Apr 18, 2024 Last Updated 9:48 PM, Apr 17, 2024

Izquierda Socialista

Escribe Unidad Internacional de Trabajadores y Trabajadoras – Cuarta Internacional (UIT-CI)
3/04/2024.

El ejército sionista ha cometido un nuevo crimen en Gaza. Otro más en la larga lista de barbaridades ejecutadas en los últimos 6 meses contra el pueblo palestino.

El pasado martes un convoy de 3 vehículos de la ONG humanitaria World Central Kitchen (WCK), con sede en Estados Unidos fue bombardeado ocasionando la muerte a 7 voluntarios que llevaban comida a los palentinos en el norte de Gaza. 6 de ellos trabajadores de la organización, nacionales de Australia, Polonia, Reino Unido, uno con doble ciudadanía de norteamericana y canadiense, y el chofer palestino.

World Central Kitchen es una organización no gubernamental humanitaria, dirigida por el famoso chef español Jose Andrés, la cual distribuye comida en zonas en conflicto

Ante la muerte de los trabajadores humanitarios, José Andrés, promotor de la organización dijo que: “El Gobierno israelí debe poner fin a esta matanza indiscriminada. Tiene que dejar de restringir la ayuda humanitaria, dejar de matar a civiles y trabajadores humanitarios y dejar de utilizar los alimentos como arma.»

Israel lanzó tres misiles contra los tres vehículos que componían el convoy de la ONG. El ataque se produjo en la ciudad de Deir al Balah, en el centro de Gaza, después que el convoy había entregado la comida en el norte de Gaza. El bombardeo se produjo contra vehículos claramente identificados en los techos con el logo de la organización humanitaria, y previa información al ejército sionista del recorrido y la ruta que tomaría el convoy.

La ayuda que entregaban los voluntarios procedía de barcos procedentes de Chipre, los cuales habían arribado a Gaza el pasado sábado con cientos de toneladas de alimentos para preparar más de 1 millón de comidas. Por otra parte, esta era la segunda entrega de comidas que llevaba a cabo World Central Kitchen en Gaza. Es decir que el gobierno sionista de Netanyahu estaba al tanto del operativo.

En un primer momento se dijo que se trataba de un solo ataque a un vehículo, no obstante el diario israelí Haaretz reveló que en realidad fueron tres los ataques contra igual numero de automóviles de la ONG, los cuales se produjeron de manera sucesiva a lo largo de 2 kilómetros. El diario detalla que un primer misil alcanzó al auto que encabezaba el convoy. Los supervivientes del primer ataque se refugiaron en el siguiente vehículo, que también fue alcanzado por otro misil segundos después. El tercer vehículo se acercó a socorrerlos y fue impactado por un tercer misil.

Esta descripción del diario israelí pone en evidencia que se trató de un ataque deliberado, y que el ejército tenía plena conciencia del operativo que ejecutaban.

El repudio mundial a esta nueva barbaridad del sionismo, no se ha hecho esperar. En rigor es un episodio más del genocidio que desde el año pasado ejecuta Israel contra el pueblo palestino, y contra todo el que trate de prestar ayuda humanitaria. Este no es un hecho aislado, desde que comenzaron los bombardeos y la invasión del ejército sionista a Gaza, 200 trabajadores humanitarios han sido asesinados.

Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para Palestina dijo que el ataque de Israel fue deliberado e intencional. La funcionaria que incluso ha sido amenazada por Israel, dijo en su cuenta de X: «Conociendo cómo opera Israel, mi evaluación es que las fuerzas israelíes mataron intencionalmente a los trabajadores de WCK para que los donantes se retiraran y los civiles en Gaza puedan seguir muriendo de hambre en silencio». Y agregó que Israel «sabe que los países occidentales y la mayoría de los países árabes no moverán un dedo por los palestinos».

