May 18, 2024 Last Updated 12:25 PM, May 18, 2024

Izquierda Socialista

Esta es la primera nota de una serie que iremos publicando sobre el peronismo. En la década del ’40, un movimiento nacionalista burgués ganará a la mayoría de la clase trabajadora. Sus consignas de “independencia económica”, “justicia social” y “soberanía política” marcarán un enfrentamiento limitado contra el ascendente imperialismo yanqui. Sin embargo, los límites de ese primer peronismo saldrán claramente a la luz cuando Perón renuncie sin resistir al golpe gorila de 1955.

Escribe José Castillo

El entonces coronel Juan Domingo Perón pasó a ser conocido por los trabajadores a partir de su ascenso al cargo de Secretario de Trabajo y Previsión del gobierno militar surgido tras el golpe de 1943. Otorgando numerosas conquistas y laudando a favor de los obreros, se ganó rápidamente la simpatía del movimiento obrero. Pero, al mismo tiempo, siempre dejó en claro los límites: “No encontrarán ningún defensor más decidido que yo de los capitales”, diría en un famoso discurso ante grandes empresarios, mientras explicaba que su política tenía como objetivo que los obreros no cayeran “en manos comunistas”.

El centro de los roces y enfrentamientos del primer peronista fue contra el ascendente imperialismo yanqui. Perón, apoyándose sobre otros sectores patronales (más vinculados al viejo imperialismo inglés), resistió el embate de los yanquis que, fortalecidos, venían por la semicolonización de todos los países latinoamericanos.

Las medidas de gobierno 1946-1955

La clase trabajadora obtuvo innumerables conquistas, algunas que se afianzaron a partir del período que Perón estuvo al mando de la Secretaría de Trabajo y Previsión y otras que se dieron directamente en su presidencia. Así, la denominada “justicia social” se materializó en el salario mínimo, vital y móvil, el aguinaldo y las vacaciones pagas, el descanso semanal y los feriados obligatorios, la estabilidad y protección contra los despidos, la ley de accidentes de trabajo, el fuero laboral y muchas medidas más. A ello se le sumaron las grandes obras públicas: construcción de viviendas populares, escuelas, hospitales, colonias de vacaciones y hoteles sindicales.

Pero también el primer peronismo, en su enfrentamiento, con sus limitaciones pero real, contra el imperialismo yanqui, desarrolló una serie  de medidas que las podemos ubicar bajo su propio lema de “independencia económica”: nacionalización de la banca, creación del IAPI (que fue en cierta forma una nacionalización parcial del comercio exterior), estatización de varias empresas de servicios (Ferrocarriles, teléfonos, puertos, diques) y creación de otras (Aerolíneas Argentinas, Gas del Estado). Sus acciones expresaron muchas veces “soberanía política” frente a las presiones del imperialismo yanqui. Así, el gobierno peronista reconoció y estableció relaciones diplomáticas con la URSS, se opuso a la creación de la OEA y se negó a entrar al FMI.

Perón pudo hacer todo esto porque la Argentina se encontraba en una coyuntura económica internacional excepcional. Era el país semicolonial más avanzado del mundo. Venía de ser la quinta potencia comercial mundial y salía de la Segunda Guerra Mundial como acreedor de Gran Bretaña y con una enorme acumulación de divisas. Así, ese primer peronismo, sin tocar la propiedad de la tierra ni modificar la estructura oligárquica del país, pudo otorgar todas las conquistas arriba mencionadas.  

Los límites y el golpe del ‘55

Ya a comienzos de la década del 50 habían comenzado los problemas. La situación mundial había cambiado y las patronales ya no querían seguir sosteniendo los salarios y conquistas populares de los años anteriores. Perón trató de recomponer su relación con los yanquis: los apoyó en la guerra de Corea, invitó al hermano del presidente Eisenhower a visitar la Argentina y promovió contratos petroleros con empresas yanquis. A la vez, por medio del “congreso de la productividad” limitó los aumentos salariales, que perdieron poder adquisitivo frente a la inflación.
Pero nada de esto bastó. Los yanquis venían por todo en Latinoamérica. Ya habían derribado a Jacobo Arbenz en Guatemala y las presiones golpistas habían llevado al suicidio a Getulio Vargas en Brasil. No toleraban ningún gobierno con visos de independencia en la región, por más señales negociadoras que diera el peronismo.

