Mar 29, 2024 Last Updated 2:20 AM, Mar 28, 2024

La novela de los Etchevehere y la concentración de la tierra

Publicado en El Socialista N° 483
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Escribe Diego Martínez

A tono con el escándalo de los Macri abierto en torno de las denuncias del hermano del ex presidente y la pelea de la familia Mitre por el control del diario La Nación, otra disputa en el seno de una familia oligárquica ganó repercusión. Luis Etchevehere, ex ministro de Agricultura del gobierno de Macri, junto con su madre y sus hermanos, mantienen un litigio con su hermana Dolores por la propiedad de tierras pertenecientes a la familia ubicadas en una zona privilegiada de la pampa húmeda entrerriana. Una escena que define fielmente a los patrones de estancia la provocaron los hermanos Etchevehere en la puerta de la estancia donde, junto con sus empleados, se instalaron armados con rifles. Los Etchevehere son conocidos en Entre Ríos por hacer negociados con el poder político de turno. En 2007, el entonces gobernador peronista Jorge Busti vendió a precio vil tierras que pertenecían a la escuela El Quebracho. La escuela resistió con el acompañamiento del sindicato docente de Entre Ríos, Agmer, donde César Baudino era entonces secretario de organización, pero no alcanzó ante tamaña estafa. Con el auxilio del ex gobernador Uribarri, aliado de Cristina Kirchner, los Etchevehere también vaciaron el diario que era de su propiedad y dejaron a ochenta trabajadores en la calle.

Dolores, por su parte, tiene antecedentes en las disputas patrimoniales. En 2005, su esposo, Segundo Guiraldes, reclamaba una herencia. Entonces, apoyados por hombres armados, ocuparon el campo La Porteña, donde, en la década del 20 del siglo pasado, el escritor Ricardo Guiraldes había escrito Don Segundo Sombra.

Independientemente de los resultados de la acción judicial, nadie en esta pelea defiende los intereses de los sectores desposeídos del campo. Se trata de una disputa en el seno de una familia de terratenientes por la propiedad de tierras. Así lo reconoció el propio ministro de Agricultura de la Nación, Luis Basterra, cuando declaró: “No podemos estar a favor de una toma de tierras, pero ahí no hay una toma de tierras, hay un conflicto entre herederos de una familia” (Clarín, 25/10/2020).

En la pelea se involucraron Juan Grabois y su movimiento, MTE, quienes ocuparon 40 hectáreas del terreno, a instancias de Dolores Etchevehere, con el objetivo de poner en funcionamiento un emprendimiento denominado Proyecto Artigas impulsado por el dirigente social. Equivocadamente, Grabois toma partido en esta disputa intraoligárquica defendiendo a Dolores Etchevehere. El dirigente, que hasta hace poco hablaba de reforma agraria, levanta la ocupación como una gesta a favor de la distribución de la tierra para los humildes. A muchos compañeros les puede causar simpatía una disputa contra un personaje como Luis Etchevehere, ex presidente de la Sociedad Rural, pero no podemos perder de vista que se trata de un conflicto entre integrantes de una familia oligárquica.  

Hay que hacer una reforma agraria 

El problema de la concentración de la tierra está ligado a la existencia de la oligarquía, así como también a su posterior extranjerización. Millones de hectáreas, las mejores y más fértiles del país, están concentradas en un puñado de propietarios. Algunos, como los Etchevehere, provienen de las viejas familias oligárquicas. Otras ya han sido vendidas, y hoy son propiedad de distintos capitales transnacionales, como los Benetton y los Lewis, por nombrar dos casos paradigmáticos de la Patagonia. 

El 4% de los propietarios poseen el 63% de las tierras. Y aunque ahora se escandalizan con las ocupaciones de terrenos, que en muchos casos no tienen dueño, por parte de gente necesitada, el origen de esas propiedades latifundistas están en los oligarcas que llegaron a ser terratenientes apropiándose lisa y llanamente de tierras durante las sucesivas “campañas al desierto” impulsadas por el ex presidente Julio Argentino Roca, en las que se torturaba y masacraba a los pueblos que las habitaban. Luego agrandaron sus fortunas gracias a las políticas que impulsaron los gobiernos patronales de turno, en algunos casos puestos a dedo por ellos mismos, que los beneficiaron sistemáticamente.

Para ilustrar la situación actual, el mayor productor de granos argentino que opera en el país es Gustavo Grobocopatel, propietario de 250.000 hectáreas, cosecha anualmente 2,6 millones de toneladas de granos de soja y factura 1.000 millones de dólares al año.

 La otra parte del mercado de la soja la tienen siete multinacionales que concentran el 79% del negocio: Cargill (Estados Unidos), Noble Grain (China), A.D.M. (Estados Unidos), Bunge (Estados Unidos), Dreyfus (Francia), Toepfer (Alemania) y Nidera (Holanda). Las cinco primeras se llevan el 66% de las ventas de granos del país.

No es tomando partido por una disputa de herencias al interior de una familia oligárquica como se va a resolver la concentración de la propiedad de la tierra. Para hacerlo hay que acabar con el poder de la oligarquía y las multinacionales.

Es necesario impulsar una reforma agraria que termine con el latifundio, expropiando a la oligarquía terrateniente y las multinacionales. También es necesario impulsar un plan agrícola que respete la sustentabilidad del ambiente y permita garantizar la tan mentada “soberanía alimentaria”. Y, por supuesto, garantizando el acceso a la tierra a los trabajadores rurales y campesinos que viven de lo que producen para subsistir, otorgándoles facilidades, según la condición del adjudicatario, para la compra de  maquinaria y vivienda. 

Como vemos, esto es muy distinto a levantar un pequeño emprendimiento agroecológico en un terreno con título de propiedad a nombre de una familia oligárquica, como el que propone Grabois con su proyecto Artigas, que no da respuesta al problema central de la falta de tierras que sufren cientos de miles en el campo. 

Grabois llama a su emprendimiento proyecto Artigas. Recordemos que José Gervasio de Artigas, el gran caudillo de la Banda Oriental, hoy Uruguay, levantó un programa de reparto de tierras totalmente radical para su época. Si se  quiere hacer honor a su nombre, la política que hay que implementar es la de la reforma agraria, junto con la nacionalización del comercio exterior, para que sea el Estado el que decida qué y cómo se vende en el país, y no las multinacionales. Para que esto se lleve a cabo a favor del pueblo trabajador es necesario acompañarlo con la pelea por un gobierno de las y los trabajadores.

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