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Geriátricos: una tragedia humanitaria

Publicado en El Socialista N° 457
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Escribe Reynaldo Saccone, ex presidente de la Cicop

Los recientes contagios y fallecimientos ocurridos en geriátricos de todo el país llevaron al primer plano a un sector de la sanidad en gran crecimiento que habitualmente pasa desapercibido: las residencias geriátricas. “Tenemos 150.000 camas y unas 3.800 residencias geriátricas en todo el país, de las cuales solo unas 2.000 tienen papeles en regla. Las personas mayores residentes son las más vulnerables y, además, muchos médicos o empleados trabajan en varios lugares y pueden llevar y traer el virus”, advirtió la semana pasada Eugenio Semino, defensor de la Tercera Edad en la Defensoría del Pueblo porteña. “El geriátrico que está habilitado es una bomba de tiempo a la vista, el que no lo está es una mina subterránea; en ambos casos pueden explotar”.

La muerte de adultos mayores residentes en geriátricos es un problema internacional. La experiencia recogida en China permitió establecer que la mortalidad por coronavirus aumenta con los años de edad. De los 50 años en adelante se duplica cada diez años de edad. Cifras correspondientes a la ciudad de Nueva York mostraban hace dos semanas que el 72% de las muertes por esta virosis corresponden a mayores de 65 años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó el jueves pasado que más de la mitad de las 110.000 muertes por Covid-19 registradas en Europa eran de personas que vivían en residencias para mayores. Una “tragedia humana inimaginable”, aseguró un funcionario sobre lo que está pasando.

Un negocio de miles de millones

Karl Kluge, responsable para Europa de la entidad, insistió en que “el personal de los centros para mayores debe tener mejor acceso a equipamiento de protección y una apropiada remuneración por sus largos horarios de trabajo”, que les permita vivir dignamente sin acudir al multiempleo, agregamos nosotros. Hace varias semanas, un protocolo elaborado por la Organización Mundial de la Salud estipulaba, además de lo mencionado, testeos para residentes y para trabajadores de estos institutos.

Ninguna de estas disposiciones se cumple en Europa ni en los Estados Unidos, menos aún en la Argentina. Los geriátricos se han convertido en un negocio que mueve miles de millones en todo el mundo. La gran mayoría, 70% o más, según el país, son empresas privadas. España, en su franja soleada mediterránea, se ha convertido en un foco de atracción para fondos de inversión internacionales que instalan geriátricos para recibir no solo residentes locales sino también de otros países europeos.

En nuestro país las últimas cifras accesibles indican que más del 80% de las camas de residencias geriátricas son privadas. En la ciudad de Buenos Aires representan el 96%, mientras que en muchas provincias los geriátricos privados son los únicos. Aunque sigue habiendo una gran cantidad de pequeños propietarios se está produciendo una importante concentración de capitales en este ramo del negocio de la salud, incluso con la radicación de capitales extranjeros europeos y norteamericanos.

Mala atención y bajos salarios para la ganancia empresarial

Para obtener ganancias las empresas pagan bajos salarios y precarizan al personal de todas las profesiones. A los internados les brindan prestaciones deficientes, hacinamiento y descuido. La pandemia hizo visible y puso al rojo vivo todos estos males sostenidos por la voracidad empresaria. El mejor ejemplo es el geriátrico de Belgrano, en Capital, donde cada residente pagaba 180.000 pesos mensuales, lo que hacía presumir un servicio de excelencia. Sin embargo, catorce adultos mayores y cuatro trabajadores resultaron contagiados por el coronavirus. 

También la pandemia pone al descubierto que los gobiernos de las distintas jurisdicciones no cumplen con los controles sobre estos establecimientos. Tardíamente, el gobierno de Larreta denunció penalmente al geriátrico de Belgrano. ¿Pero por qué se llegó a esta situación? ¿Por qué no hubo controles previos? Esa es responsabilidad absoluta del gobierno de Larreta. Lo mismo en la provincia de Buenos Aires con el geriátrico de Moreno, o en Córdoba con el de Saldán, donde le daban al personal un rollo por día para secarse las manos.

No hay nada que inventar en cuanto a la seguridad sanitaria. Se trata de cumplir estrictamente los protocolos de la Organización Mundial de la Salud. Medidas higiénicas para los residentes, elementos de protección personal para trabajadores y residentes, testeo al personal y residentes para determinar la presencia del virus, comité de crisis en cada establecimiento con participación de los trabajadores. Pero esta mezcla de explotación e irresponsabilidad patronal, por un lado, y, por el otro, de corrupción y complicidad de los gobiernos, debe cortarse. Es necesario estatizar los geriátricos, bajo control de los trabajadores, para poder brindar la atención equitativa y de calidad que nuestra población mayor merece.