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Mercedes Petit

15 de mayo de 1963: el dirigente campesino Hugo Blanco era detenido en Cuzco

“¡Otac allpa otac huañuy!”

Así gritaban en quechua “¡Tierra o muerte!” los campesinos en los valles peruanos de La Convención y Lares, en el Cuzco. Hugo Blanco encabezó su lucha, con la cual fueron conquistando tierras y otros derechos.

Izquierda: En el consejo de guerra en Tacna (1966), Blanco grita “Tierra o muerte”. El público respondió “venceremos”. Derecha: Hugo Blanco hoy.

Izquierda: En el consejo de guerra en Tacna (1966), Blanco grita “Tierra o muerte”. El público respondió “venceremos”. Derecha: Hugo Blanco hoy.

El pueblo peruano ha vivido históricamente en la pobreza gracias a la expoliación de burgueses, terratenientes y multinacionales imperialistas. La región de los valles andinos estaba poblada por modestos campesinos indios, sometidos al peor abuso por los grandes terratenientes (“gamonales”). Hacia 1962 había seis millones de campesinos y comuneros pobres (el 60% de la población) que ganaban tres dólares al mes. Unas 500 personas integraban una oligarquía burguesa-terrateniente.*

En el departamento de Cuzco, al sureste de Lima, el 0,35% de los propietarios eran dueños del 60% de las tierras. El 92% eran comuneros, agrupados en el “ayllu”, con escasas tierras comunales. Eran tres millones que vivían al límite de la subsistencia. El “arrendire” obtenía el derecho a cultivar para sí una pequeña parcela de tierra del gamonal, a cambio de trabajar gratis la mayor parte del mes en la hacienda ajena. Los “peones libres” eran una especie de “asalariados” sin tierra, que vivían en las haciendas en el siniestro sistema del “pongaje”, que entregaban servicios personales no remunerados. Millones de indios hablaban su lengua ancestral, el quechua, y eran analfabetos, por lo cual no podían votar.

De la fábrica a la lucha en el campo

Hugo Blanco era oriundo del Cuzco, hijo de un abogado defensor de campesinos. Se crió entre ellos, aprendiendo el quechua escuchando sus historia de lucha. A los 20 años, en 1954, viajó a Argentina para estudiar en la Universidad Nacional de La Plata. En 1957 comenzó a militar en Palabra Obrera, la organización trotskista que dirigía Nahuel Moreno. Entró a trabajar en el frigorífico Swift. En 1958 volvió a Lima y se incorporó al POR (Partido Obrero Trotskista), organización hermana de Palabra Obrera, e ingresó nuevamente en fábrica. La visita del presidente yanqui Richard Nixon dio lugar a movilizaciones de repudio y Hugo tuvo que volverse al Cuzco para no ser detenido, por la represión que cayó sobre el POR.

Rápidamente, trabajando como canillita, se transformó en delegado e ingresó a la Federación de Trabajadores del Cuzco (FTC). Se fue vinculando a los numerosos delegados campesinos y sus luchas. Desde entonces comenzó a enfrentarse en forma permanente a la política contrarrevolucionaria del Partido Comunista peruano, que tenía mayoría en la FTC.

En 1960, luego de más de dos meses de prisión por encabezar un piquete que enfrentó a la policía, se fue a Chaupimayo, en el valle de La Convención, a trabajar como arrendire en la hacienda de un gran gamonal. Así comenzó su labor de movilización y organización de los campesinos.

La sindicalización y las huelgas campesinas

Cuando Hugo Blanco llegó al Cuzco, había seis sindicatos campesinos. Para mayo de 1963 serían 148. El campesinado se incorporó al ascenso urbano y fabril que había en Perú desde 1958-60. El primer paso fue en Chaupimayo, presentando un “pliego de reivindicaciones” que unía a todos los campesinos: peones libres, arrendires y otros estamentos, como los allegados y habilitados. Ante el rechazo del gamonal Romainville, comenzó la huelga y la toma de tierras. Hugo Blanco, hablando en quechua, impulsó los piquetes contra los carneros. Los campesinos dejaron de trabajar los campos del terrateniente, y se dedicaron a ocupar y cultivar las parcelas asignadas. El movimiento se consolidó y extendió hasta dar lugar a una revolución agraria en el Cuzco y los Andes centrales. Se fueron creando milicias campesinas, se tomó el control de radios y escuelas rurales. Todo se resolvía e impulsaba en las asambleas. Los hacendados más pequeños comenzaron a negociar y aceptar el pliego, ante el riesgo inmediato de perder por completo su cosecha.

Luego de nueve meses de huelga y sindicalización, a pesar de la represión y el boicot permanente del PC, a las demandas iniciales, como la jornada de 8 horas o el fin de los desahucios, se incorporó la exigencia de la propiedad: la tierra para quien la trabaja, exigieron los arrendires y allegados. Estaba en marcha, en los hechos, la reforma agraria.

Las dificultades en el trotskismo

Era totalmente esperable que el estalinismo combatiera a Hugo Blanco, calificado como “agente del imperialismo”. Pero en el movimiento trotskista se iban acumulando problemas. La Cuarta Internacional estaba dividida en dos sectores a nivel mundial desde 1950-51. A comienzos de los años 60, bajo la presión de la revolución cubana y sus avances en la expropiación de la burguesía, ambos sectores iniciaron un proceso de reunificación, cediendo al castro-guevarismo. La corriente que impulsaba Moreno (organizada en el Cono Sur en el SLATO-Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo) y a la cual pertenecían el POR peruano y Hugo Blanco, se sumó posteriormente, porque, aunque reivindicaba a Cuba Socialista y su defensa, criticaba a la dirección cubana y polemizaba contra el foco guerrillero guevarista.

