Apr 28, 2024 Last Updated 1:19 AM, Apr 28, 2024

Izquierda Socialista

Cristian Luna, enfermero del Hospital Centro de Salud, secretario general del Sindicato Tucumano de Enfermeros (SITE) y dirigente de Izquierda Socialista fue desplazado de su cargo administrativo (que desempeñaba desde hacía 12 años) en el hospital donde también es enfermero, en el mes de diciembre pasado. Esta situación se encuadra en una persecución política por parte del gobierno de Manzur y de su ministra de salud Chala. Luna viene denunciando la Cobertura Universal de Salud (CUS, privatización de la salud pública) que acaba de aprobarse en la provincia para su inmediata implementación.

El SITE y nuestro compañero están a la cabeza, junto a una vanguardia combativa, de la lucha contra la CUS y protagonizaron una jornada histórica en la multitudinaria movilización del 21N. Este es un ataque a la clase trabajadora que pelea y resiste los planes de ajuste en salud, y al sindicalismo combativo, democrático con sus nuevos dirigentes. La burocracia de ATSA (sanidad), cómplice en la implementación del ajuste guarda silencio, al igual que los dirigentes de la CTA, frente a este ataque del gobierno peronista tucumano. La solidaridad de legisladores del FIT, dirigentes sindicales y de gremios combativos se expresó inmediatamente en la campaña que estamos llevando adelante. En ella exigimos la inmediata reincorporación de Cristian Luna. Abajo la CUS. Basta de perseguir a los que luchan.

Escribe Tito Mainer

La historia de la Semana Trágica de enero de 1919 no es muy conocida. La Argentina muestra aquellos años como los de un país rico cuya oligarquía vacacionaba en Europa y construía lujosos palacios. Pero los cientos de asesinados en cuatro días en Buenos Aires nos hablan de otra cara, la de la miseria, la lucha y la represión del primer gobierno radical.

El 2 de diciembre de 1918 la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos elevó un petitorio a la Compañía Pedro Vasena e Hijos. Sus reclamos eran propios de un “programa mínimo”: “aumento de jornales, trabajo extra voluntario con 50% de prima¸ domingos al 100%, abolición del trabajo a destajo, sin represalias por medidas de fuerza”. Y destacaba: “Creemos inútil argumentar la justicia que los asiste a los obreros dada la notoria carestía de la vida, subsistencias, alquileres, etcétera. Y los elevadísimos salarios que perciben en industrias y establecimientos similares, así como la generalización de la jornada de 8 horas. […] La contestación es esperada en el local de esta sociedad que patrocina y apoya el movimiento”, advirtiendo, “con el concurso de todos los gremios organizados”.

Las noticias del mundo

La huelga involucró a 2.500 trabajadores. Los diarios de esos días hablaban de “armisticio de paz de las potencias”, comentaban la “ofensiva bolchevique” y destacaban la crisis desatada en Alemania y las movilizaciones dirigidas por espartaquistas. Se mencionaba ocasionalmente la actividad de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht y se aseguraba que ¡Trotsky ha dado un golpe en Rusia y metió preso a Lenin! La revolución social era una palabra que estaba en el ambiente. En ese mismo enero fueron asesinados los dos dirigentes alemanes, y en abril el jefe de la revolución mexicana del Sur, Emiliano Zapata. El fin de la guerra mundial definió dos polos políticos, el de la revolución y el de la contrarrevolución.

Piquetes de huelga, carneros y represión

Los piquetes en la puerta de Vasena de Nueva Pompeya sostuvieron el conflicto más de un mes: impedían la entrada de carneros y camiones. Pero la patronal no respondía y el gobierno de Hipólito Yrigoyen aparecía como prescindente. El día 5 un camión intentó forzar la entrada y los trabajadores resistieron: los agentes patronales, con respaldo de la policía, atacaron a los huelguistas a balazos y murieron cinco trabajadores.
La violencia patronal templó la lucha. Cientos de trabajadores se agolparon donde se velaba a los muertos y se organizó un imponente funeral cívico que partió del barrio de Pompeya, que debía pasar por otra planta ubicada donde hoy está la plaza Martín Fierro, en San Cristóbal, para dirigirse a Chacarita. Asambleas de diversos gremios decidieron parar en solidaridad y se reunieron entre 20.000 y 30.000 obreros. Al paro en Vasena se plegaron los capataces y comenzaron a haber expresiones de repudio en el interior del país. Esa misma noche el consejo federal de la FORA V Congreso –el ala más combativa– declaró la huelga general y sus 32 gremios adheridos se sumaron, desde obreros del calzado a navales, y desde conductores de tranvías a albañiles, pintores y panaderos. La FORA del IX Congreso, más conciliadora, también adhirió.

