El Socialista

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Escribe:

José Castillo

La crisis mundial arrasa con empleos, salarios y viviendas

¡Así es el capitalismo!

No es la primera vez que la economía mundial entra en una crisis de esta magnitud. Algo similar ocurrió en 1929, cuando millones perdieron sus empleos y ahorros. Desde fines de los ´60 tuvimos varias: la del petróleo en 1973, el “efecto tequila mexicano” del ´94, la crisis asiática del ´97 y nuestro diciembre de 2001. A la actual se la señala como igual en magnitud a la del ´29. Muchos dicen que es responsabilidad del “capitalismo salvaje”, “el neoliberalismo” o la falta de controles por parte del Estado. Pero la realidad es que el culpable tiene un solo nombre: el capitalismo.

Los titulares de todos los diarios del mundo dan cuenta de la caída de las bolsas y los bancos. Adentro, más chiquito, explican también cómo eso repercute en puestos de trabajo: 600.000 personas perdieron su empleo en los Estados Unidos desde principios de año –y ya se habla de que habrá otros 200.000 desempleados como consecuencia de las bancarrotas de estas últimas dos semanas-, los salarios caen y la gente pierde sus casas por no pagar las cuotas. En Europa se acabó el “boom” inmobiliario y los miles de inmigrantes que trabajaban en la construcción quedaron en la calle. También se discute como repercute esta crisis sobre “los países pobres”. Casi como un detalle, se especula cuántos cientos de millones de nuevos pobres habrá, o a cuánto ascenderá la ya horripilante cifra de 850 millones de hambrientos del planeta.

Como siempre, empiezan las explicaciones de “porqué pasa todo esto”. George Soros, uno de los mayores buitres de las finanzas mundiales, pontifica: “la culpa de la actual crisis la tiene el fundamentalismo de mercado, que no es otra cosa que el laissez-faire (dejar hacer) del siglo XXI; las finanzas se han vuelto tan irracionales que habrá que ponerlas nuevamente bajo control; el monetarismo es una doctrina errónea” (Ambito Financiero, 22/09). Por su parte, John Auter, editor de inversiones del Financial Times (el diario financiero más importante de Europa) opina: “el sistema de regulación que ha supervisado la globalización de las finanzas en los últimos diez años ha fracasado, más allá de toda duda” (Clarín, 21/09). Joseph Stiglitz, ayer vicepresidente del Banco Mundial, hoy devenido en “progresista”, también aporta lo suyo: “hemos visto que no se puede dejar a los bancos de inversión regularse a sí mismos. No se puede dejar a la Reserva Federal, que está estrechamente aliada a los banqueros, a cargo de toda la regulación del sistema financiero. Se suponía que la Reserva retiraba el ponche cuando la fiesta se volvía escandalosa, pero en su lugar echó más alcohol” (Página 12, 21/09).

Para la mayoría de los “expertos” esta crisis es “excepcional”, surgió por “falta de regulaciones” y se arregla con una mayor intervención del estado sobre el sistema financiero. Algunos banqueros, dicen, habrían aprovechado las políticas del capitalismo “salvaje”, sin límites, e hicieron fortunas desmedidas con operaciones riesgosas que no controló nadie.

Es evidente que todo esto existió, pero es una explicación falsa. No es la primera vez que pasa. Citamos más arriba sólo algunos ejemplos de otras crisis que, a lo largo del siglo XX, dejaron su tendal de depositantes estafados, desempleo, caída de salario y miseria.

El capitalismo siempre funcionó así. Como una gran timba, con miles de millones de dólares buscando su mayor ganancia, con las ruletas rusas de las bolsas, con especulaciones, -hoy sobre el petróleo, la soja o el dólar, antes sobre el oro y, si queremos hacer historia económica, en el siglo XVIII con tulipanes-. Siempre que los especuladores pierden, salen a buscar el auxilio de “su” estado para que los rescate, argumentando que corre riesgo “la estabilidad del sistema”. Los platos rotos terminan pagándolos los pueblos, con desempleo masivo, impuestazos, cuando no directamente guerras por el reparto del mundo.

¿Estatización? ¿A quién se quiere salvar?

