En ocasión de cumplirse 45 años de la derrota militar norteamericana en Vietnam reproducimos una nota de Mercedes Petit de abril de 2015, publicada en El Socialista 288.
El 30 de abril de 1975 el gobierno títere de Vietnam del Sur, sostenido por el imperialismo norteamericano, se rindió ante las tropas de las heroicas guerrillas del Vietcong, apoyadas por Vietnam del Norte, que lo enfrentaron durante más de diez años. Por primera vez en toda su historia los yanquis sufrían una derrota militar que los marcó desde entonces.
Escribe Mercedes Petit, dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT (CI)
Distintos imperialismos dominaron la península de Indochina desde el siglo XIX. Con un heroísmo increíble, el pueblo vietnamita resistió y los fue expulsando. En la década de los ’50, luego de la división del país (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur), los yanquis fueron el principal sostén de la odiada dictadura de Ngo Dinh Diem en el sur. La resistencia fue fortaleciendo a una guerrilla de masas, el Vietcong o Frente de Liberación Nacional (FLN), que contaba con el apoyo de Vietnam del Norte, limítrofe con China, siendo ambos países lo que los trotskistas denominábamos Estados obreros burocráticos. A medida que fue creciendo la resistencia popular a la dictadura, el ejército de Vietnam del Sur mostró su incapacidad para sostener al gobierno títere en el poder. Los yanquis tuvieron que pasar del envío de asesores y la ayuda militar a los bombardeos y la intervención directa de sus tropas invasoras, en 1964, bajo el gobierno de Lyndon B. Johnson.
Bombas, tropas y napalm
Durante ocho años, el todopoderoso imperialismo yanqui desarrolló una masacre cotidiana contra un pueblo que resistió con incalculables sacrificios. Llegó a enviar más de medio millón de soldados, tuvo cerca de 50.000 muertos y gastó más de 150.000 millones de dólares (lo que influyó en la crisis económica mundial de 1973/74). Hicieron conocer en todo el mundo una palabra siniestra: napalm, un combustible que produce una combustión más duradera que la de la gasolina simple, que arrojaban desde sus aviones. Toneladas de bombas, de napalm y de químicos exfoliantes arrasaban con los cultivos y toda la vegetación. Los soldados yanquis tuvieron que pelear cuerpo a cuerpo con los heroicos campesinos, transformados en guerrilleros.
Un heroísmo sin límites
La prensa mundial comenzó a poner ante los ojos del mundo todas esas atrocidades. La guerra se transmitía cotidianamente por televisión, los periodistas y reporteros gráficos divulgaban la infinita crueldad de la invasión yanqui mostrando los efectos del napalm, los asesinatos a civiles y otras monstruosidades. Comenzó a ganar espacio entre los luchadores la solidaridad con el pueblo vietnamita. Por su parte, las burocracias china y soviética solo lo ayudaban “con cuentagotas”, sin involucrarse en forma contundente junto al pueblo agredido. En 1965 la delegación del PC cubano hizo en el XXIII Congreso del PCUS una propuesta fundamental: exigió a las conducciones de los partidos comunistas de la URSS y China que declararan a Vietnam parte inviolable de sus propios territorios para derrotar contundentemente la invasión. El Che hizo su llamado: “Hagamos dos, tres, muchos Vietnam…”. Los burócratas hicieron oídos sordos.
1968: un punto de inflexión
Las masas vietnamitas comenzaron a inclinar la balanza a su favor desde lo que se llamó “la ofensiva del NET”, cuando en febrero de 1968 se produjeron levantamientos en las principales ciudades del sur. Y con el Mayo Francés y el ascenso de las movilizaciones en todo el mundo la solidaridad con el pueblo vietnamita se instaló entre la juventud estudiantil y los luchadores de Europa y América. En los Estados Unidos comenzó a desarrollarse un movimiento contra la invasión a Vietnam cada vez más masivo y vigoroso. En 1970 se produjo la célebre “marcha sobre Washington”, que convocó a más de un millón de manifestantes en la capital. También marcharon en cientos de ciudades de todo el país. La represión comenzó, hubo centenares de presos, heridos e incluso muertos. En la vida política norteamericana, en las universidades, los medios intelectuales y de prensa y en la industria cinematográfica se instaló cotidianamente el tema de Vietnam. La actriz Jane Fonda tuvo la valentía de visitar durante quince días Vietnam del Norte en 1972. El veterano marine Ron Kovic, que había viajado como voluntario entusiasta en 1967 y volvió parapléjico, se sumó al repudio a la invasión. En 1974 escribió su autobiografía en el libro Nacido el 4 de julio (publicado en 1976 y llevado al cine en 1989 por Oliver Stone). Millones fueron saliendo a las calles con la consigna “traigan los soldados a casa ahora”. En enero de 1973, el gobierno yanqui y su títere en Saigón, Cao Ky, tuvieron que firmar “acuerdos de paz” que incluían la retirada de los yanquis y un consejo –que involucraba al Vietcong– para convocar elecciones. Aunque los yanquis comenzaron a retirar las tropas (más que nada obligados por el repudio en los Estados Unidos y el mundo), no cumplieron con todo lo acordado, pero la suerte de los dictadores del sur y sus amos imperialistas ya estaba echada.
