May 06, 2024 Last Updated 7:23 PM, May 6, 2024

Izquierda Socialista

La gravedad de la crisis del coronavirus y sus consecuencias ha abierto un debate sobre cómo será el mundo luego de la pandemia. Se escriben decenas de artículos. Algunos apuestan a una supuesta vuelta del “rol del estado” y a una mejor “redistribución de la riqueza”. Otros advierten que se podría estar ya en el camino del fortalecimiento del autoritarismo.

Escribe Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT-CI

La gravedad de la crisis no está en discusión. En primer lugar, de la pandemia. Millones de contagiados en 185 países y más de 100 mil muertos. En segundo lugar, las consecuencias sociales sobre los pueblos del mundo son graves, con millones sin trabajo o cobrando salarios reducidos por el rol nefasto de los grandes empresarios y banqueros del mundo. Con millones que no tienen acceso a la comida diaria o al agua para lavarse las manos. La crisis económica y social del capitalismo se va a profundizar. Muchos dicen que la crisis será como el crack capitalista de 1929. Pero en realidad venimos de la crisis del 2007/08 que fue igual o superior a la del ´29. Y ahora la titular del FMI, Kristalina Georgieva, alerta “que el mundo está en una recesión peor que en la crisis de 2008” (Clarín, Argentina, 26/3/20). O sea, que los propios jerarcas del imperialismo mundial nos dicen que ya estamos viviendo la peor crisis de la economía capitalista en toda su historia.  Por primera vez se puede decir que el mundo capitalista está casi parado. Los de arriba nos dicen que es por la pandemia. Si y no. Porque, en realidad, el coronavirus vino a profundizar la crisis de la economía que ya existía. A fines de diciembre del 2019 ya se estaba al borde de una nueva recesión mundial.  

¿Iríamos hacia un mundo mejor?

“Si hay un lado positivo en la pandemia de Covid-19, es que ha inyectado un sentido de unión en las sociedades polarizadas”. Para sorpresa de muchos esto fue dicho en una editorial del periódico británico Financial Times. Tal es el grado de la crisis que algunos voceros del imperialismo buscan dar una versión optimista y “solidaria” del capitalismo. Aseguran que: "La redistribución volverá a estar en la agenda. Los privilegios de los ancianos y ricos en cuestión. Las políticas hasta hace poco consideradas excéntricas, como los impuestos básicos sobre la renta y la riqueza, tendrán que estar en la mezcla" (BAE Negocios 5/4/20). Otros. como Joseph Stiglitz o la economista norteamericana Carmen Reinhart, proponen una “colaboración” de los países ricos” otorgando, por ejemplo, una moratoria de las deudas externas.

Es claro que ante la gravedad de la crisis y las convulsiones sociales que se podrían crear, existen sectores burgueses que proponen algunos paliativos para intentar amortiguar la debacle que se vive. Incluso no podemos descartar que alguna medida excepcional se concrete por la crisis y la presión social. Pero no habrá mejoras de fondo, ni progresos para la clase trabajadora y los sectores populares. Ya se anuncian más de 50 millones de nuevos desocupados en el mundo. El imperialismo y las multinacionales buscarán hacer descargar otra vez la crisis sobre las espaldas de las masas, con nuevos planes de ajuste, saqueo y explotación. El único cambio posible, la única redistribución de la riqueza en favor de los pueblos, vendrá de la lucha por imponer gobiernos de las y los trabajadores en todo el mundo.

¿El peligro de un mundo más autoritario?

En la coyuntura inmediata los gobiernos están aprovechando el tema de la pandemia y la cuarentena para tratar de desmovilizar a las masas. Para esto los gobiernos están apelando a la unidad nacional y, en otros casos, a la militarización de la crisis, agudizando los rasgos autoritarios de muchos regímenes y gobiernos.

La crisis sanitaria agrandó el papel de las fuerzas armadas (reparten comida, instalan hospitales, hacen traslados) y de las policías para el control de las cuarentenas. También ha crecido el control virtual. Se estima que unos 40 países utilizan los sistemas de localización de los móviles y distintas aplicaciones para vigilar las cuarentenas o seguir los movimientos y contactos personales, en China, Hong Kong, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Rusia, Israel, Estados Unidos y muchos países de la Unión Europea. Ocho grandes operadores europeos, entre ellos Telefónica, van a proporcionar a la Comisión Europea datos de la localización de sus clientes de telefonía móvil.

