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Por un plan económico obrero y popular

Publicado en El Socialista N° 534
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No por repetido deja de ser dramático: la plata no alcanza. Eso está en todas las conversaciones de las y los trabajadores y demás sectores populares. Los salarios, las jubilaciones, cualquier ingreso se diluye como arena entre las manos frente a la inflación. Al mismo tiempo se incrementan la pobreza y la indigencia. Al drama de los que no tienen trabajo, se suman los millones que sí lo tienen, pero están precarizados, tercerizados o en negro, cobrando salarios por debajo de la canasta de pobreza. Esta semana decenas de miles se están movilizando en todo el país con la Marcha Federal Piquetera, reclamando contra el congelamiento de los planes sociales y por trabajo genuino.

La imágen que da el gobierno es de estar absolutamente en otra cosa. Muy lejos de las reales preocupaciones del pueblo trabajador. El Frente de Todos sigue inmerso en una crisis política cada vez más profunda. Alberto Fernández trata de alejarse del “fuego amigo” que le lanza Cristina desde su propio espacio, poniendo distancia, y viajando a Europa en una gira improvisada y armada en un par de días. En el país queda el ministro de Economía Martín Guzmán, cuyas tareas en los últimos días consisten en hacer un raid, recorriendo todos los foros empresarios. Si la semana pasada, el dato estrella fue su presencia en la cumbre del Llao Llao, esta vez se destacó en su reunión con la Amcham (Cámara de Comercio de Argentina y Estados Unidos). A esto se le sumó otra tarea: atender a la primera visita de inspección del FMI sobre los números de nuestro país. Para que no se notara tanto la entrega, Guzmán negoció que la misión del Fondo no venga presencialmente a nuestro país y se haga virtualmente.

El otro componente del Frente de Todos, el peronismo kirchnerista, dio un nuevo salto en su “crítica” retórica contra el gobierno con el discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández al recibir el título de doctora honoris causa en la Universidad del Chaco Austral. A ello se sumaron Máximo y los bloques de diputados y senadores kirchneristas, con una andanada de medidas supuestamente “progresistas” (aunque luego cuando las desmenuzamos nos damos cuenta que no lo son). Pero la realidad es que el kirchnerismo, más allá del palabrerío, no está dispuesto ni a organizar la lucha contra el ajuste, ni a presentar una alternativa política distinta al peronismo gobernante.

Juntos por el Cambio, por su parte, sigue inmerso en su interna. Continúan las disputas de cartel, y las peleas por el posicionamiento de los que aspiran a ser candidatos el año que viene. Pero, más allá de que esto da lugar a roces y matices políticos, hay algo en lo que todos, sin excepción, están de acuerdo: se autocritican de haber gobernado en 2015 sin avanzar con más profundidad y velocidad en aplicar el ajuste que planteaban. Lo sintetizó Horacio Rodríguez Larreta: “cuando ganemos hay que aplicar todas las medidas no en 100 días, sino en 100 horas”. Los libertarios de Milei y Espert le agregaron esta semana una marca más a su perfil de ultra reaccionarios: votaron en contra nada más ni nada menos que la ley de atención de VIH y otras enfermedades, que obtuvo media sanción debido a la movilización tenaz del movimiento de mujeres y disidencias.

Cristina dijo en su discurso en el Chaco que crece la “insatisfacción democrática”. Sin duda, pero lo que no dijo la vicepresidenta fue que ella, que gobernó, colaboró para que millones de pobres y marginados se “desencanten” de la democracia. Lo que Cristina llama la insatisfacción democrática no es otra cosa que la justa reacción popular ante decenas de años de gobiernos que suben al poder llenos de promesas, para dedicarse luego a administrar los respectivos ajustes.

Ni el Frente de Todos en el gobierno, en sus dos vertientes, “albertistas” o “cristinistas”, ni la oposición patronal de Juntos por el Cambio con su larga lista de candidatos, ni mucho menos la ultraderecha libertaria de Milei y Espert, ofrecen la más mínima solución ni perspectivas al drama que azota al pueblo trabajador. Hace falta algo totalmente distinto, un plan económico alternativo, obrero y popular, que ponga en marcha las medidas que se necesitan para resolver las más urgentes necesidades populares.

La primera acción, básica y fundamental, es dejar ya mismo de pagar la deuda externa y romper con el Fondo Monetario Internacional y su plan de ajuste. Esto, junto con imponer fuertes impuestos de verdad a las grandes riquezas, permitirá que exista el dinero que debe aplicarse a generar trabajo genuino, mediante un gran plan de construcción de viviendas populares; a aumentar los salarios y a mejorar la salud y la educación públicas. Ante el flagelo de la inflación hay que defender el poder adquisitivo del pueblo trabajador, otorgando un aumento para que nadie gane menos que el valor de la canasta familiar, calculado por los trabajadores de ATE Indec en 145.456 pesos, actualizado mensualmente por la inflación. Contra la realidad de las actuales jubilaciones de miseria, hay que dar un aumento para que ningún jubilado cobre menos que el valor de la canasta de la tercera edad (hoy en 92.000 pesos). Frente a la amenaza de nuevos tarifazos, hay que reestatizar las privatizadas, bajo gestión de trabajadores y usuarios. Ante la crisis energética que se viene para este invierno, la salida es una YPF 100% estatal y la recreación de una Gas del Estado que concentre la totalidad de ambos negocios, el gasífero y el petrolero. Ante la fuga de capitales y las maniobras con el dólar, se impone la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Todas estas medidas solo las plantea Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, que se postula para llevarlas adelante con un gobierno de los que nunca gobernaron, las y los trabajadores.