Apr 29, 2024 Last Updated 1:19 AM, Apr 28, 2024

Un puñado de grandes monopolios transnacionales tienen el dominio absoluto de nuestras exportaciones. Los pulpos financieros controlan la especulación con el dólar y la fuga de capitales. Acá explicamos cómo terminar con todo eso, a partir de una de las medidas esenciales de nuestro programa de emergencia obrero y popular

Escribe José Castillo

Todos sabemos que la Argentina es un país rico. Produce alimentos para 400 millones de personas. Tiene gas, petróleo y varios minerales estratégicos. Sin embargo, aumentan la pobreza, los bajos salarios y el desempleo. Vamos de crisis en crisis. ¿Por qué? La respuesta es una sola: somos una semicolonia capitalista del imperialismo.

Sufrimos el saqueo de la deuda externa. Pero no solo eso. El comercio exterior (lo que se vende al exterior –exportaciones– y lo que se compra –importaciones–), quién lo hace y quién termina apropiándose de los dólares de ese negocio, es una parte esencial del mecanismo por el cual se llevan nuestras riquezas. Y que se complementa con la fuga de capitales y las bicicletas financieras que terminan en feroces devaluaciones de nuestra moneda (lo que hace, a su vez, que suban los precios y se pulvericen salarios y jubilaciones).

Por eso es fundamental, como medida complementaria a romper con el FMI y dejar de pagar la deuda, que un gobierno de los trabajadores tome el control efectivo del comercio exterior. Se trata de crear un ente estatal que, articulado con una banca también nacionalizada, tenga el manejo de esta actividad estratégica.

Ese organismo estatal de comercio exterior tendrá a su cargo diversas funciones. Determinará qué se puede exportar una vez cubiertas las necesidades populares de consumo interno. Se terminará así con cuestiones inexplicables, como que en un país con una gran industria láctea la leche sea un artículo de lujo, o que falte en las góndolas porque se prioriza la venta al exterior. O con los precios exorbitantes del pan, porque se fija el valor de la harina siguiendo el precio en dólares del trigo. Para resolver estos problemas el ente de comercio exterior adquirirá los bienes destinados a la exportación a los productores, les pagará en pesos y los acopiará antes de definir si van al consumo interno o la exportación. Tendrá la potestad, incluso, de pagarle más al pequeño productor que al grande. Luego, el Estado venderá aquello que se decide exportar, percibiendo directamente los dólares (y no como ahora, que quienes lo cobran son las multinacionales). Y así podrá definir a dónde destinar esas divisas.

Asimismo, ese ente nacional de comercio exterior será el que autorizará qué bienes se importarán, aquellos que realmente se necesiten y no estemos en condiciones de producir. Se evitará así el actual despilfarro de dólares en compras de miles de productos que terminan compitiendo y haciendo quebrar a la industria local.

La nacionalización del comercio exterior nos permitirá recuperar la potestad de elegir a quién vender y a quién comprar, en qué moneda y sobre la base de qué intereses estratégicos hacerlo, ayudando así a romper la dependencia a que siempre quieren someternos el imperialismo y sus empresas. Podremos así conquistar nuevos mercados, e incluso decidir compensar exportaciones e importaciones con algún país directamente, ahorrándonos el trámite de cobros y pagos en dólares y las comisiones millonarias de los intermediarios.
El ente de comercio exterior tomará el control de las divisas extranjeras a partir de monopolizar las exportaciones y las importaciones. Así, junto con la banca nacionalizada, estará en condiciones de decidir a quién y a qué cotización vender o comprar dólares u otras monedas. Se terminará así con la actual especulación cambiaria y la fuga de capitales.

Todo esto es lo opuesto al “vale todo” del libre cambio que tenemos con el gobierno de Macri. Pero también a “cepos”, o “comercio administrado”, donde los permisos para importar debían pasar por secretarías como la que manejaba Guillermo Moreno, u otras medidas inútiles que solo sirven para que algunos amigos del gobierno hagan sus negocios, pagos de coimas mediante.

