
Escribe Pilar Barbas, dirigenta de la Juventud de Izquierda Socialista
El debate sobre la reforma laboral impulsada por el gobierno de Javier Milei empezó a hacerse visible. Dicha reforma llega al mismo tiempo que el Indec reporta que la tasa de informalidad laboral entre asalariados alcanzó 37,7% en el segundo trimestre de 2025.
Gran parte de los jóvenes ni siquiera puede acceder a derechos laborales básicos, como vacaciones o aguinaldo. El pluriempleo o las jornadas interminables de doce horas, sumadas al trabajo los fines de semana, se volvieron una nueva normalidad que expresa la profundidad de la crisis que atravesamos.
Entonces, ¿por qué luchar contra la reforma laboral?
El gobierno de Milei, mentiroso y estafador, intenta convencernos de que con esta reforma el mercado ganará “flexibilidad” y saldrá a contratar más empleados y empleadas. Nada más alejado de la realidad. Esta reforma no busca mejorar las condiciones de vida de nadie, sino beneficiar aún más a las patronales, desarmar a los sindicatos y dejar en peores condiciones al conjunto de la clase trabajadora. Pretende más “libertad” para ajustar salarios en los sectores registrados y, por efecto dominó, desplomará todavía más los ingresos de quienes trabajan en la informalidad.
Por eso es fundamental entender que ninguna reforma laboral será buena para lxs trabajadores. Un sector de la clase obrera todavía conserva derechos que no fueron regalos de ningún gobierno ni concesiones patronales: fueron conquistas arrancadas por años de lucha y organización.
Desde los sectores precarizados aún tenemos mucho por conquistar, pero no será a través de esta reforma, sino junto con toda la clase trabajadora, en unidad y en lucha contra ella. Peleando por el pase a planta permanente, el registro de lxs trabajadores y por salarios dignos equivalentes al valor de la canasta familiar, que nos permitan vivir con dignidad.
En contraposición, el Frente de Izquierda presentó un proyecto de ley donde se reconoce la relación laboral de dependencia entre las plataformas digitales y sus trabajadorxs, y establece derechos básicos: jornada máxima de seis horas diarias o treinta semanales, remuneración mínima equivalente al valor de la canasta básica determinada por el Indec, provisión de elementos de seguridad e higiene, vacaciones, licencias, cobertura previsional y derecho a sindicalización. No son “colaboradores independientes”, sino trabajadorxs que producen riqueza bajo relación de dependencia.
Ese es el camino que hay que seguir: no el de la flexibilización y la pérdida de derechos, sino el de su expansión y conquista. La pelea no es sólo defensiva (contra la reforma laboral), sino ofensiva: por un trabajo digno, estable y con derechos para todxs.










