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Editorial

Voto castigo

El 28 de junio el gobierno perdió las elecciones por paliza. Fue una derrota política sin vueltas de hoja. Esto ha hecho más ridícula y patética la imagen de la presidenta Cristina Kirchner en la conferencia de prensa del día después. Se enredó en números y comparaciones insólitas para intentar disimular la debacle electoral. Pretendió ignorar la derrota en Santa Cruz, por ejemplo, diciendo que en Calafate “ganamos por el 60%”. Hizo recordar a Menem cuando, en una situación similar, quiso justificar su caída electoral diciendo “ojo, que ganamos en Perico”, un pueblo de Jujuy. Quedó como frase célebre. Como aquella de Rodríguez Saá, quien se daba ganador en 2003 por un dato de una mesa de Necochea.

La historia política del país recordará el “ganamos en Calafate por el 60%” de la presidenta, como la de Perico de Menem. Es sintomático, porque Menem dijo eso en su caída, en medio del rechazo popular por su política contra el pueblo trabajador. Y ese parece ser el mismo destino del actual gobierno del PJ. Porque esta derrota quedará registrada como el principio del fin de ciclo justicialista-kirchnerista.

La derrota electoral fue más arrasadora de lo que se esperaba. Los Kirchner perdieron en Provincia de Buenos Aires, donde se jugaban el todo o nada. Se sabía que iban a perder en Córdoba, Santa Fé y Capital. Pero además perdieron en su provincia de origen, Santa Cruz, en Mendoza (el gobernador es kirchnerista) por amplio margen, y Entre Ríos. Y perdieron el control del Congreso.

 

El 28 se expresó un generalizado voto castigo de millones hacia el gobierno del PJ y los Kirchner. Dicen que el ex presidente del país, y ahora del PJ, daba puñetazos a las paredes maldiciendo una supuesta traición de los intendentes del conurbano bonaerense, acusándolos de falta de lealtad por el corte de boleta en su contra. En realidad, se trató de un desborde de la propia base peronista, que ya se hartó de años de política antipopular y antiobrera del gobierno. Millones votaron, en todo el país, contra el “doble discurso”, contra los despidos, las suspensiones, los bajos salarios, las mentiras del Indec y las patotas de Moreno y Moyano; contra los aumentos de precios de los productos de primera necesidad, la desigualdad social, la pobreza y la inseguridad. Es el fin de las expectativas que millones abrieron a partir de 2003, creyendo que este gobierno iba a ser un cambio para los de abajo. Es que siempre los gobiernos patronales, sean peronistas, radicales o de centroizquierda, terminan gobernando para los grandes empresarios, las multinacionales, los banqueros, los terratenientes y los usureros internacionales.

 

La derrota electoral del gobierno profundiza la crisis del Partido Justicialista. El fracaso del gobierno hace que se retome la vieja crisis del peronismo, pos menemismo. Los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, en medio de una coyuntura económica internacional favorable, le permitieron amortiguar esa crisis. Pero la agudización de la crisis capitalista, puso al desnudo que el gobierno kirchnerista también quiere que la crisis la pague el pueblo trabajador. Por eso millones repudian sus políticas, al igual que a los Scioli y las agachadas de Moyano y la CGT. Ante la pérdida de apoyo popular, y al achicarse el reparto de la torta, hace tiempo que muchos abandonan el barco para tratar de salvarse. Son los Reutemann, Schiaretti, Solá y Das Neves. A partir del 28 de junio habrá nuevas “fugas”. El PJ está dividido y no surgen alternativas claras para recomponerlo. Kirchner se ha visto obligado a renunciar a su máxima conducción. Y el único ganador ha sido Reutemann, quien apenas logró superar por pocos votos al socialdemócrata Giustiniani.

 

El voto castigo se canalizó, mayoritariamente, hacia variantes políticas patronales. Y si bien no hubo un giro hacia la izquierda de franjas de masas, esto no significa que se haya dado un voto a la derecha (ver nota página 3). Fue un voto castigo más que un apoyo a alguna alternativa de la oposición patronal. Por eso tampoco existe un voto entusiasta ni ningún cheque en blanco de los trabajadores y sectores populares a los Macri, De Narváez, Solá, Reutemann, Cobos, Carrió, Stolbizer o Juez. Incluso en Provincia de Buenos Aires, muchos votaron a De Narváez y a Unión-PRO con la nariz tapada, para asegurar la derrota de los Kirchner.

