Con la pandemia del Covid-19 y la crisis económica capitalista crece la cantidad de personas pobres en el mundo, dentro de las cuales las mujeres somos mayoría, produciendo un crecimiento de las desigualdades de género. El capitalismo muestra su cara patriarcal: la feminización de la pobreza.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/FIT Unidad
Más que nunca, hoy con la crisis las mujeres trabajadoras y de los sectores populares estamos siendo afectadas, engrosando las filas de personas desocupadas y arrojando a la miseria creciente a millones de mujeres, niñas, niños y disidencias. La pandemia actual no solo muestra el crecimiento de la violencia de género, sino que una vez más desenmascara la combinación de opresión patriarcal y explotación capitalista sobre nuestro género.
La pobreza no se mide solo en la escasez de ingresos sino que se puede observar desde varias dimensiones, por eso ahora se habla de pobreza multidimensional. La misma refiere a la falta de educación, salud, trabajo, seguridad social, entre otras carencias que afectan al nivel de vida en general. ¿Pero por qué hablamos de feminización de la pobreza? Si miramos los ingresos, en el mundo las mujeres ganamos un 23% menos que los varones, de acuerdo a la brecha salarial. En el mercado laboral la discriminación hace que las mujeres accedamos a los puestos más precarizados y peor pagos. A su vez, somos las primeras despedidas en épocas de crisis y aportamos el mayor número de desocupadas.
En cuanto al acceso a la educación, también corremos por detrás de los varones. En todo el mundo, el 80% de las mujeres adultas sabe leer y escribir (entre los varones el 90%), pero cuando se mira a los países menos desarrollados, sólo el 51% de las mujeres está alfabetizada, según datos que publicó la ONU en 2015. El informe relata que las causas del abandono escolar son varias: los matrimonios a temprana edad, el trabajo doméstico y el embarazo adolescente, entre otras.
La discriminación condicionada por factores socioculturales también interfiere en el acceso a la salud de mujeres, niñes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así, por ejemplo, las mujeres y niñes son más vulnerables al VIH/SIDA. Por supuesto, hay situaciones que son exclusivas de las mujeres y personas con posibilidad de gestar y son quienes experimentan sus repercusiones negativas (como el embarazo y el parto). Se estima que cada año mueren 2,8 millones de embarazadas y recién nacidos, es decir, uno cada once segundos, la mayoría por causas prevenibles.
El conocimiento de las estadísticas feminizadas y que se visibilice nuestra situación se da gracias a las luchas feministas en el mundo. Desde Isadora denunciamos la hipocresía con la que los gobiernos capitalistas hablan sobre las desigualdades de género, cuando son sus políticas de ajuste responsables de que se profundice este fenómeno.
La igualdad en la pobreza y en la explotación no es nuestro horizonte
En el mundo las 2.153 personas más ricas poseen una riqueza equivalente a la de 4.600 millones de personas, es decir, el 60% de la población mundial, según el informe anual de Oxfam. El estudio también dice que la desigualdad social es sexista y, por ejemplo, los veintidós hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que toda la población femenina de África.
El sistema capitalista patriarcal obliga a que cada noche unas 821 millones de personas se vayan a dormir con hambre (la mayoría, mujeres y niñas) y que por el crecimiento de la pobreza y el hambre podrían morir 300.000 personas por día. Esta desigualdad social va en aumento y, en pleno siglo XXI, con una pandemia en curso, hay 2.100 millones de personas que no acceden al agua potable. Estas cifras por sí solas demuestran que este sistema no es viable porque ya no tiene nada que ofrecernos, solo miseria, explotación y opresión para las mayorías, quienes somos parte de la clase trabajadora y de los sectores populares.
Desde Isadora luchamos contra todos los gobiernos porque con sus políticas favorecen siempre al mismo puñado de ricos multimillonarios y al sistema capitalista patriarcal. Y desde nuestro feminismo, que es socialista, peleamos para transformar la sociedad y organizarla sobre la base de las necesidades de toda la humanidad, es decir, luchamos por el socialismo mundial. Es la hora de organizarnos para transformarlo todo y que el capitalismo y el patriarcado caigan juntos.
