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José Castillo

Quieren resucitar a la UCR

Alfonsín con Menem. Juntos en el Pacto de Olivos

Alfonsín con Menem. Juntos en el Pacto de Olivos

El sepelio de Raúl Alfonsín se transformó de hecho en un acto de repudio al gobierno. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta que quien decía “fue un político honesto”, o “murió sin hacer fortuna”, lo estaba comparando a otros políticos tradicionales, y en particular a los Kirchner, con sus escandalosos negociados y su ronda de testaferros.

Respetamos el dolor de familiares, amigos y de todos aquellos que se sentían identificados con Alfonsín. Pero cabe preguntarse: ¿Cuál es la razón de la alabanza que baja desde todas las patronales, la burocracia sindical, la Iglesia y los medios de comunicación?

La respuesta es que todos ellos sueñan con la reaparición de la UCR y la vuelta al viejo modelo bipartidista, que voló por los aires a fines de 2001. Cuando empieza el “desprestigio” de un gobierno justicialista, la inexistencia de una alternativa potable para los poderosos obliga a mil maniobras para garantizar la “continuidad”, como las que vemos hoy con el PJ “no kirchnerista”. Será difícil que vean ese sueño hecho realidad.

El radicalismo, cuando gobernó, lo hizo al servicio de los poderosos locales y del exterior. Fue Alfonsín quien en 1984, al comienzo de su mandato, reconoció como legítima la deuda externa de la dictadura. Fue él mismo, con su ministro Sorrouille, el que implementó el primer plan de ajuste integral de la democracia, el Austral, avalado por el FMI en 1985. Y el que reconoció todos y cada uno de los contratos de obra pública firmados durante el proceso a favor de los “capitanes de la industria” (como se llamaba entonces a los Techint, Pérez Companc, etc). También Alfonsín lanzó el primer proyecto para privatizar Aerolíneas y Entel, con Terragno como Ministro de Obras Públicas en 1988. Y por supuesto, sin olvidarnos de las terribles leyes de Punto Final y Obediencia Debida, coronadas por el “Felices Pascuas” de 1987.

El gobierno de Alfonsín concluyó antes de tiempo, entre los incendios de la hiperinflación y los saqueos de decenas de miles de hambrientos en 1989. Su hundimiento final como alternativa política se iba a producir en 1993: ahí negociaría la reelección de Menem, en el célebre pacto de Olivos.

De ahí en más, un radicalismo prácticamente desaparecido electoralmente, sería “rescatado” por el Frepaso de Chacho Álvarez, que increíblemente le regalaría a la vieja UCR, y a una nulidad política como Fernando De la Rúa, la presidencia de la Nación en 1999. Muchos votaron a la Alianza porque “por lo menos iba a ser mejor que el menemismo”, para descubrir al poco tiempo las coimas de la Banelco y la vuelta de Cavallo al Ministerio de Economía. Como un mensaje de aquellos años, en estos días De la Rúa fue sobreseído de las muertes ocasionadas por la represión que ordenó el 20 de diciembre de 2001, en su último acto antes de huir en helicóptero por los techos de la Casa Rosada.

Hoy, la Unión Cívica Radical, en la figura de sus autoridades partidarias, sus legisladores y los gobernadores que le quedan, levanta un programa nítidamente de centro derecha: está por reducirle las retenciones a los Grobocopatel, a la oligarquía, como lo pide la Mesa de Enlace, e incluso invita a los dirigentes de la Sociedad Rural a que formen parte de sus listas; defendió a las AFJP cuando se planteó su estatización, e hizo lo mismo con Marsans en el caso Aerolíneas. Jamás apoyó un reclamo de los trabajadores. Por el contrario, sus gobernadores han estado a la cabeza negándose a otorgar cualquier aumento a los docentes.

Entendemos a los compañeros que, asqueados del doble discurso y los negociados del kirchnerismo, se preguntan si con los radicales no habrá menos corrupción y mentiras, pero les decimos que no se engañen. Alfonsín dejó una cría con un abultado prontuario: los Coti Nosiglia (el de los negocios multimillonarios con lo más repodrido de la burocracia sindical peronista), los Jesús Rodríguez (ministro de la hiperinflación del ’89), los Moreau (el de los acuerdos con el duhaldismo), los Fredi Storani, (que inauguró su cargo de ministro del Interior en el ´99 mandando reprimir y causando tres muertos en Corrientes), los “chicos” de la Franja Morada que siguen viviendo de las cajas de las universidades (y que llegaron al extremo de robarse planes de desocupados en el 2000). Este es el radicalismo de “carne y hueso” que, sin siquiera esperar a que se enfriara el cadáver de Alfonsín, ya se habían lanzado a ver cómo se podían acomodar mejor en alguna lista de oposición.


Revisando archivos: El prontuario de Solá

A Felipe Solá le gusta posar de “progre” en el trío que armó con De Narváez y Macri. Claro, al lado de los dos empresarios, él se la cree…

Pero su sinuosa trayectoria no resiste el menor archivo. Comenzó muy joven en la JP Lealtad (sí, la que corría por derecha a los Montoneros). Reaparece en la Revista Unidos, que dirigía Chacho Álvarez en la década del ´80, vinculándose a la “Renovación Peronista” de Antonio Cafiero. Luego, cuando éste pierde la interna, “salta el cerco” y se hace menemista. En 1989 asumió como Secretario de Agricultura y Pesca de la Nación. De ahí se le conocen sus aceitados contactos con la Sociedad Rural. En 1991, renuncia para pasar a ser diputado, pero en el ’93 vuelve a la Secretaría de Agricultura (lo que se dice “un hombre de campo”). Parte del legado en este cargo son las causas iniciadas en la justicia federal de Mar del Plata por la sobrepesca de merluza y calamar, que puso en riesgo de extinción los principales recursos pesqueros del país. Pese a que las leyes lo prohibían se permitió que los buques que cedían un permiso siguieran pescando en vez de darse de baja, se transfirieron permisos de buques pequeños a otros de gran porte. La merma del recurso fue tan salvaje que en 1996 se capturaron 600.000 toneladas de merluza y en 2000 fue preciso imponer un cupo máximo de 35.000.

Al final del menemismo, ya es un “duhaldista”. En el 2001 es electo vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, en una fórmula integrada nada menos que con el ex vice de Menem, Carlos Ruckauf. Cuando éste tuvo que renunciar a comienzos del 2002, pasa a ser gobernador. Ocupando ese cargo, o sea siendo el máximo responsable político de la Provincia, sucede la masacre de Avellaneda del mes de junio, donde son asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Solá participó de la coordinación del operativo y felicitó públicamente al comisario Fanchiotti por su accionar. Después del 2003 se hace kirchnerista y hace dos años es electo diputado por las listas del Frente para la Victoria. Ahora es opositor, buscando capitalizar el voto peronista antikirchnerista. Lo que se dice todo un progresista con una trayectoria coherente…


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