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José Castillo

¿No queda otra que votar a Cristina?

La teoría del “mal menor”

Los propagandistas del gobierno buscan instalar que “lo único posible” es votar por la reelección de Cristina. Es un planteo tramposo, totalmente contrario a los intereses de la clase trabajadora

Es mentira que Cristina “redistribuye la riqueza”

Es mentira que Cristina “redistribuye la riqueza”

En los lugares de trabajo, estudio y barrios populares, empieza a aparecer un interrogante: ¿a quién votar en las elecciones de este año? Hay compañeros, con los que luchamos codo a codo cotidianamente, que se indignan, igual que nosotros, cuando alguien del gobierno dice que “la inflación no existe”, que odian a los burócratas sindicales y a los corruptos intendentes y gobernadores. Sin embargo, responden: “¿Y a quién querés que vote? ¿A Macri, a Alfonsín, a Duhalde, a Carrió?” Y nos dicen, casi resignadamente: “Cristina es lo posible. Lo que hay. Los otros son peores. Es el mal menor”.

Estos razonamientos que hacen estos compañeros no surgen “espontáneamente”. Son fogoneados por una campaña “multimillonaria” del gobierno en su red de medios de comunicación. Basta mirar un rato cualquier transmisión de “Futbol para todos” para ver el uso repugnante que se hace de la publicidad oficial.

La economía crece, pero…

Una de las afirmaciones que más se escuchan es: “la economía crece; salimos del ´infierno´ de 2001 y la desocupación” o, más acá en el tiempo, “mirá como está Europa con la crisis mundial, acá tanto no pegó”. El gobierno de Cristina trata de apropiarse de esto, pero no es un logro de “su” política económica. Es la consecuencia de una coyuntura económica mundial, con precios de la soja, alimentos y petróleo por las nubes, no de “bondades” de su política kirchnerista.

Pero hay algo que es más importante aún: este crecimiento económico, efectivamente a tasas récord, ¿eliminó la pobreza, la exclusión, la marginación social? Los miles de millones de dólares que recaudó el gobierno en estos años, ¿se usaron efectivamente para mejorar la educación, subirles los sueldos a los docentes y reconstruir las escuelas? ¿O para crear más infraestructura en los colapsados hospitales del sistema público de salud? ¿Se solucionó, aunque sea en parte, el drama de déficit de vivienda, que hace que millones de compatriotas vivan hacinados en villas sin las más mínimas condiciones de higiene, salubridad y dignidad humana? No sucedió nada de eso. Hoy contemplamos horrorizados como nos siguen llegando del norte del país informes de chicos desnutridos que mueren de hambre.

La economía creció, es cierto, y eso lógicamente generó más trabajo. En algunos momentos los salarios se recuperaron un poco, para luego desbarrancarse con la inflación. Hagamos memoria, compañeros: aún esos aumentos de sueldos, ¿cómo se consiguieron? ¿No fueron acaso luego de duras luchas en las que tanto las patronales como el gobierno se pusieron contra los trabajadores, y al final tuvieron que ceder ante la fuerza de nuestro reclamo? ¿Acaso no es este gobierno, que se la da de progresista, el que mantiene a casi el 40% de los trabajadores en negro y el que avala la terciarización?

¿Cristina o “la vuelta a los 90”?

La presidente nos dice: “el gobierno o Clarín y la Rural”. Y que, si no sigue el kirchnerismo, volvería la “década menemista”. Mentira. Se pelean con Clarín (aunque recordemos que hasta 2007 fueron sus más grandes aliados), con un sector de la oligarquía terrateniente (no con toda, ya que siguieron beneficiando a las grandes exportadoras), pero, al mismo tiempo, fueron y son el gobierno de las multinacionales de la megaminería, de la continuidad, al mejor estilo menemista, del saqueo de nuestra gas y del petróleo, y de los negociados a favor de la privatizadas (al corrupto de Cirigliano, dueño de TBA, no sólo le paga millones en subsidios, sino que lo suma a “nuevos negocios”, como hizo Cristina en la reciente gira por Medio Oriente).

