Fue en plena campaña que el kirchnerismo tomó cartas en el asunto, nombró un interventor y, con Scioli a la cabeza, diseñó un salvataje financiero. “La provincia va a entregar Cresta Roja normalizada”, decía el interventor Gurzi. Pero luego del resultado adverso en las urnas, la intervención sciolista se dio a la fuga y los problemas recrudecieron.
Fue entonces cuando le llegó el turno a Macri, en abril de 2016, de montar la escena junto a la gobernadora Vidal. La empresa fue elegida por el macrismo para demostrar el “sí, se puede” y mostrar así la reactivación económica. Quien había prometido en su campaña la reincorporación de todos los despedidos de la planta y una solución definitiva para la empresa no cumplió.
Sólo algunos trabajadores recuperaron sus puestos de trabajo, debiendo aceptar la reducción de sus salarios y la pérdida de derechos adquiridos como la antigüedad, premios y obra social.
Hoy nuevamente Cresta Roja está en el ojo de la tormenta, cincuenta nuevos despidos se suman a la legión de trabajadores que pasan a engrosar la lista de las purgas que lanzan las patronales, en este caso con lockout patronal y siempre con el aval de los gobiernos de turno.