Es un negocio capitalista muy lucrativo, centrado y fomentado por Estados Unidos, cuyo dinero se reinvierte en grandes negocios inmobiliarios, hoteles, turismo y bancos bajo el famoso “lavado de dinero”, país cuya población es la que más consume.
Precisamente llama la atención que en Estados Unidos nunca cae ningún gran capitalista mafioso de la droga. Porque el imperialismo es parte fundamental del problema, ya que lo usó para sus fines intervencionistas en los países semicoloniales, vía la DEA o personal miltar directo.
El tema crece y se agrava, donde todos están involucrados: empresarios, políticos patronales, gobiernos jueces y policías. Por eso tampoco son solución las propuestas de “más represión” o declaraciones demagógicas que no conducen a nada. Aunque a muchos compañeros les parezca una propuesta rara, los socialistas revolucionarios consideramos que la única salida de fondo pasa por la legalización de la droga. Lo cual está lejos de promover su consumo.
Con esto no queremos decir que “sean buenas las drogas”, ni que “legalizar” sea sinónimo de fomentar el descontrolado consumo actual de las mismas. Todo lo contrario. En la población existe el legítimo miedo basado en la presunción de que bajo un régimen de legalidad, más personas consumirían drogas. No es así. Los informes especializados señalan que los ciudadanos que viven en regímenes severos (Estados Unidos y Gran Bretaña) consumen más drogas, no menos.
Para terminar de fondo con el narcotráfico hay que legalizar todas las drogas, no sólo el tabaco, el alcohol y los psicofármacos, como lo son actualmente. Sólo la legalización y regulación por parte del estado podrá terminar con la terrible red clandestina que produce sustancias sin controles y altamente tóxicas, genera violencia, inseguridad y muertes.
No solo lo decimos nosotros
Sectores conservadores del pensamiento económico han ofrecido argumentos muy contundentes sobre los beneficios de la legalización de la actividad vinculada con la producción y comercialización de drogas prohibidas. Uno de ellos es el Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, fallecido en 2006.
Friedman afirmó que “si se observa la guerra contra las drogas desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno (de Estados Unidos) es proteger al cartel de las drogas”. Y explicó: “La única gente que puede sobrevivir en ese negocio declarado ilegal y combatido por fuerzas de seguridad [...] son las bandas que tienen suficiente dinero para flotas de aviones y métodos sofisticados de traslado de la mercadería. Donde el precio de una sustancia ilegal está determinado más por el costo de su distribución que por el de su producción” (citado por Alfredo Zaiat, Página/12, 16/11). Friedman afirmaba que “el consumo de alcohol y tabaco causa más muertes que el de las drogas, con mucho, pero muchas menos víctimas inocentes”.
Coincidimos en que la legalización no sólo desplazaría a las mafias. También haría que las drogas pasen a ser un problema de salud pública. Los gobiernos deberían cobrar impuestos y regular su comercio, y usar los fondos recaudados -y los miles de millones que se ahorrarían en el uso de la fuerza pública para combatirlo-, para educar sobre los riesgos de consumir drogas y tratar la adicción.
La legalización debería ser para toda la cadena de obtención de la materia prima, elaboración, distribución, tenencia y consumo. Es decir, quitarles todas las ventajas que les genera su condición de ilegalidad y clandestinidad, transformándola en una actividad más dentro de las reglas del mercado capitalista. Esto implica que paguen fuertes impuestos, su sometimiento a controles de salud pública, que tengan trabajadores en blanco y con derecho a sindicalizarse.
Hay que quitarle a los narcos la base material (el negocio capitalista) que los impulsa a emprender acciones mafiosas, en primer lugar, las colosales ganancias al promover gigantescos sobreprecios, justamente por tratarse de una actividad ilícita. Una prueba extrema de lo que se logra con la prohibición y la represión ocurrió en Estados Unidos, cuando en 1919 impusieron la “ley seca” que prohibía las bebidas alcohólicas (ver página 10).
La legalización es el medio para combatir las mafias y sus crímenes, reducir el consumo y disminuir las muertes y hospitalizaciones por motivos de droga. A su vez, hay que desarrollar políticas preventivas para evitar abusos, rehabilitar a los adictos, reducir los riesgos y daños en el uso de sustancias, generando consumos responsables. Las obras sociales deberían incluir el tratamiento contra las adicciones bajo un estricto control estatal. De esta forma se ahorraría, además, el alto costo económico, social y político de la prohibición y la represión.
Lo que ocurre en la actualidad es que muchos sectores son empujados a consumir compulsivamente (desde psicofármacos, hasta alcohol, cocaína y otras sustancias) como si fuera la única manera de sobrellevar el vacío de futuro que genera el capitalismo. Para combatir esto, la propuesta de legalización va en ese sentido. En el marco de terminar con todos los negocios capitalistas bajo una sociedad distinta, socialista, por la cual luchamos, donde no haya explotadores ni explotados.