Así se llegó al golpe gorila de 1955. Se forjó una alianza reaccionaria entre las patronales, el imperialismo y la Iglesia Católica. Tras hechos terroríficos, como el primer intento de golpe en el mes de junio, con bombardeos sobre la Plaza de Mayo, la clase trabajadora se radicalizó en defensa de Perón. Las movilizaciones y exigencias de “armas para el pueblo” se hicieron masivas. Sin embargo, cuando llegó el segundo y definitivo golpe, en setiembre, Perón decidió renunciar sin resistir. La propia CGT no movió un dedo. Miles de trabajadores, aislados y sin dirección aguantaron varios días en el Gran Buenos Aires y Rosario, pero, sin dirección ni coordinación, fueron aplastados.

¿Por qué Perón no resistió al golpe? Ahí se vieron los límites de ese primer peronismo. Hacerlo hubiera implicado armar milicias obreras, movilizarlas contra las patronales, la Iglesia, el ejército y la armada y poner en juego, ahora sí, la continuidad de la estructura capitalista de nuestro país. Pero Perón y el peronismo, por sobre todo, era un movimiento burgués, patronal, que nunca iba a hacerlo. Los trabajadores pagarían esto con planes de ajuste, represión y entrega en los años siguientes. La Argentina pasaría a ser una semicolonia de los yanquis.

El golpe gorila del ’55 se propuso liquidar las conquistas obreras del peronismo y sus organizaciones sindicales. Por medio de una enorme resistencia, la clase trabajadora argentina resistió a ese intento. Entonces la burguesía, las fuerzas armadas golpistas, los partidos políticos patronales y el imperialismo, cambiaron de estrategia y comenzaron a “integrar” al peronismo al régimen político. Las condiciones económicas internacionales también se habían modificado. Así, el peronismo dejaría de ser aquel movimiento nacionalista burgués, que, con todas sus contradicciones, enfrentaba al imperialismo yanqui y que, apoyado en esa coyuntura internacional excepcional de los ‘40, podía otorgar concesiones importantes a los trabajadores, y pasaría a ser lo que ya es desde hace décadas: un partido político patronal más, que al igual que las otras fuerzas políticas burguesas, lleva adelante las políticas de ajuste, entrega  y saqueo contra el pueblo trabajador.


Conciencia sindical y conciencia política

Los trabajadores argentinos venían reconociendo desde sus orígenes a direcciones de izquierda: anarquistas, socialistas y comunistas. Ya a mediados de la década del ’30, los anarquistas estaban muy debilitados, por lo que la dirección efectiva del movimiento obrero eran el PS y el PC. Pero eran direcciones reformistas y que se terminaron alineando, a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial, con el imperialismo yanqui. Por eso traicionaron innumerables luchas.

Con Perón, los obreros abandonaron a estas direcciones y se hicieron masivamente peronistas. Pasaron a confiar en que sus problemas se resolvían votando a un “patrón bueno”, o a un general. Significó un enorme retroceso político en la conciencia de la clase obrera. Desde entonces, los trabajadores argentinos votan y apoyan mayoritariamente a partidos patronales y no a sus propias organizaciones.

Este retroceso de la conciencia política, sin embargo, se combina con un ascenso de la combatividad sindical. Si bien el peronismo estatizó, burocratizó y regimentó los sindicatos, al mismo tiempo los fortaleció enormemente. El grado de sindicalización de la clase obrera argentina pasó a ser uno de los más altos del mundo. Y, por sobre todo, nacieron las comisiones internas y los cuerpos de delegados, que, más de una vez, se convirtieron en un auténtico “doble poder” en la fábrica, enfrentando a la autoridad del patrón. A partir de ellas, la clase trabajadora llevaría adelante innumerables y heroicas peleas.