Huelga general y brotes insurreccionales

Encabezó la columna una “comisión de mujeres” y los ataúdes fueron cargados a pulso, pero al pasar por La Rioja y Cochabamba fue atacada por francotiradores apostados en los techos de la fábrica. Se produjeron decenas de bajas mientras los “cosacos”–caballería montada– atropellaban. La marcha fue nuevamente baleada en Oruro y Constitución. En San Juan y Loria los trabajadores asaltaron una armería y pusieron en fuga al jefe de la policía, incendiando su auto; después sitiaron la Comisaría 21, donde se produjeron numerosas bajas. La columna, diezmada, llegó al cementerio con algunos cientos y, nuevamente, fue atacada por tiradores parapetados tras las lápidas.
La indignación era inmensa. La huelga general se tornó masiva: por tres días en la ciudad no hubo transporte ni autos particulares, ni abastecimiento de pan, carne o verdura. Los días 8 y 9 las calles estaban en poder de decenas de piquetes obreros que, levantando barricadas y armados con revólveres y algunos rifles y, sobre todo, valentía y decisión, impidieron toda actividad. Se llegaron a contabilizar hasta veinte focos simultáneos en distintos barrios: los tiroteos y refriegas se multiplicaron.
El 10 durante la noche el general Luis Dellepiane, comandante de Campo de Mayo, irrumpió en el Departamento de Policía –que también fue tiroteado desde terrazas vecinas–y asumió el mando de las fuerzas acuarteladas. El gobierno perdió el control de la situación y el ejército optó por la militarización lisa y llana de la ciudad. Yrigoyen avaló ese “golpe” la mañana siguiente. Entre la tarde del 10 y el 11 la contraofensiva del Estado se convirtió en represión salvaje: muchos cadáveres fueron sacados a las 3 o 4 de la mañana de la morgue y trasladados con rumbo desconocido.
Las cifras eran escalofriantes. En poco menos de una semana se contabilizaban entre 300 –datos semioficiales– y 700 muertos. Esta última cifra fue avalada tanto por La Vanguardia, socialista, como por La Protesta, anarquista, y la embajada de los Estados Unidos. El consulado de Francia aumentó el número a 1.400 muertos. Los heridos de cierta gravedad sumaban entre 3.000 y 4.000 y los presos, encausados o deportados alcanzaron a 45.000 en todo el país.

Extensión nacional

El sábado 11 una masiva asamblea decidió continuar el movimiento a menos que se satisficieran de inmediato todos los reclamos, agregando la “libertad de todos los presos sociales”. Al día siguiente la patronal aceptó la mayoría del pliego. Una parte de los obreros no quiso transigir pero, lentamente, la combatividad declinó y los trabajadores de Vasena retornaron paulatinamente a sus tareas. Entre el 14 y el 15 la ciudad volvió a la “normalidad”, aunque una “guardia blanca” entró en acción y empezó una represión selectiva de dirigentes y “rusos”. Para entonces, en buena medida, la lucha había tomado carácter nacional, con fuerte incidencia en ciudades como Rosario y Mendoza y por la huelga que comenzaron los marítimos y portuarios. Además, amenazó con extenderse a Montevideo, donde hubo redadas preventivas, y a Chile, donde el gobierno dispuso censurar en la prensa las noticias de Buenos Aires.

El balance

Durante tres o cuatro días la clase obrera “tuvo el poder” en la ciudad. Se confirmó que cuando una huelga general es poderosa la patronal no tiene medios de “poner en movimiento” las empresas y el comercio. En aquella “semana trágica” la furia obrera desbordó a todas las direcciones y se asistió a una verdadera insurrección obrera y popular, altamente espontánea y desorganizada, pero que comprendió también la necesidad del enfrentamiento armado. Todas las direcciones fueron desbordadas, y tanto la FORA del IX Congreso como los socialistas demostraron su “pacifismo” cuando se distanciaron del ala revolucionaria encarnada por la FORA V y denunciaron a los “agitadores”. La división en la dirección, sin embargo, no impidió que, a altísimo costo, los reclamos se lograran.

La “democracia” radical se puso a prueba. Yrigoyen había asumido en 1916 con el discurso de enfrentar a las viejas oligarquías, pero sus salvajes métodos represivos se repitieron luego en la Patagonia y en el Chaco de La Forestal. El gobierno antiobrero armó además a los civiles para integrar “guardias blancas”, como el Comité de la Juventud (radical) y la Legión Cívica. El “milagro” económico que muchos recuerdan como la Argentina opulenta de Alvear, el sucesor de Yrigoyen, se asentó sobre el principal logro de la represión: en la década siguiente hubo una notable disminución de las luchas obreras.