La nacionalización del comercio exterior y de la banca son medidas esenciales para un programa de emergencia que, comenzando por la ruptura con el FMI y el no pago de la deuda, ponga la prioridad en resolver las más urgentes necesidades populares. Por supuesto que deben estar acompañadas por otras. Remitiéndonos solamente a los rubros directamente vinculados a la exportación, se impone la reestatización de todo el complejo gasífero petrolero, rescindiendo las concesiones a las multinacionales del sector y concentrando todo en una o dos empresas estatales (tal como fueron históricamente YPF y Gas del Estado), que funcionen gestionadas directamente por sus trabajadores. En lo que respecta al complejo agroexportador, será necesaria la realización de una profunda reforma agraria que expropie a los grandes terratenientes, respetando al pequeño productor y a la propiedad cooperativa, para así potenciar tanto el acceso a la tierra como un desarrollo productivo integral y equilibrado. Todo en el camino de un régimen social distinto, el único que puede garantizar el real desarrollo de la economía argentina y la satisfacción de las necesidades del pueblo trabajador: el socialismo.

 


El comercio exterior argentino copado por las multinacionales

Se trata de una realidad que viene de lejos. Es así durante el macrismo, pero también lo fue en la época kirchnerista. Un grupo de empresas transnacionales monopolizan nuestras exportaciones. Ellas venden nuestras riquezas, prácticamente no pagan impuestos, son dueñas hasta de los puertos por donde salen los productos, nadie las controla y, en la mayoría de los casos, ni siquiera reinvierten los dólares que cobran en la economía argentina.

Son un puñado de apenas quince empresas que exportan por más de 1.000 millones de dólares. Si exceptuamos a YPF y Techint, la presencia de multinacionales extranjeras es apabullante: Cargill, ADM, Bunge, Cofco y Dreyfuss aparecen como las principales exportadoras del complejo agrícola. A esto hay que sumar las terminales automotrices, todas extranjeras (Toyota, Fiat, Ford, Volkswagen). Y los pulpos transnacionales del gas y el petróleo. Así es cómo nuestras riquezas y el trabajo argentino se terminan yendo por el agujero de un comercio exterior al servicio del capital imperialista.

 

El ajuste que vienen aplicando Macri y los gobernadores bajo las órdenes del FMI, sigue generando sus consecuencias. Más despidos y suspensiones, una inflación que se sigue comiendo salarios y jubilaciones y una miseria creciente. Según datos de la Junta Interna de ATE Indec, una familia tipo necesitaba 44.569 pesos para cubrir la canasta familiar al 31 de marzo. Hasta el propio diario La Nación tuvo que reflejar el drama que viven incluso sectores de clase media, hoy sumidos en la miseria (“Los nuevos pobres: historia de familias que por primera vez enfrentan la exclusión”, martes 21/5).

Todo esto no hace más que agrandar la bronca popular y el desgaste del gobierno en todos los órdenes. Por eso, lo que fue presentado hace apenas un par de semanas como “la gran iniciativa política” (el llamado al diálogo y la invitación a firmar los famosos 10 puntos del gobierno) aparece hoy como algo deshilachado y ya casi sin importancia. Ni hablemos de los “precios esenciales”, presentados hace menos de un mes como la gran solución al bolsillo popular, y de los que hoy ya nadie se acuerda (mientras los productos de consumo familiar, dicho sea de paso, siguen aumentando cada quincena en los supermercados).

La crisis hace que lo que ayer aparecía como la noticia política más importante, al otro día pase al olvido. Así, hace apenas una semana se estaba discutiendo el triunfo de Juan Schiaretti en las elecciones cordobesas y cómo este salía fortalecido al interior al peronismo. Ahora, lo novedoso es la nominación de la fórmula Alberto Fernández- Cristina Fernández de Kirchner. Más allá de los objetivos de estrategia electoral que busca alcanzar (fundamentalmente “unificar” detrás de este binomio a la mayor parte posible del peronismo), lo central es que apunta a tranquilizar al FMI y al establishment financiero internacional. Así, va quedando cada día más claro y explícito que todos los partidos patronales, desde el oficialismo cada vez más debilitado de Cambiemos hasta las distintas vertientes en que por ahora aparece dividido el peronismo opositor, coinciden en lo fundamental: seguir el acuerdo con el FMI y cumplir a rajatabla con los acreedores internacionales, lo que claramente, no ofrece ninguna salida al pueblo trabajador.