Es tal la evidencia que el gobierno sionista y genocida de Israel tuvo que reconocer públicamente su responsabilidad en el ataque, mientras que el ejército hipócritamente dijo que llevaría a cabo una investigación, y que «harán todo lo posible para que esto no vuelva a suceder». Por su parte, Benjamín Netanyahu, primer ministro del gobierno genocida israelí, con total cinismo dijo: son “cosas que suceden en una guerra”.

Mientras que el jefe del imperialismo norteamericano, Joe Biden, en un rapto de hipocresía y cinismo dijo sentirse “indignado y desconsolado” por la muerte de los 7 trabajadores humanitarios. Suelta lágrimas de cocodrilo mientras su gobierno arma a Israel para que continúe su genocidio en Gaza y Cisjordania ocupada. El mismo día del ataque su gobierno anunció que estaría considerando enviar un nuevo paquete de ayuda militar para Israel de 18.000 millones de dólares, que incluiría aviones F-15. Esto se suma a la reciente aprobación por parte de Estados Unidos del envío a Israel de 1.800 bombas MK-84 de unos 900 kilos, 500 bombas MK-82 de unos 225 kilos y 25 aviones de combate F-35.

El gobierno ultraconservador y genocida de Netanyahu bombardea indiscriminadamente residencias de civiles, mata periodistas, trabajadores humanitarios y médicos. El ataque al convoy humanitario se produjo pocas horas después del asedio al hospital Al Shifa que quedó completamente destruido y con cientos de cadáveres en su interior. También mantiene un cerco al ingreso de comida, medicinas y combustible a la Franja con el objetivo de matar de hambre a la población palestina en el enclave, y ha prohibido a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), hacer entregas de ayuda y alimentos en el norte de Gaza.

Con el ataque al convoy Israel logró el objetivo de que la ONG WCK suspendiera sus operaciones humanitarias, lo cual agrava la situación para los palestinos en Gaza, colocándolos cada vez más cerca de la hambruna.

La Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT.CI) se suma al repudio mundial contra este brutal ataque a trabajadoras y trabajadores humanitarios que llevaban comida a los gazatíes al borde de la hambruna, como consecuencia del asedio genocida israelí.

La UIT-CI sigue apoyando la heroica lucha del pueblo y la resistencia palestina en Gaza y Cisjordania ocupada contra Israel, y continuamos respaldando e impulsando la más amplia y masiva movilización mundial en solidaridad.

Llamamos a que los pueblos del mundo exijan a sus gobiernos ruptura de todos los acuerdos económicos, comerciales, culturales y militares con Israel. ¡No más armas para Israel! ¡Basta de ayuda financiera y militar de Estados Unidos a la entidad sionista! Repudiamos la coalición naval establecida por Estados Unidos para enfrentar los ataques de los Hutíes de Yemen en el Mar Rojo, contra barcos israelíes o que lleven mercancías a la entidad sionista ¡Que se retire la flota estadounidense de las cercanías de Israel y Medio Oriente! Que los pueblos con su movilización exijan a sus gobiernos, en particular a los gobiernos árabes, que rompan relaciones con Israel y apoyen a la resistencia palestina con todo lo que necesite.

 

Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT.CI)
3 de abril de 2024

Presentación


Miguel Sorans
(*)

Este tercer tomo cierra el excelente estudio e investigación de Ricardo de Titto sobre el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Argentina. Que fuera uno de los principales partidos trotskistas del mundo de la década del 70 del siglo XX, y que llegó a tener varios miles de militantes.
Impulsado por Nahuel Moreno y otros dirigentes, el PST se fundó en 1972 (ver tomo 1) e hizo escuela en las filas de la izquierda revolucionaria sobre la pelea por la independencia de clase y cómo construir un partido revolucionario internacionalista en las luchas y las elecciones.
Su experiencia y su crecimiento se desarrollaron al calor del acierto político y la audacia de enfrentar, ante los pactos políticos, las convocatorias electorales y las permanentes luchas de aquellos años, nada más y nada menos que a Juan Domingo Perón, líder indiscutido de los trabajadores argentinos y que volvió en 1973, luego de 18 años de exilio.