Los sucesos de la Semana Trágica, por fin, pusieron en evidencia que, si bien la clase trabajadora funcionaba en sus respectivos gremios con mecanismos de democracia obrera, la dirección anarcosindicalista revolucionaria fue incapaz de centralizar la lucha generando organismos de poder dual al estilo de los soviets rusos. Además faltaba un partido revolucionario que lo dotara de un programa orientado hacia la toma del poder.


Proyecto para cambiar el nombre de la autopista Dellepiane por el de Semana Trágica

Nuestra compañera legisladora de la Ciudad de Buenos Aires Laura Marrone presentó el proyecto al cumplirse cien años de esta brutal represión. En los fundamentos se expresa: “Corrió mucha sangre, y si bien los reclamos se lograron, el costo fue muy alto. La impunidad de los represores animó a nuevas campañas represivas en los años sucesivos, en particular contra obreros rurales, tanto en la Patagonia como en los quebrachales del Noreste”.

“Es inaceptable que una de las principales autopistas de la ciudad de Buenos Aires homenajee al general Luis J. Dellepiane, jefe máximo y principal responsable, junto al gobierno, de la muerte de cientos de trabajadores, incluyendo niños, mujeres y ancianos ajenos por completo a la huelga obrera, cerca de 4.000 heridos de cierta gravedad y la cárcel y proceso y deportación de decenas de miles. Por eso, proponemos que se cambie el nombre al de Semana Trágica, como llamaron los obreros a la represión de 1919”.

Maduro asumió su nuevo mandato con dichos extravagantes, como que “había viajado al futuro” y vio que “todo se solucionaba”. Mientras los precios se duplican cada veinte días, el sueldo mínimo es de 6 dólares, los trabajadores luchan por un salario indexado y millones se van del país. La Asamblea Nacional, con mayoría opositora proimperialista, se presentó como gobierno paralelo y pidió ayuda a los militares y a la “comunidad internacional” (básicamente a Trump y a la derecha latinoamericana). Por otro lado, Maduro llamó al presidente yanqui a tener “un diálogo franco” (Clarín 19/1). A continuación la declaración del Partido Socialismo y Libertad (sección venezolana de la UIT-CI) previa a las marchas del 23 de enero.

 El presidente de la Asamblea Nacional (AN), Juan Guaidó, y los partidos patronales mayoritarios en el parlamento, han convocado a una concentración en Caracas y movilizaciones regionales para el próximo miércoles 23 de enero.

Esta convocatoria ha generado expectativas en algunos sectores del pueblo. Entendemos que sectores de los trabajadores y de las comunidades populares guarden algún tipo de esperanza en que esta convocatoria de la AN pueda desembocar en una salida a la crisis brutal que vivimos.
Comprendemos que estas expectativas se basan en el rechazo mayoritario y generalizado a un gobierno hambreador, de falso socialismo, que aplica un brutal ajuste antiobrero y antipopular, haciendo pagar al pueblo venezolano las consecuencias de la más brutal crisis económica vivida por los venezolanos, creada por el gobierno, los empresarios locales y las empresas transnacionales.

No obstante, como socialistas revolucionarios que hemos adversado al actual gobierno chavista, tenemos la responsabilidad de decirle a ese pueblo que aspira terminar con esta tragedia que vivimos, que no podemos tener ninguna confianza en la Asamblea Nacional, donde están los mismos partidos que traicionaron la rebelión popular del 2017. No podemos olvidar a los más de 120 muertos en las protestas, ni los miles de heridos y detenidos que esos mismos partidos hicieron a un lado, para entrar en una mesa de negociación y posteriormente en los procesos electorales fraudulentos convocados por el gobierno.


La AN y sus partidos solo buscan reacomodarse y recuperar el apoyo popular perdido, con el objetivo de presionar al gobierno, que actualmente atraviesa una severa crisis interna, para iniciar una transición ordenada y negociada con el gobierno de Maduro, la cual contaría con el apoyo de Estados Unidos y los gobiernos patronales integrantes del Grupo de Lima.

En tal sentido, debemos decir que no es cierto que el 23 de enero se abrirá un cambio político a favor de los trabajadores y el pueblo. No podemos crearnos falsas expectativas con una convocatoria que busca solo abrir un canal de diálogo con el gobierno y sectores disidentes del chavismo. La única manera de derrotar el paquetazo de ajuste del gobierno y lograr una salida a la crisis al servicio de los trabajadores es con la movilización y la lucha obrera y popular.

