Editorial
A la salida de esta edición se está en el día 54 de la cuarentena. El gobierno de Alberto Fernández la acaba de prorrogar hasta el 25 de mayo, pero ya la flexibilización es enorme, aunque se la quiera encubrir simulando una polémica con los empresarios. El gobierno apela a su consabido doble discurso diciendo que “si seguía sus recomendaciones habría miles de muertos”. Mientras por otro lado, junto a Larreta, Kicillof, los gobernadores e intendentes de todos los colores políticos, permite la reapertura de cientos de fábricas haciéndose eco de esos mismos grandes empresarios a los que solo les interesan sus propias ganancias. Volvemos a alertar sobre esto ya que no hay ningún fundamento sanitario para esta reapertura, atento a que los contagios se hacen sentir en los geriátricos, las villas de emergencia y ya está planteada la posible expansión cuando llegue el pico. El Hospital Italiano de Córdoba, por ejemplo, tuvo que ser evacuado ante masivos contagios, lo mismo sucedió con hogares de ancianos.
Denunciamos que los empresarios, lejos de actuar de una manera “responsable y solidaria” como simulan, están aprovechando la pandemia para descargar la mayor crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador de la mano de los dirigentes traidores de la CGT y con el aval explícito del gobierno. El pacto de todos estos actores tiene una clara consecuencia: un ajuste salarial de 25% a pesar del beneficio del que gozan grandes empresas y multinacionales con el pago por parte del Estado del 50% de los salarios. Sin embargo, siguen los despidos, las suspensiones y hay nuevos ataques a los derechos laborales. Es decir, se está usando la pandemia para atacar al pueblo trabajador y salvar las ganancias empresariales. A tal punto que el propio Alberto Fernández justificó el recorte salarial diciendo que no es un problema “porque en cuarentena se gasta menos” (entrevista con Alejandro Bercovich en Radio con Vos, miércoles 6 de mayo).
Otro tema relevante en estos días es que el gobierno pagó 320 millones de dólares de intereses de la fraudulenta deuda externa al Fondo Monetario Internacional. Denunciamos que se le pague a los buitres usureros. Porque precisamente, como venimos sosteniendo desde la izquierda, esos fondos deben ir a combatir el coronavirus, a los hospitales, a los trabajadores de la salud y a los más vulnerables, no a los usureros internacionales. Otra vez vemos el doble discurso oficial. Mientras el gobierno dice “no nos van a doblegar” en medio de la renegociación de la deuda, dispone un pago millonario al FMI. Ese dinero es el equivalente a tres millones de asignaciones de 10.000 pesos para todos aquellos que no las recibieron porque decían que “no calificaban”. El gobierno dispuso este pago justo cuando el propio presidente reconoció que no se le habían abonado los 5.000 pesos de plus salarial que se les prometió a los trabajadores de la salud desde hace más de un mes.
Pagar vencimientos de una deuda usurera y de avanzar en una renegociación de una deuda de la que el pueblo nunca vio un peso, para seguir pagando durante los años venideros, no es ni más ni menos que reconocer las barbaridades que se hicieron en el gobierno de Macri, de endeudar al pueblo trabajador por décadas. Por eso la política de cumplir con los bonistas (usureros profesionales) cuenta con el aval de los grandes empresarios, la Sociedad Rural, Cambiemos, el FMI, el Papa y los gobiernos capitalistas del Primer Mundo.
Con respecto al debate de si gravar a la riqueza o no, siguen los devaneos (ver nota ¿Y el impuesto a la riqueza? en esta edición digital). Todavía el gobierno no presentó ningún proyecto a tal fin, a pesar de que lo anunció hace más de un mes. Seguimos exigiendo que deje de darle vueltas y lo imponga de una vez. Porque la única realidad es que al día de hoy solo existe el proyecto del Frente de Izquierda, que permitiría recaudar 20.000 millones de dólares y volcar esos fondos a la emergencia. Esta medida, sumada al no pago de la deuda externa, posibilitaría financiar inmediatamente un fondo de emergencia para asistir a los más necesitados. No puede ser que los grandes capitalistas hagan ostentación de sus fortunas o los bancos sigan ganando millonadas y no se les graven sus riquezas, fortunas y ganancias.
Al no tomarse medidas de fondo, la necesidad obliga a que miles de trabajadores sean empujados a romper la cuarentena para reclamar. La lista de luchas crece. Acaba de ocuparse por sus trabajadores la textil Sedamil en Trelew, Chubut. Los mineros de Andacollo de Neuquén siguen exigiendo el pago de sus salarios y muchos docentes de esa provincia reclaman lo mismo. Los trabajadores de FATE (Sutna) se movilizaron al Ministerio de Trabajo e hicieron una asamblea con la debida distancia sanitaria contra el recorte salarial. Los municipales de Córdoba son atacados por el intendente peronista Llaryora (Schiaretti). Ademys, residentes de salud y estatales repudiaron en las calles a la ley de ajuste de Larreta-Macri. Hubo paro de repartidores, marcha de los obreros de Penta, textiles de La Matanza, movilización de despedidos y precarizados de distintos lugares de trabajo en La Plata, corte contra las suspensiones y reducción de salarios en la multinacional yanqui Mondelez, paro de UTA en Córdoba y otros lugares, entre otros reclamos. Luchas de las cuales somos parte y apoyamos desde el sindicalismo combativo e Izquierda Socialista, a la vez que denunciamos los actos represivos como ocurrió contra los municipales de Jesús María y organizaciones combativas de desocupados.
Llamamos a los trabajadores y demás sectores populares a seguir enfrentando las rebajas salariales, las suspensiones y los ataques patronales avalados por la repudiable burocracia sindical y el gobierno y a luchar por una salida de fondo. Desde Izquierda Socialista y el FIT Unidad vamos a seguir impulsando el fondo de emergencia sobre la base de un impuesto especial a las grandes fortunas, ganancias de los grupos económicos, bancos y multinacionales y el no pago de toda la deuda externa para que esa plata vaya a combatir el coronavirus y a la emergencia, para que la crisis la paguen los capitalistas, no el pueblo trabajador.