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Juan Carlos Giordano
Escribe:
Juan Carlos Giordano

Cacerolazo

¿Bronca de la clase media o protesta de la “derecha”?

El cacerolazo del jueves 13 abrió un gran debate. ¿Masivo o minoritario? ¿Espontáneo o impulsado por la derecha? ¿De gente “bien vestida” o clase media y sectores populares? Aquí damos nuestra visión y propuesta.

El cacerolazo fue una gran movilización nacional, espontánea, impulsada desde las redes sociales, con una composición heterogénea, donde se movilizó la clase media y otros sectores populares. Fue una expresión masiva en todo el país. Los medios reconocen que hubo más de 100 mil personas en las calles, gozando de una gran simpatía de otros miles y miles, con comentarios favorables en lugares de trabajo y barrios populares. Hasta el oficialista diario Página 12 tuvo que reconocer que el repudio se hizo sentir en Rosario, Mendoza, Córdoba, Salta, Paraná, Posadas, Tucumán, Bariloche y Bahía Blanca, entre otros puntos del país.

La Plaza de Mayo se llenó varias veces con gente que se iba renovando. En Capital hubo además importantes concentraciones en distintos barrios de clase media-popular como Paternal o Villa Urquiza. También hubo expresiones en el conurbano, como en Lanús, Glew, La Matanza, Grand Bourg, Malvinas, Mariano Acosta, entre otros lugares. En Ramos Mejía, por ejemplo, muchos humildes usuarios del ferrocarril se sumaron porque no tienen servicio de noche y el Sarmiento está colapsado. También se expresaron docentes, estatales, bancarios.

El gobierno salió inmediatamente a “demonizarlo”. Ya había hecho lo mismo con el paro y movilización de la CGT Moyano del pasado 27 de junio. Recordemos también cuando Cristina dijo que los docentes eran unos vagos. Un discurso que ya es parte del “modelo” oficial contra los que luchan, o ante cualquier protesta.

Funcionarios, diputados y medios oficiales han llegado a decir que los movilizados pusieron en peligro la democracia y querían voltear al gobierno. Incluso, algunos se atrevieron a señalar que son los mismos que estuvieron en el golpe del ´55 contra Perón. Lamentablemente, la postura del gobierno denostando al cacerolazo, contó con el apoyo de respetadas figuras de los derechos humanos como Estela de Carlotto, de Abuelas. Mientras Pérez Esquivel y Nora Cortiñas salieron al cruce, reivindicando el derecho a expresarse de los manifestantes.

También desde el oficialismo han dicho que fue un hecho minoritario, organizado por la oposición patronal, y que salieron a la calle los que siempre están contra del gobierno.

Sabemos que muchos trabajadores y jóvenes, igual que nosotros, odian a la derecha y no quieren saber nada con los Macri, Duhalde o De Narváez, quienes buscan montarse sobre la bronca expresada. Ni con el multimedio Clarín, ni con la cúpula eclesiástica. Y que pueden tener dudas sobre si se trató o no de una acción genuina, ante el hecho cierto de que se hayan manifestado sectores acomodados minoritarios, o que haya habido gente diciendo “diktadura” o “que se vaya”. Pero eso no nos puede confundir alrededor de que los cacerolazos reflejan una inmensa bronca de sectores medios que se hicieron oír esgrimiendo justos reclamos. Descontento que también abarca a la clase trabajadora, expresándose en las luchas por el salario o contra el ajuste en las provincias.

El cacerolazo dio contra el autoritarismo del gobierno y sus ansias re-releccionistas. El kirchnerismo acusó el golpe. Archivó la posibilidad de una contramarcha y, de seguir así, la relección se le podrá ir complicando cada vez más.

