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Escribe:
Juan Rivera

Gran huelga de los trabajadores del subte

En sus diez días de huelga, los trabajadores del Subte demostraron una enorme combatividad y una gran predisposición para luchar. Finalmente levantaron el paro a cambio de un acuerdo que contempla algunas mejoras en las condiciones laborales, pero no da respuesta a su reivindicación salarial. Es necesario sacar las conclusiones de esta lucha para afrontar los desafíos que se vienen.

La fuerza de la base impuso una huelga heroica de 10 días

La fuerza de la base impuso una huelga heroica de 10 días

El sábado 4, los trabajadores del Subte nucleados en la AGTSyP lanzaron un paro de 48 horas exigiendo un aumento salarial del 28% y mejoras en las condiciones laborales. Recordemos que hasta entonces no habían percibido ningún aumento, sino sólo una suma fija que dejaría de otorgarse en agosto a cambio de una negociación paritaria que nunca existió. En paralelo, la burocracia de la UTA, de escasa representación entre los trabajadores, lanzó un paro para los días lunes, martes y miércoles que inmediatamente levantó.

Mientras el gobierno nacional y el de la Ciudad se pasaban la pelota de un lado a otro y la empresa miraba para otro lado, los trabajadores no encontraron ningún tipo de respuesta a sus reclamos, por lo que la medida de fuerza se fue extendiendo hasta cumplir los diez días. Pese a la traición de la UTA, que firmó un acta “fantasma” por un 23% de aumento a otorgar cuando la empresa considere que esté en condiciones de hacerlo, los “metrodelegados” continuaron con la medida hasta este martes, desconociendo correctamente la conciliación obligatoria dictada por la Subsecretaría de Trabajo de la Ciudad, demostrando la gran combatividad de la base. Finalmente levantaron el paro a cambio de algunas mejoras en las condiciones laborales y una suma no remunerativa de entre 2.100 y 3.200 pesos sólo por este mes para compensar los días caídos. Aunque por lo precario del acuerdo, no se descarta que el conflicto se reabra dentro de algunas semanas, como anunciaron sus dirigentes.

¿Cómo se llegó a esto?

A principio de año, el gobierno nacional otorgó el control de los subtes a la Ciudad y en el acta de acuerdo incorporó una cláusula que habilitaba el aumento de tarifas. Macri aceptó el traspaso y no tuvo empacho en acordar con la empresa un aumento del 127%, aunque hoy Metrovías argumenta no tener plata para dar el aumento que piden los trabajadores. Es por eso que el kirchnerismo cuestiona a Macri de no hacerse cargo, aunque no dice una sola palabra de la empresa del Grupo Roggio, a la cual hace sólo unos meses le entregó la concesión de los trenes Mitre y Sarmiento. El macrismo, en cambio, acusó al kirchnerismo de fogonear el paro, aunque más bien intentaron quitarse responsabilidades durante todo el tiempo. Tampoco brindaron ningún apoyo efectivo a la huelga las organizaciones políticas y sindicales alineadas con el gobierno, sino que sólo apostaron a que el conflicto desgastara a Macri.

Lamentablemente, la conducción del sindicato, encabezada por los compañeros Beto Pianelli y Néstor Segovia, imprimió al conflicto una orientación equivocada (solo contra Macri), lo que contribuyó a que fuera usado por éste y los medios patronales frente al conjunto de los trabajadores y usuarios tildándolo de “político”, diluyéndose así los justos reclamos que lo originaron.

Por otro lado, la atadura de dicha conducción al gobierno nacional y a la oficial CTA Yasky llevó a que los metrodelegados no apelaran a la movilización por fuera del subte. No le exigieron el apoyo a la CGT Moyano; la CTA Yasky se reunió con Cristina en pleno conflicto sin hablar del tema y, lo que es más importante, no convocaron a coordinar la lucha con las organizaciones combativas y de izquierda, como Kraft, los ferroviarios del Sarmiento (quienes se acercaron igual a brindar solidaridad), el Garrahan y tantos otros sectores. Coordinación que no sólo hubiera fortalecido el reclamo, sino que en una huelga larga resulta esencial.

