Vamos por partes. El gobierno nos dice que “el dólar subió solo”, por efecto del “mercado”. Nos dice que mucha gente cobró el aguinaldo y salió a comprar dólares, que otros lo hicieron para gastarlo en el exterior en las vacaciones de invierno. Algunos analistas, un poquito más serios, ponen el énfasis en que existen especuladores que decidieron que ya ganaron suficiente con las súper tasas de interés en pesos y es hora de volver al dólar para fugar lo que se embolsaron. Otros, le agregan que el problema es que no hay “oferta” (no entran dólares) porque los monopolios sojeros no quieren exportar y guardan la cosecha en silobolsas a la espera de que suba la divisa verde. No faltan los que “explican” la suba del dólar por la “incertidumbre” electoral.
Como todo en la vida, hay un poquito de verdad en cada una de estas cosas, pero ninguna explica de fondo lo que pasó: el dólar subió porque el gobierno lo dejó subir. El gobierno de Macri, y el Banco Central de Sturzenegger, en particular, tienen en sus reservas 47.700 millones de dólares. Casi diariamente reciben además miles de millones de dólares por el fenomenal endeudamiento al que están sometiendo a nuestro país. En concreto, tenían dólares de sobra para salir a ofrecer y parar la corrida, si querían. Era obvio que no. Dejaron hacer. Para beneficiar a los especuladores que fugaban, y a los monopolios exportadores que pedían un dólar más alto. Ahí está la respuesta a “por qué subió el dólar”. Y de paso a la pregunta de quién se benefició en concreto.
Pero vamos ahora al campo de los “perdedores”. Hay uno en concreto: los trabajadores, que verán cómo sus salarios se siguen pulverizando por la inflación. Porque a una suba de precios que no cesa, y que se concentra en los productos de primera necesidad (alimentos, bebidas, artículos de limpieza) le van “a pegar” en el próximo mes todas las subas que se desprenderán de esta devaluación. Ya tenemos la primera: Aranguren, siempre rápido para responder a las demandas de las petroleras y gasíferas, se apuró a autorizar la suba de las naftas y el gasoil. Sabemos cómo sigue esto: en las próximas semanas, montones de empresas anunciarán que deberán subir sus precios porque “le aumentaron los costos”. De hecho, ya las grandes empresas monopólicas de alimentos le están anticipando listas a los supermercados con aumentos de 10% promedio para todos los productos de primera necesidad.
Las conclusiones son clarísimas: a los trabajadores no nos sirven ni un dólar “barato” ni un “dólar caro”. En ambos casos, las patronales y los especuladores se quedan con las ganancias que puedan surgir. Y nosotros, como siempre, pagamos las consecuencias. La realidad es que ya perdimos el 10% del poder adquisitivo en 2016 y vamos a un 2017 donde la inflación se terminará comiendo todos los acuerdos salariales. Con la excusa del dólar barato y la “ola de importaciones” se echan trabajadores. Con la del dólar alto, que no dan los costos, y también se los echa. Con ambas, se dice que entonces “no hay plata” y se niegan aumentos salariales.
En lo inmediato, tenemos que exigir que los trabajadores no paguemos esta corrida. Hay que exigir un salario mínimo igual a la canasta familiar, ajustado mensualmente por el aumento del costo de vida de los trabajadores. Y, como medidas de fondo, para salir de esta trampa donde los buitres ganan pasándose de la súper tasa de interés al dólar y viceversa, y los monopolios exportadores especulan con más devaluaciones, planteamos nacionalización de la banca y del comercio exterior para que las divisas que se consigan y el ahorro popular sean volcados realmente a resolver las necesidades populares. Estas medidas, junto con dejar de pagar la deuda externa, proveerán los recursos necesarios para generar trabajo, salario, salud, educación y vivienda para todos.