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Federico Molinari

La desnutrición hace estragos

Varios chicos han muerto en Salta por no poder alimentarse. Esto ocurre a pesar de que Argentina genera alimentos para dar de comer a una población diez veces mayor de la que tiene.

Viviendas de Villa Urtubey, a 50 kilómetros de Salta capital. Izq.: Tatiana Tapia, habitante de una comunidad originaria, falleció en 2010 a raíz de la falta de alimentación. Colonia Santa Rosa.

Viviendas de Villa Urtubey, a 50 kilómetros de Salta capital. Izq.: Tatiana Tapia, habitante de una comunidad originaria, falleció en 2010 a raíz de la falta de alimentación. Colonia Santa Rosa.

En las últimas semanas, la provincia de Salta alcanzó el tristemente célebre record de ocho niños muertos por desnutrición en lo que va del año. En Misión Sachapera murieron dos, a poco más de veinte cuadras de la ciudad de Tartagal. Santiago y Leandro, ambos niños wichis, fallecieron sin llegar a cumplir dos años de vida. Sin embargo, contrariamente a lo que desde el gobierno provincial intentan imponer, no fueron casos aislados, sino que, por el contrario, la desnutrición es un problema estructural de nuestro país, no sólo de dicha provincia. Las estadísticas lo confirman. “De 130 niños censados se encontraron 26 con déficit nutricional grave” (Clarín, 13-2). Éstos datos, cuando menos, hacen pensar acerca de la realidad que vive el país y que, lejos de solucionarse, aqueja a millones de argentinos.

Es sabido por todos que durante los primeros años de vida es cuando más énfasis se debe poner en la nutrición de los chicos, ya que es la etapa del crecimiento más importante en la vida de una persona. Cualquier deficiencia en la alimentación en esos años, tiene terribles consecuencias, como retraso mental, problemas óseos y una variedad de enfermedades crónicas directamente relacionadas con la nutrición. En ese período es cuando nada puede faltar. Esto significa que la dieta debe ser lo más completa posible, incluyendo todas las vitaminas y proteínas. Pero, a la luz de los testimonios, los chicos de Salta que viven al borde de la desnutrición, no cuentan precisamente con esa alimentación. “Aquí, hay niños que no conocen lo que es una milanesa”, “estamos mal, vivimos un día a sopa y otro día a guiso” (Clarín, 13-2) claman las madres y abuelas de la localidad salteña. “Ahora, después de 5 meses, Carlos volverá a tomar leche” (Clarín, 6-2), concluyó Celina, madre de Julián, quien falleció a principios de mes por desnutrición. A estas estremecedoras declaraciones de quienes sufren en carne propia la desnutrición, se le suma la carencia de un bien básico: el agua. Al no contar con instalaciones de agua potable, el riesgo de contraer cualquier enfermedad es altísimo. Los síntomas que primero alertaron a los padres de los chicos fallecidos fueron vómitos y diarrea, agravados -cuando no, causados- por el consumo del agua en mal estado.

Urtubey, el hombre K en Salta

El gobernador kirchnerista de la provincia de Salta, uno de los “mejores alumnos” de Cristina, salió a defenderse con argumentos tan retrógrados, cínicos y desfachatados como acostumbran los cuadros del kirchnerismo. En un primer momento se refirió a la crítica situación de los pobladores de Salta como “un problema cultural”. Su comentario rebalsa de racismo. Es decir que, según su razonamiento, por tener una cultura diferente, los pobladores wichis, guaraníes, entre otras etnias de la región, dejarían morir a sus hijos en la desnutrición. Sin embargo, no se detuvo allí. Continuó argumentando con las estadísticas falaces al mejor estilo INDEK, diciendo que usualmente morían 26 chicos al año y ahora sólo 5 por desnutrición, cuando sólo en la localidad de Santa Rosa, Orán, “murieron 28 menores en los últimos 2 años” (Clarín, 2-2) y otros 8 perdieron la vida en las últimas semanas. Y ante la recriminación, el gobernador Urtubey responde con un último slogan que los acólitos de Cristina no se cansan de repetir, “hicimos mucho, aún falta”.

En ocho años de kirchnerismo, no sólo que no se distribuyó la riqueza, sino que se acentuó aún más la marginalidad y la pobreza y se hizo extensiva a más y más argentinos. El éxito del “modelo” de Cristina es para las multinacionales, las grandes patronales del campo y empresas privatizadas, no para los trabajadores y el pueblo.

Sin ir más lejos, la ciudad de Tartagal es víctima del saqueo de las privatizaciones. Dicha ciudad, junto con Cutral-Có, alojaban las dos centrales más importantes de YPF, que después de la privatización dejaron a miles de familias en la calle, la pobreza y el desempleo. Privatizaciones que, vale recordar, Cristina mantiene y subsidia, garantizándole el negocio a las multinacionales, como en este caso, Repsol.

Cristina en más de una oportunidad pronunció importantes discursos junto a su barón fuerte en el NOA, Urtubey, anunciando maratónicas obras e inaugurando grandes aeropuertos. Pero las mayorías hambrientas de Salta se mueren porque no tienen qué comer.


Milanesas… ¡para pocos!

Días atrás, frente a las cámaras, Cristina anunció el programa “Milanesas para todos”. Las mismas, según sus palabras, se conseguirían a $21 el kilo… ¡en el Mercado Central! Aunque fuera así, es caro, teniendo en cuenta que un tercio de la mila es pan. Al hacer el anuncio, Cristina dijo que ella misma las probó con sus hijos, estaban ricas y que “esperaba que para el público sean de la misma calidad”, revelando que las que enviaron a Olivos no son las mismas que las que ofrece el patotero soldado Guillermo Moreno.

Pero las mentiras tienen patas cortas. “Aquí hay niños que no conocen lo que es una milanesa”, dijo una madre y abuela guaraní de Salta, donde los niños se mueren como moscas por la desnutrición (Clarín, 13-2). Prueba de las dos caras kirchneristas: el (falso) discurso y los hechos.


¡No a los pagos al Club de París!

Mientras los niños se mueren por desnutrición, el ministro Boudou sigue entablando negociaciones para pagar una deuda que viene de la dictadura al Club de París (países imperialistas). Deuda que era de 6.000 millones de dólares y ascenderá a 9.000 millones porque se reconocerán los intereses. Lo único que está en “debate” es el plazo de pago. Una nueva vergüenza de este gobierno, ya que ese dinero debería ir a combatir el hambre y la pobreza, no a los usureros internacionales.


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