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José Castillo

Cuba hoy

A 50 años de la gesta histórica del 59, Cuba resiste. Con dignidad y humildad, sigue siendo una experiencia que nos dice que la revolución socialista triunfante es posible. Su presente es un mosaico de todo lo que se puede lograr expropiando al capital, y también de los límites de un proyecto que retrocede peligrosamente.

El primero de enero, en Santiago de Cuba, millones de cubanos se darán cita para conmemorar los 50 años de su revolución. La revolución está viva en Cuba. Con sus paisajes paradisíacos, con la iconografía del Che retratada en millones de postales, en la Plaza de la Revolución. Sí; también con sus bellísimas muchachas y muchachos, mulatos, negros y blancos. Es que mientras nos asombramos porque en Estados Unidos un afroamericano “llegó” a la presidencia, Cuba, tierra de esclavos, tiene la sociedad más integrada racialmente del planeta. Cuba es también dignidad frente al imperialismo, con su resistencia a más de 40 años de bloqueo.

La realidad material de la revolución

¿Pura iconografìa? ¿Deslumbramiento ante la belleza tropical? Mucho más que eso. Cuba es una isla del Caribe, en las puertas del estrecho de La Florida, a 90 millas de los Estados Unidos. Hay otras islas en el “paraíso del Caribe”. Al lado de Cuba existen otras como Haití y República Dominicana. Poseen las mismas playas paradisíacas. Pero sus poblaciones están entre las más pobres del mundo.

Cuba resalta en este contraste. También frente a habitantes de países “ricos” de la región, como el nuestro. Aún los más acérrimos enemigos de la revolución lo tienen que reconocer: salud y educación del primer mundo. Según el Indice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas (que combina indicadores como los de expectativa de vida al nacer, tasa de alfabetización y PBI per cápita), Cuba ocupa el puesto 51 en el mundo. Haití, su vecino, está 142. “Grandes de la región”, como México y Brasil, están por debajo (52 y 70 respectivamente). Los contrastes con la Cuba de antes de la revolución son demoledores: el analfabetismo en 1959 era del 40,3%, hoy apenas del 0,2% (una tasa de alfabetización superior a la de nuestro país). Con un estado que garantiza educación gratuita en todos los niveles (y beca a sus estudiantes), uno de cada siete trabajadores cubanos es graduado universitario. Cuba tiene uno de los sistemas de salud que es envidia en el mundo: 70.000 médicos y 150.000 enfermeros garantizan cobertura gratuita a toda la población, algo impensado en los mismos Estados Unidos.

Hace algunos años, dijo Diego Maradona, comparándolo con la realidad en nuestro país: “no ví chicos pidiendo por la calle, o revolviendo la basura”. Cada cubano tiene su casa, aún cuando en muchos casos no esté en buenas condiciones edilicias, por la que paga un alquiler mínimo, tiene subsidiada la electricidad y recibe una tarjeta con la que puede adquirir algunos productos básicos en los locales estatales a precios subsidiados en moneda nacional.

A la caza de los “CUCs”: la economía bimonetaria

Pero en Cuba la diferenciación social se “cuela” detrás de la doble moneda. Con el estallido de la URSS, la isla entró en lo que el mismo Fidel llamó “el período especial”: un momento terrible donde las exportaciones se redujeron un 70% y el PBI casi un 30%. La dirección política cubana optó entonces por transformar la vieja economía monoproductora de caña de azúcar en una volcada a los servicios turísticos. En 1993 se legalizó la tenencia de dólares. Años después, en 2004, en un intento del estado cubano de apropiarse de los millones de dólares que circulaban por el territorio, se lo reemplazó por el “cubano convertible” (CUC). La realidad es que hoy Cuba tiene dos monedas: la otra es el peso moneda nacional, en el que todos los trabajadores cobran sus salarios. Así, un trabajador promedio recibe 350 pesos moneda nacional al mes (el equivalente a 12 dólares, o 15 CUCs). Con ese dinero, compra los bienes subsidiados en los locales estatales, paga la electricidad, y compra algunos artículos frescos en el mercado.

Pero el problema es que no todos los bienes se consiguen en los mercados estatales. El resto hay que ir a comprarlos a las tiendas “en CUCs”. Y ahí se abre la diferenciación social: los que acceden y los que no a la moneda convertible. Es que ser taxista, cuidador de coches, guía de turismo o prostituta deja ingresos increíblemente superiores a los sueldos estatales. Y ahí es donde vemos el infierno de la tendencia a la restauración capitalista: las paradisíacas playas se transforman en los “resorts privados”, inaccesibles para los cubanos; la pobreza digna, en un ofrecer cualquier cosa “al turista”, legal o ilegal, para conseguir una moneda convertible, y las bellas muchachas y muchachos en la reaparición de una prostitución que recuerda a una las peores lacras de la época de Batista.

