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A 50 años, pensar el Cordobazo hoy

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido, sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Walter Benjamin,

Escribe Ezequiel Peressini, Legislador de Córdoba por Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda.

Necesitamos recuperar el “Cordobazo”. Necesitamos estudiarlo, pero no para rendir el parcial de alguna materia. Tampoco para aparentar ser eruditos de la historia de nuestra clase. Necesitamos adentrarnos en sus hechos, pero no para pensar que podemos hoy abarcar la totalidad de los momentos que lo componen y describirlos como si fuese un inventario. No solo sería imposible, también carecería de sentido.

Lo que necesitamos recuperar del Cordobazo son sus enseñanzas centrales. Qué de ese momento cualitativo en la historia de la unión de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil nos resulta hoy útil para enfrentar nuestros desafíos y peligros actuales. Por eso, tampoco tenemos que recuperarlo para hacer una historia mitológica sin señalar sus limitaciones. Eso no sería aprender: no nos fortalecería ante nuestros enemigos.

Paso, paso, paso, se viene el Cordobazo

Ubiquémonos en 1969. O sea, el año siguiente al 1968 del Mayo Francés, de las grandes movilizaciones en México, de la resistencia civil contra la invasión yanqui a Vietnam. Es 1969 el último año de la primera década impregnada por el faro de la primera revolución socialista triunfante en la región, Cuba; y en escasos meses posteriores al asesinato del héroe y mártir de la revolución latinoamericana: el Che Guevara.

En nuestro país habían empezado a crecer las luchas obreras y estudiantiles contra la dictadura de Onganía. Primero en Buenos Aires y luego en el interior del país. En marzo de 1969 hubo disturbios estudiantiles en Tucumán y Rosario.

A mediados de mayo, la policía reprimió una movilización estudiantil en Corrientes, donde fue asesinado el joven Juan José Cabral. En Rosario el repudio fue multitudinario, y cayó otro estudiante, Adolfo Bello. Tres días después, vino el ensayo general del Cordobazo. Así describió Nahuel Moreno al Rosariazo en un escrito de la época: “Durante varios días el estudiantado jaquea al gobierno y se moviliza contra él, desde el viernes 16 hasta el miércoles 21 de mayo […] Recién ese día el movimiento estudiantil logra arrastrar a sectores del movimiento obrero y transforma su movilización en una semiinsurrección al enfrentar y derrotar a la policía con el apoyo masivo de la población, y la intervención de elementos de vanguardia y juveniles del movimiento obrero.” En esa jornada asesinaron al joven obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco.

El 27 de mayo, las dos “CGT” (el vandorismo, de Azopardo; y el ongarismo, de la “CGT de los Argentinos”) convocaron a paro general en todo el país para el viernes 30 de mayo. En Córdoba, donde la situación ya venía muy caldeada, la CGT regional convocó a paro activo de 36 horas, desde el mediodía del jueves 29 de mayo.

Córdoba era la segunda ciudad del país por población y peso industrial. Se combinaban un movimiento obrero joven, altamente calificado, en el sector automotor y metalúrgico, con una burocracia relativamente más débil; un estudiantado de tradición combativa, concentrado en pensiones y casas estudiantiles en el Barrio Clínicas, que se venía movilizando en solidaridad con los tucumanos, correntinos y rosarinos; el creciente malestar popular por los bajos salarios y la represión; y sectores importantes de la patronal cada vez más descontentos con el régimen militar.

Desde las 10 de la mañana de ese jueves, comenzó el paro activo. Miles y miles de obreros abandonaban las fábricas (ausentismo del 98 por ciento) y se dirigían al centro. Los manifestantes, a los que se iban sumando cada vez más estudiantes, se fueron encolumnando y, en un área de aproximadamente 150 manzanas, comenzaron a correr a la policía. Al medio día los enfrentamientos eran generalizados. Aumentaba la cantidad de fogatas para alejar los gases y se levantaban barricadas con el apoyo del vecindario. La Guardia de Infantería utilizó armas de fuego y cayeron el obrero de SMATA Máximo Mena y luego el estudiante Castellanos.
Pero la acción de la policía se fue atomizando y se tuvo que replegar. La zona céntrica de la ciudad quedó en manos de los manifestantes. Este triunfo marcó el pico más alto de la movilización. La falta de dirección y de objetivos claros hizo que, al desaparecer el enemigo visible (la policía), aun cuando por la fuerza de la movilización se han convertido en amos de la ciudad, los manifestantes comenzaron a replegarse a los barrios.

La entrada de las tropas al centro se produce recién a las 17 horas. El Ejército sí tenía una dirección y objetivos claros y rápidamente recuperó el dominio
del centro. Los manifestantes se replegaron a los barrios. Surgieron consignas hacia la tropa, como “Soldados, hermanos, no tiren”. Comenzaron a organizarse comisiones obrero-estudiantiles, pero sin llegar a formar una dirección de conjunto, que no existió en momento alguno.

