Escribe Nicolás Núñez, legislador porteño electo Izquierda Socialista/FIT Unidad
Repudiamos las decisiones gubernamentales y del Poder Judicial que avanzaron con la liberación de genocidas y violadores de sus lugares de detención. Entre estos hechos repudiables señalamos el caso del juez Daniel Obligado, que procedió a mandar a su casa a Carlos Capdevila, genocida conocido como el “partero de la ESMA”. Se trata del mismo tribunal que hace semanas hizo lo propio con Amado Boudou. También fue enviado a su casa Lucio César Nast, alias Ronco, ex policía condenado por crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención que funcionó en el servicio de inteligencia de la ex jefatura de la policía de Rosario. Asimismo, se han conocido casos de violadores que fueron beneficiados con la domiciliaria sin considerar los reclamos de las víctimas.
El gobierno es responsable de esta situación, que ya tiene como antecedente el pedido de liberación del corrupto, asesino y responsable de la masacre de Once Ricardo Jaime, llevado adelante por el secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla. No puede desentenderse de estos hechos, como ha intentado hacer pasándole la pelota a la Justicia que, como todos sabemos, funciona con estrechos lazos con cada gobierno de turno.
La oposición macrista, por su parte, posa en este momento en rechazo a las domiciliarias, pero es la misma que en 2018 presentó un listado de personas a liberar que incluía violadores, miembros de redes de trata y genocidas como el Tigre Acosta.
A través de las redes sociales, haciendo uso de noticias falsas y con la ayuda de medios de comunicación afines, la oposición patronal buscó volcar la indignación por la liberación de violadores y genocidas contra los legítimos reclamos por las condiciones de hacinamiento y exposición al contagio de Covid-19 que se han dado en todo el sistema penitenciario. Incluso han obtenido el martes 5 de mayo un fallo de la Justicia bonaerense en ese sentido.
Desde Izquierda Socialista sostenemos que para descomprimir el hacinamiento ante la pandemia se deben garantizar las condiciones de higiene y salubridad que hoy en día no existen, realizar el testeo de la totalidad de los detenidos en las cárceles con casos confirmados, otorgar prisión domiciliaria o libertad anticipada a todos los detenidos que forman parte de los grupos de riesgo con condenas menores a tres años o sin condena firme, pero claramente excluyendo a los homicidas, femicidas, abusadores, violadores, corruptos y condenados por delitos de lesa humanidad.
En la tarde del lunes, mientras los trabajadores municipales de Jesús María desarrollaban una asamblea en el corralón, un destacamento de la policía y la guardia de infantería desataron una alevosa represión llevándose 41 trabajadores detenidos, varios de ellos heridos, y algunos miembros de la comisión directiva del sindicato.
Las y los trabajadores municipales están llevando a cabo medidas de fuerza porque el intendente radical Luis Picat efectuó arbitrariamente una rebaja sobre sueldos que ya eran de pobreza y algunos de indigencia. La argumentación de la fiscalía que actuó de hecho, fue que estaban violando la cuarentena, como parte del doble discurso de la Justicia y de todos los gobiernos que la aprovechan para rebajar salarios, despedir, suspender y también reprimir y encarcelar trabajadores. Los municipales son parte de los que desarrollan en medio de esta pandemia un servicio esencial en la localidad de Jesús María.
Esta brutal represión es indudablemente una represalia, porque estos trabajadores y su sindicato vienen dando pelea por las condiciones de trabajo y por aumento de salarios.
La cuarentena, para que sea efectiva, tiene que ser sin rebajas de salario, sin despidos, sin suspensiones y sin hambre. La crisis económica y social profundizada por la pandemia no debe ser pagada por los trabajadores. Para ello el gobierno provincial debe dejar de pagar en forma inmediata la deuda externa provincial, eliminar toda exención impositiva a las grandes empresas y crear un fondo de emergencia con un impuesto a los bancos, los latifundios y las grandes fortunas.