Durante la cuarentena, la organización de los hogares colapsó. El cuidado de niños y niñas en las casas, hacer la comida, pensar juegos para que no se aburran tanto y ayudarlos con la tarea escolar es un desgaste tremendo que recae mayoritariamente sobre las mujeres. Por supuesto que no empezó con el aislamiento, pero puso al descubierto las desigualdades que ya existían en relación con el trabajo reproductivo y que desde el feminismo venimos alertando.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/Frente de Izquierda Unidad
Comencemos por definir qué es el trabajo reproductivo. Es aquel que engloba las tareas necesarias para garantizar el cuidado, bienestar y supervivencia de todas las personas. Este trabajo abarca desde la reproducción biológica, la gestación, el parto y la lactancia, hasta la reproducción social: mantenimiento del hogar, hábitos y normas que incluyen la crianza, la educación, la alimentación, etcétera. Esta tarea sumamente necesaria para vivir en sociedad actualmente está feminizada, es decir que la realizan mayoritariamente mujeres producto de la división sexual patriarcal del trabajo, de la cual el capitalismo se aprovecha para usufructuar mayores ganancias.
Veamos algunos datos que aporta el Indec con la Encuesta sobre el Trabajo No Remunerado y el Uso del Tiempo que se realizó en 2013 (único documento oficial que existe). Entre otras cosas, se mide la cantidad de horas que le dedican varones y mujeres a las tareas dentro del hogar y no remuneradas, que incluyen quehaceres domésticos, apoyo escolar y cuidado de personas. Los resultados establecen que, en promedio, los varones le dedican dos horas diarias a estas tareas, mientras que las mujeres, seis. Lo primero para resaltar de la encuesta es que las mujeres tenemos cuatro horas menos por día que los varones para estudiar, trabajar fuera del hogar o para hacer alguna actividad recreativa. En definitiva, tenemos menos tiempo libre. Lo segundo, es que las mujeres estamos realizando un trabajo que nos insume seis horas diarias y nadie nos está pagando por ello.
Ahora bien, si le asignáramos un valor monetario a este trabajo reproductivo, ¿cuánto deberíamos cobrar? Es una incógnita, pero se puede calcular un estimativo en nuestro país, de acuerdo a lo que establece la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares (Cntcp) para estas tareas. Según la Cntcp, el valor por hora que deben cobrar quienes se dedican al cuidado de otras personas es de 150 pesos y, para quienes realicen tareas generales como limpieza, lavado o cocina es de 139 pesos por hora (datos actualizados a marzo 2020, según el Boletín Oficial). Entonces, un cálculo rápido nos da que en promedio deberíamos cobrar como mínimo 26.000 pesos por mes por realizar estas tareas, cuenta que demuestra la tremenda precarización y mal paga que sufren las trabajadoras domésticas, que en el país son el 95% mujeres.
¿Pero por qué no nos pagan? Básicamente, porque vivimos en un sistema capitalista patriarcal que busca obtener ganancias de prácticamente todo y por ello nos inculcaron por medio de todas las instituciones (iglesias, medios de comunicación, escuelas, etcétera) que estas tareas las debemos hacer las mujeres por amor y no por un salario. Así, los gobiernos de todo el mundo se están ahorrando unos cuantos billetes. Por ejemplo, en la Argentina el equivalente al 125% del PBI de la industria manufacturera, según el Centro de Estudios Atenea (BAENegocios, 19/4/2020). Desde Isadora e Izquierda Socialista, como parte del movimiento feminista peleamos desde hace años para que estas tareas sean reconocidas como trabajo y, por lo tanto, remunerado con un salario igual a la canasta familiar.
En este contexto de pandemia mundial las mujeres estamos garantizando nuestro cuidado y el de todas las personas que conviven en el hogar, lo hacemos gratuitamente e incluso a costa de nuestra salud sin ningún tipo de ayuda ni acompañamiento estatal. Por eso exigimos una cuarentena con derechos: sin despidos, sin suspensiones, sin rebaja salarial y con licencias pagas para las madres y padres que tengan a su cargo hijos, hijas y adultos mayores.
Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia aumentan la desigualdad de género. Desde ya que estas diferencias son anteriores a la aparición del Covid-19, pero en este contexto se profundizan. Las mujeres que somos las más pobres entre los pobres estamos sufriendo una mayor precarización de nuestra vida. La informalidad de nuestros trabajos hace que seamos las primeras despedidas y las jefas de los hogares más humildes.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/FIT Unidad
Empecemos por recordar algunos datos que marcan la brecha salarial entre los géneros. Según la ONU (2017), “las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que gana un hombre”, es decir 23% menos. Estos datos son a escala global, pero si los analizamos por regiones la desigualdad se profundiza. En la Argentina la brecha salarial alcanza a 27%, pero aumenta a 36% si se considera el trabajo informal. ¿Por qué sucede esto? Porque en el mercado laboral los puestos destinados para nosotras son los más precarios, informales y, por lo tanto, los peor pagos.
