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Miguel SoransEscribe:
Miguel Sorans
Dirigente de Izquierda Socialista y de la UIT-CI

Obama no es el cambio

Repudiado por el mundo termina la era Bush. Pero el gran impacto es el triunfo de Barack Obama. Un negro, un afroamericano, llega por primera vez a la presidencia de los Estados Unidos. Un hecho impensado hasta hace poco. Sólo es explicable por la grave crisis global que sufre el imperialismo yanqui. ¿Hacia dónde va Obama? Millones en Estados Unidos y en el mundo esperan grandes cambios. Pero esas expectativas se verán defraudadas.

La llegada de un negro a la presidencia de los EE.UU. es un hecho histórico. Esto es así, incluso para los que aseguramos que Barack Obama será un gobernante al servicio de las multinacionales y el imperialismo. Hace unos 40 años todavía estaba prohibido que los niños negros fueran a las mismas escuelas que los blancos. Y en muchos estados norteamericanos no se autorizaban casamientos entre negros y blancos. Hasta hoy existen normas racistas menores, en muchos estados.

Aunque no se terminó el racismo, es un hecho que se han roto barreras ideológicas y discriminatorias tremendas. Millones de blancos votaron por Obama. ¿Por qué sucedió esto? Porque Estados Unidos está inmerso en una crisis sin precedentes, política, económica y hasta militar (con el fracaso de las guerras de Irak y Afganistán).

Crece el descontento y la crisis social en EE.UU.

Obama obtuvo el mayor número de votos de la historia de su país: 63.250.000. Lo apoyó el 70% de los que votaban por primera vez, o sea arrasó en la juventud. Además los votaron masivamente los latinos, los negros, los trabajadores y amplios sectores de clase media blanca. Millones fueron a votar creyendo en el cambio que Obama prometía. En la elección se expresó el odio al gobierno de Bush, a la guerra de Irak, a la crisis económica, a la pérdida de viviendas de miles y miles por la burbuja inmobiliaria o la caída del nivel de vida. La desocupación, en octubre, llegó a su máximo nivel en 14 años. Es del 6,5% y abarca a más de 10 millones de personas. Y todo esto puede agravarse en medio de una recesión en EE.UU. y en el mundo.

El voto en Obama expresó el descontento creciente de las masas y la búsqueda de un cambio. Por eso se rompieron ataduras racistas ancestrales. Ya esto se había anticipado en las primarias del Partido Demócrata, cuando triunfó Obama sobre Hillary Clinton, considerada la candidata número “puesto”. Los votantes demócratas votaron contra la candidata del “establishment”.

Las expectativas serán defraudadas

El triunfo de Obama no significa un giro a izquierda en la política yanqui. El fue el candidato del Partido Demócrata, el otro partido patronal de los EE.UU. Es el partido de los Clinton, que gobernó parte de la década los 90 para las multinacionales, invadió la ex Yugoslavia, hace años tiene mayoría en el Parlamento y nunca se opuso a la guerra de Irak. En el país del Norte existe un régimen política bipartidista que, por ahora, les permite turnarse en el gobierno a republicanos y demócratas, ante los desgastes y las crisis políticas graves. Por eso, en este caso, ante la gravedad de la crisis del imperialismo, las grandes corporaciones industriales, financieras y de los medios de comunicación (New York Times, por ejemplo) se volcaron también al apoyo a Obama. O sea, apostaron a ganador.

Por todo esto Obama va a defraudar a los millones que lo votaron esperando un cambio social. Obama va a gobernar para las multinacionales y el gran capital. Por eso acompañó todas las medidas de Bush de “salvataje” a los banqueros. Desde ahora se empieza a mostrar para dónde irá su gobierno, viendo quienes son sus asesores y futuros ministros (grandes empresarios y ex funcionarios de Clinton, como Volker). Y encima piensa dejar en manos de los republicanos el Pentágono y el ministerio de Defensa.