Los militares, el radical Balbín y el aún exiliado Juan Domingo Perón fueron pactando un gran acuerdo nacional con el objetivo de canalizar el ascenso de la clase obrera iniciado por el Cordobazo de mayo de 1969 (ver tomo I). Sus pilares fueron la legalización del todavía proscripto peronismo, el retorno de Perón al país y la convocatoria a elecciones generales. El sector de “izquierda” del peronismo, la Juventud Peronista y la guerrilla de los Montoneros acompañaron el acuerdo desde un supuesto “socialismo nacional” que sería alentado por el propio Perón. Ante las elecciones, el PST fue la única alternativa política electoral de clase, enfrentando al radicalismo y particularmente al peronismo (con sus fórmulas Cámpora-Solano Lima y luego directamente Perón-Perón) llamando a votar a candidatos obreros y socialistas.
Los militares entregaron el poder en 1973. El peronismo ganó ambas elecciones. Perón volvió y asumió la presidencia en octubre de ese año. Pero las luchas de la clase obrera (mayoritariamente peronista) no pararon.
El Pacto Social (ahora lo llamaríamos ajuste antiobrero y proimperialista) de la patronal, la burocracia sindical y el gobierno de Perón y luego su esposa Isabel, fue resistido por oleadas de huelgas en todo el país. A su calor se fortalecían nuevos dirigentes combativos.

Desde el gobierno, todavía en vida de Perón, se alentó la actuación de bandas fascistas, grupos paramilitares alimentados por sectores de la burocracia sindical y de ultraderecha del PJ, que se hicieron conocer como las Tres A.
El PST no se sorprendió por la política cada vez más reaccionaria del gobierno peronista. El nuevo fenómeno dio lugar a una polémica sobre el camino para combatir a las bandas fascistas y evitar el peligro de que se fuera agrandando y finalmente derivara en un golpe, como lamentable ocurrió. La polémica se instaló con la guerrilla y otras fuerzas de izquierda y sindicales.
Nahuel Moreno en el acto de despedida a los tres compañeros asesinados en General Pacheco (mayo 1974-Tomo II) señaló claramente que al fascismo no se lo discute, sino que se lo combate en su mismo terreno y con la movilización. En nombre de la dirección del PST, Moreno hizo la propuesta de constituir brigadas o piquetes antifascistas unitarios obreros y populares. Lamentablemente solo Rodolfo Ortega Peña, dirigente del Peronismo de Base, respondió positivamente. El resto de las fuerzas lo rechazaron. Ortega Peña fue asesinado dos meses después.

Este tercer tomo toma el período más agudo de la lucha de clases, desde la muerte de Perón y con la creciente crisis del gobierno de Isabel y de inestabilidad para la burguesía y el imperialismo. El PST estuvo en primera fila impulsando los conflictos antipatronales y contra el gobierno peronista. Al mismo tiempo, denunciaba el peligro golpista, que iba tomando cuerpo a medida que Isabel mostraba su impotencia para derrotar a los trabajadores. Por otro lado, las acciones cada vez más aisladas e irresponsables de la guerrilla de Montoneros y el PRT-ERP solo servían para exacerbar la represión.
EL PST dio la batalla por formar una nueva dirección del movimiento obrero. En la lucha de los metalúrgicos de Villa Constitución (capítulo 2) los dirigentes sindicales del PST propusieron una coordinadora nacional de los sindicatos combativos opositores a la burocracia sindical peronista, (capítulo 4 del Tomo 2) pero fue rechazada por las direcciones de Tosco (amigo del PC y de los sectores pro ERP), Salamanca (del maoísta PCR, hoy CCC), Piccinini y, especialmente, con los dirigentes sindicales ligados a la JTP (Montoneros). Así se fue desaprovechando la posibilidad de ir formando una nueva dirección alternativa. Esta sería una constante de estos dirigentes y organizaciones, tanto ante las huelgas de junio-julio de 1975 que enfrentaron y derrotaron al Plan Rodrigo, como luego con las huelgas y el resurgimiento de las coordinadoras zonales previo al golpe de marzo de 1976. El capítulo VII muestra como el PST se fue quedando solo en esa pelea.