Efectivamente existe el peligro que luego de la pandemia se pretenda utilizar todo esto contra los pueblos que se rebelen o para tratar de evitar que lo hagan. No es una tendencia nueva. Ya antes había avances de gobiernos ultra reaccionarios y autoritarios (Trump, Bolsonaro, Erdogan, Putin, Victor Orbán en Hungría, Nicolás Maduro en Venezuela o el dictador Rodrigo Duterte, de Filipinas). O la represión en Chile de los carabineros sobre las movilizaciones contra Piñera. Pero está por verse si van a predominar los regímenes autoritarios y represivos.  Porque lo que predominaba antes de la crisis del coronavirus era la tendencia a la desestabilización política de los regímenes y gobiernos capitalistas por movilizaciones populares. Al inicio del coronavirus existía una oleada revolucionaria de luchas que estaba conmoviendo al mundo. Parte de esa oleada eran las rebeliones populares en Chile, en Líbano o la huelga obrera de Francia. No parece que haya un retroceso estructural en la disposición a movilizarse, más bien existe un reacomodo coyuntural del movimiento de masas, que se ajusta a la situación de cuarentena para tratar de evitar, lógicamente, el contagio. Por ahora no se producen movilizaciones masivas pero sí huelgas o protestas parciales para reclamar por la seguridad sanitaria frente a la pandemia o contra despidos y rebajas salariales. Pero una vez superado el coronavirus puede haber nuevas movilizaciones o rebeliones populares en muchas partes del mundo contra las consecuencias sociales y económicas de la crisis del coronavirus. Para eso nos preparamos los socialistas revolucionarios.

Los justificados temores de Henry Kissinger

Quien quizás mejor haya reflejado esta posibilidad, de un mundo con nuevas y mayores confrontaciones sociales que cuestionan al sistema capitalista-imperialista, ha sido Henry Kissinger, uno de los referentes históricos del imperialismo.

El ex canciller de Richard Nixon, que inició el acercamiento de la China de Mao al imperialismo yanqui (1972), y que sufrió la derrota de la guerra de Vietnam (1975), publicó una columna de opinión en The Wall Street Journal (5/4/20).

“Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado”, pronosticó. “El desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo”, advirtió.  Kissinger, a los 96 años de edad, mantiene su lucidez en defensa del sistema. Es consciente que los pueblos visualizan la debacle: “se percibirá que las instituciones…han fallado”. Y que el mundo se “podría incendiar”. Por eso en esa misma columna aconseja que se “deberían tratar de mejorar los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables del mundo”.

Su temor, como fiel representante de las oligarquías del mundo, está justificado porque Kissinger sabe de la oleada de rebeliones que se venían dando desde el 2019. Sabe que los pueblos están hartos de los ajustes capitalistas y del crecimiento de la pobreza y de la explotación. Los Kissinger y compañía le temen a ese posible “incendio” de las rebeliones populares. La confrontación social está planteada como una hipótesis basada en la realidad. El mundo post coronavirus será la continuidad agravada de todo lo que conocemos hoy del capitalismo. Por eso desde la UIT-CI hemos convocado “a la más amplia unidad de acción de las organizaciones obreras, populares, de la juventud, del movimiento de mujeres, el movimiento en defensa del ambiente, como de la izquierda anticapitalista y socialista, para coordinar un movimiento de lucha internacional por el plan de emergencia obrero y popular en la perspectiva de la lucha a fondo por terminar con este sistema capitalista-imperialista e imponer gobiernos de la clase trabajadora y el pueblo” (Llamamiento internacional, marzo 2020. www.uit-ci.org). Los cambios sólo podrán venir de la movilización de la clase trabajadora y los pueblos.

14 de abril de 2020

 

Editorial

La pandemia mundial del coronavirus, con sus terribles consecuencias de miles de muertos, hospitales colapsados más la ola de despidos y rebajas salariales para millones de trabajadores en el mundo, es seguida con una enorme preocupación en nuestro país. El cumplimiento del aislamiento ha sido incorporado en la vida de millones de trabajadores y sectores populares como forma de prevenir el contagio para no llegar a las escenas que se viven en Italia, Estados Unidos o Ecuador. Por eso se siguen con atención los consejos de médicos e infectólogos y hay debates sobre si usar o no masivamente los barbijos, mientras se dan peleas todos los días contra las patronales exigiendo insumos básicos para poder prestar servicios esenciales o atender en los hospitales.