Desde 1955, un objetivo principal del imperialismo y el conjunto de la patronal, ha sido destruir esta organización sindical. A pesar de las feroces represiones (incluyendo la de la dictadura militar del ´76) no lo lograron. La clase trabajadora resistió y siguió (y así continúa hasta hoy) peleando contra los planes de ajuste, de entrega o los abusos patronales.
Esta elevada conciencia sindical se combina, así, con una baja conciencia política. Lograr que los combativos trabajadores de nuestro país dejen de votar a partidos patronales como el peronismo, para pasar a apoyar y construir nuevas alternativas políticas de izquierda, para pelear por el gobierno de los trabajadores y el socialismo, es la gran tarea que tenemos pendiente.

Al momento, de escribir esta nota, los casos totales de coronavirus en el planeta llegaban a 90.000, la mayoría en China, y se ha expandido a 72 países. Se dió un primer caso en Argentina. Se debate hasta donde puede llegar esta epidemia y si no se está exagerando en su peligrosidad. Pero hay otros interrogantes tan o más importantes. ¿Está el mundo capitalista y sus gobiernos preparados para responder eficazmente a la emergencia sanitaria? ¿Qué pasa con los sistemas de salud pública en el mundo y en Argentina?  Aquí avanza el dengue y los casos de sarampión.

Escribe Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT (CI)

El impacto mundial de la aparición del coronavirus es innegable. Hasta la economía mundial capitalista se vería afectada. Se discute sobre si hay un pánico exagerado. Hay quienes citan que las muertes por gripe o cáncer son muchas más. Lo cual es cierto. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año entre 290 mil y 650 mil personas fallecen por gripe. También es cierto que la tasa de mortalidad del coronavirus es baja. Por ahora habría 3.000 fallecidos en todo el mundo.

Los socialistas revolucionarios nos ubicamos lejos tanto de los apocalípticos como de los negadores. No somos expertos en ciencia médica. Pero la misma OMS y muchos calificados científicos del mundo señalan que todavía no se puede dar un veredicto final sobre los alcances de este virus. No está confirmado el origen y no hay todavía una vacuna. El jefe de la OMS, Tedros Ghebreyesus dijo, el 12 de febrero, “que esta epidemia puede ir para cualquier dirección”. Fue el anticipo de la posterior expansión mundial.

Pero la cuestión de fondo para los pueblos es ¿Porqué mueren cientos de miles por gripe? ¿Porqué resurgen enfermedades erradicadas como el cólera o el sarampión? ¿Porqué no se detiene la epidemia del ébola en Africa y surgen nuevos virus como el SAR y el coronavirus? Todo esto tiene que ver con lo que es el capitalismo: un sistema injusto, irracional y para los ricos. El caldo de cultivo del crecimiento de las enfermedades es la miseria creciente, el hacinamiento, los cambios ambientales y los sistemas de salud basados en la ganancia del capital privado. Con el coronavirus se puso en evidencia, por ejemplo, la endeblez de la China capitalista. La dictadura del Partido Comunista Chino negó durante un mes la existencia del coronavirus. Censuró y reprimió al médico que hizo el primer alerta. Esa demora facilitó el agravamiento de la epidemia en China y en el mundo.

El pánico entre las masas lo crean los gobiernos capitalistas. Nadie confía en ellos y los sistemas de salud pública que están en crisis en todo el mundo. La política del sistema capitalista-imperialista, empezando por los Estados Unidos, es reducir la salud pública estatal para favorecer el negocio privado de salud y a las multinacionales de la industria farmacéutica. Existe un colapso de la salud pública mundial.

