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Mercedes Petit

El 1º de julio de 1982 asumía la presidencia el general Bignone

Hace 30 años caía la dictadura genocida

Con la rendición ante los ingleses en Malvinas, el odio a la dictadura estalló en una movilización revolucionaria. Fue liquidado el Proceso y se reconquistaron libertades democráticas. Los militares genocidas sufrieron una histórica derrota.

Masiva marcha de metalúrgicos al Ministerio de Trabajo por aumento de salario y normalización gremial. Diciembre 1982. Abajo a la izquierda: Reynaldo Bignone

Masiva marcha de metalúrgicos al Ministerio de Trabajo por aumento de salario y normalización gremial. Diciembre 1982. Abajo a la izquierda: Reynaldo Bignone

Durante los negros años del denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, encabezaba el régimen militar una Junta tripartita. Se habían suprimido la Constitución vigente hasta marzo de 1976. Los partidos políticos, comenzando por peronistas y radicales, tenían “suspendidas” sus actividades. Los trotskistas del PST habían sido proscriptos y actuaban desde la clandestinidad total. La brutal represión significó miles de detenidos y “desaparecidos” (la mayoría trabajadores arrancados de sus casas o de las mismas fábricas, jóvenes estudiantes, luchadores populares), que eran torturados y asesinados. La dictadura reprimía a sangre y fuego para entregar el país al imperialismo y los grandes grupos económicos.

En 1982 todo cambió

El movimiento obrero y popular se fue recuperando. En 1982 era inocultable el desgaste de la Junta Militar. Ya se oía un canto: “se va a acabar la dictadura militar”. Los militares optaron por huir hacia adelante. En un delirio propio de genocidas que ven peligrar su dominio, invadieron las islas Malvinas, soñando que serían avalados por su amo, el imperialismo yanqui, y se transformarían en héroes.

Ante la inmediata y contundente respuesta de la flota inglesa, el pueblo argentino mostró que sí quería recuperar las islas usurpadas, y se movilizó heroicamente para lograrlo, a pesar de las penurias provocadas por los genocidas. Galtieri y compañía, tan pronto vieron que la guerra era en serio, eligieron rendirse. Pero ya se había instalado una nueva realidad que se les escapaba de las manos. El pueblo ya no aceptaba seguir viviendo como antes, y se abría una situación revolucionaria. Al conocerse la noticia de la rendición, una multitud se juntó en la Plaza de Mayo y en las plazas de todo el país a repudiar a los militares.

El 16 de junio, en medio de un caos completo en la cúpula de las fuerzas armadas que gobernaba, Leopoldo Galtieri anunció una sorpresiva convocatoria a elecciones y presentó su renuncia. Durante quince días prácticamente no hubo gobierno en el país. El 1º de julio asumió Bignone.

¿“Transición negociada” o una abrupta caída revolucionaria del régimen militar?

Desde entonces han quedado plasmadas dos interpretaciones sobre aquellos hechos que cambiaron la Argentina. La dirección del PST, con algunos integrantes desde el exilio y otros participando directamente en los acontecimientos de la guerra y la movilización contra la rendición, sostuvo que había triunfado una revolución democrática, que los trabajadores y el pueblo habían derrotado con su lucha a la dictadura. Por su parte, los partidos tradicionales (radicales y peronistas en primer lugar), la Iglesia, y la casi totalidad de la izquierda, junto con los medios de comunicación patronales y los voceros del imperialismo, sostuvieron que todo era resultado de un acuerdo entre los militares y los políticos, que juntos habrían planificado una “transición” hacia una convocatoria electoral y el retorno a la vida constitucional. Esta interpretación acomoda y oculta los hechos de aquel año, para esconder el protagonismo que tuvieron los trabajadores, los sectores populares y su movilización para derrotar a los genocidas y recuperar libertades democráticas, imponiendo el triunfo de una revolución democrática.

Bignone encabezó un nuevo régimen político

Las Fuerzas Armadas controlaron férreamente el país entre marzo de 1976 y la guerra de Malvinas. Pero desde 1980-81 se les venían complicando las cosas. Comenzó la crisis en la economía, y el consiguiente distanciamiento de la clase media con el régimen, y de a poco volvían los conflictos obreros. En julio de 1981 los dirigentes peronistas y radicales, junto a otros partidos patronales pequeños, y apoyados por el PC y las dos CGT, formaron una “Multipartidaria” que buscó el diálogo con los militares hacia alguna salida política para evitar que se desarrollase el ascenso de masas. Con un fino olfato de clase, su documento fundacional decía “Antes de que sea tarde”. Lejos de escuchar el alerta y negociar, los militares provocaron su propia crisis total al embarcarse en la guerra de Malvinas.

