May 06, 2024 Last Updated 3:08 PM, May 3, 2024

Escribe Francisco Moreira

El 19 y 20 de diciembre de 2001, la rebelión popular echó a De la Rúa, derrotó el plan de ajuste del gobierno y el imperialismo, y golpeó al régimen político basado en el bipartidismo PJ-UCR. Pero la traición de las direcciones, la CGT y la CTA y la falta de una dirección revolucionaria reconocida por las masas permitieron “frenar” el Argentinazo, dejando importantes enseñanzas que tomamos desde Izquierda Socialista en el FIT Unidad.    
 
En 1999, ganó las elecciones la Alianza (UCR/Frepaso), asumiendo como presidente el radical Fernando De la Rúa, quien pese a su discurso “progresista”, profundizó el modelo menemista de ajuste y saqueo del país. Para 2001, la desocupación golpeaba a 2,5 millones de trabajadores (18,3%), y junto con la caída del salario, hundían a catorce millones en la pobreza. En marzo de ese año, el presidente nombraría al ex funcionario de la dictadura y del menemismo, Domingo Cavallo, como ministro de Economía. Éste recibiría “superpoderes” en el Congreso, con el aval del PJ, para establecer un acuerdo con el FMI y lanzar su plan de “déficit cero” para garantizar el pago de la deuda externa. El resultado fue calamitoso: la quiebra de las provincias y el atraso en los pagos de salarios y jubilaciones. En diciembre, los anuncios de un nuevo ajuste y el “corralito” bancario, que impedía retirar los ahorros a los trabajadores y la clase media, después de que las multinacionales hubieran fugado miles de millones de dólares, precipitaron los acontecimientos.
 
Una rebelión obrera y popular espontánea

El 19 de diciembre se generalizaron los saqueos a supermercados en las principales ciudades del país. Ese mismo día, decenas de miles comenzaron a organizarse en las barriadas obreras y populares del conurbano bonaerense y de Capital para rechazar el ajuste con cacerolazos masivos. La respuesta del gobierno no se hizo esperar y, con el apoyo del PJ, declaró el “estado de sitio”. La prohibición de reclamar desató la bronca popular. Espontáneamente decenas de miles se movilizaron a Plaza de Mayo y se enfrentaron con la policía. En la madrugada del 20 de diciembre renunció Cavallo. Pero la movilización y las barricadas para enfrentar la represión policial, a pesar de los 39 asesinados, continuaron al grito de “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. Por la tarde, De la Rúa anunció su renuncia, huyendo en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada.

La movilización revolucionaria de las masas tumbó al gobierno y su plan de ajuste, obligando al presidente “interino” Adolfo Rodríguez Saá (PJ) a anunciar el no pago de la deuda externa al FMI, arrancándole más de dos millones de planes sociales para los desocupados y a congelar las tarifas de los servicios públicos privatizados, entre otras medidas. A los pocos días, una nueva marcha a Plaza de Mayo derrocará a Rodríguez Saá. De hecho, cinco presidentes pasaron en poco más de una semana, donde primó el vacío de gobierno. Eduardo Duhalde (PJ), quien asumió a fin de año, estuvo todo el mes de enero al borde de la caída, jaqueado por marchas y reclamos.
 
El Argentinazo “congelado”

Los protagonistas del Argentinazo fueron jóvenes, desocupados, la clase media y también  trabajadores, que participaron a pesar de la traición de la CGT (Daer y Moyano) y la CTA. Un nuevo activismo independiente, que no reconocía a ninguna dirección tradicional que fueron contra el régimen político bipartidista del PJ y la UCR con la consigna “sin peronistas y sin radicales vamos a vivir mejor”. Éste se fue nucleando en las asambleas, sobre todo en los barrios porteños y localidades del conurbano, que surgieron al calor de la lucha, y en la Asamblea Interbarrial de Parque Centenario, que elaboró un programa de gobierno alternativo al servicio de los trabajadores y el pueblo.

Durante el Argentinazo, nuestra corriente intervino de lleno en los cacerolazos, movilizaciones, piquetes, barricadas y asambleas barriales. Primero, impulsando el “fuera Cavallo y De la Rúa”. Tras la caída del gobierno, impulsando el reclamo por un plan de emergencia obrero y popular y una salida de fondo: que gobiernen los trabajadores y el pueblo, con consignas como “que gobiernen los trabajadores, las asambleas barriales y la izquierda”. Pero la traición de las burocracias sindicales, sumada a la inexperiencia del activismo y la falta de una dirección revolucionaria reconocida por el movimiento de masas,  permitieron maniobrar al imperialismo, la burguesía y sus partidos (PJ-UCR) para recomponer el golpeado régimen político, imponer el orden y “congelar” el Argentinazo.
 
