Escribe Agustín Blanco
El gobierno nacional está hundido en una crisis política que se agrava día tras día. Los escándalos de corrupción, el desgaste de su discurso y el creciente malestar social marcan el declive de la ilusión libertaria.
El caso que involucra a José Luis Espert (uno de los principales aliados de Javier Milei) expuso los vínculos entre la fuerza oficialista y los negocios turbios del poder económico. Lo que el propio presidente llamó “la casta” ahora tiene rostro en su propio espacio.
Sin embargo, lo que está en crisis es un proyecto político que prometió libertad y terminó profundizando la dependencia, la represión y la pobreza. Con un gobierno al servicio de los grandes empresarios, el ajuste y la entrega son las únicas políticas que sostienen una gestión cada vez más aislada.
Un presidente fuera de la realidad
Mientras la inflación pulveriza salarios y crece la pobreza, Milei actúa como si el país fuera un escenario de ficción. Su última aparición pública (un acto de autocelebración con tintes de espectáculo) mostró a un presidente ensimismado, ajeno al derrumbe social y político que lo rodea. Lejos de responder a las necesidades del pueblo trabajador, dedica su energía a cultivar su figura mesiánica y a atacar a cualquiera que cuestione su autoridad.
Esa desconexión con la realidad es la expresión de un modelo que necesita distraer y polarizar para sostener el superajuste. Mientras los medios repiten su show, la motosierra pretende avanzar sobre los derechos laborales, la salud y la educación pública.
El peronismo no es solución
El gobierno ya recibió una paliza en la elección bonaerense del 7 de septiembre, pero insiste con más ajuste y entrega. Frente a eso, el peronismo tampoco representa una alternativa. Fue la propia gestión de Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa la que preparó el terreno para que La Libertad Avanza llegara al poder. Durante años ajustaron para el FMI, congelaron salarios y garantizaron los negocios de los grandes grupos económicos.
Esa política terminó desmovilizando y confundiendo a amplios sectores del pueblo trabajador, que hartos de la frustración con el peronismo votaron a Milei creyendo que representaba un cambio. Hoy las consecuencias las paga toda la clase trabajadora.
Hoy, sectores peronistas intentan reciclarse bajo nuevos nombres como Fuerza Patria, pero detrás de ese barniz se esconde el mismo proyecto que gobernó y dejó mayor pobreza y pérdida del poder adquisitivo. Incluso en las provincias donde el peronismo sigue en el poder, aplica su propio ajuste, paga sueldos de miseria y reprime la protesta. No hay salida en quienes son parte del problema.
Lo nuevo y distinto es la izquierda
En estos casi dos años de gobierno ultraderechista, sólo el Frente de Izquierda Unidad estuvo en todas las luchas: en las calles, en las asambleas, junto a docentes, trabajadores de la salud, jubiladas y jubilados, estudiantes y movimientos de mujeres y disidencias. En el Congreso, sus diputadas y diputados se mantuvieron firmes contra cada ley de ajuste y represión, llevando la voz de la calle al recinto.
La salida es destinar los recursos que hoy se van en deuda y fuga a salarios, salud y educación. Romper con el FMI, nacionalizar la banca y el comercio exterior, y poner la economía bajo control de las y los trabajadores.
El FIT-U es lo único realmente nuevo porque nunca fue parte de los gobiernos que hundieron al país. Ante la crisis de Milei y el descrédito del peronismo, la salida es que gobiernen las y los trabajadores.
Votá Frente de Izquierda Unidad en todo el país
Frente a lo que se viene, es fundamental fortalecer a la única alternativa que defiende a la clase trabajadora, la juventud y las mayorías populares. Se necesitan más bancas en el Congreso para seguir dando esta pelea.
El voto distinto es al Frente de Izquierda Unidad: porque Milei no va más, el peronismo tampoco, y la única salida de fondo es que gobiernen quienes nunca gobernaron: las y los trabajadores.