A diferencia de la guerrilla, el partido se mantuvo firmemente aferrado a su política de pegarse a las luchas del movimiento obrero para enfrentar a la reacción. Contra el pronóstico de la guerrilla y de los escépticos, en junio de 1975 la clase obrera argentina hizo la primera huelga general contra un gobierno peronista. Así fue que se echó a López Rega, el jefe de la Triple A y cayó el Plan Rodrigo. Lamentablemente no alcanzó; no pudo surgir una nueva dirección que superara a la burocracia y al peronismo y encabezara una movilización multitudinaria que pudiese frenar el golpe de marzo del 76.
El PST siempre pagó con sangre su valentía. Bajo los gobiernos de Perón y de Isabel tuvo trece asesinados y numerosos presos. Esta obra muestra aquellos intensos años de lucha en que se forjó el “glorioso” PST. Cuando en 1982 cayó la dictadura genocida, el PST había sufrido la pérdida de más de cien compañeras y compañeros asesinados y desaparecidos.

(*) Dirigente de Izquierda Socialista, de Argentina, y de la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI). Nació el 17 de marzo de 1947, en Buenos Aires. Inició en 1966 su militancia en el PRT, en la corriente trotskista fundada por Nahuel Moreno. Fue integrante de la Comisión Interna (Smata) de la empresa Chrysler y dirigente de la huelga de 1971. Luego fue dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en la clandestinidad. En 1979, viajó a Nicaragua para integrar la Brigada Simón Bolívar, que combatió junto a los sandinistas contra la dictadura de Somoza. Encabezó la toma de la ciudad-puerto de Bluefields en la Costa Atlántica. En 1980 militó en Brasil. En 1981 militó en el Perú, cuando Hugo Blanco era legislador junto a una bancada de luchadores trotskistas integrada por Enrique Fernández Chacón y Ricardo Napurí. Escribe en El Socialista (www.izquierdasocialista.org.ar) y en Correspondencia Internacional (www.uit-ci.org)

 

 

Autor

Ricardo De Titto Ricardo de Titto es historiador, investigador y ensayista. Ha publicado más de veinte libros de historia argentina y americana. Dirigió la colección "Claves del Bicentenario". Sus últimas obras son Historia argentina en 25 episodios; Yo, Sarmiento; Las dos independencias argentinas y Coral, el último socialista. Es autor de Historia del PST. Tomos I y II (CEHuS, 2016 y 2019) y de los prólogos a El pensamiento del socialismo y la izquierda y Método de interpretación de la historia argentina, de Nahuel Moreno (El Socialista, 2012).

 

 

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Hace 42 años, la dictadura que encabezaba Galtieri invadió sorpresivamente las islas Malvinas, un territorio robado a la Argentina por Inglaterra en el siglo XIX. El PST, que había sido duramente reprimido y desde la clandestinidad, llamó a apoyar la guerra contra “los piratas anglo-yanquis”. Los militares genocidas se rindieron y el pueblo los echó. La recuperación de las islas sigue pendiente.

Las Malvinas y otras islas fueron usurpadas por los británicos desde 1833. Desde entonces hay una arraigada tradición que se instala desde la temprana infancia en la escuela: “las Malvinas son argentinas”. Los reclamos diplomáticos por recuperar esos enclaves han sido muchos e infructuosos.

En 1982 los genocidas ya estaban en una profunda crisis, luego de seis años de brutal represión, entrega al imperialismo y los grandes empresarios, y ataques a los trabajadores. El 30 de marzo de ese año se produjo una gran movilización de la CGT -reprimida- mostrando el creciente malestar obrero y popular.

