Dec 05, 2024 Last Updated 9:16 PM, Dec 4, 2024


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad
 
El gobierno hizo una “celebración oficialista y electoralista” del 24 de marzo. Así lo denunció el documento del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia (EMVyJ) leído en Plaza de Mayo. La plaza estuvo colmada, aunque hubo dos marchas diferenciadas. Una convocada por el Encuentro y la izquierda de manera independiente del gobierno, levantando las banderas contra la impunidad de ayer y de hoy, cárcel a todos los genocidas y sus cómplices civiles, contra el ajuste, el saqueo y el FMI. Y la otra a favor del gobierno, impulsada por el Frente de Todos, el kirchnerismo y La Cámpora (en apoyo directo a Cristina), junto a los organismos de derechos humanos oficialistas.

 La Cámpora y el conjunto del peronismo kirchnerista convocaron a marchar con la consigna “Democracia sin mafias” (ver afiche). Se leyó entre sus pancartas “Cristina 2023”. Esta propuesta la había lanzado Cristina Fernández de Kirchner en el acto de Avellaneda de diciembre del año pasado, luego de ser condenada por corrupción. El cambio de consigna ya había generado un choque con Abuelas de Plaza de Mayo y la propia Estela de Carlotto, quien llamó a no mezclar las banderas partidarias en este 24. Pero el peronismo kirchnerista y La Cámpora la volvieron a reeditar, usando la convocatoria para reivindicar a Cristina en el marco de su interna peronista, denunciando una supuesta “proscripción” mientras el gobierno sigue con un brutal ajuste, la inflación y el sometimiento al FMI.

¿No era momento para reclamar cárcel a los cómplices civiles de la dictadura? Nada más actual en momentos en que acaba de morir en la impunidad el empresario Blaquier de Jujuy, responsable de la denominada “Noche del Apagón”, cuando en julio de 1976 la dictadura cívico-militar y la empresa Ledesma organizaron cortes de luz para secuestrar a 400 trabajadores y estudiantes. ¿No era momento de repudiar al FMI que estuvo detrás del golpe y sigue hoy? Parece que para el kirchnerismo no era el momento. A tal punto que se fue rápido de la Plaza de Mayo para hacer un acto en Tribunales, mostrando que su gran problema no es la impunidad, la pobreza o el FMI, sino los jueces que fallan en contra de la vice presidenta.

Izquierda Socialista repudió el atentado contra Cristina y llamó a que se juzgue y castigue a los responsables, pero a la vez alertamos que la campaña contra la “proscripción” tiende a encubrir que el peronismo es el que está aplicando un brutal ajuste contra el pueblo trabajador.

Se habla de una “proscripción” contra Cristina, pero nadie le impide que sea candidata. Si no se presenta es por la crisis en la que está su espacio político. Tampoco está proscripto el peronismo, el Frente de Todos viene gobernando el país y la mayoría de las provincias sin ninguna proscripción. Es más, de los “40 años de democracia” que se cumplen este año, desde la recuperación de los gobiernos constitucionales en 1983, el peronismo gobernó veintiocho años, casi tres décadas. Si aumenta la pobreza, la inflación y se le sigue robando a las y los jubilados al mejor estilo Macri es por culpa de este supuesto gobierno “nacional y popular”.

Los defensores de Cristina argumentan de la siguiente manera: “lo que el partido militar fue a los gobiernos populares del siglo XX, el lawfare (guerra judicial) lo es ahora a los gobiernos nacionales, populares y democráticos”. Esto se dijo en el Foro Mundial de Derechos Humanos reunido recientemente en Argentina con la presencia de Cristina, Evo Morales, Correa, Mujica, el juez Garzón y representantes del Grupo de Puebla (Página12, 22/03).