Del otro lado solo queda la izquierda, sosteniendo justamente lo opuesto: que la única salida es romper con el FMI y no pagar la deuda. Afirmando que esa es la opción si de verdad se quiere priorizar las necesidades acuciantes de los trabajadores y el pueblo. Muchos compañeros en fábricas, oficinas y colegios nos preguntan honestamente ¿para qué voy a apoyarlos a ustedes, si no van a llegar? ¿No es mejor votar a aquel que tiene más posibilidades para sacarnos así de encima a Macri? Tenemos que ser clarísimos: si no nos sacamos de encima al FMI, el que venga, comprometido a seguir pagando la deuda externa (que acumula vencimientos para los tres próximos años de 150.000 millones de dólares), terminará ejecutando un feroz ajuste, mayor aun que el actual, y que incluirá, tal como lo reclama el Fondo, un nuevo intento de avanzar con las reformas laboral y previsional. ¡No se trata entonces solo de sacarse de encima a Macri, sino también al plan de ajuste del FMI que nos está hambreando y que promete ponerse peor aún para el año próximo!

Apoyar entonces a la única salida diferente, y fortalecerla, es muy importante. Porque necesitamos estar más fuertes para enfrentar las peleas que se vienen. Necesitamos nuevos dirigentes, políticos y sindicales. Esto es lo que planteamos desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda: fortalecer una nueva alternativa política que, ademas de la pelea que damos junto a muchísimos compañeros contra la burocracia desde el sindicalismo combativo, se plante de verdad para derrotar el ajuste y postular una salida para el país, obrera y popular. Y no prometemos “luchar en el futuro”. Nuestra conducta política, enfrentando a todos los gobiernos patronales y sus ajustes, es nuestra mejor carta de presentación.

Es lo que hacemos cotidianamente. Por eso, por ejemplo, hoy estamos convocando masivamente al Congreso para el próximo 28 de mayo, cuando se presente nuevamente el proyecto por el aborto legal, seguro y gratuito. Mientras desde el peronismo kirchnerista se nos invita a “no hacer olas”, “uniendo los pañuelos verdes con los celestes”, y nos argumentan que es “inoportuno” movilizarse en este año electoral, nosotros desde la izquierda nos jugamos a ser miles y miles en las calles. No subordinamos los derechos de las mujeres a ninguna estrategia electoral de los partidos patronales.

Del mismo modo, el próximo 29 de mayo, también pararemos masivamente, mientras les exigiremos a las burocracias de la CGT y las CTA que le den continuidad a la lucha con un nuevo paro general de 36 horas con movilización, porque queremos de verdad derrotar al ajuste. Pelear ahora contra el ajuste, movilizarse masivamente, apoyar todas las luchas y oponer al planteo de que “lo único que se puede hacer es seguir con el Fondo y pagando la deuda” un programa opuesto por el vértice, que priorice las más urgentes necesidades de los trabajadores. Es la tarea de la hora. Esa es la alternativa que queremos construir y fortalecer desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda. Te invitamos a que te sumes.

Juzgan a Milani

Escribe Martín Fú

César Milani, ex jefe del Ejército ungido por Cristina Kirchner en 2013, está siendo enjuiciado por crímenes de lesa humanidad. Quien fuera postulado por el kirchnerismo para ser el recambio y la “nueva cara” de las fuerzas armadas, está acusado del secuestro y tortura de Pedro Olivera y su hijo Ramón, ocurridos en La Rioja en 1977, durante la pasada dictadura militar. Milani negó los cargos de los que se lo acusa, allanamiento ilegal, privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados y asociación ilícita cuando se desempeñaba como subteniente del Batallón 141.