Galtieri y las cúpulas de las tres fuerzas armadas decidieron la ocupación de las islas especulando con una rápida victoria, que les permitiría fortalecerse y seguir en el poder. En su delirio, en particular del borracho Galtieri, esperaron contar con el apoyo del gobierno yanqui y con Inglaterra retirándose de esos enclaves. Obviamente, nada fue así. Los imperialistas reaccionaron como era de esperarse, fuerte y unidos. A los pocos días salía la flota británica. Por su parte, el pueblo argentino sí se lo tomó en serio, saliendo a las calles y apoyando masivamente y en todo el país un esfuerzo bélico verdadero para recuperar las islas. Argentina podría haber ganado.

¿Por qué perdimos la guerra?

Los militares ocuparon las islas de manera totalmente irresponsable y aventurera. De todos modos, la capacidad y el heroísmo de muchos oficiales y soldados, multiplicados por la movilización popular de apoyo a lo largo y ancho de todo el país, hubieran permitido el triunfo. Así lo han reconocido públicamente los propios ingleses. El general Julián Thompson, segundo jefe de las fuerzas de tierra desembarcadas en las islas, dijo: “Cada fuerza argentina libraba su propia guerra. Si las tres fuerzas hubieran actuado coordinadamente Gran Bretaña podría haber perdido la guerra”. Y agregó: “Argentina [léase Galtieri y compañía] no creyó que Inglaterra iba a atacar. Las seis semanas que transcurrieron entre el 2 de abril y el 21 de mayo, cuando desembarcamos en San Carlos, no fueron aprovechadas como correspondía para fortificar las propias posiciones” (Página 12, 6/11/1996).

Algo parecido dijo el parlamentario conservador, escritor y experto militar Rupert Simon Allason. Señaló que las acciones argentinas carecían de lógica militar y que, salvo un caso, no atacaron los decisivos barcos de suministros. “Cuando hundieron el Atlantic Conveyor estuvieron a punto de ganar la guerra. Hubieran atacado uno o dos buques más de la marina mercante y estábamos terminados. Por eso a mí se me ocurren dos explicaciones: uno es que las fuerzas argentinas estuvieron dirigidas por analfabetos en términos estratégicos. La segunda es que solo buscaban algo con valor de propaganda.” (La Nación, 19/10/1997. Datos de Malvinas, prueba de fuego. Ediciones El Socialista, abril 2007).

La razón de fondo es que los genocidas prefirieron capitular, no quisieron ganar la guerra, porque temían quedar totalmente desbordados por la movilización popular. Por eso mantuvieron sus métodos represivos y la corrupción. Incluso en las islas los soldados sufrieron torturas y malos tratos por parte de sectores de la oficialidad. Un personaje abyecto como Astiz se rindió sin tirar un solo tiro.

Las movilizaciones masivas que se dieron durante los más de dos meses que duró el conflicto agudizaron la crisis de la dictadura. En la Plaza de Mayo, el 10 de abril, más de 150.000 personas chiflaron al enviado del imperialismo yanqui, Alexander Haig y al propio Galtieri. Por eso, como diría claramente el experto enemigo que mencionamos, “en términos estratégicos” los genocidas eligieron la rendición. No fue fácil. Hasta apelaron al papa Juan Pablo II, que llegó el 11 de junio. El PST sacó un volante denunciando que venía a imponer la derrota. En la misa en la catedral metropolitana, los militares asesinos se arrodillaron ante el papa y dos días después lo hicieron en Puerto Argentino ante los británicos.

Los milicos pagaron caro la traición.

Galtieri y compañía optaron por su “mal menor”, la capitulación, pero no pudieron evitar su propia caída. Argentina perdió la guerra (siguieron los enclaves y desde entonces se instaló una base militar británica) y el pueblo echó a la dictadura.