Eso explica que, si se toma el panorama nacional, hubo votos contra los candidatos del gobierno y a distintas variantes políticas, no surgiendo una fuerza opositora hegemónica ni un dirigente político fuerte e indiscutido.

Unión-PRO ganó en Capital y Provincia de Buenos Aires, pero no es una fuerza nacional. Los radicales de la UCR, solos o en el Acuerdo Cívico, levantaron su declive ganando o haciendo buenas elecciones en Mendoza, Córdoba, Entre Ríos y Santa Cruz. Cobos salvó la ropa en Mendoza. Pero Carrió terminó desgastada por el mal resultado en Capital, que la puso al borde de no entrar como diputada nacional. Por eso, ni la Coalición Cívica ni la UCR salen de las elecciones como “la alternativa” ganadora para el 2011.

 

Los resultados electorales pusieron en evidencia la extrema debilidad de los partidos del sistema. La crisis de fondo de los viejos partidos patronales sigue vigente. La muerte de Alfonsín fue aprovechada por el régimen para darle aire al radicalismo y tratar de reflotar el “bipartidismo” patronal, pero no lo lograron. Continúan las divisiones en el PJ y la UCR. Hay varios peronismos y varios radicalismos, en la UCR y fuera de ella. Los ecos del Argentinazo siguen presentes cuando miles y miles coreaban en las calles el “que se vayan todos”. No surge todavía una fuerte alternativa nacional de centroizquierda. El buen resultado de Pino Solanas todavía es una expresión de la Capital Federal.

La dispersión del voto castigo a las variantes patronales muestra dos cosas. Una, que ese voto está agarrado con cinta adhesiva. Dos, que hay una búsqueda de algo nuevo.

Si bien aún la izquierda no ha podido canalizar electoralmente el descontento con el PJ y los viejos partidos patronales, los más de 500 mil votos que ha logrado muestran que existe un importante punto de apoyo para seguir dando la pelea política por presentar un polo alternativo que luche por los cambios de fondo. Pero para dar esa pelea en mejores condiciones se necesita mayor unidad de la izquierda, como lo planteamos desde el Frente de Izquierda. La buena elección del Frente en distritos claves como Provincia de Buenos Aires y Córdoba, así como la unidad lograda en San Juan, muestran que ese es el camino.

 

El gobierno queda políticamente muy debilitado cuando aún le quedan más de dos años de mandato. “Un siglo”, tituló un medio. Cruzado por la crisis económica mundial, por un lado, y por las luchas y los reclamos populares, por otro. Cualquiera de estos dos factores, o su combinación, pueden profundizar su ya debilidad y crisis política latente. Ya renunció la ministra de Salud Graciela Ocaña, el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, el intendente ultra-kirchnerista Ishií de José C. Paz, y se anuncia el mismo destino para otros personajes. En ese sentido, los políticos patronales hablan preocupados de la “gobernabilidad”. Desde ya, todos los opositores patronales han salido a asegurar el apoyo al gobierno para que llegue “como sea” al 2011. Están diciendo: “hagan el ajuste, sigan quemándose, que nosotros nos preparamos para reemplazarlos en dos años”. Pero será la realidad de la lucha de los trabajadores la que definirá si este gobierno llega o no al fin de su mandato.

 

El cierre, sorpresivo, de la cadena de tiendas holandesas C&A, al otro día de las elecciones, muestra hacia donde van las cosas. “La decisión se había tomado a comienzo del año, pero el gobierno había pedido que el anuncio se demorara…” (Clarín, 30/06). C&A cerró sus 20 locales dejando el tendal de 1.100 despidos. Es posible que esto se repita en otras empresas y ramas del comercio y la industria. El anuncio de la patronal de Techint de rebajar un 15% los salarios de parte de su personal va en el mismo sentido. De esta forma se está cumpliendo lo que fuimos denunciando en la campaña, que se venía un nuevo ajuste y que iba a estar planteado seguir luchando contra los despidos, las suspensiones, el salario, la defensa de la educación y la salud, más ahora con el caso de la Gripe A, que también escondieron durante el final de la campaña (ver páginas centrales).

Por eso está más vigente que nunca la consigna central del Frente de Izquierda: que la crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores. Ahora, más allá de sus “diferencias”, el gobierno, la oposición patronal y la burocracia sindical van a hacer todo lo posible para dejar correr el ajuste. Desde Izquierda Socialista llamamos a redoblar la unidad de la izquierda y los trabajadores para derrotar este plan al servicio de los de arriba. Ese será también el camino para preparar una alternativa política unitaria de los trabajadores y la izquierda.


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