Las enseñanzas del Argentinazo

Con Duhalde, al principio, y Néstor y Cristina Kirchner, después, volvieron los políticos patronales corruptos, sus jueces adeptos y los empresarios prebendarios del estado. En 2005, Néstor pagó la deuda externa al FMI. Cristina siguió sus pasos, convirtiéndose en “pagadora serial” de la deuda. También habilitaron nuevas formas de saqueo de nuestros recursos, como la megaminería contaminante. Tras cuatro años de desastre macrista (PRO-UCR), volvió Frente de Todos (PJ) con las promesas de Alberto Fernández y Cristina de activar la economía, privilegiar a los jubilados por sobre el FMI y “llenar la heladera” de los trabajadores. Nada de eso ocurrió. Aún son muchísimos los problemas estructurales que siguen sin resolverse: más del 40% de pobreza, inflación superior al 50% que se come los salarios, trabajo precario, déficit de viviendas, hospitales y escuelas que se caen a pedazos.

El acuerdo que preparan Alberto y Cristina con el FMI, con el apoyo de Junto por el Cambio, pretende asestar un nuevo golpe contra los trabajadores y los sectores populares. Pero, a pesar de todo, las brasas del Argentinazo aún siguen prendidas. Millones rompieron este año con el gobierno peronista, quien recibió una dura derrota electoral, porque la mayoría ya no se come el verso del doble discurso. La perspectiva es que más temprano que tarde, millones vuelvan a poner a la orden del día las consignas del Argentinazo. Pero para que esta vez sí “se vayan todos” será necesaria una nueva dirección revolucionaria, con peso y prestigio entre los trabajadores y luchadores. Esa perspectiva llamamos a fortalecer desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda Unidad. La elección histórica del FIT Unidad, con la conquista de cuatro diputados nacionales, legisladores provinciales y concejales en el conurbano, la masiva movilización a Plaza de Mayo contra el ajuste y el acuerdo con el FMI, y la intervención en cada lucha obrera y popular, están llamadas a forjar la alternativa política capaz de imponer el gobierno de los trabajadores y la pelea por el socialismo en los próximos “argentinazos”.

Escribe Francisco Moreira

Durante el Argentinazo hubo un gran ausente: el movimiento obrero organizado. Esto no se debió a la falta de disposición para la lucha de las bases, sino a la traición de las burocracias de la CGT y la CTA. Mientras miles de trabajadores ganaban las calles junto a los desocupados y la clase media, la CGT, por entonces dividida en las conducciones de Héctor Daer y Hugo Moyano, no emitió palabra. Amagaron con realizar un paro, que después levantaron, y se arrojaron a los brazos de los sucesivos gobiernos para frenar las movilizaciones. El odio de los trabajadores se hizo escuchar con el cantito: “¡adónde está, que no se ve, esa traidora CGT!”. Igual actitud asumió la CTA, que el 19 buscó por todos los medios evitar la movilización de estatales, docentes y trabajadores de la salud. Pero, en abierta oposición, nuevos dirigentes gremiales combativos, que habían arrancado seccionales y comisiones internas a la burocracia, se foguearon en aquellas jornadas históricas. Entre ellos se destacaron: la Unión Ferroviaria seccional Oeste, con Rubén “Pollo” Sobrero a la cabeza, Suteba La Matanza y la Cicop (médicos bonaerenses). Hoy, las burocracias traidoras de la CGT y la CTA sostienen un pacto con el gobierno de Alberto y Cristina para aplicar el ajuste y cerrar un acuerdo de entrega con el FMI. Juegan el mismo rol pérfido que durante el Argentinazo, poniendo una losa sobre los trabajadores y aislando a quienes salen a luchar. Por eso hay que fortalecer la pelea por nuevas direcciones sindicales combativas y democráticas, peleando por listas unitarias en las elecciones sindicales, y la coordinación de las luchas junto al Plenario del Sindicalismo Combativo.   