Obama y un imperialismo muy debilitado

Obama asumirá el poder en medio de la crisis económica más grave de los EE.UU. y del mundo, por lo menos desde la de 1929. Y no tiene márgenes de otorgar a las masas yanquis las concesiones que dio Roosevelt en 1933, con el “New Deal” (Nuevo Trato). Entonces se dieron todo tipo de subsidios e impulso a las obras públicas, pero además empezaba el ascenso de las industrias como la automotriz, el acero y las bélicas, que luego pegaron un salto inmenso con la Segunda Guerra Mundial. Nada de eso está a la vista. Los planes de ayuda a los sectores populares serán mínimos (los planes de ayuda fueron para los banqueros) y en esta etapa la industria automotriz está en crisis total. General Motors y Chrysler, por ejemplo, han solicitado “ayuda estatal” para no entrar en “colapso”.

En el plano internacional, Obama será el jefe de un imperialismo debilitado, pero que no abandonará retomar su rol. También en ese sentido es falsa toda expectativa de cambio “progresivo” o de un “mundo más multipolar”, como el que declamaban Lula, Chávez o Cristina Kirchner, aunque es real que no podrá mantener tal cual la política de Bush. Probablemente Obama deberá reacomodarse, como lo hizo Carter en los 70, después del fracaso de Vietnam y la caída de Nixon. Ahora es factible que, en una primer etapa, primen las negociaciones, la zanahoria por sobre el “garrote”. Pero sin abandonarlo. Por eso Obama ya anunció que su plan es una retirada lenta de Irak, pero aumentará las tropas en Afganistán.

Pasado el primer tiempo de expectativas, habrá que ver cuál es la reacción de la clase obrera y el pueblo norteamericano que, últimamente, ha protagonizado huelgas como la de la Boeing. De esas futuras luchas vendrá el verdadero cambio y nuevos fenómenos políticos favorables a la clase obrera.


Fidel elogia a Obama

Fidel Casto elogió a Obama calificándolo de “inteligente, culto y ecuánime”. Incluso lo comparó a Martín Luther King y a Malcolm X (vér página 8). Fidel se unió así a centenares de dirigentes políticos de distintos partidos y a los medios de comunicación que también lo. Pero Obama se propone continuar la política imperialista, incluyendo el bloqueo a Cuba.

Fidel sacó una declaración diciendo que “se equivocarían” los yanquis si prosiguen el bloqueo. Esa advertencia, no le impide elogiar la “ecuanimidad” de Obama, quien precisamente se pronunció por la continuidad del bloqueo, además de apoyar otras políticas imperialistas y el rescate bancario en Estados Unidos.

Si hay cambios en la política yanqui, entre ellos el levantamiento del bloqueo a Cuba, tendrán que ver con la lucha de los pueblos y no con las virtudes del electo presidente.

Que Fidel y otros dirigentes de izquierda elogien y apoyen a Obama, sólo puede llevar a la confusión a los sectores antiimperialistas, a contribuir al lavado de cara que el imperialismo intenta con su nuevo jefe.


¿Con quiénes va a gobernar?

Además de su gabinete económico neoliberal (ver nota “Con Obama…), formarán parte de su gobierno personajes con un pasado guerrerista imperialista. Designó como jefe de gabinete a Rahm Emanuel, ex funcionario de Clinton, ex banquero inversor, y ex militar israelí. Su padre fue miembro del grupo armado terrorista Irgún responsable del genocidio de palestinos en 1948.

Emanuel, conocido como “Rambo” en la administración Clinton, es un rabioso defensor del apoyo a las políticas de limpieza étnica de Israel contra los palestinos y de la invasión a Irak, por la que votó siendo diputado.

Obama nombraría también a otros asesores de Clinton, como Richard Holbrooke, Susan Rice y Madelaine Albright, que promovieron la intervención yanqui en los Balcanes y las sanciones a Irak.

También se filtró en la prensa que mantendría a Robert Gates, actual jefe del Pentágono (ministro de defensa). Gates, republicano, fue director de la CIA con Reagan, Bush padre, y Bush hijo, promotor del envío de más tropas a Irak y Afganistán y los bombardeos en territorio de Pakistán.


Escribe:

José Castillo

Obama y la crisis capitalista mundial

El triunfo de Obama ha despertado enormes expectativas alrededor de un “giro” en la política económica yanqui. A la novedad de ser el primer presidente afroamericano, se le suma la coincidencia de asumir en medio de la crisis capitalista más grande desde la década del ´30.