Galtieri fue destituido por los choques internos entre las tres fuerzas. Durante días nadie pudo nombrar un reemplazante. Al disolverse la Junta Militar no hubo gobierno durante dos semanas, mientras cada fuerza hacía y decía lo que le parecía. Había un vacío de poder político, una ausencia de control centralizado por parte de instituciones o personalidades que pudieran reestablecer el mando. Se dio lo que definíamos como una crisis revolucionaria. Nada de esto había sido planeado, previsto o negociado, ni por la Multipartidaria (que se formó para impedirlo), ni mucho menos por los genocidas, quienes sostenían que “no tenían plazos, sino objetivos”.

En medio de ese descontrol se produjeron febriles negociaciones improvisadas. El 24 de junio Bignone tuvo una reunión con los partidos políticos patronales, en primer lugar con el peronismo y los radicales. Les dijo que, para asumir, debía contar con su total apoyo, así como el de ambas CGTs. Estos políticos y burócratas fueron su más sólido sostén institucional. Mientras tanto, ni la Marina ni la Aeronáutica lo apoyaban, y tampoco sectores del Ejército.

El nuevo presidente tenía una debilidad extrema y se sostenía en la medida que, apoyado por los partidos políticos, encabezaba la marcha inexorable a una convocatoria electoral, en medio de amplísimas libertades democráticas. Por eso decimos que hubo un antes y un después en aquellos hechos de junio-julio, ya que surgió un nuevo régimen, opuesto a la sanguinaria dictadura militar.

Una nueva situación revolucionaria

En su periódico del 20 de junio, además de denunciar la rendición, el PST ya reclamaba la ampliación de las libertades conquistadas durante el período abierto el 2 de abril, y elecciones inmediatas a una Asamblea Constituyente para que se fueran de inmediato los militares y pudieran decidir los 28 millones de argentinos sobre la salida política. Y en el número siguiente reclamaba un paro general de 24 horas a ambas CGTs. Se desarrollaba una gigantesca movilización, cuyas expresiones eran las manifestaciones contra los impuestos, las ocupaciones de terrenos y viviendas, la resistencia a los desalojos e indexaciones de los alquileres, la insubordinación y la protesta pública contra la alta oficialidad, en primer lugar de los soldados de Malvinas y sus familiares, luchas en las provincias, y la creciente masividad de las marchas de las Madres en reclamo por los desaparecidos, así como los conflictos en ferroviarios, Luz y Fuerza, Smata e infinidad de fábricas. El 6 de diciembre de 1982 se produjo la primer gran huelga general, parando junto a los trabajadores los pequeños comerciantes y transportistas, y trabajadores por cuenta propia.

La inmensa lucha que acabó con la dictadura, ante la ausencia de una dirección revolucionaria con peso de masas, pudo ser canalizada hacia la institucionalización burguesa del país, de la mano de peronistas y radicales, y no hacia un gobierno de trabajadores. Pero dejó abierta una nueva etapa en la cual han tenido gran peso la defensa y ampliación de las libertades democráticas (en primer lugar la lucha por el castigo a todos los genocidas), y en la cual sigue planteada la gran tarea de avanzar en la construcción de una dirección revolucionaria alternativa, en el camino de lograr el triunfo de la revolución socialista.

 

* Nahuel Moreno: 1982, comienza la revolución en www.nahuelmoreno.org


La trampa de la Multipartidaria de peronistas y radicales

Los partidos tradicionales, y su Multipartidaria, tuvieron un papel central para apuntalar el dominio patronal del país cuando las masas se movilizaron y destrozaron a la dictadura militar. Decía Nahuel Moreno que ellos dieron su apoyo a Bignone, no para perpetuar el Proceso -que ya había sido liquidado-, sino para darle un sepelio “digno”, terminar de enterrarlo. Y más que nada, para engañar a las masas. Por eso se erigieron en los supuestos abanderados “antidictadura”, luego de que ésta ya había pasado a mejor vida.

Un buen ejemplo del papel que jugaron peronistas y radicales fue su convocatoria a una marcha el 16 de diciembre de 1982, para contraponerla al impacto de la importante huelga general del 6 de diciembre, y confundir respecto de su complicidad y total apoyo a Bignone. El PST llamó a no ir a esa marcha, denunciando que era parte de la “trampa montada por los viejos partidos patronales, radical y peronista, dentro de un plan global de toda la patronal, la Iglesia, el imperialismo y el propio gobierno”.

Desgraciadamente, hubo sectores confundidos de la izquierda que concurrieron. Por ejemplo, el PO. Sosteniendo que no había caído la dictadura y que el imperialismo yanqui impulsaba un pacto con los militares y políticos, definió la marcha como “batalla” de la Multipartidaria “contra la dictadura”, catalogándola como “descomunal éxito”.

 

* Véase Solidaridad Socialista Nº 5 y 6, y Prensa Obrera Nº 1 y 2.


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