El 14 de junio el general genocida Mario Benjamín Menéndez presentó la rendición en Puerto Argentino. Al día siguiente la cadena nacional comenzó a convocar a la población a la Plaza de Mayo para escuchar el informe de Galtieri. Una fuerte presencia policial custodia la Casa Rosada. Se va juntando una muchedumbre, primero silenciosa, que luego comienza a expresar su furia y frustración en sus gritos. Se va instalando aquel canto que se murmuraba desde el año anterior: “se va a acabar la dictadura militar” y que se había gritado con mucha fuerza el 30 de marzo, en vísperas de la ocupación de las islas. La multitud derriba las vallas en la plaza y se arrojan los primeros gases, que dan lugar a las primeras piedras como respuesta. Algunos policías titubean y discuten con la gente en las esquinas. Aparecen los carros de asalto. Hay enfrentamientos y se levantan barricadas. Se incendian un patrullero y dos colectivos. Luego arden otros más. La policía va perdiendo contundencia. A la madrugada del 16 de junio Galtieri firma su renuncia y se disuelve la sanguinaria junta militar. Una movilización revolucionaria puso fin al capítulo más negro de nuestra historia y se comenzaron a recuperar las libertades suprimidas durante aquellos años bajo la débil presidencia de Bignone.

El pueblo no perdonó ni olvidó los crímenes de la dictadura. Aquellos gritos de “paredón, paredón, a todos los milicos que vendieron la nación” se unieron a “se van, se van, y nunca volverán”. La movilización fue imponiendo el juicio y castigo a muchos de los genocidas.

Al mismo tiempo, radicales, peronistas, la iglesia católica y todas las fuerzas patronales fueron imponiendo la “desmalvinización”. La inauguró el radical Alfonsín desde diciembre de 1983, quien calificó aquella guerra justa de “carro atmosférico”. El peronista Menem siguió con sus relaciones carnales con los yanquis y un canciller que mandó ositos de peluche a los británicos en las islas. El kirchnerismo la mantuvo, más allá de su típico doble discurso y las frases de rigor en las Naciones Unidas. También fueron parte de la desmalvinización los gobiernos de Macri y de Alberto-Cristina Fernández.

Ahora, con el gobierno del ultraderechista Milei, quien expresó su admiración por Margaret Tatcher (primera ministra de Inglaterra durante la guerra) y sostiene un plan de entrega, saqueo y dependencia inédito en 40 años, sigue y seguirá en manos de la clase trabajadora y los sectores populares la gran tarea pendiente de recuperar nuestras islas.

 


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El PST ante la guerra

Desde 1976 el PST había sido prohibido y actuaba en la clandestinidad total. Tenía casi cien militantes asesinados (varios bajo el gobierno de Isabel) y desaparecidos, decenas de presos y exiliados*.

El 30 de marzo la militancia del PST había participado en la movilización de la CGT compartiendo con entusiasmo el grito “se va a acabar, la dictadura militar” y también aguantando los gases. Dos días después, cuando se cerraba la edición de Palabra Socialista de abril, cuyo eje era la exigencia del plan de lucha a la CGT para darle continuidad a la movilización, se conoció la noticia de la ocupación militar de las islas. Rápidamente se definió una política: desarrollar con todo el esfuerzo militar para derrotar a los imperialistas ingleses, pero desde una posición independiente y sin darle ningún apoyo político a la junta genocida. La corriente del trotskismo que encabezaba Nahuel Moreno comenzó a impulsar la movilización “malvinera” en el país y la solidaridad desde Colombia, Perú, Venezuela, Brasil y otros países. En América Latina la simpatía por Argentina crecía día a día.

Llamando a la conducción de la CGT a ponerse a la cabeza de la unidad de acción antiimperialista, el PST denunciaba las medidas represivas e inconsecuentes de los militares y proponía una serie de medidas a imponer con la movilización para ganar la guerra. Se exigían -entre otras- plenas libertades, terminando con la represión dictatorial; suspender el pago de la deuda externa e incautar todas las empresas inglesas, así como las de su aliado el imperialismo yanqui; apelar al apoyo de los pueblos hermanos latinoamericanos que, como el peruano, se movilizaban en las calles apoyando a Argentina (Palabra Socialista, 15/5/1982).

