El 4 de enero, Enrique Ratto asesinó en plena vía pública a su ex pareja Graciela Noemí Príncipe (54), en la ciudad de Rosario. Pocos días después, Elizabeth Echevarrieta (38) fue encontrada estrangulada y con el 90% del cuerpo quemado en Glew, Provincia de Buenos Aires. En San Marcos Sierra, Córdoba, la turista chilena Lorna Mateluna Sala (37) fue asesinada por resistirse a tener relaciones íntimas con otro turista. Poco después, la odontóloga formoseña Lucy Juárez (50) fue muerta tras ser acuchillada por la espalda por su ex pareja, el médico Javier La Casa. Estos son solo algunos nombres de la larga lista de femicidios que ya se cometieron este año y que dan cuenta de la impunidad que sigue vigente para los femicidas y violentos.
Con el cambio de gobierno, el acceso a la presidencia del Consejo Nacional de las Mujeres por parte de Fabiana Túñez, referente de la Asociación Civil “La Casa del Encuentro” encargada de realizar el único registro de femicidios del país a través del observatorio “Maribel Zambrano”, fue una noticia recibida con expectativas por parte de sectores del movimiento de mujeres. Tras tantos años de inmovilismo e inoperancia de las gestiones anteriores del Consejo, cuyo único “logro” había sido la creación de la línea 144 para consultar cómo proceder en casos de violencia de género y cuya gran innovación fue la de contratar nuevos trabajadores tras el impacto de la movilización por Ni Una Menos. Sin embargo, hasta el momento, la única respuesta del nuevo Consejo ante el terrible escenario que seguimos viviendo ha sido: “tengan paciencia”.
Mientras se despiden trabajadoras en el Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, se cierran refugios de mujeres en la Provincia de Buenos Aires, se despide a trabajadoras en el 0800-Mujer de Neuquén y en la Dirección de Mujer de Córdoba, entre otros hechos en el mismo sentido nos surge la pregunta: ¿qué más tenemos que esperar las mujeres para que dejen de matarnos, golpearnos y/o violarnos?
La inmensa movilización del 3 de junio de 2015 dejó bien claro que la violencia machista no es ni un problema pasional, ni producto de la locura de algunos varones. La violencia machista no es un hecho natural intrínseco a las relaciones humanas sino que es un modo de relacionarse que se reproduce socialmente al legitimar la violencia con argumentos tales como “ella se lo buscó”, “si se viste así, no se puede esperar otra cosa” o “por algo habrá sido”. La justificación social y la impunidad judicial favorecen la lógica patriarcal donde las mujeres son propiedad del mundo masculino, un objeto de consumo, deben depender de los varones y aceptar un rol subordinado en la sociedad. Sumisión que le es bien útil al capitalismo para pagarnos menos salarios y asignarnos una doble jornada laboral invisibilizada. Quienes se resisten a esta norma, pagan muchas veces con su propia vida. De este modo, el femicidio es un acto disciplinador hacia todas las mujeres.
Por todo esto, no es tiempo de espera. Exigimos al Consejo Nacional de las Mujeres y a Macri que declaren la emergencia nacional en violencia de género y otorguen un amento de presupuesto para garantizar refugios de mujeres y centros de atención psicológica y jurídica gratuitos. ¡Basta de femicidios! El grito Ni Una Menos sigue en pie.