obrera metalúrgica de la zona norte.
Un grupo de tareas la “levantó” de su domicilio en Villa de Mayo, mientras todo el procedimiento era digitado y monitoreado desde el Batallón 201 de Inteligencia con base en Campo de Mayo. Su cuerpo apareció una semana más tarde acribillado a balazos en un descampado cercano a Dique Luján, Tigre.
Ana María había dejado su Mar del Plata natal por la represión desencadenada por el terrorismo de Estado contra los luchadores en aquella ciudad, donde había trabajado como operaria en Havanna. Afincada en la zona norte del Gran Buenos Aires, trabajó en la metalúrgica Sylvania y en las autopartistas Dunit y DEA. Ana María es la imagen de una de esas mujeres militantes que lucharon y dieron hasta su vida por un ideal superador del sistema que nos oprime.
Por esa lucha, por desvendar la verdad y exigir justicia, en 2012 se constituyó la Comisión Familiares, Amigos y Compañeros de Ana María Martínez, por iniciativa de la entrañable Carmen Metrovich (cuñada de Ana María). Los esfuerzos de ese abnegado grupo, y el aporte de contundentes pruebas, consiguieron en diciembre de 2018 la condena a prisión perpetua de los principales responsables, dos altos mandos del Ejército: Jorge Norberto Apa, jefe del Destacamento 201 de Inteligencia, y Pascual Muñoz, jefe del Grupo 1 del Estado Mayor que tuviera asiento en Campo de Mayo.
Desde Izquierda Socialista recordamos a Ana María Martínez y seguimos exigiendo la apertura de todos los archivos desde 1974 a 1983 y cárcel común para todos los responsables y cómplices. ¡Compañera Ana María Martínez, presente!
Escribe Federico Novo Foti
Nahuel Moreno fue el más consecuente dirigente trotskista de la segunda mitad del siglo XX. Continuador del legado de León Trotsky, batalló contra oportunistas y sectarios, defendiendo la importancia de construir partidos revolucionarios y la Cuarta Internacional en la lucha por conquistar gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial. Sus aportes siguen siendo una guía para los socialistas revolucionarios en el siglo XXI.
El 25 de enero de 1987 falleció a la edad de sesenta y dos años Nahuel Moreno. Su nombre no es conocido por el gran público, pero su trayectoria militante y su obra deberían ser una referencia ineludible para los socialistas revolucionarios de hoy.1 En 1942, a la temprana edad de diecinueve años, un trabajador marítimo lo ganó para el trotskismo en la ciudad de Buenos Aires. En 1948, participó del Segundo Congreso de la Cuarta Internacional en París, abrazando desde entonces la causa del internacionalismo obrero y por la revolución socialista mundial.
Moreno promovió la integración del trotskismo con la clase trabajadora y peleó por construir la Internacional y sus secciones nacionales mediante la intervención unitaria en las luchas y en los procesos de organización protagonizados por las y los trabajadores y las masas populares. Lo hizo entablando fuertes polémicas en los años ‘50 y ‘60 con los dirigentes trotskistas que caían en el oportunismo de capitular y embellecer a las direcciones de esos procesos. Pero también debatiendo con dureza contra los sectarios que ignoraron las revoluciones de la posguerra con el argumento de que tenían direcciones traidoras.
Debates en la Cuarta Internacional
La Cuarta Internacional había sido fundada por el líder revolucionario ruso León Trotsky y un puñado de sus seguidores en 1938. Su “Programa de Transición”, planteó la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria para retomar la lucha por el socialismo con democracia obrera en todo el mundo, combatiendo a las direcciones traidoras, comenzando por el aparato burocrático de los partidos comunistas conducido por José Stalin, quien se había apoderado del gobierno de la URSS y abandonando el marxismo revolucionario por la falsa teoría del “socialismo en un sólo país”.2
Pero el fin de la Segunda Guerra Mundial vio cómo el estalinismo emergía con enorme prestigio. Aquella autoridad fue utilizada por el estalinismo para promover la reconstrucción capitalista en los países de Europa occidental, como parte de sus pactos (Yalta y Potsdam) con las potencias imperialistas. En contraste, el trotskismo iniciaba el periodo debilitado, con una dirección joven y sin gran experiencia en el movimiento obrero y de masas. León Trotsky había sido asesinado en 1940 por un agente estalinista en México y la mayor parte de los dirigentes que lo habían acompañado habían perecido bajo la bota del nazismo y el estalinismo.
