“Sinceramente”: Lo que dice y lo que no dice el libro de Cristina

(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Lo que dice y lo que no dice el libro de CristinaAcaba de salir, editado por Sudamericana, el libro de Cristina Fernández de Kirchner. Rápidamente se convirtió en un boom editorial, agotando tres ediciones en unos pocos días. Con Sinceramente, Cristina lanza de hecho su campaña electoral.

Escribe Guido Poletti

El libro tiene dos objetivos bien concretos. Por un lado, reafirmar y darle argumentos a sus militantes y simpatizantes de por qué hay que votar a Cristina frente al “caos” de Macri. Por otra parte, busca llegar a un público más amplio, intentando convencerlo de que debe volver “ella”.

En un estilo fuertemente autorreferencial, las casi 600 páginas tratan de demostrar que los doce años de gobiernos kirchneristas fueron “una batalla por implantar un modelo de inclusión social y redistribución del ingreso” y que mayoritariamente lo lograron. Los únicos impedimentos habrían sido las “corporaciones”, fundamentalmente el Grupo Clarín, que lograron que algunos sectores confundidos terminaran votando a Macri en 2015. Claramente esto no fue así: una parte importante de la clase trabajadora y los sectores populares le dieron la espalda por la bronca creciente por los salarios que se deterioraban frente a la inflación de entonces, por el impuesto al salario y por una pobreza y trabajo en negro que seguían existiendo, por más que se los negara con los números truchos del Indec. Que el actual ajuste macrista haya empeorado más aún las condiciones de vida de los trabajadores no nos puede hacer olvidar lo que pasaba en los tiempos del kirchnerismo.

Lo que no dice

Uno de los aspectos más llamativos del texto es, contradictoriamente, aquello de lo que no se dice ni una palabra. Se hubiera esperado una explicación (justificativa aunque sea) acerca de la intervención del Indec y la falsificación de los indicadores. No hay una palabra: Cristina se explaya sobre las mejoras en el salario y la baja de la pobreza sin hacer mención de que los números que utiliza están muy fuertemente cuestionados. Es como si la inflación nunca hubiera existido durante el kirchnerismo.

Como era de esperar, hay largas páginas donde se elogia la política de derechos humanos de su gobierno. Pero el lector perdería el tiempo si buscara explicaciones de qué pasó con Jorge Julio López (su nombre no figura en el libro), ni, mucho menos, el porqué de la designación del general Milani al frente del Ejército, otro gran ausente del texto.

Cristina sostiene también que la renacionalización parcial de YPF fue uno de los grandes hitos de su segunda presidencia. Pero, y a pesar de que el libro “retrocede” en la historia incluso a la década del 70, no hay un renglón que justifique por qué los Kirchner fueron vanguardia en garantizar la privatización de YPF durante el menemismo. Tampoco se explica por qué se dejó a Repsol agotar las reservas de gas y petróleo, o el escándalo de cuando, con la excusa de la “argentinización” de YPF, se hizo entrar como socio minoritario a Esquenazi, un empresario amigo de la pareja presidencial.

Lo que sí dice sobre la deuda, Vaca Muerta, la burocracia sindical y el aborto

Hay un aspecto en el que Cristina no tiene doble discurso: señala con lujo de detalles todo lo que se pagó en concepto de deuda externa, tanto a los acreedores en los dos canjes (2005 y 2010), como el pago en efectivo y por anticipado al FMI (2006), al Club de París (donde incluso se aclara que se sabía que era una deuda “vieja” generada directamente por la dictadura), a las privatizadas por los fallos del Ciadi y a la propia Repsol por YPF (páginas 181, 197-205, 332-333 y 351-356). Se citan los miles y miles de millones de dólares que se desperdiciaron como si ello no fuera problema. Como contrapartida, se defiende afirmando que estuvo bien que los trabajadores tuvieran que pagar impuesto a las ganancias por su salario.

Refiriéndose a YPF, defiende el acuerdo con Chevron y acusa al gobierno de Macri de pretender apropiarse de los logros de Vaca Muerta (páginas 303 a 309), cuando fue justamente el gobierno de Cristina el primero que dio vía libre para la explotación vía fracking (con el desastre ambiental que genera). Y no dice que ese acuerdo fue escandalosamente declarado “secreto” y significó el puntapié inicial para la entrega que hoy se desarrolla a pleno con muchas otras transnacionales saqueando nuestras riquezas.