De Fidel a Raúl

Esta tendencia a la diferenciación social ya lleva casi 20 años, y se va profundizando. Seamos claros: no le negamos el derecho a un estado como el cubano, que ha expropiado el capital y se encuentra en medio de un bloqueo que lleva más de 40 años, a adoptar medidas “de excepción”, que pueden llegar incluso a tener que hacer concesiones al capital internacional.

Pero sucede que estas medidas, con sus consecuencias, deben ser la conclusión de un debate libre y democrático de su clase trabajadora. Lamentablemente en Cuba, el sistema de partido único y el “secreto de estado”, transforman todas las decisiones en conclusiones de una cúpula de los allegados al poder. Por otra parte, esas decisiones son un paso atrás (como decía Lenin cuando se vio obligado a reinstaurar mecanismos de mercado en la URSS en 1921), con todos sus riesgos, y consecuencias, y estos deben ser combatidos. Lamentablemente en la Cuba de estos últimos años se hizo lo contrario. Desde las propias empresas estatales, especialmente las controladas por el ejército, se impulsó el “sistema de perfeccionamiento empresarial”, que introdujo “premios” en CUCs para los directivos.

Hoy hay en Cuba un avanzado proceso de restauración capitalista, visible en las corporaciones internacionales presentes en el negocio del turismo, pero también en la extracción de níquel, petróleo y en cada una de las actividades económicas de la isla. En este proceso se integra el estado cubano, en especial a través de las empresas vinculadas a las Fuerzas Armadas.

Todo esto se potenció durante el último año. Cuando Raúl Castro asumió definitivamente el máximo cargo del Estado en reemplazo de Fidel en febrero de este año, planteó que el socialismo no era “igualitarismo”, llamando a los directivos, profesionales y aún a trabajadores a ser “más productivos” para obtener así más incentivos en CUCs. Haciéndose eco parcial de los reales reclamos de mayores libertades, “liberalizó” la compra de televisores, DVD´s y teléfonos celulares y eliminó la absurda prohibición de acceder a los hoteles internacionales para los cubanos. Pero estas medidas sólo favorecen a una delgada capa de la población: justamente aquella que, poseyendo CUCs, puede “pagar” por esto.

El gobierno cubano, entonces, está profundizando un camino, que muchos de sus propios dirigentes llaman, el de “China”, o, más cercano al tamaño de Cuba, el de “Vietnam”: un acelerado proceso hacia una economía de mercado, mientras el partido controla el aparato de estado. Lo decimos sin medias tintas: los riesgos de restauración capitalista en Cuba vienen más por este lado que por la vieja “gusanería” de Miami.

En la Cuba de hoy, con sus luces y sombras, con las conquistas aún visibles de su revolución, que debemos defender, con los riesgos de su restauración, que debemos combatir, resuenan más que nunca los viejos consejos del Che Guevara: ¡sí, el creía que socialismo era “igualitarismo”! Y luchaba contra lo que en aquella época se llamaban los “incentivos materiales”, que traían la diferencia y el egoísmo mercantil. ¡Y en esa época no había CUCs, ni zonas turísticas! ¿Qué diría ahora?

Muchos de los males de Cuba tienen que ver con el aislamiento y con el bloqueo. Pero no creemos que se lo supere, como lamentablemente hace Fidel, mostrándose “serio” ante el mundo capitalista, y repartiendo consejos de que ya no estamos en épocas de expropiaciones. O sembrando confianzas en líderes como Barak Obama. El sabe perfectamente que la invasión a Playa Girón se hizo durante el “demócrata y progresista” J.F.Kennedy, que Carter no dio un solo paso durante su presidencia para eliminar el bloqueo y que las medidas criminales de su profundización (leyes Torricelli -1992- y Helms Burton- 1996) fueron promulgadas durante el gobierno del también demócrata Bill Clinton.

El camino de la Cuba de los ´60, romper con el imperialismo y expropiar a los capitalistas, nos dio lo mejor de Cuba. Los consejos de coexistencia pacífica, “no hacer como hizo Cuba” y construir economías mixtas conviviendo con los capitalitas, están llevando a la isla de vuelta al capitalismo. Frente a todo esto, nosotros decimos como el Che: el futuro de la revolución cubana estaba estrechamente unido al de la revolución socialista en el resto del mundo.


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