En su primera declaración, aunque sin nombrarla, se amparó en la derogada Ley de Obediencia Debida, al apuntar más arriba de los mandos militares e intentar lavarse las manos de las responsabilidades que le caben. La estrategia judicial de Milani de invocar la responsabilidad de los mandos superiores, es la que sostienen todos los genocidas que son juzgados hasta el día de hoy. Milani en su alegato leyó una carta en su apoyo de Hebe de Bonafini, que generó el repudio de la madre y hermana de Alberto Ledo.

El general, que se encuentra detenido con prisión preventiva, también está acusado en otras causas de lesa humanidad por la desaparición del soldado Alberto Ledo y la detención de Verónica Mata en 1976. Además tiene otra causa abierta por enriquecimiento ilícito. Milani tuvo un rol central en el armado kirchnerista del último gobierno de Cristina, contando con su apoyo para el pliego de su ascenso a teniente general en el Senado, a pesar de ser impugnado por distintas organizaciones de derechos humanos como el CELS, Serpaj, Madres de Plaza de Mayo y la Comisión Provincial de la Memoria, entre otros, quienes aportaron los antecedentes del rol de Milani en el Operativo Independencia en 1975, la represión ilegal de 1976-1983 y hasta su participación en el levantamiento carapintada de 1987. Desde Izquierda Socialista seguiremos exigiendo juicio y castigo con cárcel común para todos los genocidas.

Nueva derrota electoral del gobierno en el interior. Carrió insulta escandalosamente a dirigentes de PRO. Los radicales plantean abiertamente sus dudas sobre si Macri debe ser candidato. Son todas consecuencias de la crisis y el desgaste de un gobierno cada vez más repudiado por el pueblo.

Escribe José Castillo

En La Pampa Cambiemos sumó su novena derrota consecutiva en lo que va del año. Ya ni es noticia. Las encuestas lo dan en picada, e incluso han trascendido algunas que ponen en duda que el gobierno pueda pasar la primera vuelta (sea porque pierda por más de diez puntos o directamente porque termine tercero, superado tanto por el peronismo kirchnerista como por Alternativa Federal). Las novedades que se van conociendo en estos días, como el anuncio de Cristina Fernández de Kirchner de que irá de vice de Alberto Fernández, o incluso las definiciones que se tomarán en el peronismo federal, lo aterrorizan, tal como lo reconoce por lo bajo más de un funcionario. Aunque, por supuesto, “para afuera” se diga que “acá no pasa nada”, “esto nos favorece”, en la clásica versión futbolera del “siga siga”.

Pero Cambiemos hace agua por los cuatro costados. Y ya es imposible de disimular. Elisa Carrió, en otra época el “tanque” electoral que ponía Macri en la Capital, ya ha pasado de impresentable a directamente una figura destructiva para la propia alianza de gobierno. Venía de decir barbaridades en la elección cordobesa. Ahora directamente trató públicamente de “hijo de puta” al diputado de PRO Nicolás Massot (“lo puteé cinco veces”, se encargó de aclarar la propia Carrió a los periodistas acreditados para asegurarse de que saliera la noticia). Otros diputados de Cambiemos se quejaron de que, con sus exabruptos y provocaciones, Carrió termina poniendo en riesgo la ya difícil rosca que tiene que armar el macrismo con sectores del peronismo para lograr sacar las leyes que necesita, tal el caso de la de financiamiento electoral.

Pero Carrió no es el único problema. Los radicales, sumidos en su propia crisis (ver nota en esta página), ya empiezan a decir abiertamente, en las palabras nada más ni nada menos que de Alfredo Cornejo, el presidente del partido, que “lo mejor es que Macri se baje”, volviendo a poner sobre la mesa lo que hace unas semanas se llamaba la opción “V”, por María Eugenia Vidal. En el marco de la crisis se escucha de todo, hasta los que van más allá y proponen una inviable opción “P”, que consistiría en incorporar un peronista “amigable” en la fórmula como vicepresidente. Incluso se llegó a tirar el nombre de Urtubey. Por supuesto que el involucrado inmediatamente lo negó rotundamente. Es lógico, si el barco se hunde, lo más razonable es que las ratas lo abandonen, no que suban nuevos pasajeros.