Al mismo tiempo hay que exigir que las conducciones sindicales de la CGT y CTA de Córdoba dejen de mirar para otro lado y se pongan a la cabeza de los reclamos de los trabajadores.
Desde Izquierda Socialista exigimos también la liberación de los trabajadores, que no quede ningún antecedente en sus prontuarios, que se les abone la totalidad del sueldo y se cumpla con todos los compromisos asumidos por el gobierno municipal que acaba de decretar la emergencia económica para la localidad.
Corresponsal
Escribe Ana Val, referente de Unión de Trabajadores Jubilados en Lucha (Utjel)
La Anses es la que recibe los aportes de los trabajadores activos y diversos impuestos generales. Su función como caja previsional es pagar las jubilaciones, pensiones, la obra social (PAMI), la Asignación Universal por Hijo (AUH), etcétera.
Alberto Fernández en diciembre suspendió la ley de movilidad jubilatoria de Macri por 180 días y dio un aumento de la jubilación por decreto.
Este año recibimos un aumento de 2,3% más una suma fija de 1.500 pesos en marzo, lo que llevó a que la mínima sea de 15.000 pesos. En abril hubo un bono de 3.000 pesos que no todos cobraron. Miles lo van a recibir recién en mayo.
Esto quiere decir que todos los meses cobramos una suma diferente, 15.000, 16.500, o 18.000 pesos. Para Fernández somos de segunda, le da lo mismo que recibamos 15.000 o 18.000 pesos. La Unión de Trabajadores Jubilados en Lucha (Utjel) sostiene que la jubilación tiene que ser de 40.000 pesos y que no queremos bonos. La Anses tiene plata, pero la utiliza para darle a los grandes empresarios el valor del 50% del salario que pagan a cada trabajador. Estas grandes empresas nacionales y extranjeras tienen la caradurez de decir que no tienen plata para pagarle a sus trabajadores escudándose en la cuarentena por el coronavirus. Los banqueros, Paolo Rocca, Perez Companc, la minera extranjera Barrick Gold, por nombrar solo a algunos, han levantado plata en pala y han hecho fortunas. Desde la Utjel decimos que saquen de su patrimonio personal o de sus empresas y no del Anses.
Para financiar la pandemia y atender las urgentes necesidades sociales hace falta un fondo de emergencia. La plata para financiarlo no debe salir del Anses, sino de un impuesto a las grandes fortunas y ganancias empresarias y del no pago de la deuda externa.
Durante la cuarentena, la organización de los hogares colapsó. El cuidado de niños y niñas en las casas, hacer la comida, pensar juegos para que no se aburran tanto y ayudarlos con la tarea escolar es un desgaste tremendo que recae mayoritariamente sobre las mujeres. Por supuesto que no empezó con el aislamiento, pero puso al descubierto las desigualdades que ya existían en relación con el trabajo reproductivo y que desde el feminismo venimos alertando.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/Frente de Izquierda Unidad
Comencemos por definir qué es el trabajo reproductivo. Es aquel que engloba las tareas necesarias para garantizar el cuidado, bienestar y supervivencia de todas las personas. Este trabajo abarca desde la reproducción biológica, la gestación, el parto y la lactancia, hasta la reproducción social: mantenimiento del hogar, hábitos y normas que incluyen la crianza, la educación, la alimentación, etcétera. Esta tarea sumamente necesaria para vivir en sociedad actualmente está feminizada, es decir que la realizan mayoritariamente mujeres producto de la división sexual patriarcal del trabajo, de la cual el capitalismo se aprovecha para usufructuar mayores ganancias.
Veamos algunos datos que aporta el Indec con la Encuesta sobre el Trabajo No Remunerado y el Uso del Tiempo que se realizó en 2013 (único documento oficial que existe). Entre otras cosas, se mide la cantidad de horas que le dedican varones y mujeres a las tareas dentro del hogar y no remuneradas, que incluyen quehaceres domésticos, apoyo escolar y cuidado de personas. Los resultados establecen que, en promedio, los varones le dedican dos horas diarias a estas tareas, mientras que las mujeres, seis. Lo primero para resaltar de la encuesta es que las mujeres tenemos cuatro horas menos por día que los varones para estudiar, trabajar fuera del hogar o para hacer alguna actividad recreativa. En definitiva, tenemos menos tiempo libre. Lo segundo, es que las mujeres estamos realizando un trabajo que nos insume seis horas diarias y nadie nos está pagando por ello.
