Dec 09, 2024 Last Updated 2:46 PM, Dec 8, 2024

Debate con Grabois en Perfil / Milei defiende la libertad de morirse de hambre

Publicado en El Socialista N° 536
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Escribe José Castillo

Juan Grabois y Javier Milei participaron en un publicitado debate de cinco horas de duración, organizado por Perfil*. El referente libertario hizo una extensa explicación de sus concepciones. Defendió a los capitalistas como “benefactores de la humanidad”, ensalzó a los monopolios y sostuvo que la desigualdad social es “buena para la humanidad”.

Imposible resumir en pocas líneas el conjunto de barbaridades reaccionarias que sostuvo Javier Milei a lo largo del debate. A continuación algunas de las más impactantes.

Para Milei el desempleo no existe

Milei lo niega. Su falacia consiste en sostener que cada vez que una patronal echa personal, esto no ocasiona ningún problema, debido a que el trabajador despedido conseguirá otro puesto fácilmente porque significa que se están “generando puestos de trabajo en otra parte de la economía”. Increíblemente sostiene que si este permanece desempleado durante meses o años (o entra en desempleo estructural y ya no logra conseguir un trabajo formal), esto se debe a que “prefiere el ocio” a la ocupación. Dice Milei que las personas eligen “trabajar más o menos en función de lo que quieran consumir”. ¡Es indignante! El que no trabaja simplemente sería “un vago” que “elige” vivir en la pobreza y la indigencia.

La apología de los capitalistas

Para Milei los empresarios son “los auténticos y únicos benefactores de la humanidad”. El empresario “sirve al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, afirma sin que se le caiga la cara de vergüenza. Los millones de ejemplos en el mundo de fraudes, productos adulterados, mercaderías que ocasionan daños a la salud o al ambiente, nada de eso existe, todo es borrado de un plumazo en la imaginación febril del diputado libertario. “El empresario le mejora la vida a todos”.  Milei obvia los miles de millones que viven en la más absoluta miseria, con dos dólares diarios, minimizando este hecho como un detalle de la “pobreza relativa”. Es que, para él, “la desigualdad es buena”, es una señal del éxito empresario. Los proyectos de vida perdidos, la pobreza infantil, el trabajo esclavo, la trata, todo eso no existe en el idílico mundo del “mercado perfecto” que vende Milei. Peor aún, cuando se les señala su existencia, Milei lo defiende, mostrándolo como otras expresiones de la supuesta “potencia del mercado”. Es que para Milei un niño de seis años que ofrece lapiceras en los bares sería un ejemplo de “empresario exitoso en potencia”.

Milei lleva la lógica del capitalismo hasta sus últimas consecuencias

“El capitalismo de libre empresa es el único sistema que es justo”, fue otra de sus tantas afirmaciones. “Si sos productivo ganás un montón de plata. De ahí que es interesante el tema de la productividad, porque es donde se reconcilia el capital con el trabajo, porque son socios. Porque cuando metés la máquina y aumenta la productividad, eso va a implicar mayores salarios”. Milei tira afirmaciones y no se molesta en demostrarlas. Todo trabajador sabe que si la patronal lo reemplaza por una máquina, se le abre el drama del desempleo. Corre el serio riesgo de no encontrar nunca más trabajo, o, si lo logra, será por un salario menor, en un puesto más descalificado.

“En el mercado no hay violencia”, es otra de las afirmaciones de Milei. ¿Pensarán lo mismo los familiares de las víctimas de los asesinatos masivos por la libre compra de armas en Estados Unidos, que Milei defiende y propone establecer en nuestro país?

“Con el capitalismo de libre empresa solamente puedo ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, insiste, defendiendo incluso a los monopolios, según él responsables de las grandes innovaciones. ¿Así fue en nuestro país, cuando se privatizaron los servicios públicos? ¿Acaso la luz y el gas que nos brindan los monopolios privados son “de mejor calidad y a un mejor precio”?

Toda la prédica de Milei se resume en garantizar los derechos de propiedad privada de los grandes capitalistas. Para el libertario todo debe ser privado: hasta los bienes más mínimos y esenciales son mercancías sometidas a la lógica del mercado y de la capacidad o no de comprarlos. Ningún derecho social, ni el más mínimo, debe ser reconocido.

Pero la propiedad que hay que promover y defender no es la de todos. Ahí se le ve a Milei su su doble vara clasista. La propiedad que debe ser garantizada es la del capitalista, permitiéndole incluso destruir el ambiente si así le conviniera. Por eso Milei se opone a cualquier sanción en este sentido. Por contraposición, el derecho básico a la propiedad de los bienes mínimos para la vida, incluyendo la comida, no tiene porqué estar garantizada, proponiendo castigar severamente al “ladrón de gallinas”.

Ante los miles que, desencantados con los partidos patronales que ya gobernaron, tienen hoy expectativas en el líder de La Libertad Avanza, tenemos que insistir que en sus planteos no hay nada de “rebelde” o “novedoso”. Es el más rancio y antiguo programa liberal-conservador, el que levantaba Alsogaray, el que llevaron adelante las dictaduras militares y, como reconoce el propio Milei, el de Menem y Cavallo y los ‘90. El mismo que nos sumió en la pobreza y la decadencia. Lo nuevo, lo auténticamente diferente, es el planteo de los que nunca gobernamos, los trabajadores y la izquierda, con un planteo opuesto por el vértice al de Milei, anticapitalista y socialista.
 
* Publicado como “Debate de dos modelos opuestos: la escuela vaticana y la escuela austríaca”, en Perfil (sábado 28 y domingo 29 de mayo).

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