Tanto Palabra Obrera en Argentina (que envió dirigentes y cuadros, así como apoyo económico), como el POR peruano (que desde 1961 había formado el FIR con otros agrupamientos), estaban volcados con todo al apoyo a la lucha en el Cuzco. El proceso campesino que dirigía Hugo Blanco significó desarrollar la movilización de masas, las asambleas y la democracia de base, y la milicia armada como parte indispensable para las necesidades de la lucha, en constante enfrentamiento con la represión creciente. En síntesis, lo opuesto al foquismo guevarista.

Pero en 1961-62 se comenzó a desarrollar una desviación guerrillerista en el FIR. Se realizaron dos asaltos bancarios para recolectar fondos para la lucha campesina, cuyos participantes fueron detenidos luego de unos meses, provocando crecientes problemas. Nahuel Moreno, tal como siempre lo relató Hugo Blanco, estuvo personalmente al frente del apoyo de su lucha y del cuestionamiento a las desviaciones militaristas. Esto le significó a Moreno estar preso en Bolivia y Argentina durante casi un año, y posteriormente ser juzgado y absuelto en Lima.**

Doble poder en el Cuzco y la detención de Blanco

A lo largo de 1962 se dio en los valles de La Convención y Lares el mayor pico del ascenso campesino, con la extensión de las milicias y las acciones contra los terratenientes y la policía. En la región se estableció un doble poder. Blanco ya se movía clandestinamente, protegido por el movimiento, y lanzó la “Ley de Reforma Agraria” de la Federación Departamental de Campesinos del Cuzco. Las tierras ocupadas quedaban como propiedad de quienes las cultivaban. Las casas y demás propiedades de los hacendados quedaban en manos de los sindicatos, que las repartían. Se nombraban los jueces y se pagaba el sueldo a los maestros. Pero habían quedado aislados del resto del país y, producto de las desviaciones militaristas, tanto el POR como el FIR habían quedado prácticamente desarticulados.

Desde agosto de 1962, por la creciente represión y las detenciones, los principales dirigentes, con Hugo a la cabeza, debieron transformarse en una guerrilla, para protegerse de la guardia civil. Al mismo tiempo, seguían organizando la ocupación y cultivo de las tierras de Chaupimayo, tal como lo disponían las asambleas campesinas. Finalmente, luego de que cayeron tres guardias en enfrentamientos armados, Blanco y sus compañeros fueron dispersados. El 15 de mayo lograron apresarlos.

Pero la lucha daba sus frutos. El gobierno fue combinando la represión con concesiones. El presidente Pérez Godoy firmó una Ley de Reforma Agraria para las provincias de La Convención y de Lares, y en la región la revolución agraria se fue aplacando. Los campesinos pudieron consolidar la posesión de sus tierras.

En 1968, el general Velazco Alvarado, para canalizar el descontento campesino, y entre otras medidas nacionalistas, dio una ley de reforma agraria para todo el país. Desde los sesenta, con la lucha campesina se fue erradicando el sistema de los grandes latifundios y el servilismo rural en el Perú.

La movilización le salvó la vida

En 1966 el fiscal pidió la pena de muerte para Hugo Blanco, y fue impedida por una amplia y vigorosa campaña en Perú y todo el mundo, encabezada por el morenismo y toda la Cuarta Internacional. Le dieron 25 años, pero salió de prisión en 1970. Desde entonces fue exiliado varias veces, volvió, fue diputado constituyente, preso en numerosas ocasiones, senador y un largo etcétera. Pero siempre se mantuvo como un hombre sencillo, que reivindica a León Trotsky, y como un infatigable luchador revolucionario. Hoy, cerca de cumplir 80 años, es miembro honorario de la Federación Campesina del Perú y edita el periódico Lucha indígena.

 

* Véanse estos y otros datos en El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, de Ernesto González (coordinador), Tomo 3, vol. 1, Antídoto.
**Tierra o muerte..., ya citado, pág. 77: “El mérito de haber reaccionado primero y de haber comenzado una lucha seria contra esa desviación le corresponde al camarada Nahuel Moreno.”


Indio

Así lo explicaba Hugo Blanco, señalando que tomó conciencia de la importancia de la lucha de los campesinos indios por los aportes teóricos de Nahuel Moreno:

“El «indio» es una nacionalidad oprimida. Aunque el muro que lo separa del mestizo y del blanco no es tan sólido como en el caso de los Estados Unidos, la humillación, el aplastamiento de que es víctima son mayores. Su lengua, su música, su indumentaria, sus gustos, sus costumbres, son escarnecidos, aplastados, denigrados [...] Indudablemente, la lucha en el campo es del campesino contra el gamonal; pero la reivindicación de lo indio, de la nacionalidad oprimida, es un ingrediente fundamental. Por eso, nosotros, siempre hemos hablado en quechua a lo largo de la lucha, siempre hemos exaltado lo indio.”*

 

Tierra o muerte. Las luchas campesinas en Perú. México, Siglo XXI, 1972, págs. 7 y 13-17.


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