 


Escribe Francisco Moreira

Ramón Puerta, dirigente peronista misionero, quien por entonces comandaba el Senado, recibió la renuncia de De la Rúa y asumió la presidencia por tres días durante el Argentinazo. En una reciente entrevista que concedió al diario Clarín (11/12) expuso la posición que durante aquellas jornadas tuvieron Néstor y Cristina Kirchner: “Cuando renuncia Rodríguez Saá […] se va muy mal y perdemos los legisladores de San Luis. También los de Santa Cruz, porque Néstor Kirchner, al igual que yo, era un gran defensor de Domingo Cavallo, por eso se enoja cuando el Adolfo en la CGT anuncia que rompe el acuerdo con el Fondo Monetario y declara el default, terminando con el 1 a 1. Kirchner y Cristina se van por dos meses y no los vimos más”. La realidad es que los Kirchner apoyaron hasta el final la convertibilidad de Cavallo; ese fue su rol en esas jornadas.



Escribe José Guzman (dirigente de A.V.I.S.A.R y papá de Lucas, asesinado en Cromañón)
 
El próximo 30 de diciembre se cumplirán 17 años de la masacre de Cromañón. Han pasado tantos años y los familiares y sobrevivientes continuamos luchando por justicia, contra la impunidad y contra la corrupción. No nos vamos a rendir, continuaremos exigiendo cárcel para Aníbal Ibarra.

Actualmente reclamamos que se expropie el inmueble sito en la calle Bartolomé Mitre, propiedad de Levy, a quien Larreta le devolvió las llaves. También exigimos que ese espacio sea dedicado a la memoria de todas las víctimas de la impunidad y la corrupción en Argentina.

Reclamamos que se ejecute la totalidad de las indemnizaciones para los familiares de los muertos y sobrevivientes. Hasta del dolor el gobierno saca ventaja: cuando un familiar fallece, se guarda el dinero. ¡No puede pasar! Todas las familias deben cobrar la indemnización.

Le exigimos a Larreta que proteja el santuario de Once, que sufre numerosos ataques.
Una vez más el 30 nos concentramos en el santuario de Cromañón a las 16.

Los esperamos a todos y todas. ¡Los pibes de Cromañón presentes, ahora y siempre!

Publicación de Noticias Perfil del 19/07/2021

Miguel Sorans comandó la Brigada Internacional Simón Bolívar. Sus encuentros con Ortega y el detalle de la guerra civil que hoy cumple 42 años.

Miguel Sorans manotea un pedazo de papel de su bolsillo y escribe a las apuradas: “Adhesión Brigada Simón Bolívar”. La revolución sandinista triunfó hace menos de un día y frente al argentino, de verde oliva de pies a cabeza y con un revólver calibre 32 en la cintura, hay una multitud agitada en la parte oriental de Managua. El plan del joven trotskista es que la milicia internacional que comandó durante la guerra tenga algún reconocimiento público de parte del hombre parado a metros suyo, y por eso le toca el hombro a quien tiene inmediatamente a su derecha en el escenario. La anotación empieza a girar hasta que llega a las manos de Daniel Ortega, el héroe en aquel julio de 1979 para gran parte de la izquierda mundial. Es en ese momento que sucede algo inesperado: el nicaragüense levanta la cabeza, mira a Sorans ¿sorprendido? ¿con desprecio?, hace un bollo con la hoja y la tira. Días después, Sorans y los 200 soldados que viajaron de todo el planeta para apoyar la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza serían echados del país a punta de pistola.

“Esa fue la primera represión de Ortega, que hoy es un dictador”, recuerda Sorans para NOTICIAS, en el día en que se cumplen 42 años desde que triunfó la revolución en la que participó. El militante del Partido Socialista de los Trabajadores, que comandaba Nahuel Moreno, tenía en aquel entonces 32 años y era un prominente delegado sindical. Hay que entender que cuatro décadas atrás el mundo era muy distinto: se acababan de cumplir veinte años desde el triunfo cubano y la sensación de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina no se había disipado ni con el golpe de Videla. Para todos los soñadores del mundo, la bandera a levantar en aquel momento era la de la sandinismo, que venía en abierta lucha contra una dictadura represiva y colonial. “La idea fue repetir la experiencia de las brigadas internacionales durante la Guerra Civil español”, relata Sorans.