Argentina: rebrote del dengue y del sarampión

Argentina es parte de ese colapso. El sistema de salud público padece una crisis creciente, evidenciada por los constantes reclamos populares y de los trabajadores del sector.
Se ha producido el primer caso de coronavirus y el país está gravemente afectado por un rebrote de dengue. En el marco de una expansión del dengue en Paraguay con 90 mil casos y cerca de 20 muertos. En el país se han confirmado unos 900 casos. En la ciudad de Buenos Aires creció a 165. En provincia de Buenos Aires hubo dos muertos por dengue. Además existen 1.500.000 de enfermos por el mal de Chagas. “Es muy grave el brote de sarampión, si se tiene en cuenta que desde el año 2000 nuestro país no presentaba casos aunque desde agosto último ya se confirmaron 140, de los cuales 138 fueron de transmisión local. Y, si no logramos frenarlo, la Argentina pierde el estatus de país libre de sarampión.” (Jorge Tartagliome, médico cardiólogo, presidente de la Fundación Cardióloga Argentina, Clarín, 29/2/20).

Esto se da en medio del colapso de nuestro sistema de salud pública. Hay servicios cerrados, fuga de profesionales, falta de nombramientos y graves problemas edilicios que ponen en riesgo a pacientes y trabajadores. Existen interminables listas de espera para cirugía, falta de insumos e inseguridad de pacientes y trabajadores.

El deterioro del servicio de salud afecta también al recurso humano. Los y las profesionales de la salud pública padecen salarios ínfimos que los obligan al empleo múltiple. Por otro lado, el alto costo de los remedios, su uso irracional y el monopolio que ejerce la industria farmacéutica privada hace casi imposible el acceso a los mismos.

La responsabilidad de este creciente deterioro de la salud pública estatal está en los gobiernos de turno que han tenido el objetivo de desentenderse del sistema de salud estatal, con el objetivo de fomentar el negocio privado capitalista de la salud. Afectan los presupuestos de salud para seguir pagando la deuda externa.

Está claro que el gobierno de Macri profundizó el ajuste en salud pero durante los doce años de gobierno peronista kirchnerista también se mantuvo la crisis de la salud pública. Y nada indica que el gobierno peronista de Alberto Fernández vaya a cambiar nada de fondo.  

Se debe declarar la emergencia sanitaria ante el brote de dengue, sarampión y por la prevención de llegada del coronavirus. Como lo viene proponiendo Izquierda Socialista y el FIT (en octubre del 2019 la diputada Mónica Schlotthauer presentó un proyecto en defensa de la salud pública), se debe dejar de pagar la deuda externa y volcar fondos urgentes para aumentar sustancialmente el presupuesto de salud (aumento salarial, remedios gratuitos para todos). Mientras se sigue la lucha por un sistema nacional de salud único y estatal, con consultas, tratamientos y medicamentos gratuitos pagados por el estado y administrado por los usuarios, médicos, trabajadores y profesionales del sector.

 

 

Enrique Fernández Chacón con el puño izquierdo en alto recibe el diploma como diputado nacional electo. Como candidato de Uníos en el Frente Amplio obtuvo 130.000 votos, siendo el tercer congresista más votado del país.

Las medidas de seguridad no lograron impedirlas en los alrededores de la Quinta Vergara, sitio donde se realiza el histórico festival de Viña del Mar. Durante su segunda jornada llamada “noche de las mujeres chilenas” se caracterizó por un fuerte reclamo feminista. Entre otros artistas que reivindicaron la lucha popular contra el gobierno de Piñera, la cantante Mon Laferte expresó “Es tan difícil quedarse callada cuando uno lo vivió en carne propia, porque no toda la gente sabe lo que es cagarse de hambre de verdad”.

Todo comenzó el pasado 16 de febrero, la fecha prevista para que el país celebrara sus rutinarias elecciones municipales, una especie de antesala para los comicios presidenciales a mediados de año. Sin embargo, sin que todavía se sepa muy bien los motivos, el sistema “falló” y pocas horas después de que abrieran las mesas electorales, cancelaron la votación.

El anuncio dio paso a un desconcierto casi generalizado y, de forma inesperada, le siguieron las movilizaciones y los cacerolazos. Desde hace casi dos semanas República Dominicana se estremece casi a diario por una ola de manifestaciones que el jueves 27 de febrero desembocaron en una de las más grandes movilizaciones populares de jóvenes de las que se tiene registro en la historia del país.

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