Ahora bien, si le asignáramos un valor monetario a este trabajo reproductivo, ¿cuánto deberíamos cobrar? Es una incógnita, pero se puede calcular un estimativo en nuestro país, de acuerdo a lo que establece la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares (Cntcp) para estas tareas. Según la Cntcp, el valor por hora que deben cobrar quienes se dedican al cuidado de otras personas es de 150 pesos y, para quienes realicen tareas generales como limpieza, lavado o cocina es de 139 pesos por hora (datos actualizados a marzo 2020, según el Boletín Oficial). Entonces, un cálculo rápido nos da que en promedio deberíamos cobrar como mínimo 26.000 pesos por mes por realizar estas tareas, cuenta que demuestra la tremenda precarización y mal paga que sufren las trabajadoras domésticas, que en el país son el 95% mujeres.
¿Pero por qué no nos pagan? Básicamente, porque vivimos en un sistema capitalista patriarcal que busca obtener ganancias de prácticamente todo y por ello nos inculcaron por medio de todas las instituciones (iglesias, medios de comunicación, escuelas, etcétera) que estas tareas las debemos hacer las mujeres por amor y no por un salario. Así, los gobiernos de todo el mundo se están ahorrando unos cuantos billetes. Por ejemplo, en la Argentina el equivalente al 125% del PBI de la industria manufacturera, según el Centro de Estudios Atenea (BAENegocios, 19/4/2020). Desde Isadora e Izquierda Socialista, como parte del movimiento feminista peleamos desde hace años para que estas tareas sean reconocidas como trabajo y, por lo tanto, remunerado con un salario igual a la canasta familiar.
En este contexto de pandemia mundial las mujeres estamos garantizando nuestro cuidado y el de todas las personas que conviven en el hogar, lo hacemos gratuitamente e incluso a costa de nuestra salud sin ningún tipo de ayuda ni acompañamiento estatal. Por eso exigimos una cuarentena con derechos: sin despidos, sin suspensiones, sin rebaja salarial y con licencias pagas para las madres y padres que tengan a su cargo hijos, hijas y adultos mayores.
En ocasión de cumplirse 45 años de la derrota militar norteamericana en Vietnam reproducimos una nota de Mercedes Petit de abril de 2015, publicada en El Socialista 288.
El 30 de abril de 1975 el gobierno títere de Vietnam del Sur, sostenido por el imperialismo norteamericano, se rindió ante las tropas de las heroicas guerrillas del Vietcong, apoyadas por Vietnam del Norte, que lo enfrentaron durante más de diez años. Por primera vez en toda su historia los yanquis sufrían una derrota militar que los marcó desde entonces.
Escribe Mercedes Petit, dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT (CI)
Distintos imperialismos dominaron la península de Indochina desde el siglo XIX. Con un heroísmo increíble, el pueblo vietnamita resistió y los fue expulsando. En la década de los ’50, luego de la división del país (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur), los yanquis fueron el principal sostén de la odiada dictadura de Ngo Dinh Diem en el sur. La resistencia fue fortaleciendo a una guerrilla de masas, el Vietcong o Frente de Liberación Nacional (FLN), que contaba con el apoyo de Vietnam del Norte, limítrofe con China, siendo ambos países lo que los trotskistas denominábamos Estados obreros burocráticos. A medida que fue creciendo la resistencia popular a la dictadura, el ejército de Vietnam del Sur mostró su incapacidad para sostener al gobierno títere en el poder. Los yanquis tuvieron que pasar del envío de asesores y la ayuda militar a los bombardeos y la intervención directa de sus tropas invasoras, en 1964, bajo el gobierno de Lyndon B. Johnson.