En la Argentina estamos en cuarentena y el próximo 13 de abril, el gobierno tiene que decidir cómo continuar. Alberto Fernández ha dicho: “Nunca vamos a terminar la cuarentena, pero podemos flexibilizarla”. Pero detrás de la palabra “flexibilizar” ya se han sumado diez rubros como nuevas actividades “esenciales” a pedido de empresarios y gobernadores. Se llegó al caso de incorporar a la minería como esencial, también a la obra privada de infraestructura energética y al comercio exterior, entre otros. Pero la minería no es esencial, salvo para las ganancias de Barrick y otras multinacionales depredadoras y contaminantes. Tampoco el comercio exterior, seguramente exigido por las grandes exportadoras que hacen negocios en dólares. También se habla de ampliar turnos en las automotrices a pedido de las multinacionales (General Motors, Toyota, Volkswagen, Fiat-Chrysler, Ford, Peugeot-Citröen, Renault). Pero fabricar autos no es ninguna prioridad. Techint, que acaba de ratificar los 1.450 despidos con la complicidad del Ministerio de Trabajo y la conducción burocrática de la Uocra, venía pidiendo que se declaren “esenciales” distintas actividades de su grupo. Está claro que a estos grandes empresarios no les interesa la salud de sus trabajadores ni de la población, sino cómo engordar sus ganancias capitalistas.

El gobierno ha dicho que no van a empezar las clases, ratificando que el pico de la pandemia será en abril o mayo. “No tenemos que echar a perder el esfuerzo que ya se hizo”, señaló. Y puso un ejemplo: “Si a una fábrica entra una persona con coronavirus va a contagiar a todos sus compañeros”. Entonces, si esto es así, debe prorrogar la cuarentena hasta tener la garantía de que el virus no es una amenaza. En Italia hubo huelgas precisamente para que se cierren las fábricas ante la desidia de patronales que obligaban a sus trabajadores a poner en riesgo sus vidas en plena pandemia mortal. Por eso repudiamos que mientras el gobierno dice que “prioriza la salud de los abuelos” haya empujado a un millón de jubiladas y jubilados a romper la cuarentena para poder cobrar.

Sabemos que millones de trabajadores que vienen haciendo un gran esfuerzo por cumplir la cuarentena ante la desesperación de tener que salir a la calle para ganarse el pan o poder pagar la luz o el alquiler, tengan lógicas dudas y se puedan preguntar si no hay que volver a la normalidad. Pero a todos ellos les decimos que es necesario seguir cuidándose. Y, mientras mantenemos el aislamiento, debemos exigirle al gobierno que no ceda a la presión de la gran patronal y que garantice poner toda la plata que haga falta para invertir en salud y los hospitales públicos, haciendo lugar a las innumerables demandas de los profesionales, enfermeras y trabajadores de la salud. También para garantizar la comida (y que no se hagan negociados como acaba de suceder con las compras de fideos y aceite), triplicar los planes sociales, aumentar las jubilaciones, obligar a las empresas a que paguen los salarios y no despidan  y para que se garanticen todos los insumos para seguir ganándole la pelea al coronavirus y enfrentar la crítica situación social.

Izquierda Socialista sostiene que con las medidas del gobierno no alcanza. Por eso hace falta implementar de manera inmediata un fondo de emergencia sobre la base de un fuerte impuesto a los bancos, multinacionales y grandes empresarios y el no pago de la deuda externa. Proponemos, en concreto, un impuesto especial de 10% a la fortuna de los cincuenta millonarios del país (encabezados por Paolo Rocca, de Techint) y a las ganancias de los veinte grupos económicos nacionales y extranjeros (bancos, multinacionales, privatizadas, supermercados, petroleras, laboratorios y exportadoras). Y con la plata del no pago de la deuda se podría duplicar todo lo que dispuso el gobierno para la pandemia y además triplicar los 10.000 pesos asignados a quienes hacen changas, designar los 2.500 profesionales de la salud que pide el gremio Cicop o comprar miles de respiradores y millones de barbijos, entre tantas otras medidas para la emergencia.