Cristina tuiteó que la del 24M fue una “marcha para defender la democracia”, “contra un estado de excepción”, como si estuviéramos en las vísperas de un golpe de Estado. “Nunca más a la corporación judicial”, agregó. Pero esa “mafia judicial” es parte intrínseca de este sistema capitalista que ella defiende. Los jueces que condenaron a Cristina los había puesto ella. El Senado, donde siempre tuvo hegemonía el PJ, es el que valida la designación de las y los jueces. Claro que son jueces al servicio de los poderosos, de la corrupción y profundamente anti obreros, por eso la izquierda quiere terminar con ellos y con sus privilegios, con la elección popular de los mismos y el juicio por jurados, algo que el kirchnerismo no propone.

Con este balance del 24 de marzo llamamos a la reflexión, en especial a las nuevas generaciones que se movilizaron a cuarenta y siete años del golpe genocida, manteniendo como en cada año la mecha encendida para poder avanzar contra la impunidad de ayer y de hoy bajo todos los gobiernos. El kirchnerismo y La Cámpora marcharon por Cristina, la izquierda con el FIT Unidad a la cabeza siempre lo hará con las históricas banderas bien en alto, sabiendo que la salida de fondo vendrá de la mano de un gobierno de la izquierda y de las y los trabajadores y con una Argentina socialista.

El 24 de marzo la dirección del Museo Ricardo Rojas realizó un homenaje a Federico Álvarez Rojas e Hilda Leikis, militantes del Partido Socialista de los Trabajadores, secuestrados y desaparecidos bajo la dictadura genocida. Federico fue físico nuclear graduado de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Era delegado de UPCN en la Comisión Nacional de Energía Atómica, y militaba en el PST. El 1 de octubre de 1976 fue secuestrado junto con su esposa Hilda, trabajadora de Obras Sanitarias de la Nación (OSN) y también militante del PST. Tenían 33 y 36 años. Por testimonios de ex detenidos, fueron vistos en el Centro Clandestino de Detención El Vesubio.

En el homenaje estuvieron presentes las hijas de Federico e Hilda, su hermano Fernando Álvarez Rojas, con su familia que viajaron desde Brasil y otros familiares. Miembros de la Comisión de Energía Atómica, representantes sindicales de UPCN, referentes de la lucha por los derechos humanos y militantes del PST que fueron compañeras y compañeros de Hilda y Federico como Mercedes Petit, Dorita Martínez, Orlando Mattolini, Hugo Muñoz, Jorge Bernstein, Miguel Sorans, entre otras y otros.

Durante el homenaje, en el que se leyeron poemas de Paco Urondo, Juan Gelman, Mario Benedetti y Elsa Boreman, hicieron uso de la palabra un represente de la dirección del museo y familiares. Un representante de la comisión del Vesubio, que estuvo allí secuestrado, relató que intercambió conversaciones con Federico e Hilda, aunque sin verlos. Y que cuando se daban momentos de depresión, Federico daba palabras de fortaleza y de esperanza. Luego se inauguró en el jardín de recepción del museo un bebedero para pájaros de hierro con una placa con sus nombres y el lema de Memoria, Verdad y Justicia.

Finalizado el homenaje Mercedes Petit y Miguel Sorans, en nombre de Izquierda Socialista, entregaron a Fernanda, una de las hijas de Federico e Hilda, una carpeta con fotos y facsímiles de la actividad del PST bajo la dictadura.

 Un merecido homenaje a quienes dieron su vida por la emancipación de la clase trabajadora. ¡Compañeros Federico e Hilda, hasta el socialismo siempre!


El 24 de marzo de 1976, las fuerzas armadas tomaron el poder en la Argentina, derrocando al gobierno de María Estela Martínez de Perón. Una junta militar compuesta por Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Massera (Armada) y Orlando Agosti (Fuerza Aérea) se hizo cargo del gobierno. Contaban con el beneplácito de toda la patronal, nacional y extranjera, del imperialismo y de la Iglesia. Comenzaba una época de terror: una auténtica dictadura cívico-militar, empresario-eclesiástica, que lanzó una política de aniquilamiento contra la clase trabajadora, la juventud y todas sus organizaciones.