Los dos millones que han perdido sus casas, el 6,5% de desempleados -que según todos los datos va camino a 9%, los 12 millones de indocumentados y los 50 millones sin acceso a seguro de salud, se preguntan si, efectivamente, ahora se va ha terminar el “neoliberalismo”. Con ese nombre se denomina popularmente al conjunto de políticas que, desde comienzos de los ´80, se dedicó sistemáticamente a atacar las conquistas de la clase obrera y las políticas sociales, ofreciendo a cambio inmensos privilegios a los especuladores de Wall Street y al gasto militar. Así, como muestra Michael Moore en su película “Flint”, decenas de ciudades obreras del Medio Oeste de Estados Unidos quedaron transformadas en pueblos fantasmas y se perdieron puestos de trabajo estables por centenas de miles, mientras que, en el otro extremo, los directivos de las corporaciones financieras se transformaban en multimillonarios.

Obama no terminará con esta lógica. Basta mirar a sus asesores económicos. Comencemos por Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal de la era Reagan, justamente el que elevó las tasas de interés a principios de los ´80 que dio origen a la crisis de la deuda externa latinoamericana. Sigamos con Larry Summer y Robert Rubin, los dos Secretarios del Tesoro (el equivalente a nuestro ministro de economía) de Bill Clinton - el presidente que se jactaba de ser un “nuevo demócrata”, entendiendo por tal un continuador de las políticas neoliberales de los ´80 y de no aceptar ninguna “presión” de los sindicatos-. Y, por si esto fuera poco, Obama también tiene como asesor a su “multimillonario amigo” Warren Buffet, “el oráculo de Omaha”, como se lo conoce en las revistas del establishment económico, donde se jacta de nunca haber perdido especulando en la compra y venta de empresas.

El mes pasado, cuando Bush perdió la votación de su proyecto de 700.000 millones de dólares en la Cámara de los Representantes, Obama -junto con Mc Cain- pusieron todo su prestigio y autoridad como candidatos presidenciales para votar ambos a favor de la propuesta de Bush en el Senado y “disciplinar” a los díscolos. Lograron así que se aprobara un proyecto que salvaba a los banqueros y no contemplaba en absoluto a los deudores que perdían sus viviendas.

Algunos críticos del neoliberalismo, como Noam Chomsky o Atilio Borón, expresaron en estos días su desazón porque Obama ha elegido estos asesores y esta ruta. Sostienen que sería distinto si se rodeara de economistas “heterodoxos”, como Joseph Stiglitz o el premio nobel Paul Krugman. Pero, aún cuando esto sucediera, no cambiaría el rostro ni las tendencias a la mayor desigualdad social de la economía norteamericana.

Es que no hay un “capitalismo malo”, el “neoliberal” de los banqueros, y uno “bueno”, “productivo”. En su actual fase imperialista, decadente, este es el único capitalismo posible. Sólo tiene para ofrecer a los pueblos más miseria y explotación. Obama, más allá del color de su piel, es el nuevo presidente de la mayor potencia económica, política y militar de este capitalismo.

Obama no será como Abraham Lincoln, que cumplió la tarea enormemente progresiva de terminar con la esclavitud. Ni siquiera como Franklin Delano Roosevelt, ya que ningún plan de obras públicas para paliar el desempleo -parecido al New Deal de 1933- aparece entre sus propuestas. En sus planteos programáticos, su historial como senador por Illinois y los personajes del establishmnt económico de que se rodea, se dibuja la continuidad del capitalismo imperialista de siempre: el de los privilegios para los banqueros y los monopolios transnacionales que saquean a los pueblos y hunden en la miseria a la clase trabajadora, incluso la del país más rico del mundo.


Chau Bush

George Bush abandona sus 8 años en el poder, batiendo todos los records mundiales y estadounidenses de impopularidad. Superó a Nixon, lo que no es poco, y algunas encuestas indican que logró superar a Hitler. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, lo llamó “el Diablo”, en un discurso en la ONU, interpretando ese sentir popular.

