El gobierno libio, proimperialista, no logró recuperar los puertos. Y en los últimos días firmó un acuerdo donde se compromete a no iniciar acciones judiciales a las milicias ni tomar otro tipo de represalias. No se difundió el contenido económico del acuerdo. Los rebeldes reclaman que un 15% de los ingresos queden en la región. Al día siguiente del pacto renunció el primer ministro Al Zani, alegando no tener poder.

Contra los análisis de sectores “izquierdistas” castristas o chavistas, admiradores del dictador Kadafi, que decían que su caída, hace dos años, “benefició al imperialismo”, es al revés. El país tiene hoy un gobierno proimperialista, pero sin poder. Lo sucedido con la ocupación de los puertos de hecho frenó el saqueo imperialista (una de las compañías paralizadas es Repsol). Y ahora sólo podrán reanudar embarques a cambio de fuertes concesiones económicas a la región de Cirenaica. Es decir, aunque no hay una dirección revolucionaria, la insurrección contra Kadafi y la caída de la dictadura, dejó milicias armadas con dominio territorial.

El reclamo principal es que las petroleras extranjeras no se sigan llevando el petróleo sin dejar beneficios para el pueblo. Este es el conflicto actual. Partiendo de este legítimo reclamo, los revolucionarios tenemos que explicar que el acuerdo logrado será inestable, que el imperialismo y su gobierno títere lo incumplirán en cuanto puedan, y que la única solución de fondo es la expulsión de las empresas petroleras imperialistas, la nacionalización 100% del petróleo y un gobierno de las organizaciones populares y obreras que pueda utilizar esta inmensa riqueza petrolera para industrializar el país y mejorar la situación del pueblo.

M.L.