Bombas, tropas y napalm
Durante ocho años, el todopoderoso imperialismo yanqui desarrolló una masacre cotidiana contra un pueblo que resistió con incalculables sacrificios. Llegó a enviar más de medio millón de soldados, tuvo cerca de 50.000 muertos y gastó más de 150.000 millones de dólares (lo que influyó en la crisis económica mundial de 1973/74). Hicieron conocer en todo el mundo una palabra siniestra: napalm, un combustible que produce una combustión más duradera que la de la gasolina simple, que arrojaban desde sus aviones. Toneladas de bombas, de napalm y de químicos exfoliantes arrasaban con los cultivos y toda la vegetación. Los soldados yanquis tuvieron que pelear cuerpo a cuerpo con los heroicos campesinos, transformados en guerrilleros.
Un heroísmo sin límites
La prensa mundial comenzó a poner ante los ojos del mundo todas esas atrocidades. La guerra se transmitía cotidianamente por televisión, los periodistas y reporteros gráficos divulgaban la infinita crueldad de la invasión yanqui mostrando los efectos del napalm, los asesinatos a civiles y otras monstruosidades. Comenzó a ganar espacio entre los luchadores la solidaridad con el pueblo vietnamita. Por su parte, las burocracias china y soviética solo lo ayudaban “con cuentagotas”, sin involucrarse en forma contundente junto al pueblo agredido. En 1965 la delegación del PC cubano hizo en el XXIII Congreso del PCUS una propuesta fundamental: exigió a las conducciones de los partidos comunistas de la URSS y China que declararan a Vietnam parte inviolable de sus propios territorios para derrotar contundentemente la invasión. El Che hizo su llamado: “Hagamos dos, tres, muchos Vietnam…”. Los burócratas hicieron oídos sordos.
1968: un punto de inflexión
Las masas vietnamitas comenzaron a inclinar la balanza a su favor desde lo que se llamó “la ofensiva del NET”, cuando en febrero de 1968 se produjeron levantamientos en las principales ciudades del sur. Y con el Mayo Francés y el ascenso de las movilizaciones en todo el mundo la solidaridad con el pueblo vietnamita se instaló entre la juventud estudiantil y los luchadores de Europa y América. En los Estados Unidos comenzó a desarrollarse un movimiento contra la invasión a Vietnam cada vez más masivo y vigoroso. En 1970 se produjo la célebre “marcha sobre Washington”, que convocó a más de un millón de manifestantes en la capital. También marcharon en cientos de ciudades de todo el país. La represión comenzó, hubo centenares de presos, heridos e incluso muertos. En la vida política norteamericana, en las universidades, los medios intelectuales y de prensa y en la industria cinematográfica se instaló cotidianamente el tema de Vietnam. La actriz Jane Fonda tuvo la valentía de visitar durante quince días Vietnam del Norte en 1972. El veterano marine Ron Kovic, que había viajado como voluntario entusiasta en 1967 y volvió parapléjico, se sumó al repudio a la invasión. En 1974 escribió su autobiografía en el libro Nacido el 4 de julio (publicado en 1976 y llevado al cine en 1989 por Oliver Stone). Millones fueron saliendo a las calles con la consigna “traigan los soldados a casa ahora”. En enero de 1973, el gobierno yanqui y su títere en Saigón, Cao Ky, tuvieron que firmar “acuerdos de paz” que incluían la retirada de los yanquis y un consejo –que involucraba al Vietcong– para convocar elecciones. Aunque los yanquis comenzaron a retirar las tropas (más que nada obligados por el repudio en los Estados Unidos y el mundo), no cumplieron con todo lo acordado, pero la suerte de los dictadores del sur y sus amos imperialistas ya estaba echada.