Sí, aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI hay algunos trabajos que son considerados masculinos y otros, femeninos, ligados a los estereotipos de géneros. Así es que se asocia el hombre con la fuerza y la productividad, mientras que a la mujer con las tareas domésticas y de cuidado. Esto lleva a que haya ramas de la economía feminizadas, como las áreas de limpieza, salud y educación. Por ejemplo, en nuestro país casi el 60% de las trabajadoras registradas figuran en estos tres sectores cobrando los salarios más bajos.
De acuerdo con los últimos datos publicados del Indec, el 35,5% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza (diciembre 2019). En esa franja la mayoría son mujeres. Quienes están a cargo de estos hogares trabajan limpiando casas, haciendo changas o vendiendo en la calle, pero desde que comenzó la cuarentena dejaron de hacerlo y, como consecuencia, aumentó su miseria. Por eso son más las personas que asisten a los comedores sociales en busca de la vianda de comida. El subsidio de 10.000 pesos (si tuviste la suerte de que te lo den) no alcanza. Estamos ante un verdadero drama social que expone aún más a las mujeres que están a cargo de los hogares más humildes.
Otro tanto ocurre con las trabajadoras de la salud, monotributistas y precarizadas, que deben hacer guardias extenuantes para poder llegar a fin de mes. En el mundo el 85% de los puestos de enfermería están ocupados por mujeres. El contacto con personas contagiadas, su atención, y sin la protección necesaria, hace que estén en peligro. Además son la mayoría de quienes trabajan en geriátricos y residencias para ancianos. Muchas también son madres y, a la vez, cuidadoras de otros miembros de su familia.
Una vez más somos las trabajadoras quienes nos encontramos expuestas y desprotegidas ante esta situación que profundiza la desigualdad preexistente a la pandemia. Necesitamos una cuarentena sin despidos ni suspensiones, sin rebaja salarial y un subsidio –que cubra la canasta básica– para quienes lo soliciten, sin ningún tipo de restricción. El próximo viernes a las 17 el FIT-Unidad realizará un acto virtual por el Día Internacional de lxs Trabajadorxs. Desde Isadora te invitamos a participar a través de las redes de Izquierda Socialista y que conozcas lo que #LaIzquierdaPropone para que la crisis la paguen los capitalistas.
Anisa Favoretti, nuestra compañera referente de Isadora en Santiago del Estero, nos envió el 16 de abril el comunicado que redactó la Coordinadora por la Aparición con Vida de Priscila Martínez, integrada por organizaciones de mujeres de la zona. El texto empezaba con el peor anuncio: “Con gran dolor confirmamos la noticia del femicidio de Priscila”. Bronca, mucha bronca y más bronca nos dio porque hacía menos de veinticuatro horas que nos habíamos enterado de otros dos femicidios: el de Camila Tarocco en Moreno, y el de Jésica Minaglia en Santa Cruz. Rápidamente convocamos al #ViernesDeFuria en las redes exigiendo que se declare la emergencia en violencia de género ya.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/FIT
¿Por qué reclamamos esto? Simplemente porque nos están matando y lo hacen a diario. Con la movilización logramos imponer que ya no se hable de “crímenes pasionales” y que se reconozcan como lo que son: femicidios. A pesar de que aún no existe ningún organismo oficial que lleve un registro unificado, distintos observatorios ligados a organizaciones feministas hacen un seguimiento de los casos.
En los últimos años distintos gobiernos provinciales, tomando esos datos como referencia, fueron declarando la emergencia en violencia de género. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires en el año 2012 se declaró por dos años (ley 14.407) y luego se extendió hasta 2016. En Salta se estableció mediante el decreto 2.654 en el año 2014. En Chaco, también por dos años desde junio de 2019, y así en varias provincias más. Pero estos proyectos fracasaron en sus intenciones porque no fueron acompañados con presupuestos acordes para sostener la estructura que se requiere para garantizar los derechos de las víctimas.