Trascendió que diputados nacionales como Máximo Kirchner y Hugo Yasky, de la CTA, estarían estudiando un proyecto de ley para implementar un impuesto a la riqueza de 1,5 por ciento. Nuestra propuesta es de 10% pero, aunque sea de 1,5%, sería un primer paso. Lo fundamental es que estas medidas no deberían demorarse más e implementarse de manera inmediata por decreto de necesidad y urgencia, como se hizo con la prohibición de despidos por sesenta días. El presidente propuso que se debata en el Congreso, que no funciona. Este dinero es urgente. Por nuestra parte, seguiremos insistiendo en que hace falta un fondo de emergencia para que, mientras se sigue garantizando la cuarentena para combatir el coronavirus, se destinen los recursos necesarios para combatir las urgentes necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista en el FIT Unidad

El gobierno acaba de protagonizar un nuevo escándalo que se suma al de los jubilados de la semana pasada. El Ministerio de Desarrollo Social a cargo de Daniel Arroyo hizo compras millonarias de aceite, arroz, azúcar, fideos y lentejas a un 40% superior de los Precios Máximos que acaba de implementar. El mismo gobierno que reclama a la gente que denuncie la suba de precios a través de un 0800 compra con sobreprecios. Desopilante.

Al revelarse el hecho, el ministro Arroyo dijo que no podía hacer otra cosa porque se trató de una licitación. Luego, ante las repreguntas, dijo que se vio obligado porque “los productores se plantaron”. Lo cierto es que el ministerio recibió partidas por 36.688 millones de pesos para la compra de alimentos para los más necesitados y los está usando para beneficiar a empresarios que lucran y especulan con los alimentos. ¡#ConLaComidaNO! Alberto Fernández explicó que se trataba de “bolseros” que tenían larga data haciendo negocios con los distintos gobiernos (antes con la gobernadora Vidal) y que ahora buscaban aprovecharse de la crisis. Habla de “cartelización”, pero no hace nada concreto para combatirla. Solo dijo lo obvio, que de ahora en más las compras deben hacerse en base a los precios máximos. ¿Y el castigo a los empresarios “vivos” que lucran con la pandemia? ¿Por qué no cumple con sus propios precios máximos? ¿Dónde está el combate a los formadores de precios, a los supermercados y laboratorios? ¿Por qué el gobierno no aplica la ley de abastecimiento que dispone fuertes sanciones a las empresas y a sus dueños, incautación de la mercadería y hasta meterlos presos? Hay miles detenidos por violar la cuarentena pero ningún empresario mafioso y corrupto tras las rejas.

Lo sucedido no ha sido un error, fue un acto de corrupción. Ahora rodó la primera cabeza y anularon la licitación. Lo volaron a Gonzalo Calvo, el secretario de Articulación de Política Social que pidió las compras. Calvo ya había sido investigado por corrupción hace un año mientras era funcionario de la Municipalidad de Almirante Brown. Fue filmado por una cámara oculta donde le pedía coimas a una empresa de seguridad privada. El sumario se cerró por falta de pruebas. Calvo también había trabajado en el Ministerio de Desarrollo Social en la gestión de Alicia Kirchner, igual que la actual secretaria de Gestión Administrativa del actual ministerio de Arroyo, Cecilia María Lavot (abogada y ex apoderada de la agrupación kirchnerista Kolina).

¿Es sólo responsable Calvo? ¿Y los funcionarios que quedan? ¿Y el ministro Arroyo? "Yo creo en la honestidad de Daniel Arroyo que eligió alimentar a la gente", dijo el presidente, deslindando a su vez de su propia responsabilidad política.

Queda por determinar si hay más funcionarios involucrados (casi seguro) y su vinculación con las empresas proveedoras. Por estas horas vuelven a la memoria los hechos de corrupción bajo el kirchnerismo, y está en cuestión lo que dijo Alberto Fernández cuando recientemente se comparó con Macri, diciendo que en su gobierno “no hay corruptos ni privilegiados”. Con este grave hecho se diluye la imagen que quiere instalar el peronismo del Frente de Todos de que está con los más vulnerables y no tiene manchas. ¡Todos los corruptos tienen que ir presos!

 


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo por Izquierda Socialista/FIT Unidad

Lo que están haciendo el gobierno y los bancos con los jubilados es directamente criminal. Por eso ha generado una enorme indignación popular. La bronca se expresó con los lemas #ConLosJubiladosNo y #OtraVezSeLaAgarranConLosJubilados. Al presidente Alberto Fernández, que venía ascendiendo en la aceptación popular, con este grave hecho se le está desdibujando la aureola de que “viene haciendo todo lo posible” ante la crisis del coronavirus.

Un millón de jubilados fueron obligados a romper la cuarentena. Se expresó así un enorme desprecio, desidia e improvisación por parte del gobierno. Los infectólogos señalan que “estuvieron en peligro” (de contagiarse y ser posibles víctimas), o sea, se jugó con la vida de nuestros ancianos.

