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José Castillo

A días de la asunción de Obama

Se espera con gran expectativa la llegada del primer presidente afroamericano a la presidencia de los Estados Unidos. Bush se retira como uno de los personajes más repudiados de la historia. Pero, lamentablemente, Obama continuará, con un nuevo rostro, la infame historia del dominio del imperialismo yanqui sobre los pueblos del mundo, incluyendo la propia clase trabajadora norteamericana

Los desafios del primer presidente negro

Los desafios del primer presidente negro

Las revistas más importantes del planeta coinciden en sus tapas del primer número de 2009: las fotos de Obama cubren todas las portadas donde es considerado “El hombre del año” y “el que va a sacar Estados Unidos de la crisis”. Incluso la revista Time publicó un fotomontaje donde un Obama vestido a la moda de 1930 aparecía como el promotor de un nuevo New Deal (el programa de obras públicas de Roosevelt en 1933 frente a la depresión de entonces).

Hay una palpable expectativa en los trabajadores, los jóvenes y los inmigrantes. Y, por supuesto, en la comunidad afroamericana de los Estados Unidos, que sigue sintiendo como una gran reparación la elección del primer presidente negro de la historia, después de décadas de racismo y discriminación. También hay un “aire” de cambio porque se va Bush, que había llegado a convertirse en una figura mundialmente repudiada. Muchos creen que, por fin, se acabaron los años del “neoconservadorismo”.

Es que Bush y su guerra son masivamente repudiados. Sus planes de lanzar una gran “contraofensiva imperialista” tras los atentados a los Torres Gemelas se han empantanado definitivamente. En el mundo el imperialismo yanqui es odiado masivamente. Es una realidad que se puede verificar recorriendo desde las “zonas calientes” del Medio Oriente hasta nuestra propia Latinoamérica. En los propios Estados Unidos, se vio crecer en estos años primero, al movimiento antiglobalización, luego a las movilizaciones contra la guerra y después a las grandes huelgas y marchas de los hispanos. Ahora, con la crisis económica pegando con todo sobre la clase trabajadora, ya se observan las primeras reacciones de resistencia.

Hoy lo que prima es la confianza en que Obama va a revertir la actual política yanqui, tanto en lo interno como en lo externo. Esta expectativa fue creciendo a medida que Obama se imponía, primero en las primarias demócratas contra Hillary Clinton, y luego en la elección presidencial contra el republicano Mc Cain. En los días previos a la elección de noviembre, Obama reunió a multitudes entusiastas en las principales ciudades de los Estados Unidos. Y el activismo electoral a su favor creció hasta niveles pocas veces visto en la historia norteamericana.

Decenas de miles sentían que estaban militando contra Bush, contra la guerra, contra los republicanos que ofrecían un candidato cuyas mayores credenciales era haber sido parte de la invasión a Vietnam, y contra las políticas conservadoras que atacaban fuertemente los derechos civiles (matrimonio gay, aborto, enseñanza no religiosa, libertad de investigación). Y también, para muchos, era la conclusión de las luchas de Martin Luther King y Malcom X. Sólo así se puede comprender a las multitudes festejando por cientos de miles en Chicago, Nueva York, Washington y en miles de pequeñas ciudades del sur pobre de Alabama, Mississipi y Louisiana.

Las políticas concretas de Obama

Pero ya durante la propia campaña Obama dio marcadas señales de para quién va a gobernar. Cuando en el mes de octubre, a semanas de las elecciones, el proyecto de Bush de salvataje a los bancos por 700.000 millones de dólares recibió el rechazo en la Cámara de Representantes, fue el propio Obama, junto con el candidato republicano Mc Cain, quienes presentándose y votando juntos en el Senado dieron su aval al multimillonario rescate. Hubo así lluvias de dólares para los banqueros, pero ni una sola medida para los más de dos millones de trabajadores que estaban perdiendo sus casas, ni para los cientos de miles que quedaban desocupados.

En política internacional, sus declaraciones durante la campaña mostraban cómo rápidamente iba “girando” hacia las tradicionales posiciones del imperialismo yanqui. Obama, que había construido parte de su prestigio cuando votó contra la guerra en Irak (mientras que Hillary Clinton lo hacía a favor), empezó a plantear que se debía ir saliendo de Irak (cosa que por otra parte sostienen ante la derrota militar los más realistas generales del ejército norteamericano), aunque lentamente -se habla de mediados de 2010- pero para concentrarse en la “otra guerra”, en Afganistán. Al mismo tiempo, expresó repetidas veces su apoyo “incondicional” a Israel.

