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Miguel Lamas

Ante la destitución de Fernando Lugo en Paraguay

El ex presidente paraguayo fue destituido por un juicio político sumarísimo del Parlamento en tiempo récord -30 horas- y reemplazado por su vicepresidente Federico Franco, del Partido Liberal. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Hubo un golpe de Estado pro imperialista? ¿Cuál es la salida para el pueblo paraguayo?

Lugo, (izquierda) asumiendo la presidencia años atrás. A su lado Federico Franco, su vice, quien recientemente lo acaba de destituir

Lugo, (izquierda) asumiendo la presidencia años atrás. A su lado Federico Franco, su vice, quien recientemente lo acaba de destituir

Rechazamos categóricamente la decisión del Parlamento paraguayo de destituir a Lugo a espaldas del pueblo paraguayo. Este Parlamento oligárquico, defensor de los latifundistas sojeros, no tiene legitimidad para destituir a un presidente electo por el pueblo.

Lugo llegó a la presidencia derrotando electoralmente al reaccionario régimen del partido Colorado que, con mano de hierro, se mantuvo en el poder durante más de medio siglo. Federico Franco, quien ahora lo destituyó, era entonces su vice. El pretexto para destituirlo fue la masacre de Curuguaty, donde fueron asesinados diez campesinos y murieron siete policías que habían ido a reprimirlos, por órdenes del presidente Lugo. Pero, mostrando su carácter ultra reaccionario, el Parlamento no destituyó a Lugo por la masacre, sino por ser culpable de “alentar” ocupaciones de tierras. Esta acusación se basa en el doble discurso de Lugo, quien ganó las elecciones prometiendo reforma agraria, en un país donde el 85% de la tierra cultivable está en manos del 2% de terratenientes, entre ellos los “brasiguayos”, brasileños instalados en Paraguay dedicados a producir soja. Lugo nunca cumplió su promesa. Sólo recibía de tanto en tanto a los llamados “carperos” -campesinos sin tierra-, renovándoles sus promesas de entregarles tierras en un futuro incierto. Pero cuando los carperos las ocupaban, cansados de esperar, Lugo ordenaba reprimirlos. Este juego perverso culminó en la masacre de Curuguaty.

Después de la masacre, la reacción de Lugo fue doblemente repudiable. Felicitó a los policías, envió al ejército y nombró a un nuevo ministro del Interior, Rubén Candía Amarilla, un dirigente Colorado ex funcionario de la dictadura de Strossner, buscando así una alianza con un sector derechista del Partido Colorado. No le valió de nada. Todo en el marco que el 50% de la población vive en la pobreza.

Después de la destitución, mientras sectores populares se movilizaban contra la decisión del Parlamento, Lugo, en vez de apoyarse en la movilización, aceptó rápidamente su destitución. Por eso suena bastante falsa la alharaca de UNASUR y sus distintos gobiernos alegando defender “la democracia” en Paraguay. No sólo es el Congreso el que se burló de la democracia, sino también el propio Lugo.

¡Fuera Franco y su Parlamento de latifundistas!

Es necesario apoyar la lucha del pueblo paraguayo contra este “nuevo” gobierno. Este régimen de los latifundistas, basado en el engaño, fraude y represión, no va más. Por eso hay que exigir que se convoque en forma inmediata a una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, para que sea el pueblo paraguayo quién decida, no solo quien tiene que gobernar, sino también sobre los graves y urgentes problemas sociales. Que se castigue a los asesinos de la masacre de los campesinos, que se imponga una verdadera reforma agraria, que se tomen medidas de fondo para terminar con la pobreza y se debatan todos los problemas sociales que reclama el pueblo paraguayo.

Los trabajadores, campesinos y demás sectores populares tienen que seguir luchando contra los gobiernos patronales y su régimen corrupto, y por imponer sus propias demandas. Solo un gobierno de aquellos sectores podrá lograr los cambios de fondo que se necesitan.


¿Vuelven los golpes de derecha en Latinoamérica?

Los autotitulados gobiernos “progresistas” latinoamericanos, surgidos después que los pueblos expulsaron a los viejos gobiernos neoliberales, no cambiaron nada sustancial a pesar de sus grandes promesas. Y ante cada problema económico, convulsión política o resistencia popular, alegan que los quieren desestabilizar y que se viene un golpe proyanqui. Culpan a la “derecha”, a los que luchan o a los “medios” de lo que ellos mismos provocan.

Chávez en Venezuela tilda de “agentes de la CIA” a quienes impulsan las luchas obreras, mientras apoya a dictadores como el de Siria, o antes a Kadafi. Evo Morales grita “golpe” ante la marcha indígena en defensa del Tipnis. Lo mismo ante la huelga de policías contra salarios miserables. El año pasado fue Correa en Ecuador que llamó “golpe” a una reacción de trabajadores estatales y policías contra su política de recortes. Cristina Kirchner habla de “desestabilización” ante el paro y marcha de la CGT.

No hay tales golpes derechistas. Y si la derecha persiste, es culpa de estos gobiernos que no la combaten ni expropian sus intereses. Lo que hay es una utilización hipócrita de un doble discurso, incluso hasta “antiimperialista” o del “socialismo del Siglo XXI” para encubrir el entreguismo más desenfrenado a banqueros y multinacionales imperialistas, pagando puntualmente la deuda externa. Condenando, a su vez, a toda lucha popular porque le “hace el juego” a la derecha.

Paradójicamente, en Paraguay, el propio Lugo no habla de golpe. Acaba de decir que el nuevo presidente, Federico Franco “podría ser el líder que pueda capitalizar y devolver la paz y tranquilidad a este país” (Clarín, 1/6/12).


Te pedimos un aporte para seguir apoyando las luchas de los trabajadores.

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