Todo esto es expresión de una realidad ya visible hace meses, pero que se sigue profundizando: la bronca popular ante el ajuste. Es que ahora no se trata simplemente de que han roto con Cambiemos los sectores populares que equivocadamente pudieron tener alguna expectativa y lo votaron en 2017, sino de algo más profundo: la ruptura con su propia base de clase media y centroderecha. Incluso importantes sectores patronales se animan a decir en voz alta que este gobierno “ya no les sirve más”. Un dirigente de Cambiemos, sin identificarse, dejó trascender en los medios: “Cómo quieren que salgamos a timbrear (la tradicional forma macrista de campaña electoral) si la gente ya ni nos abre la puerta, solo nos putea”. En este marco, resultan patéticas las declaraciones de Dujovne y otros funcionarios del equipo económico del gobierno, tratando de mostrar como “buena noticia” que la inflación de abril fue de 3,4%, menor que la de marzo, como si ese número no siguiera siendo totalmente astronómico, sumando anualizado un 55%. Es que, más allá de las estadísticas, cualquiera observa en la calle que los salarios y las jubilaciones cada vez alcanzan menos, que siguen los despidos y suspensiones y que crece la desesperación de muchos que ya no saben cómo hacer para llegar a fin de mes, pagar una factura de luz o comprar un remedio.

El único punto a favor que le va quedando al gobierno de Macri es el apoyo abierto del gobierno de Trump y el dinero que le sigue llegando de las cuotas del acuerdo con el FMI. Con eso, y una brutal bicicleta financiera, donde, a cambio de enormes superganancias para los bancos y los especuladores, trata de evitar que se dispare el dólar, se juega a “aguantar” hasta las elecciones. Todo, absolutamente todo, atado a cumplir a rajatabla el ajuste comprometido con el Fondo y a pagar la deuda externa.

Escribe José Castillo

Seamos claros, ya hace muchísimos años que la Unión Cívica Radical dejó de generar alguna expectativa como partido para alguna franja popular. Para la inmensa mayoría del pueblo trabajador es el partido de De la Rúa, que tuvo que huir en helicóptero por el Argentinazo. Para los más memoriosos, es el partido de Alfonsín y la hiperinflación.

Pero la UCR, como partido “histórico” de nuestro país, tiene un despliegue territorial nacional, con punteros en todas las provincias e intendentes en muchísimos pueblos, que fue lo que le permitió a Cambiemos convertirse en una coalición electoral nacional allá por 2015 y de esa forma disputar y finalmente ganar, aquellas elecciones.

Hoy el radicalismo observa el panorama y ve el derrumbe del gobierno. Por eso, fiel a su juego de políticos profesionales “rosqueros”, trata de sacar provecho propio, logrando mejores lugares en las listas. Este es el fondo de la cuestión.

Es cierto que el radicalismo hoy está partido en tres sectores: un núcleo, hoy minoritario, agrupado alrededor de Gerardo Morales (gobernador de Jujuy) y Daniel Salvador (vicegobernador de Buenos Aires),que se mantiene a rajatabla apoyando como sea al gobierno de Macri. En el otro extremo, el sector de Alfonsín y Federico Storani plantea que hay que irse y negociar lugares en una eventual lista de Roberto Lavagna. En el medio, el espacio que aparece en primera instancia como mayoritario, representado por el propio Cornejo o por operadores como Coti Nosiglia, quieren aprovecharse de la debilidad de Cambiemos y por eso hacen declaraciones afirmando que “Macri no va más, pongan a Vidal”, pensando que esa es la forma de “apretar” al gobierno para conseguir mejores ubicaciones en las negociaciones de cargos en Cambiemos.

¿Qué pasará finalmente? No lo sabemos. Aunque podemos adelantarlo, ya que se trata de los radicales. Probablemente la rosca interna los lleve, como ya anticipó en el programa Animales sueltos Federico Storani, a terminar su convención con una declaración que “los contenga a todos”. O sea que no diga nada. De ahí en adelante se acomodarán como mejor les convenga para tratar de seguir sobreviviendo como políticos patronales decadentes de un partido decadente. Todo este sainete no es más que otra expresión patética de la crisis que hoy recorre al gobierno de Macri y a Cambiemos.

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