Hoy estamos a las puertas de un nuevo rescate gigantesco. En los últimos 15 días los Estados Unidos pusieron 85.000 millones de dólares para salvar a la mayor aseguradora del mundo (AIG), y 200.000 para salvar a las dos hipotecarias Fanny Mae y Freddie Mac. Como no alcanzó para parar la crisis, el jueves pasado se anunció un “megaplan” por el cual el gobierno yanqui se haría cargo de todas las deudas incobrables, hasta un monto de 700.000 millones de dólares.

Muchos periodistas señalan irónicamente que los Estados Unidos, el país “ejemplo de capitalismo y libre empresa”, está produciendo las mayores estatizaciones del mundo. Incluso algunos se preguntan si no habría que cambiar el nombre de los Estados Unidos a “Estados Unidos Socialistas de América”. Pero, en realidad, lo que ocurre es exactamente lo opuesto: se trata de una “socialización de las pérdidas” para limpiar a los bancos y permitirles que sigan operando normalmente con sus ganancias. El “plan” consiste en salvar a los dueños de los bancos, las aseguradoras y todos los pulpos multinacionales que quedaron entrampados en esta bicicleta financiera, a costa de los trabajadores norteamericanos –que pagarán más impuestos- y de los pueblos del mundo, sobre los que se tratará de descargar la crisis con más pagos de deuda y saqueo de sus recursos. El rescate es tan “pro-capitalista” que no se contempla en absoluto ninguna salida para los millones de trabajadores que están perdiendo sus casas por no poder afrontar la cuota. Es un “rescate” parecido al que realizó en nuestro país, en 1982, el entonces presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, cuando estatizó toda la deuda privada, cargándosela al estado nacional. Así nació nuestra terrible deuda externa, que todavía hoy estamos pagando.

Qué la crisis la paguen los de arriba

“¡Se acabó la fiesta!”, hoy dicen los banqueros y sus asesores económicos. Y ahora pretenden que “la cuenta” de sus ganancias, su especulación sin límites y el estropicio causado, lo paguen los pueblos del mundo con más miseria, hambre y saqueos de sus riquezas. Esta es la perversa lógica del capitalismo, que en los momentos de crisis nos muestra su cara más siniestra. Piden “normalidad” y que los salven para seguir, “como todos los días”, explotando a los trabajadores, destruyendo el medio ambiente y, en definitiva, liquidando el futuro de la humanidad. No debemos permitirlo.


Escribe:
Mercedes Petit

Hay una alternativa

Socialismo con democracia obrera

A muchos lectores les recorre un frío por la espalda al pensar adónde nos lleva el capitalismo. Algunos dirán “hace falta más control estatal”. Desde el siglo XIX, el Estado patronal siempre interviene en las crisis de su sistema económico, para que la paguen los trabajadores y los pueblos, hasta la próxima... El planeta ha sido dominado por esta desgracia del capitalismo. Hay que buscar un nuevo sistema económico, que no funcione para la ganancia de una minoría de multimillonarios, sino que acabe con ellos y planifique la producción y distribución de la enorme riqueza que está disponible hoy. Es el socialismo, único modo de alcanzar la mayor libertad personal y la abundancia para todos.

Muchos compañeros nos dirán: “pero, mirá, con lo que pasó en la Unión Soviética, y en Europa Central, ese sistema ya fracasó”. Otro podría agregar que hoy en China el Partido Comunista encabeza una feroz dictadura capitalista, con trabajo esclavo. Esos son los temas a debatir, en esa búsqueda de nuevos caminos.

En primer lugar, en esos países, al triunfar las revoluciones, las medidas socialistas, lejos de fracasar, fueron muy exitosas. Permitieron un verdadero progreso para sus pueblos. Esas grandes revoluciones llevaron adelante la expropiación de la burguesía y la ruptura con el imperialismo. Acabaron con las ganancias de los terratenientes, los grandes burgueses, los bancos, las multinacionales, e instauraron la planificación de la economía, logrando colosales conquistas en la educación, la salud y demás condiciones de vida. En la Unión Soviética, en los primeros años, esto se hizo con la democracia soviética y un partido revolucionario, encabezado por Lenin y Trotsky. En situaciones muy distintas, donde desde el comienzo hubo partido burocráticos, como en China, o la propia Cuba, también la expropiación y la planificación permitieron inmensos cambios. En China, luego de 1949, se erradicaron el hambre y el analfabetismo. Los logros cubanos en el terreno de la educación y la salud a partir de los años 60 han sido reconocidos en toda América Latina.