¿Por qué fue tan masivo el repudio cuando similares convocatorias anteriores fueron minoritarias? Solo se explica por el hartazgo de importantes sectores medios, incluso de una franja que votó a Cristina. Colmaron el vaso el promocionado intento de re-relección (que abarca a algunos gobernadores K, como el de Mendoza, provincia donde marcharon 15.000 personas), el uso abusivo de la cadena nacional (llegando al colmo de pasarse un discurso presidencial en diferido y en hora pico) y la manipulación electoralista que quiere hacer el gobierno con el voto joven. También la gente dijo basta a las mentiras del INDEK (se puede comer con $6 por día), a la corrupción e impunidad ante el caso Boudou o la masacre de Once, la restricción a la compra de dólares (mientras el gabinete y La Cámpora ahorran en billetes verdes, viven en el lujo y ganan sueldazos) o la inseguridad, que afecta esencialmente a los trabajadores y demás sectores populares. Todo en el marco de que se empezó a aplicar un ajuste y que la alta inflación se sigue comiendo los salarios y jubilaciones. Es decir, mientras los problemas de fondo se siguen agravando.

Desde las redes sociales se anuncian nuevos cacerolazos. Estamos a favor de movilizarnos contra la re-reelección y otras importantes demandas democráticas, deslindándonos de todas las variantes de la oposición patronal, la cúpula de la Iglesia o de cualquier otro sector burgués que busque montarse en la protesta. Incorporando los reclamos de los trabajadores, por aumento de salario, contra el impuesto al trabajo (Ganancias) y el ajuste en las provincias, por el pago de las asignaciones a todos los trabajadores, contra los despidos y suspensiones, entre otros. Exigiendo ahora que la CGT Moyano llame a un paro nacional para la convocatoria hecha para el 10 de octubre por la CTA Micheli (ver Editorial). Para permitir que se unan los reclamos de los trabajadores con la clase media descontenta. Mientras luchamos por otro “modelo” obrero y popular al servicio de los trabajadores y el pueblo.


Escribe:
Atilio Salusso

Debates en la izquierda

En la izquierda se ha planteado un debate. Esencialmente con los compañeros del PTS. El mismo gira alrededor de los motivos del cacerolazo, su composición, reclamos y qué política tener ante los mismos.

PTS dice que fue una “movilización de derecha”, de “caceroleros chic de Recoleta y Barrio Norte” y un “intento de construir un movimiento de oposición patronal”. Algo similar señala el MAS, que tildó lo ocurrido de “movilización reaccionaria”, “bando burgués” y “malestar cheto” organizado por De Narváez y Cariglino, al mejor estilo 6,7,8. Una visión completamente equivocada.

Tildar de derecha al cacerolazo, como hace PTS, no es más que copiar el discurso del gobierno, haciéndole el caldo gordo. PTS incluso llegó a señalar que parte de los movilizados lo hicieron por sentirse “afectados por algunas medidas gubernamentales”, otorgándole un carácter “progresista” al peronismo gobernante que no tiene nada que ver con la realidad (ver No hay progresismo…). Las marchas de derecha son las que tienen un claro contenido antiobrero y anti sindical, contra las huelgas y conquistas de los trabajadores, pidiendo expulsar a los inmigrantes o que se reprima a los que luchan.

El razonamiento del PTS también es funcional al PRO, la UCR, el PJ disidente, Binner, la Iglesia y medios como Clarín. Decir que los miles se movilizaron bajo el ala de éstos, es atribuirles un poder de convocatoria que no tienen. Por eso, ni Macri ni De Narváez o Patricia Bullrich se atreven a decir que fueron los convocantes. El cacerolazo sorprendió por igual tanto al gobierno como a los demás políticos patronales y medios anti-K.

Esta visión equivocada, a su vez, desprecia los reclamos legítimos de la mayoría de los movilizados. Una encuesta revelada por el propio Aníbal Fernández señala que el 60% se movilizó contra la rereelección. ¿No tenemos que estar de acuerdo en enfrentar la política kirchnerista de perpetuar a Cristina en el poder? Y la inseguridad, ¿no es un flagelo que afecta a los trabajadores? ¿Le vamos a dejar esas banderas para que las capitalice la derecha o se la vamos a disputar desde la izquierda?