Podemos decir que el golpe tuvo, centralmente, dos objetivos. El primero fue producir una derrota contundente al proceso de ascenso de la movilización obrera y popular que había comenzado con el Cordobazo de 1969. Donde toda una nueva generación, una nueva vanguardia, había salido a luchar contra la dictadura de entonces, pero también reclamando un cambio profundo, anticapitalista y socialista. Decenas de miles de jóvenes, obreros y estudiantes, se forjaron al calor de esas luchas, alentadas también por un mundo desde dónde llegaban los ecos de la revolución cubana, el asesinato del Che Guevara, el Mayo Francés y la heroica resistencia del pueblo vietnamita. Un ascenso que no pudo ser frenado ni siquiera cuando la clase capitalista, los militares de entonces y el imperialismo aceptaron la vuelta de Perón, proscripto desde hacía 18 años. Ni el “pacto social” de 1973, ni la feroz represión de la “Triple A” (nefasto antecedente de lo que luego sería el accionar de los grupos de tareas de la dictadura), lograron frenar la movilización obrera y popular. Para eso vino la dictadura: para liquidarla a sangre y fuego.

Pero la dictadura genocida también tuvo otro objetivo: imponer un plan económico de hambre y entrega. A través de José Alfredo Martínez de Hoz (ministro de Economía de Videla, el primer presidente de la dictadura) llevó adelante una política económica que ya en el primer año de ejecución, había reducido los salarios en un 40%. Le siguieron la virtual desindustrialización del país, con decenas de miles de fábricas cerradas y, por sobre todo, un endeudamiento que todavía hoy estamos sufriendo. La deuda externa, ilegítima, ilegal, fraudulenta desde todos los puntos de vista, nació con la dictadura y creció en esos años. Grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, se endeudaron en esos años, en una deuda que, al final de la dictadura, fue “estatizada” por un funcionario que luego volvería a serlo en distintos gobiernos de los años siguientes: Domingo Cavallo (ministro de Menem y De la Rua), el mismo que el liber-facho negacionista de Milei reivindica como “el mejor ministro de Economía de la historia argentina”.

La dictadura finalmente cayó, derrotada por la movilización popular. Los militares genocidas, con sus idas y venidas y sus impunidades, no pudieron esquivar ser juzgados (y aún lo están siendo). Pero el plan económico de la dictadura tuvo su continuidad en los infinitos pagos de deuda externa y los planes del FMI que llevaron adelante absolutamente todos los gobiernos posteriores. Cuando comenzó la dictadura había un 4% de pobres en nuestro país; hoy hay un 40%. Esa es su más triste herencia y una de las peleas que tenemos pendiente.

Escribe Juliana García, militante de Derechos Humanos

En 1982, luego de  la traición de Malvinas, el pueblo trabajador, la juventud y todo el pueblo por medio de gigantescas movilizaciones terminaron con la dictadura militar. Fue una auténtica revolución democrática, un inmenso triunfo popular. Los militares genocidas se fueron en medio del repudio popular, que exigía juicio y castigo para sus crímenes.

Sin embargo, todos los gobiernos que siguieron trataron de “salvar” a los militares genocidas, además de continuar con los planes de hambre y ajuste al servicio de pagar la deuda externa.

Alfonsín primero intentó que los propios militares se juzgaran a sí mismos. Cuando esto fracasó, se vio obligado a llevar adelante el juicio a las juntas, buscando que este tuviera el menor impacto posible, sin siquiera televisarlo con sonido. Luego de las condenas a los comandantes, buscó que los nuevos juicios no se extendieran al resto de los genocidas. Para eso sacó la ley del Punto Final primero, y la Obediencia Debida después.

Más adelante, el menemismo llevó adelante los indultos, liberando a todos los genocidas, hasta los mismos comandantes.

Sin embargo, la movilización nunca se detuvo. ¡Si no hay justicia, hay escrache!, se gritó en los años ‘90. Las movilizaciones de cada 24 de Marzo crecieron en masividad. Y finalmente, en 2003, un proyecto de ley de la izquierda logró la anulación de las leyes de impunidad y los indultos.