Fraternalmente le decimos a los compañeros que expresan sus dudas sobre si votar al gobierno, que no lo hagan. Ya la teoría del “mal menor” nos llevó a que se votara a Menem contra Alfonsín, o a De la Rúa contra Menem, y así nos fue. Votar a los candidatos del peronismo gobernante va a servir para que sigan enriqueciendo los políticos corruptos del PJ y la burocracia sindical. Lo van a usar para darle más poder a la política del doble discurso, para que sigan los negocios y el saqueo de las mineras y las petroleras, para que, con el verso de que “nos estamos desendeudando”, se sigan pagando millonadas de deuda externa con la plata de nuestros jubilados. Para que continúe una política económica que se come día a día nuestro salario con la inflación.

Tampoco hay que apoyar a los Macri, Duhalde, Alfonsín o Carrió. Con algunas diferencias en sus discursos, todos van a seguir aplicando un modelo económico para unos pocos y un modelo político al servicio de la transa, los pactos y las maniobras a las que nos tienen acostumbrados estos partidos patronales. Ninguno gobierna ni gobernará al servicio de los intereses populares. Por eso está planteado, este año más que nunca, la necesidad de construir un Frente de Izquierda, que se plante como una real alternativa para los luchadores y la clase trabajadora.


Los tres candidatos K en la Capital

Frente a la política reaccionaria de Macri, el gobierno de Cristina quiere enfrentarlo con supuestos candidatos “progresistas”.

Apoyado por Moyano y lo más repodrido de la burocracia sindical, encabeza la lista el ministro de Economía Amado Boudou. Además de estar al frente del pago de la deuda externa, dice que “la inflación no afecta a los pobres”. Claro, es lo que aprendió en sus años de formación ultraliberal en la juventud de la Ucedé, el partido del fallecido Alvaro Alsogaray y su hija María Julia.

Otro “precandidato” es el conocido Daniel Filmus, especialista en Educación. En los 90 formó parte de los equipos que asesoraban en el armado de la Ley Federal de Educación menemista, fue secretario de Educación de Ibarra y finalmente ministro kirchnerista de esa cartera. Uno de los tantos que garantizaron que los maestros sigan con sueldos de hambre y la educación pública barranca abajo.

El tercero es Carlos Tomada, actual titular de Trabajo, aliado “a muerte” de cuanto burócrata sindical anda suelto, enemigo de cualquier nueva dirección sindical antiburocrática y perro de presa de las patronales, poniendo siempre su ministerio a su servicio, contra los trabajadores. ¡Qué candidatos!


¿Otra vez los radicales?

Alfonsín (hijo), Sánz, Cobos. Un trío que aspira a sacar del descenso al viejo partido radical con discursos vacíos, llenos de adjetivos y su pasión por las internas. Cuando según ellos les “iba bien”, con Alfonsín, el radicalismo terminó en la Obediencia Debida, el Punto Final y la hiperinflación. Y más acá, De la Rúa huyó en helicóptero desde el techo de la Rosada. Son los mariscales del fracaso y la derrota.


Carrió cada vez más a la derecha

Su discurso apocalíptico aburre. Mientras nos propone de ministro de Economía al hombre del JP Morgan y reconocido economista de los pulpos financieros, Alfonso Prat Gay, que a la vez afirma que el “no tendría ningún problema en ser radical”, Lilita afirma, suelta de cuerpo, que hay que soltar a los genocidas de la dictadura porque “a ella no le gusta ver a ningún viejito preso”. Sin palabras.


El zafarrancho Duhalde-Solá

Duhalde afila su discurso de “mano dura” y “orden”, deshojando la margarita entre una interna con Rodríguez Saa y, si lo convence, Das Neves. Mientras tanto, vé que alianza puede hacer, o no, con Macri. Felipe Solá busca desmarcarse: dice que Duhalde le parece “muy derechoso”, mientras se niega a participar de una interna que se va a definir por quien ponga más “vino y choripán”, según sus propias palabras.


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