Después de veinte días de cierre de bancos y sin poder cobrar aún el mes de marzo, fueron empujados a salir a la calle junto con otros beneficiarios de planes sociales (embarazadas o de la asignación por hijo, por ejemplo). Ver colas de varias cuadras con gente mayor –incluso muchos obligados a acampar desde la noche anterior– para ganarse un lugar y poder cobrar es directamente triste y lamentable.

Ahora se pasan la pelota entre funcionarios del gobierno y los bancos para evadir su responsabilidad. ¡Todos son responsables y el gobierno es el mayor! “No esperábamos tanta afluencia de público”, dijo Alejandro Vanoli, titular de la Anses y ex presidente del Banco Central de Cristina Kirchner, uno de sus niños mimados. Miguel Pesce, presidente del Banco Central, dijo que fue una “situación inédita”. ¿Pero no sabían que la reapertura de los bancos tras dos semanas de cierre en medio del hambre y la pobreza iba a generar estas aglomeraciones? ¿Dónde estuvo el plan previo para prevenirlo? Esto mismo ya había ocurrido en el verano con 40 grados de temperatura para cobrar los bonos de diciembre, y se volvió a ver la semana pasada cuando tuvieron que cobrar otros sectores.

Hay solo una sucursal bancaria cada 5.200 jubilados. ¿Por qué no se abrieron más? ¿Por qué no se obligó a todos los bancos a pagarles a los jubilados, más allá de que tengan o no cuenta en la entidad? “No todas están interesadas en pagar a los jubilados”, se dice. Precisamente porque esto implica más inversión, más empleados, algo que los bancos no están dispuestos a brindar, con la complicidad del gobierno. Son los mismos bancos que vienen haciendo fortunas, ahora con el Frente de Todos y antes con Macri, el peronismo kirchnerista y todos los gobiernos anteriores. Los que se vienen llevando sus ganancias “en pala”.

Este hecho muestra también el mar de fondo: la desesperante situación en la que viven millones de jubilados. Dos millones de mayores de 65 años están bajo la línea de pobreza. Tres millones cobran la mínima de $15.892, mientras la canasta de un jubilado está en 40.000 pesos. Es decir, ya vienen siendo un “grupo de riesgo” desde mucho antes, culpa de los recortes de todos los gobiernos.

Macri les robó 100.000 millones de pesos en diciembre de 2017 con la modificación a la ley de movilidad (actualización jubilatoria) provocando un enorme repudio popular frente al Congreso. Y ahora es el gobierno de Alberto Fernández el que recortó una cifra similar con la denominada “ley de emergencia” votada a fin del año pasado. ¿Por qué ocurre esto? Porque el gobierno viene aplicando un ajuste para hacer buena letra con el FMI y pagar la deuda externa. Y este hecho lamentable ocurrió en la misma semana en que el gobierno pagó u$s250 millones por un vencimiento de la deuda usurera, graficando cuál es la prioridad del gobierno.

¡Basta de que sean víctimas nuestros jubilados! ¡Basta de impunidad para los banqueros que siguen haciendo fortunas! ¡Basta de jubilaciones y planes sociales de miseria! Exigimos aumento de emergencia sobre la base del no pago de la deuda y un impuesto especial a los bancos, grandes empresarios y multinacionales para implementar un fondo de emergencia para combatir de verdad la crisis del coronavirus porque las medidas del gobierno claramente no alcanzan.

 

El gobierno de Fernández plantea que cobrará un impuesto especial a las grandes fortunas. El Frente de Todos impulsa en el Congreso, en este sentido, lo que llama el “impuesto Patria”. Le exigimos que lo haga de inmediato. Junto con el no pago de la deuda son las dos grandes fuentes para conformar un fondo de emergencia para atender las consecuencias sanitarias y sociales de la pandemia. 

Escribe José Castillo

Luego de que Techint intentara despedir 1.450 trabajadores, el propio presidente Alberto Fernández salió a cuestionar el accionar de los grandes empresarios ante la crisis: “Los empresarios son miserables y tienen que ganar menos".  

Se prohibieron las suspensiones y los despidos, pero se dejó abierta la posibilidad para que lleven adelante “acuerdos” con la burocracia sindical. Así se terminó habilitando a que Techint termine efectivizando los despidos. Las reducciones salariales se van transformando en algo “común” en muchas empresas. Hay formalmente precios máximos, pero empresas como Coto o Farmacity los burlan impunemente. Los grandes capitalistas de la salud privada aprietan al gobierno y logran, rápidamente, abortar cualquier intento de obligarlos a poner sus clínicas al servicio de la pandemia. Los bancos ni siquiera respetan las tibias indicaciones del Banco Central de prestar a tasas más bajas. Y todos, sin excepción, hacen lobby para que se levante lo más rápido posible la cuarentena: están desesperados por que sus obreros y empleados vuelvan a trabajar para poder así volver a explotarlos aún a costa del riesgo sanitario que implica.  