Nunca fue fácil. Volvieron los juicios, siempre trabados por gobiernos que nunca permitieron que se abrieran todos los archivos, obligando a enormes investigaciones de abogados y víctimas. Los genocidas llegaron hasta a hacer desaparecer un testigo, como fue el caso de Jorge Julio López en el juicio a Etchecolatz.

Del mismo modo que se avanzaba trabajosamente en cada causa, las Abuelas de Plaza de Mayo también, en un heroico trabajo de hormiga, fueron restituyendo la identidad a nietas y nietos apropiados por los genocidas.

En los últimos años, los genocidas condenados presentaron mil y una chicanas para salir de la cárcel. Llegaron a tener hasta la complicidad de la Corte Suprema, cuando votó el 2 por 1. Pero, nuevamente, la movilización popular impidió que se efectivizara la impunidad.

Así pasaron 40 años. El alfonsinismo primero, y el kirchnerismo después, quisieron apropiarse de la lucha por los derechos humanos. Pero esta pertenece a los que siempre estuvieron, en la resistencia a la dictadura y en los 40 años siguientes. A los que seguiremos estando, ¡ahora y siempre!

¡Son 30.000!

Escribe Guido Poletti

No es la primera vez que sucede. Pero lamentablemente el negacionismo del genocidio vuelve a levantar cabeza.

A lo largo de los años tuvo distintas manifestaciones. Tenemos la llamada “teoría de los dos demonios”, que planteó que lo que sucedió en la época de la dictadura fue “una guerra” con “dos bandos”. Dentro de ese planteo, estuvieron los defensores de genocidas, que directamente decía que frente a lo que llamaban “la subversión marxista”, los militares genocidas eran en realidad próceres que defendían a la patria.

Siempre existieron y existen estos personajes. Incluso han ganado algún espacio, como la diputada nacional Victoria Villarroel, del partido del liber-facho Javier Milei. Que, a su vez, no duda en unirse a otros reivindicadores del genocidio, como la Fuerza Republicana, el partido de Bussi en Tucumán.

En los últimos tiempos, ante la imposibilidad de negar los crímenes de la dictadura, con evidencia abrumadora en los juicios, muchos han optado por “minimizar” el genocidio. Su argumento es que “no fueron 30.000”. Recurren para esto a tomar en cuenta sólo las listas de denuncia de la Conadep de 1983 (8.961), o las presentadas a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos en 1979 (5.580 denuncias). Cuando fueron miles los que en esos momentos no pudieron presentar denuncia alguna. Con los años se siguen descubriendo crímenes, niñas y niños apropiados que ahora descubren quienes fueron sus padres, cuerpos que son identificados ahora que existe el ADN (cosa que no sucedía en los años inmediatos posteriores a la dictadura).

Los genocidas y sus defensores siempre mantuvieron el pacto de silencio, nunca dieron información, niegan el número de desaparecidos, pero ellos y los negacionistas nunca aportaron dato alguno.
Por el contrario, es un hecho que, en el año 1978, a apenas dos años de comenzada la dictadura, el informe secreto del agente del servicio chileno Arancibia Clavel, que contaba con un acceso privilegiado a las altas esferas militares argentinas, ya afirmaba que había 22.000 desaparecidos. La mismísima embajada de los Estados Unidos, en 1979, sumaba 20.000. Los operativos, las desapariciones continuaron en los años siguientes.

Hoy, que a los militares genocidas y abogados defensores, se le suman figuras nefastas como Milei, Espert y Gómez Centurión, en un nuevo aniversario del golpe genocida, queremos que resuene más fuerte que nunca: ¡Cómo a los nazis les va a pasar, a dónde vayan los iremos a buscar!

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

Es una herramienta fundamental para fortalecer a Izquierda Socialista y al Frente de Izquierda.

La suscripción del periódico impreso nos permite también seguir editándolo, ya que nos financiamos con nuestros propios aportes y del de los suscriptos.

 

Suscribite a la versión Impresa

Más Leídos