Cómo seguirla

El reclamo de los trabajadores no se debe limitar a un debate jurisdiccional sobre quién se tiene que hacer cargo de los subtes. Está claro que se tienen que hacer cargo Macri y Cristina. Es decir, los subtes deben pasar a manos del Estado (nacional y el de la Ciudad), terminando con la concesión de Metrovías, poniendo la gestión y control de los subterráneos en manos de sus trabajadores y organizaciones de usuarios.

La falta de respuestas al reclamo salarial debe mantenernos alerta. Combatividad sobra. Ante un nuevo conflicto, es necesario ponerla al servicio de la lucha, manteniendo la independencia política tanto del gobierno de Macri como del kirchnerismo, y coordinando con el conjunto de las organizaciones sindicales, exigiendo a la CGT Moyano y a las CTA una solidaridad efectiva.


Escribe:
Julio Poblesec 

¡Fuera Metrovías!

Metrovías pertenece al grupo Roggio, que se extendió durante la última dictadura cuando los genocidas le encargaron la construcción del estadio de Córdoba para el Mundial 78, la de los estudios de ATC (Canal 7) y otras obras de envergadura. También fueron beneficiados con muchas de las privatizaciones de Menem en los 90. Tiene empresas en Uruguay, Paraguay, Brasil, Chile, Bolivia, Perú, México, Ecuador, Colombia, Venezuela y Estados Unidos.

Durante el kirchnerismo, entre Metrovías y otras empresas del mismo grupo que le prestan servicios, repartieron dividendos (utilidades) por 263 millones de pesos (Página 12, 17/05). A comienzos de 2012, Macri, luego del traspaso del gobierno nacional que lo autorizaba, aumentó el pasaje de los subtes de $1,10 a $2,50. Sin embargo, nada de esto lo reinvirtieron en mejorar el servicio y la infraestructura. Y para colmo retiraron del servicio 20 formaciones y dicen que no tienen plata para pagar los sueldos.

A pesar de las colosales ganancias y los millonarios subsidios que recibe, el servicio de subtes es calamitoso. Un millón de usuarios vamos y volvemos de nuestros trabajos todos los días en condiciones desastrosas. Y, como denuncian sus trabajadores, el estado de la infraestructura es deplorable y riesgoso, tanto para los usuarios como para los trabajadores, y las condiciones de trabajo sumamente precarias. Todavía hay vagones funcionando que datan de 1912 y el sistema de señalización es de 1936, más antiguo que el del ferrocarril Sarmiento, donde se produjo la masacre de Once.

Si no paga los sueldos ni se hace cargo del mantenimiento, ¿para qué está Metrovías? Sólo para beneficiarse de las concesiones que recibe del gobierno sin aportar nada. La cuestión de fondo es que ni éste, ni ningún servicio público, tienen que estar en manos privadas, porque es irracional que los servicios sean usufructuados como empresas capitalistas. Por eso hay que expulsar ya a Metrovías, y que los subtes pasen al Estado bajo gestión y control de sus trabajadores y usuarios.


Choque de trenes en el Mitre

Entrevistamos a compañeros ferroviarios de la Bordó nacional sobre el tema.

¿Qué fué lo que pasó?

Jorge Urruchua: Se dio lo que venimos denunciando junto a los compañeros del Sarmiento. Es el colapso del sistema ferroviario, el fracaso de la política de privatizaciones y concesiones, y el robo de los subsidios durante años por parte de los empresarios amigos del poder, que provoca inexorablemente accidentes evitables que, al igual que el de Once, pueden llegar a ser fatales.

¿Sigue todo igual después de la masacre de Once?

Sergio Baena: Sí, lamentablemente nada cambio para los usuarios y los trabajadores. Se fue Cirigliano-TBA y le dieron la concesión a sus socios, Romero y Roggio (Metrovías), manteniendo la misma política ferroviaria desde la privatización de Menem. Nosotros sostenemos y así lo votaron nuestras asambleas en el Mitre, que solo es posible un servicio eficiente, moderno y seguro con la reestatizacion total del sistema ferroviario bajo control y gestión de trabajadores y usuarios.


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