Otra parte que no tiene desperdicio es cuando explica su relación con la burocracia sindical peronista. Reflexivamente, es en lo único en que se “autocritica” de algo. Señala que no debería haber roto puentes con Moyano, explicando que tendría que haber seguido el consejo de Néstor Kirchner, que siempre le decía que el gran error de la juventud peronista de los 70 había sido atacar a la dirigencia sindical (páginas 296 y 297). Cristina afirma, muy claramente, que de acá en adelante su alineamiento con dichos dirigentes será sin fisuras.

En el capítulo donde relata su posición frente al aborto, reconoce que estaba originalmente en contra y que cambió de posición por los planteos de su hija Florencia. Pero da un guiño a la Iglesia al destacar la “gran militancia juvenil, que se expresó tanto en los pañuelos verdes como los celestes” (páginas 415 y 416), metiendo todo en la misma bolsa y llamando a la unidad de ambos sectores, tal como se ve también en las largas y elogiosas páginas dedicadas al papa Francisco (páginas 383 a 414).

¿Y ahora cómo sigue?

Muchas otras cosas se podrían mencionar de este largo libro. Pero dejamos para el final una expresión que, en clave histórica, es ciertamente para “expertos en historia peronista”. Cristina insiste en que no comprende por qué tanta saña contra ella. Y le pregunta a uno de los mayores empresarios argentinos (no cita el nombre): “¿Qué fue lo que les molesta de lo que decimos o hacemos que los hace votar en contra nuestro después de haber ganado tanta plata durante nuestros gobiernos?” (página 560). Y llama a que “no tengan miedo porque, después de todo, las yeguas somos herbívoras” (página 269). Lo traducimos para las jóvenes generaciones: cuando en 1973 Perón volvió al país decía que lo hacía “como un león herbívoro”, a “unir a los argentinos”. Cristina, que definitivamente no es Perón, usa esa expresión para tranquilizar al establishment internacional, que expresa preocupación en relación a si un futuro gobierno kirchnerista va a seguir pagándole a los usureros internacionales.

El kirchnerismo, a través de todos sus voceros (dirigentes políticos, economistas, legisladores) está diciendo a quien lo quiera escuchar que no va a romper con el FMI y que va a seguir pagando la deuda externa. Por más que lo escondan detrás de eufemismos del estilo “vamos a renegociar”.

Este es el sentido profundo de una Cristina que afirma que volverá “para no pelearse con nadie”, como “yegua herbívora”. Justamente por eso decimos que no son salida para los trabajadores. Somos tajantes: desde la izquierda decimos que si queremos un plan económico que priorice el trabajo, el salario y las otras necesidades del pueblo trabajador no hay otra salida que “pelearse” con el FMI, romper el acuerdo y suspender inmediatamente los pagos de una deuda externa que no solo es usuraria, sino también ilegal, inmoral e ilegítima.

Afirmaciones del kirchnerismo: No romperán con el FMI y seguirán pagando la deuda                                                                   

Objetivamente, ya lo venían diciendo. Así lo afirmó Axel Kicillof a la revista Forbes, hace varios meses, e incluso se lo había dicho a los propios funcionarios del FMI, cuando los recibió “con mate y bizcochitos de grasa” en su despacho en Diputados. También lo había reconocido Agustín Rossi en varias ocasiones.

Pero ahora, ante el planteo de Macri de que el dólar y el riesgo país subían por el “miedo a un triunfo de Cristina”, los kirchneristas doblaron la apuesta. Todos los economistas K salieron al unísono, encabezados por Emanuel Agis, que directamente se reunió con banqueros en Estados Unidos. También lo planteó con mucha firmeza Alberto Fernández: garantizaron a quien quisiera escucharlos que, en caso de volver al gobierno, cumplirán con todos los compromisos de pagos de deuda externa. Y que, desde ningún punto de vista, están evaluando romper el acuerdo con el Fondo. Incluso Agis se ofreció para “salir a hablar” junto con los funcionarios del gobierno y despejar cualquier duda, cosa que Dujovne y los otros miembros del gabinete económico descartaron.

Todos los voceros del peronismo kirchnerista sostienen que su planteo es “renegociar con el Fondo”, tal como lo reconoce posible el mismísimo FMI. Lo que no dicen es que el Fondo acepta tal renegociación a cambio de que se ejecuten las reformas laboral (flexibilización) y previsional (aumentar la edad jubilatoria y bajar las jubilaciones como paso previo a reprivatizar el sistema). El mismo Ámbito Financiero terminó llamando irónicamente a estos kirchneristas “los embajadores del FMI”, explicando que, por ese camino, van a ser los ejecutores de la continuidad del ajuste.

G.P.