Una vez elegido, sus posiciones iban quedando claras a medida que se conocían los nombramientos de su futuro gabinete. Hillary Clinton, la que sí votó a favor de la guerra en Irak, será la futura Secretaria de Estado. Su jefe de gabinete será Rahm Emanuel, ex militar israelí defensor del apoyo a las políticas de limpieza étnica de Israel contra los palestinos y de la invasión a Irak, por la que votó siendo diputado. Robert Gates, actual jefe del Pentágono, y partidario del envío de más tropas a Irak y Afganistán, será su Secretario de Defensa. En el gabinete económico se destacan Larry Summer y Robert Rubin, los dos Secretarios del Tesoro (el equivalente a nuestro ministro de economía) de Bill Clinton -el presidente que se jactaba de ser un “nuevo demócrata”, entendiendo por tal un continuador de las políticas neoliberales de los ´80 y de no aceptar ninguna “presión” de los sindicatos- y Timothy Geithner (presidente de la Reserva Federal de New York), uno de los principales defensores de la política de rescate a los grandes bancos.

En estos días Obama ha pronunciado variados discursos referidos a la crisis económica. Se habla de un plan de 700.000 millones de dólares, con obras públicas y rebajas impositivas, a llevarse a cabo en varios años. Obama dice que hay que salvar a “la clase media norteamericana”. Pero no se escucha ninguna medida de emergencia, como sería frenar los desalojos o prohibir los despidos. No parece haber el mismo apuro que sí hubo para salvar a los bancos en octubre.

Gaza: un botón de muestra

La política del nuevo presidente ante la masacre que está perpetrando Israel en Gaza, es un ejemplo hacia dónde apuntará su gobierno. Obama, al principio de la agresión israelí se llamó a silencio: “Bush debe gobernar hasta el 20 de enero”, dijo cínicamente. El sabe que una palabra suya de condena, con su actual prestigio, valdría más que mil declaraciones para parar el ataque. Posteriormente, dijo que apostará al “diálogo” entre todas las partes involucradas. Pero fue desmentida por Hillary Clinton (ver páginas centrales). Un doble discurso para que los asesinos sionistas sigan matando y asesinando en Gaza. Su política sólo puede ser calificada de complicidad criminal.

La foto donde se vio a Obama junto a Bush hijo, Bush padre, Clinton y Carter (los presidentes yanquis vivos), junto a las políticas que empezará a aplicar cuando asuma, demostrarán a millones que el presidente negro seguirá encabezando un gobierno al servicio de los millonarios, banqueros, capitalistas, multinacionales y agresiones a los pueblos del mundo.


¿Qué es el Partido Demócrata?

Después de ocho años del gobierno republicano de Bush, hay quienes sostienen que se puede esperar algo distinto de Obama por su pertenencia al Partido Demócrata. Muchos intelectuales progresistas o denunciantes de las acciones de las transnacionales como Michael Moore propagandizan esto.

Pero no es cierto. El Partido Demócrata, a lo largo de su historia, ha sido “la otra pata” del sistema bipartidista yanqui, el otro gran partido imperialista. Muchas de las intervenciones y masacres perpetradas por los Estados Unidos han sido ejecutadas bajo gobiernos demócratas. Fue el demócrata Harry Truman el que, en una Segunda Guerra Mundial ya ganada por los Aliados, arrojó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki para “mostrarle” a la Unión Soviética que ya poseía esa arma letal. Fue bajo el gobierno demócrata de John F. Kennedy que se produjo el intento de invasión a Cuba en Bahía de los Cochinos. Y fue él mismo quien inició el bloqueo a Cuba, mantenido por más de 40 años por todos los gobinernos, demócratas o republicanos. Y fue su sucesor, el también demócrata Lyndon Johnson, el que inició la invasión a Vietnam. En la década del ’70, Jimmy Carter apoyó hasta el final al sanguinario Sha Reza Pahlevi, contra la insurrección de las masas iraníes. Más cerca en el tiempo, fue el último presidente demócrata, Bill Clinton, el que ordenó el bombardeo de Yugoslavia en 1999, así como los cientos de ataques que se produjeron en medio de las dos guerras “oficiales” a Irak. Absolutamente todas las agresiones de Israel contra el pueblo palestino fueron incondicionalmente apoyadas también por todos los gobiernos yanquis, de cualquier filiación política. Y el Partido Demócrata, incluso desde la oposición, apoyó la mayoría de las “grandes decisiones imperialistas” de los Estados Unidos, como sucedió con la propia invasión a Irak de 2003, lo que le valió el repudio de importantes sectores del movimiento anti-guerra.

El Partido Demócrata seguramente tiene más intelectuales o artistas liberales que el republicano. Y es obvio que tiene menos “impresentables” como la ultraderecha religiosa que apoya a Bush. Pero sus pilares, su soporte económico, sus diputados, senadores, alcaldes y gobernadores y, por sobre todo, su historia, lo muestran como el otro gran partido al servicio de las grandes transnacionales, las finanzas de Wall Street y, en definitiva, del dominio imperialista del planeta.


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