Moreno, exiliado en Colombia, fue el que empezó a diseñar un plan para apoyar al sandinismo. Sorans era una pieza clave en ese armado: era de los pocos del PST -partido predilecto como blanco tanto para la Triple A como para la dictadura- que tenía entrenamiento militar y político, y tenía el cuero curtido luego de tres años de vivir en la clandestinidad. Por eso el trotskista salió oculto del país, vía Brasil, y se reencontró con su líder. Después de una semana en Colombia, donde protagonizaron una gran colecta para recaudar fondos (cuenta Sorans que una metralladora M16 o un fusil Garand estaban 250 dólares en el mercado negro) y sumar apoyos públicos, viajaron hasta Costa Rica. Ahí Sorans se convirtió en uno de los tres líderes de un grupo de 80 personas –había nicaragüenses, costaricenses, un alemán y otra argentina, Nora Ciapponi, famosa por ser la primera mujer en llevar la lucha por el aborto legal a una campaña política- que luego se sumaron a la lucha, bajo la bandera de Simón Bolívar. Para el fin de la guerra, la brigada internacional contaría a más de 200 soldados en sus filas y tres muertos en combate.

Noticias: Se jugó la vida saliendo del país y en la guerra. ¿Qué lo movió para ir a luchar en un país que no era el suyo?

Miguel Sorans: Nos movía la solidaridad internacional. En ese momento las dictaduras predominaban, y la posible caída de Somoza era vista como lo que fue, una caída que empezaría a debilitar a todas las otras dictaduras del continente. Y además no fue una decisión sólo personal, fui como parte de una corriente internacional para jugar un papel de organizador de la Brigada. Fue una decisión global de la corriente. Por supuesto que uno duda o tiene miedos, no porque uno es revolucionario deja de tener temores o ignora lo que se juega. Como toda lucha es un riesgo, pero es un riesgo que se toma para hacer un cambio. En este caso logramos ese cambio pero no fue lamentablemente todo lo positivo que nos gustaría y lamentablemente Ortega  dejó de lado aquellas reivindicaciones sociales y políticas por las cuales se hizo la revolución.

Noticias: Usted tenía experiencia política pero hacerse cargo de una milicia en una guerra debe haber tenido sus retos. ¿Qué fue lo más difícil?

Sorans: Lo encaramos desde el punto de vista de que teníamos algo en común, una idea. Obvio que no todo es color de rosas, éramos todos de nacionalidades distintas y algunos con poca experiencia. Hubo detalles pero se trató de que haya una disciplina para el combate y para actuar. A veces teníamos que dormir en condiciones muy malas, la comida era siempre arroz, los mosquitos eran tan grandes que pesaban y a la noche hacían cuarenta grados. La zona a la que fuimos destinados, en Bluefield, al sur de Nicaragua, sólo se accedía por lancha. Además había una pobreza muy grande en el país. Para que te des una idea de las limitaciones materiales, no pudimos hacer muchas fotos porque nos quedamos sin rollo de la cámara rápido y no se podía conseguir uno en toda Nicaragua.

Noticias: ¿Cómo los recibió el pueblo nicaragüense? ¿Y el Frente Sandinista?

Sorans: Ahí vino el contraste. De parte del pueblo la recepción fue excelente. En cambio al sandinismo, a medida que se fue estableciendo, le empieza a caer mal nuestra presencia y nuestras ideas. Después de que triunfe la revolución mucha gente quería retener las armas, y nosotros nos sumamos a ese reclamo.

Et tu. El 19 de julio de 1979 las últimas fuerzas de la Guardia Civil de Ortega se rindieron. Unos días antes la Brigada Simón Bolívar que lideraba Sorans –había otra en el frente sur, donde se dieron los combates más sangrientos- había cumplido con éxito su objetivo y tomado Blufield. “Lo logramos con pocos tiros, la moral del enemigo estaba muy baja y rápidamente nos hicimos con el control de la ciudad y armamos un gobierno asambleario”, dice Sorans.

La popularidad de la Brigada fue tal que antes de que termine julio, una decena de sindicatos -que la propia milicia internacional había ayudado a construir- propuso en un plenario darles la nacionalidad nicaragüense a cada uno de los soldados latinoamericanos. Pero cuando Sorans empezó a escuchar que un pedido se repetía en la radio oficial del sandinismo intuyó que algo andaba mal. “Brigada Simón Bolívar, brigada Simón Bolivar, tienen que presentarse mañana a las 17 en la Comandancia General en Managua”, era el pedido que repetía una y otra vez la emisora.

