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Estatizar los recursos para enfrentar la pandemia

Publicado en El Socialista N° 454
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Escribe Reynaldo Saccone, ex presidente de Cicop

El gobierno nacional, juntamente con los gobiernos provinciales, encara la lucha contra esta pandemia que se extiende por todo el mundo con dos estrategias principales: el aislamiento social preventivo obligatorio o cuarentena, y la cobertura del sistema de salud, el cual, al ser tremendamente deficitario, queda en realidad reducido al esfuerzo y sacrificio del personal sanitario en todas sus profesiones. Estrategias ambas al servicio de no gastar en salud para no tocar las ganancias de las grandes patronales y, al mismo tiempo, para poder pagar la deuda externa.

Durante la semana que pasó hubo dos hechos que pusieron en jaque la cuarentena. Por un lado, la imprudencia del gobierno que concentró miles y miles de jubilados frente a los bancos; por el otro, el apriete de la gran patronal que, preocupada por la caída de sus ganancias, busca reanudar la actividad económica. El gobierno cedió parcialmente, liberó algunas actividades y permitirá más después del domingo de Pascua. El aislamiento, joya de la corona de la política de salud de Fernández, comenzó a perder su brillo pese a la opinión predominante entre los infectólogos de que la cuarentena estaba frenando la explosividad del contagio. Con esta actitud, las autoridades gubernamentales abren inquietantes y negativas perspectivas para la evolución de la epidemia.

Para el gobierno, fortalecer el sistema de salud significa apretar a los trabajadores y no ampliar las instalaciones, los insumos y la cantidad de personal. Lo hecho en este sentido es pobre y completamente insuficiente. Es que el sistema de salud está fragmentado en tres partes en las que es imposible que se coordinen entre sí porque tienen distintas conducciones y objetivos. Primero, el subsistema estatal que es dirigido por gobernadores e intendentes y subsidiariamente por la Nación; segundo, el de las obras sociales dirigido por la burocracia sindical, que tiene sus propios intereses; finalmente, el privado empresarial o prepago, orientado a obtener ganancias.

En tiempos que podríamos llamar “normales”, el conjunto no garantiza el acceso a la salud de todos y todas y mucho menos la equidad. Ahora, en época de crisis, se ponen al rojo vivo sus deficiencias. Es necesario organizar esta fragmentación reuniéndola bajo un mando y una administración única, que solo puede ser el Estado nacional, que se guíe por criterios sanitarios y no de lucro o de clientelismo político. Así lo hizo Irlanda el 24 de marzo pasado, aunque limitadamente. Nosotros, en cambio, planteamos la estatización de la totalidad del sistema de salud y que sea en forma permanente.

La producción de los insumos que se necesitan para la atención médica y para la prevención en la población general debe ser garantizada por el Estado. Por ejemplo, para asegurar la producción de respiradores, la fábrica que los hace debe ser estatizada y puesta a producir a triple turno. En los Estados Unidos el presidente le pidió a General Motors que reconvierta una de sus plantas para hacer respiradores. Lo mismo debe hacerse en nuestro país con otros segmentos de la industria que puedan ser reconvertidos para fabricar ese producto u otros. Por ejemplo, la escasez de barbijos, camisolines y otros elementos puede solucionarse confeccionándolos en la industria textil existente en el país.

La industria farmacéutica debe ser puesta bajo la propiedad del Estado para garantizar la provisión gratuita de sueros, insumos médicos para los internados y, por otra parte, remedios gratuitos para los portadores de enfermedades de riesgo; lo mismo que antisépticos y demás elementos que ayuden a la prevención. La escasez de reactivos debe resolverse con la producción local para lo que deben desconocerse las patentes internacionales de todos estos elementos por causa de fuerza mayor. Así hizo Nelson Mandela en los ’90 cuando desconoció las patentes para fabricar antirretrovirales en momentos en que Sudáfrica sufría una epidemia de SIDA. Lo mismo hizo Bush cuando los ataques bacteriológicos con ántrax en 2003; desconoció la patente de Bayer para poder fabricar en USA la medicación. 

Las medias tintas del gobierno no son útiles para la lucha contra la pandemia. Son necesarias estas medidas de fondo para poner en pie de lucha al pueblo y derrotar la epidemia en la Argentina: aplastar y no aplanar la curva.