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José Castillo

El “modelo” de los Kirchner

Ni productivo, ni para “redistribuir la riqueza”

Durante cinco años de crecimiento económico las ganancias fueron para los de arriba. Mientras tanto, la inflación se comía salarios, jubilaciones y planes sociales. Ahora que llegó la crisis mundial, la propuesta de Cristina es, otra vez, beneficiar a los grandes empresarios, sin ninguna medida que frene realmente la ola de despidos y suspensiones

Con Cristina millones siguen en la pobreza

Con Cristina millones siguen en la pobreza

Ya no cabe duda que estamos en medio de la crisis. Y, una vez más, nos toca a los trabajadores pagar los platos rotos. Mientras tanto, a los grandes empresarios, que ganaron como nunca en estos años, se los vuelve a premiar con beneficios para que no les pegue (a ellos) la debacle mundial.

La economía argentina empezó a crecer a mediados de 2002, luego del profundo pozo en que había caído con la debacle del 2001. Le siguieron cinco años en que el PBI (todo lo que se produce en términos de productos y servicios en el país) creció a tasas realmente importantes. ¿Se debió a alguna “genialidad” de las políticas económicas de Duhalde primero y Kirchner después? ¿O a la “competitividad” de nuestros empresarios? En absoluto: simplemente fue la ola de la economía mundial, “el viento de cola”, como se acostumbró a decir en estos años. Con altísimos precios de la soja, el petróleo, el trigo y el maíz, se obtuvieron superávits de comercio exterior y recaudaciones récords por varios años. Ya desde el comienzo, las patronales se beneficiaron con la baja del costo salarial por la devaluación primero, y con una inmensa lista de subsidios y beneficios después. Así, a los bancos se los “compensaba” con la pesificación, a las privatizadas con el congelamiento de tarifas (que de a poco se iban subiendo, silenciosamente) y a los empresarios amigos con las concesiones y la obra pública.

Había para todos, menos para los trabajadores. Es mentira que el kirchnerismo “redistribuyó” la riqueza. En estos años, jamás se subió el monto de los planes sociales para los desocupados, siempre congelados en los miserables 150 pesos. Y los trabajadores sólo pudieron recuperar algo de lo que habían perdido de sus salarios, luego de duras luchas. ¿Tenemos acaso que recordar las peleas que desde fines de 2004 llevaron adelante los telefónicos, los trabajadores del subte y los ferroviarios? Ellos estuvieron a la vanguardia de un reclamo de aumento salarial que después se extendió a todo el movimiento obrero durante el 2005. ¿Cuántas veces los docentes y estatales tuvieron que salir a pelear para romper los congelamientos a que los querían condenar? A lo largo de estos años, nunca los Kirchner cedieron un aumento sin que mediara una lucha.

Así y todo, hoy todavía más del 40% de la clase trabajadora sigue en negro. Y millones de compañeros continúan, aún hoy, sin encontrar trabajo. Esto incluye a quienes contabiliza como desocupados el INDEC, pero también a los millones de subocupados que viven de changas, a los que figuran como “ocupados” por percibir un plan Jefas y Jefes de hogar, y a los incontables que ya no figuran en ninguna estadística, porque ya no buscan trabajo, convencidos de la imposibilidad de encontrarlo.

La inflación se come los salarios

Durante estos años, las grandes empresas, con su capacidad monopólica para manejar los precios, se cansaron de subirlos. Todo ante la vista gorda del gobierno, que se la pasaba firmando “acuerdos de precios”, que después nadie respetaba, o publicando “listas de artículos económicos” que nunca se encontraban en los comercios. Así, en 2005 y 2006, mientras las patronales se veían obligadas a ceder aumentos salariales ante el ascenso de la lucha obrera, buscaban inmediatamente “trasladarlo” a los precios, generando una feroz oleada inflacionaria.

Hasta que en 2007 el gobierno “cortó por la sano”. “Eliminó la inflación”, diciendo que no existía, mientras esta crecía como nunca. Con la escandalosa intervención al INDEC no sólo falseó los índices de precios, sino todos y cada uno de los indicadores estadísticos. Hoy, por ejemplo, es imposible saber cuántos pobres hay en la Argentina. Sin embargo, numerosos estudios confirman esa “sensación”, la de la “verdadera” estadística: el aumento, diario, visible, de los carritos de cartoneros, y de los miles que, al caer el sol, revuelven la basura en los barrios más acomodados de las principales ciudades del país. Es un hecho que desde fines de 2006 volvió a subir el número de pobres e indigentes en nuestro país.

Y ahora, “llegó” la crisis

Los empresarios, esos mismos que se enriquecieron a manos llenas, ante el primer síntoma de que sus ganancias pueden bajar un poco, reaccionaron con salvajismo. Una ola de despidos, suspensiones y “vacaciones adelantadas”cayó sobre el país en apenas quince días. El gobierno de Cristina, en vez de lanzar alguna medida para obligarlos a parar esas medidas antiobreras, lanza un plan “a medida” de las patronales (ver recuadros). Les ofrece de todo: crédito, moratorias impositivas y provisionales, y hasta blanqueos que orillan con lo delictivo. Todo para “reactivar” la economía. ¡Pero sería tan fácil hacerlo con un aumento salarial de emergencia! ¡O subiendo el monto de las jubilaciones y planes sociales! ¡Qué mejor forma de “recuperar la confianza” de los consumidores que prohibiendo los despidos, dándole entonces seguridad a cada trabajador de que va a seguir recibiendo su salario en los próximos meses!

Pero Cristina, como ayer Néstor, no lo hará. Eso sí que sería avanzar en un “modelo productivo”, que llevaría a “redistribuir la riqueza”. Los Kirchner se niegan porque, más allá de su retórica, siempre han gobernado para las ganancias de los empresarios.


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