PTS quisiera que las marchas de la clase media levanten un programa revolucionario. Si fuera por deseos, a nosotros también nos gustaría que fuese así. Pero si se quiere modificar la realidad, hay que actuar sobre ella tal cual es. Moverse con fantasías y sectarismo lo impide.

La política que levanta PTS ante estos nuevos hechos (“partido de trabajadores sin patrones” y “gobierno de los trabajadores”) es hacer propaganda ante la realidad, y claramente abstencionista. Porque va contra el desarrollo de la movilización, le regala las capas medias a la oposición patronal y no da pelea para que los sectores medios se unan a los trabajadores o vengan a la izquierda. Todo bajo el argumento de que hay que impulsar un “tercer” polo, “independiente” de ambos “bandos burgueses”.

Por su parte, el Partido Obrero, si bien considera que los cacerolazos “se producen en el contexto de un descontento creciente en diversos sectores de la población”, cosa que compartimos, afirma que fueron fogoneados por el Arzobispado y que “sería una tragedia nacional sustituir a los K por la laya de los Macri”, dando a entender que se trataría de un intento desestabilizador y opone en forma abstracta el programa del FIT a las consignas que levantan los movilizados.

Estamos contra los bandos burgueses y luchamos para que gobiernen los trabajadores. Por eso somos de izquierda y bregamos por la independencia de clase. Pero eso no debe impedir que levantemos una política correcta para desarrollar la movilización contra el gobierno. Es decir, para unir los reclamos de la clase media con los de la clase trabajadora, desmarcándonos claramente de la oposición patronal. Por eso nuestro partido propone un paro nacional y plan de lucha de la CGT Moyano (y CTA Micheli) para enfrentar unitariamente al gobierno y a su ajuste. En el país y en las provincias.

Esperamos que los nuevos hechos y debates ayuden a que desde la izquierda podamos intervenir con una política común ante esta rica realidad.


¿Quién es el “sojero”?

En su ataque a nuestro partido (ver página 10), el PTS insiste en su equivocada consigna de 2008 “ni K ni oposición sojera”. Reiteramos nuestro interrogante desde entonces: para el PTS, ¿el gobierno nacional no es sojero?

Es el kirchnerismo quien vive de la soja. La mayor parte de sus ingresos vienen de ese cultivo cada vez más expandido. Es el gobierno quien está directamente asociado a ese negocio con los grandes empresarios y multinacionales. Por eso el mayor sojero, Grobocopatel, es kirchnerista.

El famoso “modelo K” es el que permite que al grueso de la producción de soja la manejen algo más de 12.400 terratenientes que poseen el 63% de la tierra. Y que las exportaciones del jugoso negocio sea manejado por multinacionales extranjeras como Cargill (EE.UU.); Noble Grain (China) ADM (EE. UU.); Bunge (EE.UU.); Dreyfus (Francia); Toepfer (Alemania) y Nidera (Holanda). Así es el negocio de la soja: la siembran grandes empresarios y terratenientes y la exportan las multinacionales.

Todos son “sojeros”, gobierno y oposición patronal. Todos defienden a los terratenientes, burgueses del campo, pooles de siembra y agronegocios. Acusar de sojeros solo a los políticos anti-K, como hace PTS, es capitularle nuevamente al kirchnerismo.


No hay “progresismo” con la Barrick, Chevrón y los Gordos de la CGT

El gobierno embiste contra todo lo que se le opone tildándolo de derecha, antidemocrático o antipopular. Utiliza al repudiado multimedio Clarín (“la cadena del odio”) para desacreditar cualquier protesta. Se auto titula como gobierno “progresista”, polarizando contra políticos patronales que ya gobernaron en forma desastrosa.