Hasta ese momento Sorans sólo había visto a Ortega en el acto en que rompió el papel. Ese llamado, luego de ese incidente, no prometía nada bueno. Y no se equivocó: a pesar de que la Brigada llegó al encuentro con seis de los nueve altos comandantes del sandinismo -entre ellos los dos hermanos Ortega- acompañada por una manifestación de apoyo popular de cinco mil personas (en una ciudad que entonces tenía 500 mil habitantes), las cosas se torcieron rápido. La reunión, que había comenzado con cierta tirantez, se terminó de romper cuando Sorans pidió la palabra para comentar que era opinión de la Brigada que Nicaragua debía desconocer la deuda externa. Bayardo Arce, el único comandante de aquel 1979 que hoy sigue al lado de Ortega, le sacó el micrófono, lo cortó en seco y lo trató de iluso. Les prometieron que a los dos días volverían a reunirse para resolver la situación de la Brigada pero todo fue una trampa: cuando Sorans y los suyos volvieron los retuvieron con excusas y finalmente los llevaron al aeropuerto para deportarlos a punta de pistola. “Tuve más miedo ahí que en toda la guerra”, dice el hombre, que al día de hoy es integrante de Izquierda Socialista.

Sorans: No tuve tiempo ni de agarrar mi pasaporte. Nos levantaron a las dos de la mañana, sorpresivamente, y nos cargaron en unos buses sin decirnos adónde íbamos. Pensé que nos iban a liquidar para después decir que había sido una escaramuza.

Noticias: ¿Hasta entonces que visión tenían de Ortega como líder revolucionario?

Sorans: Lo respetábamos por haber dirigido el proceso revolucionario, pero teníamos una diferente concepción política, de hacia dónde tenía que ir a la revolución. Él estaba formado por el castrismo, y con la URSS todavía viva, había un odio al trotskismo, aunque nosotros no los odiábamos a ellos. Esperábamos que el proceso avanzara y que ahí se pudieran subsanar estas diferencias, ellos no creían en profundizar la revolución y nosotros sí.

Noticias: Hoy Nicaragua está sumida en una crisis dictatorial con Ortega, en otro momento revolucionario, al mando. Usted lo miró a los ojos: ¿le sorprende el giro?

Sorans: No, en última instancia el giro actual de Ortega lo podemos encontrar, sin pedantería, en esto trato con la Brigada. Podemos decir que esa fue la primera represión. Apenas lograron el poder Ortega gobernó con Violeta Chamorro, a quien nosotros decíamos que había de sacar del gobierno porque era pro yanqui. Hoy en día Ortega pone a la hija de Chamorro presa acusándola de pro yanqui, fíjate la paradoja. Al no romper, apenas triunfada la revolución, con la burguesía, al pactar con la Iglesia, con los conservadores y con los grandes azucareros, el giro de hoy ya estaba anunciado.

Noticias: ¿Qué desenlace le pronostica?

Sorans: Espero que lo más rápido posible el pueblo nicaragüense lo eche a patadas, podrá durar un tiempo más reprimiendo pero finalmente va a caer. Me interesa dejar bien en claro que es una dictadura, hay sectores de la izquierda que todavía lo defienden pero no, allí no hay socialismo ni gobierno de izquierda. Usa las antiguas banderas del sandinismo y el antimperialismo para gobernar robando y pactando con las grandes mafias empresarias. Va a caer, los pueblos en algún momento se van a rebelar. A Ortega le va a quedar el lugar del traidor en la historia. Las mentiras que nos hizo a nosotros después se las traslado al pueblo nicaragüense.

Noticias: ¿Qué sensación le queda haber participado de una revolución que termina de esta manera? ¿Es frustrante?

Sorans: Frustrante en un sentido que no se logró avanzar habiendo condiciones tan grandes para salir de la miseria y avanzar hacia el socialismo. Eso sí es frustrante, pero por otro lado no, no creo que haya sido en vano lo nuestro, contribuyó a pequeña escala para la tarea de aquel entonces que era que empezaran a caer las dictaduras. Fue un estímulo y una alegría para todos los pueblos del continente.  

Noticias: Pasaron 42 años de la lucha, y, teniendo en cuenta que Nicaragua está como está, ¿su fe revolucionaria sigue intacta?

Sorans: Sí, sigue igual. Este proceso se burocratizó como pasó con la URRSS; por eso nosotros seguimos a Trotsky, que lo echaron por querer luchar por un socialismo con democracia. Seguimos creyendo en el socialismo, sabemos que no es fácil pero que tampoco es una utopía. Y seguimos luchando por eso.

 

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