Las personas que sufren diferentes formas de violencia necesitan asistencia y acompañamiento por parte del Estado para poder salir de esa situación. Lo primero y básico es garantizar la posibilidad efectiva de denunciar cuando van a la comisaría o al juzgado, ser escuchadas y que se arbitren las medidas necesarias para separar al agresor del lugar donde conviven. Luego, que se le dé prioridad a la causa por su urgencia y se les otorgue patrocinio legal gratuito para que las causas avancen, reclamo que está legislado pero que no se implementa. Recordemos que, en la mayoría de los casos de femicidio, se habían realizado denuncias previas.
Además, es muy importante el acompañamiento psicológico inmediato con perspectiva de género para garantizar la estabilidad y el bienestar emocional de las mujeres y de las demás personas que también fueron víctimas. Los refugios transitorios son necesarios cuando se corre peligro de vida, pero no alcanzan. Es clave garantizar también una vivienda para ellas y sus hijes y un subsidio económico sobre la base de la canasta básica, pues sin acompañamiento, vivienda y sustento económico es muy difícil salir del círculo de la violencia.
Estas medidas urgentes son necesarias para acompañar a quienes sufren violencia de género y ayudarlas a salir de esta traumática situación. El presupuesto actual, heredado de la gestión de Macri, que destina 11 pesos por mujer por año para combatir la violencia de género no alcanza. Por eso, insistimos que se necesita declarar la emergencia nacional en violencia de género con una asignación económica acorde. Estas medidas básicas de acompañamiento a las víctimas se pueden garantizar con un impuesto especial a las grandes fortunas, dejando de subsidiar a la Iglesia Católica y no pagando la deuda externa.
En el marco de la pandemia mundial por el coronavirus, desde el movimiento feminista venimos exigiendo soluciones urgentes para nuestros reclamos que, por supuesto, no empezaron con ella, sino que tienen que ver con un sistema capitalista y patriarcal que nos ubica como ciudadanas de segunda, es decir con menos derechos que los varones. Además de los problemas económicos con los que cargamos por ser las jefas de los hogares más humildes se nos suma el estar condenadas a sufrir todo tipo de violencias.
Escribe Mercedes Trimarchi, diputada bonaerense Izquierda Socialista/FIT Unidad
En el mundo del trabajo, a la precarización e informalidad laboral se les suma la discriminación y que solo accedemos a los puestos peores pagos. Además, recaen sobre nosotras, casi de manera exclusiva, las tareas de cuidado y limpieza dentro de la casa.
Al ser las jefas de los hogares más pobres debemos realizar malabares para poder hacer la comida, por ejemplo, ya que los precios de los alimentos aumentan casi a diario y nadie los controla. Es más, los 10.000 pesos del ingreso familiar de emergencia (IFE), si tuviste la "suerte" de salir asignada, no alcanzan para cubrir los gastos mínimos, y menos si siguen subiendo los precios de los alimentos. Necesitamos un bono de 30.000 pesos y que sea para toda aquella persona que lo solicite, sin discriminación.
La violencia de género no cesa
En plena cuarentena, los femicidios siguieron y, desde el 20 de marzo (inicio del aislamiento obligatorio) hubo dieciocho, según la organización civil "Ahora que sí nos ven" que, por supuesto, se cometieron en su mayoría en la vivienda de la víctima. Que el encierro y aislamiento aumentan la violencia de género no es ninguna novedad. Es más, hasta la ONU alertó sobre esta situación y les sugirió a los gobernantes que tomen medidas al respecto. Sin embargo, poco se está haciendo.
La semana pasada la ministra Elizabeth Gómez Alcorta, en una videoconferencia con senadoras, confirmó que desde el inicio de la cuarentena se incrementaron 39% las llamadas para denunciar situaciones de violencia de género. Pero lo que no dijo es que las condiciones de trabajo de las operadoras que atienden esas llamadas son pésimas. Es más, están teniendo una sobrecarga de tareas sin precedentes que ni siquiera van a cobrar, porque su contrato temporal y precario no considera las horas extras. Es urgente que pasen a planta permanente y que se nombren más operadoras para hacerle frente a esta situación como paso número uno para atender todas las denuncias.
A la vez, frente al aumento de los casos, es necesario que se declare la emergencia nacional en violencia de género con presupuesto para combatirla porque, evidentemente, con el presupuesto de 11 pesos por mujer por año, que viene de la gestión Macri, no alcanza. Si de verdad se quiere erradicar la violencia machista se necesita una partida presupuestaria extra que salga del no pago de la deuda externa y de impuestos a los bancos, las multinacionales y las grandes fortunas del país, que se deben aplicar ahora. Es por la vida y la salud de las mujeres.