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Antisionismo no es antisemitismo

Escribe Guido Poletti

Orquestada por la Embajada de Israel en la Argentina, sigue la campaña de acusar a nuestro diputado, Juan Carlos Giordano, de “antisemita” por ejercer el derecho elemental de condenar la criminal agresión del Estado de Israel y defender al pueblo palestino. La denuncia sionista es una maniobra tan burda que siguen creciendo los repudios, tanto en nuestro país como internacionalmente.

Con sus palabras, Giordano condenó el genocidio que viene realizando el sionismo sobre el pueblo palestino desde hace décadas, con políticas racistas y de apartheid que nos hacen recordar a las que existieron en Sudáfrica hasta 1989. A nadie debería llamarle la atención. Es parte de una posición de principios de la izquierda y de nuestra corriente: estar siempre del lado del oprimido condenando al opresor.

En este marco, tenemos que ubicar la campaña lanzada por el sionismo, orquestada directamente desde la Embajada de Israel en la Argentina y reproducida inmediatamente en una serie de medios de comunicación. La campaña y su argumentación no es novedosa, cualquier crítica al sionismo, o sea al Estado de Israel, sería antisemitismo.

El planteo de acusar de “antisemita” y “nazi” a Giordano es tan banal y ridículo que no se sostiene dos segundos. Se nos acusa de antisemitas a nosotros, la izquierda trotskista, que siempre estuvimos en primera fila en la lucha contra el nazismo. Que hemos dicho, una y mil veces, que el holocausto nazi fue la mayor aberración de la historia de la humanidad. Que nos reivindicamos de una tradición, la socialista revolucionaria, con una enorme, larguísima lista, de dirigentes de origen judío, empezando por el propio Marx, siguiendo por Rosa Luxemburgo, León Trotsky, Abraham León, por citar solo algunos. Una corriente, el trotskismo, que llevó adelante, con las armas en la mano, el glorioso levantamiento del Gueto de Varsovia contra los nazis. Así, en el ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa), Organización Judía de Combate, una de sus organizaciones más importantes la integraban los trotskistas que editaron hasta los últimos días del levantamiento el periódico Czorwony Sztandard. Abraham León, dirigente trotskista y quien produjo uno de los más importantes análisis del judaísmo desde el marxismo, fue uno de los organizadores de las redes de la resistencia en Francia y Bélgica ocupadas hasta ser atrapado por los nazis y enviado a la muerte en Auschwitz.

Somos enemigos irreconciliables de cuanta expresión de ultraderecha existe en el mundo. En nuestro país, cualquiera que conozca mínimamente nuestra trayectoria sabe de nuestra lucha contra la dictadura genocida, la impunidad y en defensa incondicional de los derechos humanos. Tiene claro que condenamos toda forma de racismo, xenofobia y discriminación. Todo esto fue testimoniado hasta el cansancio por las decenas de referentes políticos, sociales, culturales, sindicales y de los derechos humanos que se solidarizaron con el ataque a nuestro diputado.

La operación del sionismo no es novedosa. Todo aquel que cuestiona al Estado de Israel, sus políticas, en síntesis, al sionismo, automáticamente es catalogado de antisemita, entendido como antijudío. Es lo mismo que cuando en la dictadura militar genocida se acusaba a quienes denunciaban sus crímenes y violaciones a los derechos humanos de formar parte de una “campaña antiargentina”.

La acusación que hoy se lanza contra nuestro diputado Giordano es la misma que el sionismo viene realizando desde hace años contra cualquiera que levanta la voz para denunciar sus crímenes. Así, el sionismo acusó de “antisemita” a Noam Chomski, a Ken Loach, a Roger Waters y a una larguísima lista, que llegó increíblemente a incluir a destacados intelectuales  o artistas judíos como Ilán Pappé, Sholom Sand, Harold Pinter o Gilad Atzom. A estos últimos los catalogan con la insólita descripción de “judíos que se odian a sí mismos”. 

Para llevar adelante su campaña, el sionismo recurre a una utilización perversa del holocausto. De hecho, la definición de antisionismo como antisemitismo la lleva adelante una institución denominada Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, y uno de los principales denunciantes contra Giordano es Claudio Avruj, el ministro macrista que negó la existencia de los 30.000 desaparecidos, pero que para acusar a nuestro diputado se presenta como “presidente del Museo del Holocausto”. 

Pero así como hay millones de judíos en el mundo, y cada día más, que condenan las políticas genocidas del Estado de Israel, también se han pronunciado víctimas del holocausto nazi con una simple advocación, “not in our name” (“no en nuestro nombre”). 

La pregunta que queda flotando es por qué el sionismo vuelca tantos recursos en el mundo para sembrar terror contra todo aquel que acusa los crímenes de Israel. La respuesta es clara, ante el creciente repudio al racismo de su Estado y al genocidio contra los palestinos, los sionistas temen terminar como les sucedió a los partidarios del apartheid en Sudáfrica, aislados y repudiados por todo el mundo. 

Nadie va a amedrentarnos ni impedirnos seguir defendiendo la justa causa de Palestina libre, ni condenando la política genocida del sionismo. No solo no hay delito de antisemitismo en ello, sino que es una obligación moral hacerlo. Por el sufrido pueblo palestino, por todos los oprimidos del mundo.