En segundo lugar, sí hubo un tremendo fracaso: el de la burocracia de los partidos comunistas. En la URSS, la feroz dictadura de Stalin fue una degeneración, un retroceso de la revolución. Aplastó la democracia de los primeros años, reprimió ferozmente y se volcó a la conciliación con el imperialismo. La burocracia soviética, para conservar sus privilegios, se fue convirtiendo en socio menor del imperialismo, hasta abrir las puertas a la restauración del capitalismo. En China, el Partido Comunista reimpuso la explotación capitalista y esclaviza a millones de trabajadores y campesinos para proveer ganancias a la nueva burguesía y a las grandes multinacionales.

El capitalismo es un fracaso como sistema, ya que no permite dar condiciones dignas de vida a la humanidad. Por el contrario, es un verdadero desastre para la inmensa mayoría.

También la burocracia de los partidos comunistas ya fracasó. Tuvo la enorme responsabilidad de frustrar los grandes procesos revolucionarios del siglo XX. Bajo las banderas del socialismo se cometieron atrocidades de todo tipo, se impusieron y justificaron dictaduras. En vez de extender las revoluciones y el nuevo sistema, se volvió a la vieja explotación.

Ese fracaso del capitalismo y las burocracias son parte de la realidad actual. Y nos convocan a seguir buscando la salida, el triunfo de la revolución socialista. La del verdadero socialismo, que surge de la movilización de los trabajadores y los sectores populares, y que una vez conquistado en uno y otro país deberá seguir extendiéndose en la región y en el mundo, hasta erradicar definitivamente el dominio capitalista imperialista. Porque a este desastre mundial sólo se lo arregla con otro sistema mundial. Un verdadero socialismo con democracia obrera, que lleve a la práctica la planificación de la economía, con todos los inmensos avances tecnológicos logrados y los que vendrán, para que la inmensa mayoría de la humanidad se libere definitivamente de la escasez y penurias impuestas hasta ahora por el capitalismo, y se logre el bienestar y la libertad.


Escribe:
Miguel Lamas

Caótico fin de la era Bush

Bush

La crisis financiera, con epicentro en Estados Unidos, es parte de una crisis mucho más generalizada y global de la dominación mundial imperialista.

El imperialismo, comandado por George Bush, invadió y ocupó Afganistán en 2000 e Irak en el 2003 para restaurar su dominio mundial cada vez más cuestionado. Pensaban posteriormente invadir Siria e Irán. Con el mismo objetivo respaldó la invasión israelí al Líbano en 2006. En América Latina respaldó en 2002 a los golpistas en Venezuela y la represión genocida de Sánchez de Losada en Bolivia de 2003.

Pero fracasó en todos lados. Bush disputa ahora con Hitler el título del personaje mundial más odiado de la historia humana.

En Irak y Afganistán mantienen su ocupación y la represión asesina. Pese a eso, la heroica resistencia de sus pueblos está derrotando a las fuerzas ocupantes y el 70% de la población norteamericana está ahora en contra de la guerra. Israel perdió en el Líbano y no pudo doblegar a la heroica resistencia palestina. En América Latina cayeron varios gobiernos abiertamente proyanquis.

En las últimas semanas estos fracasos se expresaron en un descalabro generalizado en varios frentes.

En Pakistán cayó en agosto el presidente Musharraf, que era el principal aliado de Bush en Asia Central. El ejército pakistaní acaba de enfrentar militarmente y expulsar a militares yanquis que se metieron en Paquistán a perseguir resistentes afganos.

En el mismo mes de agosto, el gobierno georgiano de Mikheil Saakachvili, títere de Bush y candidato a entrar a la OTAN, intentó ocupar militarmente Abjasia y Osetia del Sur, y terminó derrotado por el ejército de Rusia, sin que su amo Bush pudiera ayudarlo y dejando en crisis a la propia OTAN (Alianza Atlántica).