La falta de una dirección revolucionaria probada permitió que desde el Tercer Congreso de la Cuarta Internacional, en septiembre de 1951, Michel Raptis (Pablo) y su discípulo Ernest Mandel fueran imponiendo una orientación oportunista de capitulación a los partidos comunistas y a los nacionalismos burgueses de Latinoamérica, Asia y África, que promovían la conciliación de clases. Apoyaron, por ejemplo, al régimen burocrático de Tito en Yugoslavia, al nacionalista burgués Víctor Paz Estenssoro, traicionando la revolución boliviana de 1952, al peronismo en Argentina, al nacionalista argelino Ahmed Ben Bella y al castrismo en Cuba, llevando a la Cuarta a un proceso de ruptura y disgregación. Moreno tuvo el mérito de enfrentar estas capitulaciones y alertar que dicha orientación llevaba a renunciar a la tarea de construir partidos revolucionarios y a ir abandonando la lucha por gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial.
En 1959 se produjo la revolución cubana que derrocó al dictador Fulgencio Batista. En 1960/61 avanzó con las expropiaciones, rompió con el imperialismo y declaró el primer estado socialista de Latinoamérica. Moreno reivindicó el carácter socialista de Cuba y su defensa incondicional en debate con los sectarios como Pierre Lambert (luego apoyado por Jorge Altamira), quienes no reivindicaron el triunfo revolucionario y seguían caracterizando a Cuba como capitalista. Sin embargo, nunca renunció a criticar a la dirección del Partido Comunista cubano, a Fidel Castro y al castrismo. Este avance revolucionario se había producido, como lo definió Moreno, a pesar del carácter inicial del castrismo como movimiento democrático popular, alentado por sectores burgueses anti Batista y del propio imperialismo yanqui. De igual modo, polemizó con el foco guerrillero alentado por Ernesto “Che” Guevara, sin dejar de reconocerlo como un gran revolucionario.3
En el movimiento trotskista también surgió otra tendencia equivocada, el “nacional trotskismo”, que menosprecia la importancia de la construcción internacional. Frente a ellos, Moreno decía que “no puede haber ni siquiera elaboración nacional correcta si no hay organización internacional”4 y que la construcción de partidos revolucionarios se desarrollará combinando las luchas de cada país con el acompañamiento de los principales procesos revolucionarios regionales y mundiales.
Seguimos la lucha por la reconstrucción de la Cuarta y el socialismo
En pleno siglo XXI el capitalismo decadente sigue condenando a millones en todo el mundo a vivir en la pobreza y la miseria, continúan las guerras y la amenaza de nuevas catástrofes ambientales. Pero las masas siguen peleando y protagonizando rebeliones y revoluciones, como la heroica resistencia del pueblo palestino o la tenaz lucha del pueblo sirio.
Pasaron treinta y ocho años de la muerte de Moreno y los hechos corroboraron sus aciertos políticos y sus valiosos aportes al socialismo revolucionario. Hoy los debates no son exactamente los mismos, porque desde 1989 comenzaron a caer las dictaduras estalinistas. Sin embargo, las falsas soluciones reformistas y de conciliación de clase y los dirigentes traidores se han ido reciclando y llevan otros nombres, como “socialismo del siglo XXI” o “socialismo de mercado”, condenando a las masas a nuevas frustraciones y al avance de la ultraderecha de los Trump o Milei.
Lamentablemente, también perviven variantes oportunistas en las filas del trotskismo, como el PSOL de Brasil que se integró al gobierno patronal del PT, y sectarios, como PTS de Argentina, que siguen negando la existencia de revoluciones y la importancia de la unidad de acción para fortalecer las luchas.
Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI somos orgullosos continuadores del legado de Nahuel Moreno y redoblamos nuestros esfuerzos para unir a los revolucionarios en la perspectiva de reconstruir la Cuarta Internacional. Porque sigue siendo una necesidad urgente construir una dirección revolucionaria que intervenga en cada lucha para disputar la dirección y pelear por conquistar gobiernos de las y los trabajadores y el socialismo mundial.
