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La historia del G20: Una cumbre que sólo le sirve al imperialismo

Escribe José Castillo

El G20 es una organización creada para realizar reuniones “de consulta” entre jefes de Estado de los países miembros. Este tipo de encuentros nacieron cuando el capitalismo imperialista empezó a sufrir las consecuencias de la crisis económica global hace ya cuarenta años. Así fue que en 1973 se realizó la primera reunión entre las seis más importantes economías imperialistas de entonces: Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. En 1976, con la incorporación de Canadá, se popularizó como Grupo de los 7 (G7). Buscaban mecanismos de coordinación para tratar de evitar las consecuencias más agudas de la crisis y, a la vez, descargar sus consecuencias sobre los países dependientes y semicoloniales. El G7 mantuvo sus reuniones desde entonces, con la incorporación formal de la Unión Europea a partir de 1992. Desde 1997 se comenzó a invitar a esas reuniones a Rusia, pasando definitivamente a denominarse G8 desde 2002.

En el marco de las fuertes crisis económicas de los años ´90 (el efecto Tequila mexicano en 1994, el Sudeste Asiático en 1997 o la rusa en 1998) y del nacimiento del movimiento antiglobalización en las movilizaciones de Seattle de 1999 contra la OMC, se decidió crear un nuevo organismo: el G20. Formalmente, los ministros de Finanzas de las potencias del G8 “invitaron” a sus pares de otros países (llamados “emergentes”, en la práctica los países semicoloniales y dependientes más grandes) a discutir políticas económicas comunes. En concreto, se trataba de una suerte de apriete sobre esos países para que aceptaran las políticas de ajuste, privatización, libre comercio y saqueo que definían las potencias imperialistas.

En 2008, en medio de la nueva crisis mundial, esta vez con epicentro en los Estados Unidos, el gobierno yanqui, con acuerdo de europeos y japoneses, decidió comprometer con más fuerza a los demás gobiernos en sus políticas de salvataje a los bancos (billones de dólares fueron direccionados para evitar sus quiebras, a costa de feroces ajustes sobre los trabajadores de todos los países). Así nació formalmente el G20 con reuniones anuales, llamadas cumbres de presidentes. A los países del antiguo G8 más la Unión Europea se les sumaron once: Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía. La primera reunión del G20 se realizó en 2008 y desde ahí las cumbres se celebraron sucesivamente todos los años, siendo esta la 13°.
En los hechos, las reuniones sólo aprueban los consensos que surgen desde las potencias imperialistas. Los demás países no deciden nada, jugando un rol para que los eventos parezcan “más representativos”. Aun así, las verdaderas decisiones internacionales sean políticas o económicas nunca se tomaron en un G20. Como muestra digamos que en solo dos de las últimas cinco reuniones se alcanzaron consensos mínimos.

Y las declaraciones que surgen, muchas veces unilateralmente de parte de algún país imperialista, nunca son a favor de las clases trabajadoras y los pueblos. Así, en la última reunión de 2017 en Hamburgo, el gobierno de Trump informó que los Estados Unidos se retiraban del acuerdo de París sobre reducción de gases para evitar el calentamiento del planeta. Por todo esto, lo más probable es que no se den grandes definiciones en la Cumbre de Buenos Aires, más allá de alguna declaración final formal de compromiso. Claro que, como tanto la economía como el propio dominio imperialista del planeta por parte de los Estados Unidos está en crisis, es posible que observemos nuevos capítulos de la llamada “guerra comercial” con China (se habla de una reunión bilateral Trump-Xi Jinping), de las disputas con Rusia en relación con el debate sobre el desarme nuclear, el reparto de influencias en Irán y Siria.
Como vemos, esta cumbre, como todas las anteriores, será un foro más donde los poderes imperialistas discutirán y alcanzarán acuerdos (o no) acerca del reparto en el saqueo de los pueblos y las riquezas del planeta.