Mandó invadir Afganistán en 2001, inmediatamente después del atentado a las Torres Gemelas, e Irak en el 2003 con el argumento de la “guerra contra el terrorismo”. Fue todo un burdo pretexto. Ya en 1998 un influyente grupo de «neocons» (neoconservadores) se unió en torno al «Proyecto para el Nuevo Siglo Americano» (PNAC, por sus siglas en inglés), para promover «una presencia permanente» en Oriente Medio en defensa de los intereses de Estados Unidos. Este grupo, entre los que estaba el vice de Bush, Dick Cheney, fue el que dirigió la política exterior bushista.

En Afganistán jamás encontraron al mítico Ben Laden, quien años atrás colaboraba con la CIA. Tampoco encontraron las “armas de destrucción masiva” que, decían, había en Irak.

Más de 4.000 soldados yanquis fueron muertos por la resistencia iraquí y otros 20.000 heridos, muchos de ellos mutilados. Los yanquis nunca llevaron las cuentas de los iraquíes que asesinaron, aunque distintos estudios hablan de más de un millón, la inmensa mayoría civiles no combatientes. El apoyo inicial del pueblo norteamericano a la guerra, basado en creer que eran ciertas las mentiras de Bush, se fue desmoronando.

En Estados unidos, la derrota militar en Irak y Afganistán, junto a la crisis financiera y el deterioro creciente de la situación de los trabajadores y los más pobres, están entre las razones decisivas de este odio popular.

La cárcel de Abu Graib en el Irak ocupado y Guantánamo en Cuba, se convirtieron en símbolos de la tortura, de la violación más brutal de donlos derechos humanos, con miles de presos sin juicio ni condena.

La crisis financiera coloca a millones de familias norteamericanas ante la posibilidad inmediata de la pérdida de sus casas y sus empleos. En contraste, “los 400 estadounidenses más ricos poseen más que los 150 millones de estadounidenses de más abajo en su conjunto… Su valor neto combinado es de 1,6 billones [1.600.000.000.000] de dólares. Durante los ocho años del gobierno de Bush, su riqueza ha aumentado en casi 700.000 millones de dólares (el mismo monto que ahora le volvieron a dar a los ricos para su “rescate”)” (Michael Moore).

La persecución y represión a los trabajadores latinos, y la gran rebelión de éstos en 2006, con enormes movilizaciones y una huelga general, fue otro de los hechos que marcaron la era Bush, dentro de Estados Unidos.

Bush ha dado una colaboración decisiva al deterioro ambiental al negarse incluso a paliativos como lo es el protocolo de Kyoto.

George Bush ha sido el más genuino representante del imperialismo yanqui. También corresponde acusarlo personalmente, como jefe de una banda de usureros, ladrones y genocidas. Como tal, un reclamo permanente en todo el mundo será que sea juzgado y castigado junto al conjunto de su banda. El repudio dentro de EE.UU. y de los pueblos del mundo ha logrado el chau Bush.


Horror en la Colombia de Uribe

La casi increíble historia sucedió y sucede en la Colombia de Uribe, el títere de Bush que se quedó sin titiritero. El gobierno otorga suculentas recompensas por la captura “vivos o muertos de guerrilleros y terroristas”. Como al ejército colombiano no le es tan sencillo capturar guerrilleros, inventaron un método terrorífico para ganar las recompensas con menos esfuerzo: contratan jóvenes campesinos prometiéndoles trabajo, les ponen un uniforme y luego simplemente los asesinan para hacerlos pasar por “guerrilleros muertos en heroico combate» de las «gloriosas» Fuerzas Armadas... Hace años que lo vienen haciendo. Se calculan 15.000 fusilados, sólo en los años de Uribe.

Por la crisis del régimen uribista, se destapó la cloaca del horror: 11 jóvenes campesinos que buscaban trabajo fueron así asesinados. La justicia investiga. Ante el escándalo Uribe ordenó la destitución del jefe del ejército, el general Mario Montoya, otros 3 generales, 4 coroneles, 7 tenientes coroneles, 3 mayores, 1 capitán, 1 teniente y 3 suboficiales implicados. Cada vez más colombianos sospechan que el propio Uribe está detrás de las matanzas. Se va Bush, pero en Colombia queda su discípulo al que hay que derrotar.


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