Muchos trabajadores y jóvenes, viendo el desastre al que nos llevaron la UCR (Alianza), el PRO o los políticos del ahora PJ Federal, pueden considerar que de verdad este gobierno está combatiendo a las patronales y multinacionales. Sin embargo, ese “progresismo” que vive y se recicla día a día en cada (doble) discurso de Cristina, hace aguas cuando se mira la cruda realidad.

El gobierno posa de “nacional y popular”. Pero mientras se desarrollaba el cacerolazo, Cristina estaba en San Juan elogiando el saqueo de la Barrick junto al gobernador Gioja, es decir, a la megaminería contaminante de una empresa que viola los derechos humanos. Lo mismo había hecho antes con Repsol, permitiendo que esta multinacional nos deje sin reservas, hasta que estuvo obligado a expropiarle el 51% de YPF. Mientras ahora le está entregando el negocio petrolero y del gas a la multinacional depredadora yanqui Chevrón. ¡Progresismo sería expulsar a la Barrick, estatizar 100% YPF y recuperar el petróleo y el gas!

El gobierno dice que la clase media se movilizó porque no puede comprar dólares para viajar al exterior. Pero no tiene en cuenta que miles de familias trabajadoras recurren al dólar para que no se devalúe su dinero y así poder ahorrar algunos pesos para comprar un terrenito, un auto o usarlo para otras necesidades. Hasta hace poco Cristina tenía 3 millones de dólares en un plazo fijo. ¿Eso era “progresista”? ¿Y los funcionarios K que tienen inversiones millonarias en el exterior adquiridas con dólares?

El gobierno puso el cepo al dólar para quedarse con todos los billetes verdes para pagar de contado la deuda externa que viene de la dictadura. ¡Progresismo sería suspender esos pagos volcando los fondos en solucionar los graves problemas sociales!

¿Qué progresismo “nacional y popular” hay en mantener las privatizaciones menemistas? Miremos los ferrocarriles. Menem los remató y los Kirchner siguieron con el saqueo privatizador, subsidiando las ganancias patronales y llevándonos a la masacre de Once. Cuando se vio obligado echar a TBA por la lucha y el repudio popular, puso en reemplazó a patronales amigas de ésta -Metrovías (Roggio) y Ferrovías-, a quienes les sigue subsidiando sus ganancias mientras el servicio está colapsado. ¡Progresismo sería reestatizar el sistema ferroviario y ponerlo a funcionar bajo control de trabajadores y usuarios!

Otro tanto ocurre en el terreno sindical. El gobierno se desligó de Moyano a quien acusa de traidor después de haber pactado con él desde 2003. Pero ahora está acordando con repudiables burócratas como los Gordos para crear una CGT oficial, los máximos traidores de la entrega menemista. ¿Es progresismo recibir en la Rosada al burócrata Gerardo Martínez que actuó como servicio de inteligencia en la dictadura entregando a obreros de la construcción (que encima fue sobreseído por la justicia K), al millonario Cavalieri o al impresentable Lescano?

El gobierno niega la inseguridad y acusa a los medios de falsificar las estadísticas. Pero esta semana la ministra Garré acaba de reconocer que la policía es corrupta mientras trabajadores de los hospitales tienen que parar porque los nosocomios son tierra de nadie. ¡Progresismo sería terminar con las redes delictuales que generan violencia e inseguridad integradas por cúpulas policiales, jueces y políticos patronales, muchos de ellos del Frente para la Victoria!

El gobierno habla de derechos humanos, pero la semana pasada Cristina le abrió las puertas del país a militares yanquis para que adiestren a nuestras “fuerzas de seguridad”. ¡Genocidas que estuvieron en Vietnam y como fuerzas de ocupación imperialistas en Afganistán y otros lugares! Además de aprobar la Ley Antiterrorista, exigida por el imperialismo, norma que ya se está aplicando contra los que luchan. Y una reforma política que tiene el objetivo de borrar electoralmente a la izquierda.

Mientras este gobierno discursea contra “la derecha y las corporaciones”, sigue gobernando para las multinacionales, banqueros y empresarios amigos.

J.C.G.


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