No es con negociaciones a espaldas del pueblo trabajador ni con la injerencia del imperialismo y sus gobiernos aliados de la región que se resolverá la tragedia económica y social que padece el pueblo venezolano. Una intervención yanqui no traería nada bueno para el pueblo, y condenamos a quienes irresponsablemente la invocan. Pero tampoco se resolverá la crisis entregando un cheque en blanco a Guaidó y los partidos patronales de la AN.

Nuestro partido insiste en afirmar que solo con la movilización unitaria, autónoma e independiente de las trabajadoras, los trabajadores y el pueblo, que marque distancia de los partidos representados en la AN y en el Gran Polo Patriótico-PSUV, podremos derrotar al gobierno y su paquetazo de ajuste antiobrero y antipopular. Debemos confiar en nuestras propias fuerzas organizadas y movilizadas en las calles del país.

Hay que seguir el ejemplo de los docentes, quienes hoy desbordan a su dirigencia burocrática y preparan un paro contra el gobierno. Así como también seguir el camino de las trabajadoras y trabajadores del Hospital Universitario de Caracas quienes, con su movilización masiva y unitaria, dividieron a sectores del chavismo que se sumaron a la lucha contra la directiva corrupta del hospital, por la recuperación de los recursos que se robaron y por salario igual a la canasta básica.

Es necesario que las trabajadoras y trabajadores continuemos la lucha iniciada el año pasado por salarios dignos indexados mensualmente, en defensa de las contrataciones colectivas y contra las tablas salariales impuestas por el gobierno en el sector público. Que cada vez más sectores se sumen a la lucha y que la movilización de las trabajadoras y trabajadores empalme con la lucha que en las comunidades comienza a desarrollarse por comida y servicios públicos, masificando y generalizando la protesta en la calle contra el gobierno y su paquete de ajuste antiobrero y antipopular.
El Partido Socialismo y Libertad (PSL) y su corriente sindical C-Cura, como parte integrante de la Intersectorial de Trabajadores de Venezuela, y de otras instancias unitarias en las distintas regiones del país, exigirá no ser furgón de cola de los sectores patronales y seguiremos promoviendo la movilización obrera y popular independiente para conquistar un plan económico popular que parta de lograr un salario igual a la canasta básica indexado mensualmente, un plan de importación de alimentos y medicinas, el no pago de la deuda externa, que el petróleo sea 100% estatal sin empresas mixtas ni transnacionales, confiscación de los bienes de los corruptos e importadores fraudulentos, y que todos esos recursos se utilicen para salud, educación, salarios, jubilaciones, vivienda, recuperación de Pdvsa y las empresas básicas y para el impulso de una reforma agraria que otorgue tierras, insumos y apoyo técnico a los campesinos pobres, siempre teniendo como perspectiva la necesidad de un gobierno de la clase trabajadora.

19 de enero de 2019

El 8 y el 9 de enero 200 millones de trabajadores de India han estado en huelga general convocada por diez centrales sindicales de izquierda. Los huelguistas se sentaron en las vías paralizando los ferrocarriles y los piquetes recorrieron los centros de trabajo. El gobierno de Narendra Mori intenta imponer una nueva ley sindical para impedir las huelgas. Pero le salió el tiro por la culata. La gigantesca medida fue contra esa ley y por aumento salarial. Y están dispuestos a continuar la lucha.

Evo Morales acudió a la asunción presidencial de Jair Bolsonaro en Brasilia. Las declaraciones de Morales excedieron lo que podría haber sido un gesto diplomático: llamó “hermano” a Bolsonaro y dijo “somos socios estratégicos que miran el mismo horizonte, la patria grande”.

Pocos días después, el 12 de enero, fue detenido por la policía y enviado a Italia sin ningún trámite judicial ni pedido de extradición Cesare Battisti, un antiguo miembro de grupos armados de la izquierda italiana de la década del ‘70. Battisti, de 67 años, estuvo cuarenta años exiliado en Francia y Brasil, dedicado a escribir novelas. Ambos países se negaron a entregarlo a la Justicia italiana por considerar que no había garantías de un juicio justo y conducta pacífica y legal de Battisti. Pero el nuevo gobierno neofascista italiano de Matteo Salvini le pidió a Bolsonaro que lo entregara, pero ya se había ido a Bolivia. Bolsonaro le exigió a Evo que lo entregara. El hecho fue repudiado incluso por algunos dirigentes del MAS gobernante.

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