En las últimas semanas, la intromisión del embajador yanqui Phillip Goldberg en Bolivia provocó que fuera expulsado de ese país y lo mismo ocurrió con el embajador yanqui en Venezuela. La intentona golpista en Bolivia desencadenó una movilización popular que tratan de parar con el “diálogo” auspiciado por Lula y Unasur. La OEA dejó de reunirse, desacreditada por el odio antiimperialista en América Latina.

En los propios Estados Unidos, la crisis financiera puede tener tremendos efectos, no sólo económicos y sociales, sino también sobre la conciencia de los trabajadores norteamericanos. El discurso electoral de ambos candidatos a presidente comenzó a tartamudear frente a la crisis. El republicano John McCain no puede despegarse del desastre económico que dejó la era Bush. Y el demócrata Barack Obama, quien apoyó el rescate masivo a las financieras, está perdiendo su imagen de supuesto “innovador”. Si bien no hay ninguna alternativa electoral masiva a ambos candidatos del sistema, sí es masiva la desconfianza popular.

El estallido de la huelga de los 27.500 obreros de la empresa de aviones Boeing -con fábricas en Washington, Oregon y Kansaspuede ser un antecedente de lo que está por venir. Los trabajadores votaron en un 87% declarar la huelga indefinida, que ya lleva dos semanas, exigiendo estabilidad laboral, aumento salarial y pago empresario del seguro médico. Los burócratas del sindicato no pudieron levantar la huelga, después de ser abucheados en asamblea.

Lo que se está viendo es la creciente incapacidad del imperialismo para derrotar o detener la rebelión de los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo, que se extiende día a día. Un aliciente para seguir luchando en forma mancomunada hasta su derrota definitiva.


¿A cuánto equivale el rescate a los banqueros?

Se trata de 700.000 millones de dólares, que son:

• dos veces el PBI de la Argentina.

• 64 veces el PBI de Bolivia

• 175 presupuestos de educación de Argentina

• 23 presupuestos anuales de la FAO para combatir el hambre en el mundo

Estos números son más escandalosos si recordamos que a esto hay que sumarle otros 600.000 millones de dólares ya gastados por Bush en la guerra de Irak.


Henry Paulson: el lobo cuida a las ovejas

Los fondos del megarrescate de 700.000 millones de dólares serán manejados a discreción por el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos (equivalente a nuestro Ministro de Economía), quien no tendrá que dar cuenta qué hace con ellos. Pero ya nos podemos imaginar leyendo su currículum. Paulson era, hasta mayo de 2006, cuando asumió su cargo en el Estado yanqui, el presidente nada menos que de Goldman Sachs, uno de los cinco grandes de inversión de Wall Streets. Así, jugando en la misma ruleta financiera que provocó el tendal de bancos que hoy tiene que rescatar, hizo que Goldman tuviese una ganancia récord de 5.600 millones de dólares en 2005. A Paulson, personalmente, le tocó un “bono” de premio, por 38,5 millones de dólares. Hoy este personaje asegura que, en el caso de los bancos rescatados, sus directivos seguirán cobrando sus respectivos “bonos anuales de recompensa”. Todo queda entre amigos.


El último escándalo de Lehman Brothers

Tevez

La crisis mundial pone en riesgo el financiamiento de los clubes de fútbol más importantes del mundo. La temporada pasada, el Newcastle United tuvo como sponsor al colapsado banco Northern Rock. En la foto, el argentino Carlos Tévez con la camiseta del Manchester United y el logo de AIG, la aseguradora más importante del mundo que tuvo que ser “rescatada” por el estado yanqui la semana pasada

El último acto de Lehman Brothers antes de su quiebra no tiene desperdicio: transfirió 2.500 millones de dólares de su filial en Londres, donde aún tenía efectivo, hacia la casa central en Nueva York. El objetivo era los “premios” a los directivos yanquis de la empresa, dejando sin sus sueldos a los empleados de todas las filiales europeas. Todo un ejemplo de cómo funciona el capitalismo.


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