1. Ver documental de Mariano Manso (director). (2017) Nahuel Moreno: una vida, infinitas luchas. [video online] y Carmen Carrasco y Hernán Félix Cuello. Esbozo Biográfico. CEHuS, Buenos Aires, 2016. Disponible en www.nahuelmoreno.org
2. L. Trotsky. Programa de Transición. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2007 y ver F. Novo Foti “Hace cien años Stalin imponía ‘el socialismo en un sólo país’” en El Socialista N.º 595, 27/11/2024. Disponible en www.izquierdasocialista.org.ar
3. Nahuel Moreno. Polémica con el Che Guevara. Editorial CEHuS, Buenos Aires, 2017 y Martín Mangiantini. El trotskismo y el debate de la lucha armada. El Topo Blindado, Buenos Aires, 2014. Disponibles en www.nahuelmoreno.org
4. Nahuel Moreno. Informes e intervenciones. I Congreso de la LIT-CI. II Congreso del MAS. Ediciones Crux, Buenos Aires, 1991. Disponible en www.nahuelmoreno.org
Escribe Federico Novo Foti
La corriente orientada por Nahuel Moreno se fue forjando en la intervención unitaria en las luchas obreras y populares, pero combatiendo a las conducciones patronales y dirigentes traidores. Un ejemplo de ello fue la participación en la lucha armada contra la dictadura de Anastacio Somoza en Nicaragua en 1979. Moreno, sin renunciar a sus críticas a la conducción reformista y de conciliación de clases del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y al guerrillerismo, impulsó desde su exilio en Bogotá la Brigada Simón Bolívar (BSB)5. En ella participaron dirigentes y militantes “morenistas” y luchadores que se sumaron. La brigada participó en las batallas del frente sur, donde dieron la vida tres de sus miembros y encabezó la toma del puerto de Bluefields sobre la costa atlántica. Lamentablemente, tras la victoria revolucionaria se extendió en el trotskismo, encabezado por Ernest Mandel, la capitulación al sandinismo, que formó un gobierno de unidad con la burguesía, mientras la BSB era expulsada como parte de sus medidas para disciplinar a las masas. La traición a la revolución nicaragüense y la actual dictadura capitalista del ex comandante sandinista Daniel Ortega ponen en valor la pelea de Moreno y la necesidad imprescindible de superar la crisis de dirección de la clase obrera y las masas en la lucha por conquistar verdaderos gobiernos de trabajadores con democracia obrera y el socialismo.
5. Ver La Brigada Simón Bolívar. Los combatientes. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2009.
Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT-CI
Entre 1940 y 1945, alrededor de 1.1 millones de personas murieron en Auschwitz-Birkenau, el mayor campo de exterminio de la historia de la humanidad. Las cámaras de gas y los hornos crematorios llegaron a matar hasta 5.000 por día. La mayoría eran judíos, pero también había militantes de izquierda, prostitutas, homosexuales, prisioneros de guerra de otros países, y demás.
Este campo de concentración estaba en Polonia, ocupada por la Alemania nazi en esos años de la Segunda Guerra Mundial. Los prisioneros eran trasladados en vagones para el transporte de ganado en los que viajaban hacinadas hasta ochenta personas, desde Italia, Francia, Hungría, el Báltico, Alemania y Polonia. Finalmente, el 27 de enero de 1945, el Ejército Soviético liberó Auschwitz.
Al cumplirse ochenta años, se hará un acto para repudiar una vez más este genocidio. Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, ha sido invitado a participar, ya que además es judío de familia polaca. Posiblemente no pueda o no quiera ir porque es responsable de un nuevo genocidio hoy en Gaza. Incluso, la Corte Penal Internacional -con sede en La Haya- tiene órdenes de arresto contra él. Polonia, al ser miembro de la Corte, estaría legalmente obligada a detenerlo. Aunque su gobierno aclaró que no lo haría. Lo relevante es que, por primera vez, se ha puesto en cuestión la participación de Israel en este evento.