Escribe José Castillo
Se realizó la 30° Conferencia Industrial de la UIA. La particularidad de este año fue que el gobierno decidió abiertamente boicotear el evento: tanto el presidente Javier Milei como el ministro Luis Caputo se bajaron de la invitación a participar. El diputado José Luis Espert, presidente de la comisión de Presupuesto, directamente los insultó, llamándolos “caraduras” y diciéndoles “que se vayan a cagar” ante las quejas por la apertura a las importaciones, que pone en riesgo la existencia de muchos sectores industriales.
Las críticas de los dirigentes de la UIA fueron más que tibias y medidas. Martín Rappallini, presidente de la Conferencia, señaló: “Queremos que nos respeten; no es contra nosotros, es con nosotros”, se quejó de la apertura indiscriminada a productos extranjeros, pero inmediatamente pasó a elogiar a la política económica de Milei: “nos presenta nuevos desafíos”. Daniel Funes de Rioja, presidente de la entidad, hizo malabares para no criticar al gobierno.
Es que, por un lado, la UIA comparte con el conjunto de la patronal local y extranjera su posición anti obrera a favor de la flexibilización laboral, la baja salarial y el ataque a los derechos sindicales. Pero por el otro, vive una fractura interna entre las grandes empresas, como Techint, que son los grandes ganadores con el RIGI y los negocios gasíferos y petroleros, y otras patronales más dependientes del mercado interno, hoy totalmente afectado por la recesión.
La moraleja de todo esto es que la lucha contra el ajuste y la motosierra de Milei y el FMI sólo puede ser llevada adelante por el pueblo trabajador, el único que no tiene complicidades con el gobierno. No hay “patrones buenos”, más allá de que algunos pueden estar más perjudicados, mientras otros son privilegiados en sus negocios.