Para mostrar por la vía de los hechos lo que significaba sumarse al esfuerzo bélico, tanto José Francisco Páez como el “Pelado Matosas”, quienes habían estado años presos y habían sido liberados poco antes del inicio del conflicto, se presentaron como voluntarios.

*Su principal dirigente, Nahuel Moreno, estaba exiliado en Bogotá. Véase su texto sobre la guerra de Malvinas y la caída de la dictadura 1982: comienza la revolución en www.nahuelmoreno.org
** Portada del libro "Malvinas Prueba de Fuego", edición El Socialista, 2007.

Escriben Florencia Briasco y Laura Marrone, Izquierda Socialista/FIT Unidad

Nuevamente las plazas de Buenos Aires fueron escenario de acciones en solidaridad con el pueblo palestino. Este sábado 30 de marzo, Día de la Tierra, el Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino convocó a un caravana que dio vuelta varias veces a la plaza Dorrego en San Telmo, Buenos Aires, donde una feria de artesanos congrega a centenares de visitantes. Cantando "No es una guerra, es un genocidio" y "Estado sionista vos sos el terrorista", organizaciones sociales, barriales y de partidos de izquierda, entre ellos, Izquierda Socialista, hicieron flamear las banderas palestinas por la calle Defensa hasta el Parque Lezama.  

En este parque dimos cierre a la jornada con varias actividades. Bajo el llamado de una sirena, los manifestantes nos tiramos sobre el césped del anfiteatro, representando las masacres de Israel sobre el pueblo palestino.

Seguidamente, Valentina Cabrera de Cuadernos palestinos, realizó un monólogo de una mujer palestina que relata su vida y la de sus ancestros en una tierra ocupada, bajo la amenaza constante de los misiles y el terror, pero que se levanta una y otra vez para seguir resistiendo entre sus muertos, sus olivares secos  y la arena del desierto.  

La fecha elegida, el día de la Tierra, fue ocasión para recordar también el reclamo de los pueblos originarios de nuestro territorio por su propio derecho a la tierra del que fueron expulsados, víctimas, también, de otro genocidio. En silencio, esta vez, acompañamos la ofrenda a la Pachamama que realizaron mujeres originarias en un fogón en el centro del improvisado escenario.

Nos despedimos con la promesa de seguir denunciando al gobierno de Milei por su repudiable apoyo al genocidio israelí y gritando fuerte ¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!

Escribe Reynaldo Saccone, ex presidente de la Cicop y dirigente de Izquierda Socialista/FIT Unidad 

Es posible derrotar la epidemia, pero para hacerlo será necesario movilizarse para obligar al gobierno ultraderechista de Javier Milei, como así también a los gobernadores, a tomar medidas enérgicas acorde a la magnitud que ha adquirido este flagelo que afecta a Argentina, Brasil y Paraguay. De acuerdo a las últimas estadísticas, a nuestro país le corresponden más de 100 fallecidos y más de 150.000 casos. Como prácticamente no hay familia donde no haya algún contagiado, se presume que éstos sean muchísimos más  

Ni Milei ni los gobernadores enfrentan la epidemia 

Guardias atestadas, hospitales y clínicas privadas colapsados, trabajadores de salud extenuados y escasez de reactivos para diagnósticos precisos es lo que tiene para ofrecer el sistema de salud en sus tres sub sistemas: obras sociales, prepagas y sistema estatal de Nación, provincias y municipios. Es que la epidemia sorprende a un sistema de salud con décadas de deterioro y desfinanciamiento. Por ejemplo, en el Hospital Meléndez de la provincia de Buenos Aires las recientes lluvias arrasaron el techo del laboratorio y no pueden realizarse los exámenes necesarios para el dengue. La respuesta del gobernador peronista Axel Kicillof es la indiferencia e inacción. 