Un triunfo histórico
En el inicio de 1975 el avance del FLN era arrollador. En marzo ya casi no había respuesta por parte del gobierno de Saigón y sus tropas. El 29 de abril entró en la historia la foto de los helicópteros que sacaban a los pocos funcionarios que aún quedaban por los techos de la embajada norteamericana. El 30, un fugaz presidente, Duong Van Minh, ordenó a lo que quedaba de su ejército suspender las hostilidades y se rindió, transfiriendo el poder al gobierno del FLN. Los vietnamitas habían triunfado derrotando a la más grande potencia militar, los Estados Unidos. La tremenda capacidad de lucha de las masas vietnamitas había quedado demostrada en años de heroica resistencia. La solidaridad mundial había jugado un papel decisivo para llevarlas hacia el triunfo. Pero de todos modos estaba planteado con toda agudeza el problema de la dirección, en manos del FLN, aliado del Partido Comunista de Vietnam del Norte, que encabezaba Ho Chi Minh. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), orientado por Nahuel Moreno, señalaba en su periódico el carácter burocrático e inconsecuente de la dirección comunista. Valga de ejemplo que Duong Van Minh y otros altos funcionarios fueron puestos en libertad de inmediato e invitados a formar parte del nuevo gobierno. Decíamos que “[…] la falta de una dirección consciente y consecuentemente revolucionaria y de la democracia obrera seguirá siendo un formidable obstáculo para la revolución vietnamita” (Avanzada Socialista 146, 10/5/75). Así se demostró al producirse la reunificación de Vietnam bajo las condiciones totalitarias de la burocracia del norte. Y mucho más aún cuando acompañó el curso restauracionista de la burocracia china, abriendo las puertas al retorno del capitalismo. Pero nada de eso puede esconder la tremenda importancia que tuvo la derrota del imperialismo yanqui en 1975. Se demostró que se podía vencer a semejante monstruo. El “síndrome de Vietnam” lo llevó a buscar negociaciones y abstenerse de invadir países durante unos cuantos años. Y cuando reincidió, las masas de Afganistán y de Irak retomaron aquellos caminos propinándole nuevas derrotas.
Treinta años de guerra
Desde fines del siglo XIX el imperialismo francés dominaba toda la península de Indochina. Para entonces, ya había nacido el nacionalismo vietnamita. En la década del ’20 se fundó y se hizo fuerte un partido comunista, que desde los años ’30 tuvo una importante ala trotskista, fundamentalmente en las ciudades y en el movimiento obrero.
En la década del ’40 se fundó el Vietminh, que impulsó la resistencia al ocupante japonés. En 1945 se vivía un poderoso ascenso de masas que puso prácticamente el poder en manos de la resistencia. Pero los acuerdos de Stalin con el imperialismo en las reuniones de Yalta y Potsdam permitieron que los imperialistas franceses se reinstalaran en su dominio colonial.
En 1946 empezó la lucha, que logró derrotar a los franceses en 1954. Se negoció una retaceada independencia que le permitió a los yanquis tomar la posta de Francia. Se resolvió una partición, el norte para el Partido Comunista (encabezado por Ho Chi Minh), y el sur conducido por un títere de los yanquis, Ngo Dinh Diem. En 1956 se iban a realizar elecciones para reunificar el país.
Ante una inminente derrota en las urnas, Diem desató una feroz represión, el país quedó dividido y se reinició la guerra de guerrillas en las zonas rurales del sur. En 1960 se fundó el Frente de Liberación Nacional (o Vietcong). Como el dictador ya era un lastre para el gobierno títere, lo asesinaron sus propios funcionarios, pero eso profundizó la crisis.
Desde 1956 los yanquis mantenían miles de asesores militares para apuntalar al ejército de Vietnam del Sur, que se debilitaba cada vez más ante la resistencia de una guerrilla de masas que ganaba el apoyo creciente del campesinado.
A mediados de 1964, el presidente Johnson denunció un supuesto ataque a uno de los barcos de su Séptima Flota en el golfo de Tomkin (que luego se supo fue prácticamente fraguado por los yanquis) para comenzar a bombardear Vietnam del Norte y enviar miles y miles de marines, lo que puso en marcha la invasión, que culminaría en 1973 con el inicio del retiro de las tropas y la derrota total de abril de 1975.