Esto desató grandes protestas populares, originalmente pacíficas, que fueron violentamente reprimidas. Entonces los manifestantes indignados tomaron y quemaron parcialmente el edificio del Congreso. La policía antimotines redobló la represión, y entraron al local del opositor Partido Liberal Radical Auténtico, disparando por la espalda y asesinando a Rodrigo Quintana, un joven manifestante desarmado que trataba de escapar. En Ciudad del Este casi mil jóvenes, también autoconvocados frente a la gobernación, decidieron cortar el puente internacional que une Paraguay y Brasil. También hubo represión.
El presidente Horacio Cartés es empresario y tiene el apoyo de una clase enriquecida por la economía agrosojera, además de fuertes vínculos con el narcotráfico, que transformó al país en un exitoso gran exportador a costa de destruir la agricultura campesina indígena, expulsando a centenares de comunidades de sus tierras ancestrales. Por su autoritarismo, es comparado por grandes sectores populares con Alfredo Stroessner (dictador entre 1954 y 1989).
Esta movilización se da en un marco del despertar de la conciencia popular, que se acentuó el año pasado con el conflicto universitario de la UNA (Primavera Estudiantil) y después de los estudiantes secundarios, en defensa de la educación pública; con las movilizaciones de los campesinos exigiendo una real ley agraria y con las de los trabajadores por aumentos acordes a la canasta familiar.
La movilización popular continúa ganando las calles. Se recolectan firmas para promover el juicio político a Horacio Cartés y la renuncia de los 25 senadores ¨violadores de la constitución¨. Concentraciones y asambleas de jóvenes se llevan a cabo en todo el país, con consignas como: “¡Dictadura nunca más!”, “¡Que la gente decida!”, “¡No a la enmienda, que se retire ya!”, “¡Juicio político a Cartés ya”!
¡Las centrales sindicales y campesinas deben unirse a los jóvenes movilizados! Es necesario echar a este gobierno represivo y, ante la escandalosa alianza del Frente Guasú con el Partido Colorado, preparar una alternativa política de los trabajadores, los jóvenes y el pueblo para gobernar.