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Juan Rivera

Renunció Bendini

Fuerzas Armadas de corruptos y represores

A la larga lista de funcionarios kirchneristas forzados a dejar sus cargos por hallarse implicados en casos de corrupción, se suma el Jefe del Ejército, Roberto Bendini. Una muestra más de la decadencia de las Fuerzas Armadas.

Roberto Bendini, eslabón de una cadena militar en crisis.

Roberto Bendini, eslabón de una cadena militar en crisis.

A Bendini se lo acusa de haber utilizado una cuenta personal paralela para manejar a discreción fondos extrapresupuestarios durante su gestión en la XI Brigada de Río Gallegos, en 2002. Desde esa cuenta fueron efectuados gastos sin comprobantes por medio millón de pesos; dinero que provenía de los pagos que el Ejército recibía por prestar servicios al gobierno de Santa Cruz, en aquel entonces comandado -casualmente- por Néstor Kirchner. Este caso se suma a una seguidilla de causas por corrupción que han estallado durante los últimos meses y que involucran a unos 43 oficiales y 71 civiles.

En la misma semana que Bendini dejaba su cargo, el Jefe de la Armada, Jorge Godoy, declaraba en una causa por espionaje interno. Godoy había firmado en 2005 una disposición que facultaba la producción de inteligencia y espionaje sobre docentes, estudiantes, sindicalistas, organismos de derechos humanos, piqueteros y demás figuras políticas.

Bajo el amparo de los K

La causa que hoy obliga a Bendini a renunciar no es nueva. Por el contrario, lleva ya unos cinco lentos años, período durante el cual la actitud del gobierno ha sido la misma a la que ya nos tiene acostumbrados: el silencio cómplice. Bendini asumió como Jefe del Ejército en 2003, de la mano de Nestor Kirchner, pese a que su decisión fue en aquel momento cuestionada por numerosos organismos de derechos humanos por considerar que éste no había sido ajeno a los grupos de tareas -dato también confirmado por miembros del propio Ejército-.

No sólo esto, sino que además el gobierno se ha esforzado por lavarles la cara a estos militares mafiosos y corruptos, intentando mostrar a Bendini como exponente de la “renovación” dentro de las Fuerzas Armadas, en oposición a los funcionarios vinculados con la dictadura militar. Por esto fue Bendini el encargado de descolgar los cuadros de Videla y Bignone en el Colegio Militar.

Sin embargo, dado que los cuestionamientos son a esta altura inocultables, el gobierno se ha visto forzado a soltarle la mano aceptando su renuncia. Se juegan ahora a presentar la asunción de Luis Alberto Pozzi, actual subjefe de la fuerza, como parte de su política de recambio y limpieza hacia el interior de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, Pozzi fue la mano derecha de Bendini a lo largo de su gestión, siendo el responsable de controlar el manejo administrativo durante los seis años de gobierno kirchnerista, lo cual demuestra que más que recambio hay continuidad.

Una institución al servicio de los de arriba

Pos genocidio, producto del amplio repudio popular que volteó a la última dictadura militar, las Fuerzas Armadas han entrado en una crisis terminal de la cual aún hoy, y pese a la mano que les viene dando el gobierno, no logran reponerse. Desde entonces el imperialismo, junto a Alfonsín primero y luego a los sucesivos gobiernos, han intentado recomponerlas. Aún así no logran frenar su constante decadencia.

El doble discurso kirchnerista empieza a hacer agua por el que hasta ahora era uno de sus puntos más fuertes: los derechos humanos. Durante toda su gestión, el kirchnerismo ha intentado usar la condena de unos pocos militares del Proceso (los más cuestionados, como Bussi o Menéndez), para presentar a las actuales Fuerzas Armadas como defensoras de la democracia. Incluso ha impulsado cursos para “reeducar” a sus integrantes y así, dicen, ganarlos para alejar el peligro de un golpe. Sin embargo, esta institución burguesa nada tiene de democrática. No sólo se encuentra atestada de genocidas que estuvieron en actividad durante la dictadura, sino que además, la “nueva camada” de integrantes continúa protagonizando numerosos hechos de corrupción, delincuencia, represión y persecución política. Así lo demuestran los casos de Bendini y Godoy. Estos no son hechos aislados, sino que se trata de un problema estructural del conjunto de la institución. Son estas mismas Fuerzas Armadas las que, en caso de ser necesario, saldrán a reprimir para defender a los intereses patronales, tal como la han hecho ya en numerosas ocasiones. Por eso, en contraposición a las políticas de maquillaje del gobierno, se vuelve imperiosa la necesidad de su inmediato y real desmantelamiento.


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