Un triunfo histórico
En el inicio de 1975 el avance del FLN era arrollador. En marzo ya casi no había respuesta por parte del gobierno de Saigón y sus tropas. El 29 de abril entró en la historia la foto de los helicópteros que sacaban a los pocos funcionarios que aún quedaban por los techos de la embajada norteamericana. El 30, un fugaz presidente, Duong Van Minh, ordenó a lo que quedaba de su ejército suspender las hostilidades y se rindió, transfiriendo el poder al gobierno del FLN. Los vietnamitas habían triunfado derrotando a la más grande potencia militar, los Estados Unidos. La tremenda capacidad de lucha de las masas vietnamitas había quedado demostrada en años de heroica resistencia. La solidaridad mundial había jugado un papel decisivo para llevarlas hacia el triunfo. Pero de todos modos estaba planteado con toda agudeza el problema de la dirección, en manos del FLN, aliado del Partido Comunista de Vietnam del Norte, que encabezaba Ho Chi Minh. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), orientado por Nahuel Moreno, señalaba en su periódico el carácter burocrático e inconsecuente de la dirección comunista. Valga de ejemplo que Duong Van Minh y otros altos funcionarios fueron puestos en libertad de inmediato e invitados a formar parte del nuevo gobierno. Decíamos que “[…] la falta de una dirección consciente y consecuentemente revolucionaria y de la democracia obrera seguirá siendo un formidable obstáculo para la revolución vietnamita” (Avanzada Socialista 146, 10/5/75). Así se demostró al producirse la reunificación de Vietnam bajo las condiciones totalitarias de la burocracia del norte. Y mucho más aún cuando acompañó el curso restauracionista de la burocracia china, abriendo las puertas al retorno del capitalismo. Pero nada de eso puede esconder la tremenda importancia que tuvo la derrota del imperialismo yanqui en 1975. Se demostró que se podía vencer a semejante monstruo. El “síndrome de Vietnam” lo llevó a buscar negociaciones y abstenerse de invadir países durante unos cuantos años. Y cuando reincidió, las masas de Afganistán y de Irak retomaron aquellos caminos propinándole nuevas derrotas.
Treinta años de guerra
Desde fines del siglo XIX el imperialismo francés dominaba toda la península de Indochina. Para entonces, ya había nacido el nacionalismo vietnamita. En la década del ’20 se fundó y se hizo fuerte un partido comunista, que desde los años ’30 tuvo una importante ala trotskista, fundamentalmente en las ciudades y en el movimiento obrero.
En la década del ’40 se fundó el Vietminh, que impulsó la resistencia al ocupante japonés. En 1945 se vivía un poderoso ascenso de masas que puso prácticamente el poder en manos de la resistencia. Pero los acuerdos de Stalin con el imperialismo en las reuniones de Yalta y Potsdam permitieron que los imperialistas franceses se reinstalaran en su dominio colonial.
En 1946 empezó la lucha, que logró derrotar a los franceses en 1954. Se negoció una retaceada independencia que le permitió a los yanquis tomar la posta de Francia. Se resolvió una partición, el norte para el Partido Comunista (encabezado por Ho Chi Minh), y el sur conducido por un títere de los yanquis, Ngo Dinh Diem. En 1956 se iban a realizar elecciones para reunificar el país.
Ante una inminente derrota en las urnas, Diem desató una feroz represión, el país quedó dividido y se reinició la guerra de guerrillas en las zonas rurales del sur. En 1960 se fundó el Frente de Liberación Nacional (o Vietcong). Como el dictador ya era un lastre para el gobierno títere, lo asesinaron sus propios funcionarios, pero eso profundizó la crisis.
Desde 1956 los yanquis mantenían miles de asesores militares para apuntalar al ejército de Vietnam del Sur, que se debilitaba cada vez más ante la resistencia de una guerrilla de masas que ganaba el apoyo creciente del campesinado.
A mediados de 1964, el presidente Johnson denunció un supuesto ataque a uno de los barcos de su Séptima Flota en el golfo de Tomkin (que luego se supo fue prácticamente fraguado por los yanquis) para comenzar a bombardear Vietnam del Norte y enviar miles y miles de marines, lo que puso en marcha la invasión, que culminaría en 1973 con el inicio del retiro de las tropas y la derrota total de abril de 1975.