El gobierno ha anunciado que cobrará un impuesto a las grandes fortunas y ganancias. Máximo Kirchner y Hugo Yasky han dicho que motorizarán un proyecto en ese sentido en el Congreso, cobrando una alícuota a dichas riquezas de entre el 1,25 y el 1,75%, además de un impuesto especial de 10% a las ganancias superiores a 50 millones de pesos. Le exigimos al gobierno que lo ponga en práctica ya mismo.  Que no suceda como con el amague de controlar la salud privada: que lo concreten urgentemente. Porque la plata para enfrentar la crisis es más necesaria que nunca. 

Frente a la emergencia hay que actuar con firmeza. La crisis la deben pagar aquellos que, desde siempre, vienen amasando grandes fortunas. 

Desde Izquierda Socialista afirmamos que está clarísimo a quién se lo debe aplicar. En nuestro país hay cincuenta supermillonarios que, juntos, acumulan una riqueza personal de 70.000 millones de dólares (datos revista Forbes). Si se les impusiera un impuesto especial del 10% a esas fortunas, tendríamos 7.000 millones de dólares (560.000 millones de pesos). 

Las ganancias de los bancos son obscenas, ya en 2018 habían ganado 144.417 millones de pesos. Pero en 2019, con la economía argentina en caída libre, aumentaron a más del doble sus ganancias: 302.863 millones de pesos. 

Techint, la mayor multinacional argentina, que el año pasado facturó en el mundo 18.500 millones de dólares, tuvo la salida miserable de despedir masivamente a sus trabajadores. Las petroleras (Chevron, Panamerican Energy, Pluspetrol, Tecpetrol) vienen saqueando nuestro gas y petróleo y superexplotando a sus trabajadores flexibilizados en Vaca Muerta. Barrick Gold y otras mineras no solo saquean sino que destruyen nuestro ambiente. Las privatizadas siguen gozando de los tarifazos y los subsidios mientras continúan burlándose de los usuarios con servicios de pésima calidad. Los monopolios del agronegocio (Cargill, Vicentín, Cofco, Bunge) hacen millonadas con las exportaciones de soja. Las grandes cadenas de hipermercados (Coto, Carrefour, Cencosud, Wall Mart) abusan de los precios. Las automotrices no esperan un segundo para suspender masivamente y reducir los salarios de sus trabajadores. Las empresas de medicina prepaga, que diariamente estafan a sus clientes, hoy se niegan a perder un peso frente a la pandemia. Un impuesto de 10% a las ganancias de los principales 20 grupos económicos, permitiría recaudar 20.000 mil millones de pesos. Sumando todo ese dinero, el de los impuestos a las grandes fortunas y el de las ganancias de las grandes empresas, se podría duplicar todo lo que hasta ahora puso el gobierno frente a la pandemia: se tendrían 10.000 millones de dólares extra.

Nuestro proyecto, sin duda, plantea cobrarle mucho más a los ricos y las grandes empresas que lo que propone el del gobierno. E identifica de movida quiénes deben ser los que paguen. Pero no queremos hacer una cuestión de números o porcentajes. Lo que le exigimos a Alberto Fernández es que implemente ya mismo ese impuesto del que está hablando. 

Porque están claramente identificados los megamillonarios y las grandes empresas que han hecho fortunas fabulosas a costa de los trabajadores y el saqueo de nuestro país. Todos ellos son los que deben pagar la crisis. A ellos debe imponérseles ese impuesto especial a las ganancias y facturación de los grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, que hacen sus superganancias en nuestro país. Con el impuesto a las grandes fortunas personales y el dinero que se conseguiría por la suspensión del pago de la deuda externa se debería conformar un fondo económico de emergencia que atienda las necesidades sanitarias (compra de respiradores, instalación de nuevos hospitales, contratación de más trabajadores de la salud) y sociales (comida, dinero para los desocupados y aquellos que se quedaron sin ingresos por la pandemia, obra pública para generar trabajo). Así se haría realidad lo que venimos sosteniendo desde el estallido del coronavirus, que la crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores.  

 

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