El Socialista

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Atilio Salusso

“Este juicio es un triunfo”

El pasado miércoles 1 de diciembre, comenzó el juicio contra los apropiadores de la hermana de Juliana García: Bárbara, la nieta recuperada número 97. Juliana, que es querellante, declaró ese mismo día. Al finalizar expresó, emocionada, a los amigos y compañeros que la acompañábamos: “Ya es un triunfo”.

Juliana al final de su declaración luciendo una remera con la imagen de sus padres

Juliana al final de su declaración luciendo una remera con la imagen de sus padres

El 12 de enero de 1977, en la casa donde vivían Juliana y sus padres, en Villa Adelina, militares con tanquetas irrumpieron a la madrugada y, tras un intenso tiroteo, asesinaron a su padre, Antonio García. Juliana tenía 3 años. Su madre, Beatriz Recchia, estaba embarazada de 5 meses y fue llevada secuestrada a Campo de Mayo. Allí, en uno de sus centros clandestinos de detención, denominado “El campito”, tuvo a su otra hija que es inmediatamente apropiada por Luis José Ricchiutti y Hélida Hermann. Hoy están en el banquillo de los acusados gracias a la lucha inclaudicable de Juliana, su familia, Abuelas y de los miles y miles que nunca dejaron de movilizarse contra el genocidio.

Bajo un certificado de nacimiento falso, el matrimonio apropiador Ricchiutti- Herman le cambió la identidad a Bárbara, poniéndole ese nombre y un apellido distinto al de sus padres. Le construyeron una falsa identidad, delito que se prolongó durante 31 años. Hasta que el 13 de febrero de 2009, un examen de ADN determinó que Bárbara era hija de Antonio y Beatriz, hermana de Juliana.

Ricchiutti fue suboficial del ejército desde 1967, retirado en 2001. Su esposa no podía tener hijos y simuló estar embarazada para encubrir la apropiación. Ambos son co-autores de varios delitos, retención y ocultamiento de un menor de 10 años previsto en el Código Penal. Pena que se agrava porque se dieron en el marco del terrorismo de Estado, considerados como de lesa humanidad.

“Me crié con la verdad”

Juliana brindó un emotivo testimonio. “Mis viejos desde jóvenes tuvieron inquietudes sociales y políticas, esas inquietudes hicieron que se encontraran. Viví con ellos 3 años y 13 días. Recuerdo una gran casa en Florida con conejos y perros. Y esa sensación de amparo, los abrazos y los besos, los tengo en la piel. Lo mismo que siento cuando abrazo a mis dos hijas. Cuando lo hago, me vienen los recuerdos de mis padres. Ese amor fue la base para hacer todo lo que puedo hacer hoy.

Cuando asesinan a mi padre, me aferré a mi mamá, a quien llevaban envuelta en una sábana. Nos hicieron pasar delante del cadáver de mi papá. Eran los últimos minutos de mi vida con mi madre, antes que me dejaran con mis abuelos. Me imagino lo que habrá sentido mi mamá, un dolor insuperable al imaginarse que me separaban de ella para siempre. Para mí fue muy importante reconstruir esos últimos minutos, esa sensación de que no la iba a ver más y que hoy es irreversible.”

Presumo que se la llevaron en un Falcon, recuerdo que el asiento delantero era de esos enteros. Me dijeron que mi mamá estaba de viaje. Y al tiempo que estaba desaparecida. Cuando se hablaba de que los detenidos estaban en España, siempre mi familia me dijo que era mentira, que mi madre estaba muerta. Me crié con la verdad.

Tengo dos cajas con hábeas corpus presentados pidiendo por mi vieja y ´mi hermano´ (que finalmente resultó ser mi hermana). Mis abuelos se contactaron con Abuelas de Plaza de Mayo en la calle Montevideo. Ir allí, era recrear la esperanza de encontrar a mi hermano. Siempre lo buscaba en los rostros de la gente caminando, de los otros chicos... Cuando me decían “vos te pareces a tal”, iba, lo buscaba a ver si era. Siempre pensé que mi hermano era varón, porque mis padres ya le habían buscado un nombre: Ignacio. Todavía no habían pensado en otro por si era nena.”

“Todo este tiempo me sentía jugando a las escondidas. Buscando a alguien detrás de un árbol, detrás de un velo. Fue como buscar una aguja en el pajar. Siempre pensé: `yo busco y busco y él o ella no lo sabe`. Pensaba que le seguía diciendo `mamá y papá` a quienes lo habían robado. Estaba convencida que lo iba a hallar, pero aún así me decía, ¿y si no lo encuentro?

Cuando presumí que podía ser mi hermana, la llamamos para una primera cita. Fuimos con compañeros de Abuelas. La vi por primera vez y dije `es mi hermana`. Ella estaba embarazada. Me di cuenta por la piel, `la misma que me veo en el espejo todos los días`, me dije. Ese día no dormí y no conté nada para no crear falsas expectativas. Pasaron dos años hasta tener la certeza. Bárbara primero no quiso hacerse los exámenes. Cuando ambas supimos que éramos hermanas, rompí en llanto. Estaba acostumbrada a la búsqueda, no a encontrar. No hay palabras para describir ese momento. Había encontrado la aguja en el pajar. Fue un abrazo eterno, 32 años postergado.”

“¿Por qué no están los dos presos?”

“Yo crié a mis hijas siempre con la verdad, como lo hicieron conmigo. Una vez, mi hija de 7 años me dijo sobre los apropiadores, `mamá, lo que hicieron los dos es siniestro` (porque usa esa palabra: siniestro). Y me preguntó, `si te robaron a tu hermana, ¿por qué no están los dos presos?`. Como explicarle lo inexplicable, si los dos son responsables y hoy sólo Ricchiutti está detenido en Marcos Paz.

Por eso, estar en este juicio es un triunfo por el que luché toda mi vida. Soy feliz. Lo logré. No pudieron conmigo. Espero que mi hermana pueda ser también feliz como lo fueron mis padres y lo soy yo ahora. Siempre digo que la búsqueda es colectiva. Porque sólo buscando a todos, a los más de 400 pibes apropiados, se puede encontrar al de uno.”

Luego de recibir aplausos al final de su declaración y mientras se abrazaba con los presentes, con lágrimas en los ojos Juliana reflexionó ante El Socialista: “Este gobierno tomó el tema derechos humanos como uno de los centrales, pero con medidas cosméticas, no de fondo. No podemos seguir tratando de encontrar a nuestros hermanos o nietos por pistas. Hay una generación que va del 75 al 81 cuya identidad está en duda. Habría que tomar medidas de conjunto, como por ejemplo, disponer que el DNI de esta generación venza en dos años y para renovarlo se les tenga que tomar una muestra de ADN. Allí podríamos encontrarlos masivamente. Y las abuelas que aún viven podrían tener la felicidad de conocerlos. Pero lamentablemente el gobierno no piensa en soluciones de este tipo. Es que detrás de las apropiaciones hay centenares de militares aun en actividad.

Además, la impunidad sigue. Hay genocidas que están siendo juzgados después de más de treinta años, con juicios largos, engorrosos, dificultosos y los que llegan a juicio son los represores que fueron denunciados, por gente que fue liberada, pero hay muchos represores que no son reconocidos. Y se vuelve a juzgar a los mismos personajes nefastos, pero hay miles de torturadores que no han sido juzgados aun”.

Juliana seguirá luchando contra la impunidad. Como millones. Para que haya cárcel común y efectiva para todos los genocidas, apropiadores y sus cómplices civiles y militares. Y se recuperen todos los jóvenes que aun viven bajo una identidad falsa.


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