
Escribe José Castillo, dirigente de Izquierda Socialista/FIT-Unidad
El presidente Javier Milei hizo dos viajes al exterior en el último mes y ya suma varias desde que asumió. Aunque aún no visitó la mayoría de las provincias argentinas (y sus breves “caminatas” de pocos metros por Buenos Aires apenas cuentan como actividad pública) volvió a Estados Unidos para intentar reunirse con su referente político, Donald Trump. Esta vez regresó sin la esperada foto con el mandatario, ni con su asesor Scott Bessent, ni con Lionel Messi, otro de los objetivos de su gira.
El presidente habló en el American Business Forum, una reunión empresarial relevante para determinados círculos, pero que no mueve el amperímetro de la política mundial. Dijo lo de siempre: una defensa burda del capitalismo (lo catalogó como “el sistema más eficiente y moral”), autoelogios por lo bien que le fue en la elección y promesas de reformas para que las grandes transnacionales extranjeras aumenten sus superganancias si vienen a invertir a la Argentina. Fue aplaudido por megamillonarios y por cuadros de la ultraderecha trumpista. Lo mismo sucedió en la cena posterior del Comité de Acción Política Conservadora (CPAC) en Mar-a-Lago y en una reunión con directivos de multinacionales en Nueva York, durante el seminario “Nuevas oportunidades de inversión”.
¿Qué ofrece Milei a los yanquis y qué le responden ellos?
Milei llega arrodillado como ningún gobierno en la historia argentina ante el amo yanqui. Se somete incondicionalmente, incluso en los detalles más pequeños, a los deseos de Donald Trump y también de Benjamin Netanyahu, sus dos “socios estratégicos” y “aliados incondicionales”, como él mismo lo ha repetido centenares de veces. ¿Obtuvo algo la Argentina a cambio?
Si la pregunta se dirige al pueblo trabajador argentino, la respuesta es 100% negativa: ni un solo dólar se destinó a resolver problemas acuciantes, como salario, trabajo, salud, educación, vivienda o ciencia y técnica. Más aún: en estos años, varias multinacionales que aplaudían las políticas de Milei cerraron sus plantas en el país y dejaron un tendal de despedidos.
Si el interrogante apunta al propio Milei y a su gobierno, ese alineamiento le sirvió en lo inmediato para “bancar la parada” durante el turno electoral que acaba de culminar. Fue el gobierno de Estados Unidos el que presionó y logró que el FMI autorizara un nuevo préstamo por 20 mil millones de dólares en abril (de los cuales 12 mil millones se enviaron inmediatamente). Y más adelante, en estos últimos dos meses, primero se anunció un swap entre el gobierno de Estados Unidos y nuestro país por 20 mil millones de dólares. Todo se fue en especulación y grandes negocios para los pulpos especuladores, a cambio de una ficticia “estabilidad” preelectoral. Nada gratis, por supuesto: en última instancia todo significó un incremento de la impagable y usurera deuda externa.
Hace pocas semanas se produjo la intervención más escandalosa. Con el confesado objetivo de aumentar las chances electorales de Milei, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, intervino directamente sobre la cotización del dólar en la Argentina, vendiendo 2.100 millones de dólares.
En síntesis: nada, absolutamente nada bueno quedará para el pueblo trabajador como consecuencia de esta entrega absoluta ante el amo yanqui. Todas las políticas del gobierno, incluidas las nuevas iniciativas (como la reforma laboral), están al servicio de ofrecer mano de obra barata, rozando la semiesclavitud, y de entregar recursos para el saqueo. Y, por sobre todo, buscan seguir garantizando los negocios financieros, empezando por el fraude mayor: el pago de la deuda externa. Todo ello bajo el control del amo Trump, su gerente general Scott Bessent, J.P. Morgan y el gran inspector: el Fondo Monetario Internacional.
No hay salida para las y los trabajadores si no enfrentamos todo esto y planteamos un programa alternativo: suspender el pago de la deuda, romper con el FMI y cortar todas las ataduras políticas y económicas que nos atan a Trump y al imperialismo yanqui. Se trata, en definitiva, de luchar por lograr nuestra segunda y definitiva independencia.