Presididos por el ministro de salud nacional Mario Russo, el lunes 25 de marzo se reunieron los ministros de salud de todas las provincias. El ministro del gobierno ultraderechista de Milei le “tiró” la responsabilidad de enfrentar la epidemia (como primer escalón de choque) a cada provincia y municipio. Decir que no es responsabilidad primaria del gobierno nacional una epidemia que abarca 19 de los 24 distritos del país es una fría y perversa decisión política de no gastar un centavo en el cuidado de la salud del pueblo trabajador para acumular los dólares destinados a los pagos de la deuda externa. En ningún momento se planteó una campaña nacional volcando los recursos humanos y físicos del Estado. No hubo decisión de terminar con la epidemia. 

Aplastar la epidemia es posible 

Para combatir la epidemia hay dos estrategias simultáneas: una es protegerse del mosquito y la otra es la vacuna, que se aplica a sectores delimitados de la población (por edad y por zona) debido a que todavía no hay un consenso científico para su utilización universal. En ambos casos es necesaria la acción de los gobiernos que permanecen “haciendo la plancha” mientras se enferman de a miles especialmente las familias de trabajadores. Por esa razón, ya han comenzado en los barrios populares movimientos para exigir a las autoridades que tomen las medidas necesarias. Como ejemplo tenemos el petitorio en el que las asambleas barriales y la Posta sanitaria de la zona oeste del Gran Buenos Aires exigen a los municipios una serie de medidas que de cumplirse, lograrán frenar la epidemia: entrega gratuita de repelentes en hospitales, centros de salud, escuelas y comedores; mosquiteros para establecimientos educativos y de salud; tul mosquitero para cochecitos de bebés; eliminar materiales o recipientes en desuso en los barrios como política pública; vacuna gratuita en hospitales y centros de salud, para pacientes que requieren la misma con orden médica. En la asamblea barrial de Rafael Castillo, agregan además la denuncia de que “en La Matanza no se draga el agua acumulada en los barrios luego de las inundaciones. El fumigado es insuficiente y solo se hace en lugares céntricos”, reclamando al intendente Fernando Espinoza que resuelva estos problemas. Es necesario seguir desarrollando estos movimientos para que obliguen a las autoridades a iniciar una campaña real contra el dengue. 

Es posible proveer repelentes gratuitos 

El mercado de los repelentes está controlado por la multinacional SC Johnson, que participa en este negocio con distintas marcas y presentaciones como Off (aerosoles y crema), Fuyi (aerosoles y tabletas) y Raid (tabletas). La participación de la firma ronda el 80% del mercado y el otro 20% se reparte entre empresas locales. Simultáneamente a la producción comercial existen en el país cerca de 40 laboratorios de producción estatal de medicamentos muchos de ellos provinciales y varios de los cuales (cuatro por lo menos) están elaborando repelentes como el Instituto Biológico de La Plata, el LIF del gobierno de Santa Fe, el laboratorio de la Municipalidad de La Plata, Formomed propiedad de la provincia de Formosa. Esta producción es absolutamente insuficiente y tanto el gobernador radical Maximiliano Pullaro de Santa Fe como el peronista Kicillof, no la han llevado, hasta ahora, a los niveles que la situación requiere. 

Desde Izquierda Socialista/FIT Unidad apoyamos todos los justos reclamos que están llevando adelante las asambleas barriales, especialmente la provisión gratuita de vacunas y elementos de protección. Reclamamos que el gobierno nacional intervenga la multinacional Johnson y a las otras empresas del ramo para coordinarse con la producción estatal, que deberá aumentar, para proveer repelentes gratuitos a escuelas, hospitales y familias. 

Llamamos a movilizarnos para obligar tanto a este gobierno  de Milei, como así también a gobernadores e intendentes de todos los colores políticos, a que tomen estas medidas que la defensa de la salud del pueblo trabajador y sectores populares requiere y para que los fondos destinados a la deuda externa vayan a la lucha contra la epidemia. 

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