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Malena Zetnik

Debates sobre la nueva ley de drogas

¿Despenalizar o legalizar?

En el Congreso Nacional se está debatiendo una nueva ley de drogas en acuerdo con las principales fuerzas. ¿Esta ley es la solución?

Desde el gobierno, liderado por Aníbal Fernández, pasando por Victoria Donda de Libres del Sur, el GEN de Stolbizer y la UCR, han surgido en el último año una serie de proyectos que se proponen derogar la actual Ley de Estupefacientes. Los mismos proponen la despenalización de la tenencia de drogas para uso personal -pues se lo considera un acto privado-, del cultivo de cannabis para consumo personal, del cultivo y consumo personal de la hoja de coca y la reducción a penas excarcelables para los eslabones más débiles de la cadena.

Ahora bien, ¿qué implicancias sociales tienen estas modificaciones? En primer lugar, podemos decir que los efectos son varios, fundamentalmente la no judicialización de jóvenes que consumen sustancias psicoactivas, ya que los problemas asociados al consumo se comprenden dentro de la salud mental y no como un tema penal. Los chicos y jóvenes más vulnerables que consumen en la calle, si se aprueban estas leyes, ya no podrán ser encerrados y chantajeados por la policía corrupta. E incluso, las mujeres pobres que ofician principalmente de transportadoras de sustancias ya no pagarán con las penas más altas.

Sin embargo, las propuestas son insuficientes en más de un sentido. Lo primero que hay que señalar es que de ninguna manera se ataca efectivamente al narcotráfico, el segundo negocio ilegal a nivel mundial en manejo de capitales, que funciona en base a una red de violencia y corrupción que ha devastado a países como México o Colombia, con la complicidad o participación de los gobiernos de turno. Otro tema es que, mientras los proyectos proponen que las personas realicen el auto cultivo de cannabis -una práctica muy común entre los sectores medios-, no explica cómo conseguir las semillas, que sólo se venden en el mercado negro. Pero por sobre todo, no impide que se siga fabricando y distribuyendo el “paco”, consumido por los jóvenes más pobres, un veneno mortal. Tampoco aporta una sola medida para el acceso a una atención sanitaria para las personas con uso problemático de drogas. Es decir, los proyectos son un parche al problema y se alejan del necesario abordaje integral para tratar una problemática social tan compleja.

En este sentido, decimos que para terminar con el problema de fondo, que es el narcotráfico, hay que legalizar todas las drogas -no sólo el tabaco, el alcohol y los psicofármacos como es actualmente. Sólo la legalización y regulación por parte del Estado podrá terminar con la terrible red clandestina que produce sustancias sin controles y altamente tóxicas. Y que, por ejemplo, se garantice que lo que se vende es lo que dice ser y no otra cosa, que no se le venda a personas menores de edad, que se lo haga sólo en lugares habilitados, que existan programas de reducción de riesgos y daños asociados al consumo problemático de drogas, etcétera.

“Despenalizar”, por lo tanto, no termina con las causas del narcotráfico, que siembra de asesinatos y vandalismo cada tramo de su cadena de comercialización. Lo que corresponde hacer ante esta situación es quitarle todo aquello que lo fomenta, en primer lugar las colosales ganancias, al promover gigantescos sobreprecios, justamente por tratarse de una actividad ilícita. Una prueba extrema de lo que se logra con la prohibición y la represión ocurrió en Estados Unidos, cuando en 1919 impusieron la “ley seca” que prohibía las bebidas alcohólicas. Esto no hizo más que aumentar su consumo y dar pie al nacimiento de las peores mafias. La legalización es el medio para terminar con las mafias y sus crímenes, reducir el consumo y disminuir las muertes y hospitalizaciones por motivos de droga.

A su vez, hay que desarrollar políticas preventivas para evitar abusos, rehabilitar a los adictos, reducir los riesgos y daños en el uso de sustancias generando consumos responsables, entre otras. Las obras sociales deberían incluir el tratamiento contra las adicciones en sus coberturas bajo un estricto control estatal, que asuma dicho tratamiento como una cuestión de salud pública. De esta forma, se ahorraría, además, el alto costo económico, social y político de la prohibición y la represión. Desde luego, “legalizar” no es sinónimo de fomentar un descontrolado consumo de sustancias. Todo lo contrario. Todas las sociedades han tenido sustancias psicoactivas de elección y consumo en el contexto de prácticas reguladas socialmente como rituales o espacios de experimentación. Pero lo que ocurre en la actualidad es que muchos sectores son empujados a consumir compulsivamente (desde psicofármacos, hasta alcohol, cocaína y otras sustancias) como si fuera la única manera de sobrellevar el vacío de futuro que se roba el capitalismo con la superexplotación de la mayor parte de la población.


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