Al medio día el gobierno declaró que “todo es obra de minorías extremistas”. A los numerosos presos del día anterior se le suman el secretario general del SMATA, Elpidio Torres, y Agustín Tosco, de Luz y Fuerza. Según la revista cordobesa Jerónimo, hubo 6 muertos, 51 heridos y 300 arrestados. Fueron seriamente dañados entre 15 y 20 grandes establecimientos comerciales y quemados unos 60 automóviles.

Consecuencias

El Cordobazo marcó el inicio de un nuevo ascenso en la lucha de clases, que fue creciendo hasta mediados de los setenta, cuando el golpe genocida derrotó a los trabajadores. Para fines del 69’, luego de dos fuertes medidas de protesta nacionales, todos los presos habían sido
liberados. Comenzó a desarrollarse una fuerte corriente clasista y antiburocrática en el movimiento obrero, cuya máxima expresión fueron los sindicatos combativos de la FIAT, el Sitrac y el Sitram. En noviembre de 1970, con el “Viborazo”, otra insurrección obrera, el debilitado Onganía
fue sucedido por Levingston, y luego por Lanusse.  Este finalmente se decidió a apelar de manera directa al General Perón, exiliado en Madrid. Entre los militares y los dirigentes radicales y peronistas se forjó el Gran Acuerdo Nacional, con el cual el viejo líder retornó al país con el objetivo de lograr canalizar y frenar el ascenso obrero y popular. Perón vino a terminar con los “azos” que parió el Cordobazo. 

Entonces, ¿qué recuperar del Cordobazo en mayo del 2019?

Pensar hoy el Cordobazo es en primer lugar preocuparse por entender cómo distintos fenómenos en distintos lugares del mundo se retroalimentan, y que “la clase obrera es una y sin fronteras”, no solo como un dicho, sino como parte de un todo que va aprendiendo y tomando valor para enfrentar a los gobiernos capitalistas.

Pensar hoy el Cordobazo es tomar noción de la potencia que tiene la unidad de la clase trabajadora junto al movimiento estudiantil. A la dictadura de Onganía no la tiraron los burócratas que decían que “había que esperar” y que “no daba para salir a luchar”, como hoy dicen dirigentes peronistas y kirchneristas. La historia, la historia que avanza en un sentido progresivo, la escriben los pueblos con su fuerza en las calles, no quienes se quedan guardados.

Eso también vale para pensar cuando en la actualidad hay luchas y el kirchnerismo nos dice que no salgamos porque Bullrich nos va a reprimir, como cuando nos movilizábamos por la aparición de Santiago Maldonado o cuando se aprobaba el presupuesto en el Congreso Nacional, o leyes en la legislatura como la de la UNICABA, y las burocracias metían miedo diciendo que no había que pelearla. El Cordobazo muestra cómo la masividad, la organización y la decisión de la clase trabajadora cuando se lo propone puede barrer lo que sea.

También es importante tomar noción de la dinámica que le aportan a la clase trabajadora sus elementos más jóvenes, si eso era así en los 60’, ni que hablar hoy con los enormes procesos de precarización laboral que se desarrollaron en las últimas décadas y que afectan sobre todo a quienes afrontan sus primeros empleos.

En nuestro país volvieron a darse estallidos violentos y de ruptura política como el Cordobazo, otros “azos”, hasta el Argentinazo del 2001, y más recientemente vimos la rebelión popular de diciembre de 2017 contra la Reforma Jubilatoria de Cambiemos. Porque la clase trabajadora y el pueblo acumulan bronca cuando el ajuste avanza, y eso tarde o temprano siempre estalla. Frente a la enorme crisis económicasocial a las que nos encaminaron Macri, el peronismo y el FMI, tenemos que tomar noción de la enorme limitación que representa la ausencia de una clara dirección sindical y política independiente de los partidos patronales y que pelee por transformaciones de fondo.

Los ritmos de los estallidos, de los “azos”, su frecuencia, no dependen de un partido. Lo que sí está en nuestras manos es preocuparnos por llegar a esas situaciones con cada vez más fuertes herramientas políticas, para poder triunfar. Es en esa perspectiva que impulsamos, por un lado, el Plenario del Sindicalismo Combativo con referentes como el “Pollo” Sobrero (Ferroviarios), Jorge Adaro (ADEMYS), Angélica Lagunas (ATEN), Alejandro Crespo (SUTNA), y por otro, una alternativa política socialista y de la clase trabajadora: el Frente de Izquierda y nuestro partido Izquierda Socialista.

A 50 años, pensemos el Cordobazo de cara a nuevos “azos”, y preparemos las condiciones para que un próximo “azo” conquiste un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo.